20 de diciembre de 2017
Aquel iba a ser nuestro último día del viaje, y lo dedicamos a explorar la capital, Phnom Penh, dónde ya habíamos estado el primer día. Por la mañana nos dirigimos al Museo Nacional, donde están expuestos algunos de los mas preciados tesoros de Angkor. Por la tarde estuvimos de compras en el Mercado Ruso y en el Mercado Central. Y a última hora de la tarde cogimos nuestro vuelo de vuelta a casa.
Amaneció en nuestro último día en Camboya y al ir a desayunar se agolparon en nuestra mente los recuerdos que habíamos vivido en aquel fabuloso país: los paseos por las orillas del Mekong en Kratie, los espectaculares templos de Angkor, los pueblos flotantes en Kampong Chhnang, las playas de arena infinitas del sur, la campiña de Kampot… Y por encima de todo, su gente, con sus sonrisas eternas y su amabilidad desinteresada. Aquel día lo habíamos planificado con bastante tranquilidad, ya que habíamos visitado a fondo Phnom Penh el segundo día de nuestro viaje. Solo nos quedaban unos pocos lugares por ver, así que disfrutamos sin prisas de nuestro buen desayuno.
Después pagamos la habitación y dejamos nuestras mochilas en el hotel. Aquel día era extraño en Phnom Penh, se había levantado fresco para ser un país tropical; aunque debíamos estar a unos 22 ºC, hacía gracia ver a los camboyanos enfundados en gruesos chaquetones mas útiles para vivir en el polo norte. Primero fuimos al Museo Nacional (entrada, 10 USD), al que nos acercamos a pie. Este museo alberga principalmente piezas de la época del Imperio Jemer, descubiertas sobre todo en Angkor, pero también en otros yacimientos esparcidos por todo el país. La colección está emplazada en un bonito edificio de principios del siglo XX de arquitectura tradicional camboyana. La primera sección en la que entramos contenía una colección de esculturas de bronce de diferentes periodos, la gran mayoría de temática hindú y finamente trabajadas. Después pasamos a una sala con estelas de piedra con inscripciones, las cuales tienen gran utilidad para los historiadores, ya que explicaban que rey había erigido aquel templo, en qué periodo y con qué finalidad. Después tocó el turno de las esculturas de piedra, que se habían sacado de los templos para evitar que los elementos las estropearan. Sin duda era la mejor sección, ya que aparte de esculturas de dioses y reyes, había fantásticos relieves o columnas finamente decoradas. En otras secciones también habían interesantes piezas de cerámica y sorprendentemente algunos objetos de madera que habían llegado fantásticamente bien a nuestros días. Dentro el museo no se podía hacer fotos, solo en el patio exterior. El museo nos pareció interesante, ya que había algunos plafones informativos que te explicaban la importancia de lo que estabas viendo, aunque también había una gran cantidad de piezas amontonadas sin ninguna etiqueta, como si no superan donde ponerlas. Eso sí, nos pareció pequeño, pensábamos que nos estaríamos toda la mañana allí, pero al final nos estuvimos menos de dos horas. Aun así, es recomendable de visitar, sobre todo una vez que se han visto los templos de Ankgor.
Patio ajardinado del Museo Nacional |
Jardines del Museo Nacional |
Al salir cogimos un tuktuk (4 USD) para que nos llevara al Russian Market, ya que habíamos leído que era uno de los mejores sitios para hacer las últimas compras. Al llegar nos encontramos con un laberinto de estrechos callejones donde cada metro cuadrado pertenecía a una tienda. Estaba mas o menos organizado por temática, con una zona de ropa, otra de artesanías e incluso una de alimentos frescos. Aunque el principal producto era sin duda la ropa, desde suvenires a ropa de marca pasando por infinidad de imitaciones. Nosotros estuvimos curioseando entre los puestos para comprar algunas camisetas. El regateo no fue muy agotador, y compramos algunas por 2 USD la pieza (seguro que regateando mas podíamos conseguirlas mas baratas, pero no lo veíamos ético).
Mercado Ruso |
A veces el ajetreo del mercado era un poco agobiante... |
Para descansar de tanto shopping nos fuimos a tomar algo por los aledaños del mercado. Cerca dimos con una gran cafetería y nos dimos cuenta que no habíamos saboreado un buen café desde hacía semanas. Era una franquicia de Bayon Bakery, una cadena de pastelerías que tenía un inmenso arsenal de todo tipo de dulces para escoger. Funcionaba como un self-service: cogías lo que querías y luego pagabas en el sitio donde hacían el café. Como todavía no habíamos comido nada desde el desayuno cogimos varios dulces y un caffe latte y un chocolate caliente. Todo estaba delicioso y el café sabía a… ¡café! Y lo mejor es que todo aquello nos salió por solo 21.000 rieles (unos 4 €).
Nuestro almuerzo-merienda del Bayon Bakery |
Para acabar de hacer alguna compra fuimos en tuktuk al Mercado Central, donde ya habíamos estado el segundo día. Tenía la ventaja de no ser tan caótico ni agobiante como el Mercado Ruso. Así que si no compras, al menos puedes pasear con mas o menos tranquilidad. Como la noche empezaba a caer sobre la ciudad, fuimos paseando hacia la zona del mercado de Kandal para cenar algo ligero (se suponía que en el avión te daban cena, y no era cuestión de desperdiciarla). La noche anterior habíamos visto muchos puestos en los que comer algo sencillo por poco dinero. En un puesto de pollo frito rebozado compramos un par de alitas y muslos que estaban simplemente deliciosos (3 USD), no nos esperábamos que fueran tan buenos.
Después volvimos al hotel ya que, aparte de dejar las mochilas allí, habíamos reservado un taxi para que nos llevara al aeropuerto a eso de las 20 h (15 USD). El taxista llegó puntual y nos acordamos de él, era el mismo que nos recogió el primer día. Íbamos con mucho tiempo, ya que nuestro vuelo de Emirates no salía hasta las 23:10 h. Solo tardamos media hora en llegar al aeropuerto de Phnom Penh, algo sorprendente después de haber sufrido en nuestras carnes un gran colapso de tráfico el día anterior. Los consabidos trámites de facturación y pasaportes los pasamos sin problemas y el avión salió a la hora. Enseguida sirvieron la cena y tras ello nos pusimos a dormir. Al igual que en el vuelo de vuelta, el avión hizo una parada en Rangún, la capital de Myanmar, para dejar y coger pasaje. Desde allí teníamos un largo viaje a Dubai, donde llegamos de madrugada. Lo bueno es que no tuvimos que esperar mucho para poder embarcar en el siguiente vuelo rumbo a Barcelona, solo un par de horas. En este vuelo estuvimos despiertos, y aprovechamos a fondo el entretenimiento de las pantallas individuales de los asientos viendo un par de películas. Era ya el día 21 cuando aterrizamos en Barcelona a las 12:25 h, poniendo fin a aquel maravilloso viaje por Camboya.
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Los viajes son una experiencia única e inigualable, y más cuando vas acompañado de seres queridos, crear nuevas memorias para en un futuro recordarlas con amor,explorar mundos nuevos,conocer la naturaleza en su máximo esplendor es distintas partes del mundo debe ser uno de los placeres de la vida.
ResponderEliminarSi, nosotros no lo hubiéramos dicho mejor! Cambien nos encanta viajar! :P
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