GEORGIA 4: Samegrelo

4 de agosto de 2018 Aquella jornada estuvimos gran parte del día recorriendo esta variada región georgiana, a menudo olvidada por los viajeros. Primero fuimos a su lugar mas espectacular, el Cañón de Martvili, donde el río excava un escarpado cañón con unos paisajes de postal. Lamentablemente, debido a las lluvias del día anterior, no pudimos hacer la actividad mas popular allí, el paseo en barca por el cañón. Después fuimos a ver los encantadores monasterios de Salkhino y Martvili, que acogen una importante comunidad monástica. Y acabamos en Nokalakevi, que alberga las ruinas de una importante ciudad del reino Cólquida. Por la tarde nos esperaba otro largo trayecto en coche, esta vez de unas 4,5 h hasta Mestia, en el corazón de los montes Svaneti, donde haríamos noche. Aquel día logramos despertarnos pronto para aprovechar mejor el día. El propietario de la guesthouse nos sirvió el desayuno en la misma cocina, y había de todo: salchichas, tomate, pepinos, pan, huevo, queso, gachas (hechas de la leche de sus propias vacas…). Mientras dábamos cuenta de tal festín charlamos un poco con el dueño, que nos dijo que iba a ir a Barcelona en pocas semanas y le preocupaba la situación política.
4 de agosto de 2018
Aquella jornada estuvimos gran parte del día recorriendo esta variada región georgiana, a menudo olvidada por los viajeros. Primero fuimos a su lugar mas espectacular, el Cañón de Martvili, donde el río excava un escarpado cañón con unos paisajes de postal. Lamentablemente, debido a las lluvias del día anterior, no pudimos hacer la actividad mas popular allí, el paseo en barca por el cañón. Después fuimos a ver los encantadores monasterios de Salkhino y Martvili, que acogen una importante comunidad monástica. Y acabamos en Nokalakevi, que alberga las ruinas de una importante ciudad del reino Cólquida. Por la tarde nos esperaba otro largo trayecto en coche, esta vez de unas 4,5 h hasta Mestia, en el corazón de los montes Svaneti, donde haríamos noche.
Aquel día logramos despertarnos pronto para aprovechar mejor el día. El propietario de la guesthouse de Martvili nos sirvió el desayuno en la misma cocina, y había de todo: salchichas, tomate, pepinos, pan, huevo, queso, gachas (hechas de la leche de sus propias vacas…). Mientras dábamos cuenta de tal festín charlamos un poco con el dueño, que nos dijo que iba a ir a Barcelona en pocas semanas y le preocupaba la situación política. Nosotros le dijimos que no iba a pasar nada, que en Cataluña somos gente pacífica y cívica. No le podíamos reprochar nada a aquel hombre, ya su región había tenido que sufrir la guerra de Abjasia (con la llegada de miles de refugiados georgianos que tuvieron que huir de allí) y la de Osetia del Sur (en la que el ejército ruso invadió esta región para forzar la rendición de Georgia).
Enseguida nos pusimos en marcha hacia el cañón de Martvili, el lugar que atrae a más turistas de todo Samegrelo. Este lugar es un estrecho y profundo cañón que ha ido excavando el caudaloso río Abasha, situado a pocos km al N de Martvili. Para acceder a él hay dos grandes parkings de pago (2 laris). Se puede visitar el cañón de dos formas: mediante unas pasarelas panorámicas que recorren su parte mas angosta, y/o mediante un agradable paseo en barca (se hace por la parte menos angosta, con menos corriente). Debido a las lluvias del día anterior la fuerza del río había aumentado tanto que aquel día habían cancelado los paseos en barca (podéis ver aquí un vídeo de como es el paseo). Así que solo podríamos ver el cañón por las pasarelas; aun así, en taquillas nos cobraron 15 laris por persona (mas de 5 €), una de las entradas mas caras de todo el viaje (los georgianos pagaban menos…). El primer mirador estaba muy cerca de las taquillas, y antes de llegar ya oímos el ruido atronador del agua. Desde él pudimos contemplar unos espectaculares saltos de agua por los que caía una cantidad ingente de agua. Seguramente, las lluvias que nos habían arruinado el paseo en barca habían hecho que los saltos de agua fueran mas espectaculares. En un nivel inferior había otro mirador con una vista aún mas espectacular, ya que estaba casi situado junto al salto de agua, de forma que por la rejilla del suelo podías ver como caía el agua. Las fotos no hacen nada de justicia a lo espectacular que era el sitio.
Cañón de Martvili
Saltos de agua del Cañón de Martvili
Una corta red de pasarelas partía de los primeros miradores, internándose en el cañón. Allí el ambiente era tan húmedo que los musgos proliferaban encima de los troncos de los arbustos, tapizándolos con su verde refulgente. Las pasarelas cruzaban el cañón por un estrecho puente, a través del cual se podía apreciar su profundidad (no era demasiada, pese a la gran impresión que daba). Un poco mas allá el sendero de las pasarelas se acababa (estaban haciendo obras para alargarlo). Realmente el camino es muy corto, pero las vistas que contemplas son impresionantes. Íbamos al cañón de Martvili sin muchas expectativas, ya que nos costó encontrar información de él cuando preparábamos el viaje, pero una vez allí nos encantó.
El húmedo ambiente hacía que crecieran los musgos por doquier
Cañón de Martvili
Luego nos fuimos un poco mas al norte, donde se encuentra el monasterio de Salkhino. En realidad es un pequeño monasterio adosado a la residencia de verano de los Dadiani, la familia de nobles que gobernó esta región hasta el siglo XIX. De hecho, lo que mas destaca del complejo son los jardines y la propia residencia real, de estilo neoclásico. Junto a ella había una pequeña iglesia, donde iba mucha gente con gran devoción. Un poco más ocultas a la vista había un par de casas de estilo tradicional georgiano donde vivían los monjes y los viñedos donde producían su vino (es uno de los mas apreciados de la región). Estuvimos dando un paseo por todo el complejo, pero lo vimos enseguida.
Jardines de Salkhino y casas de los monjes (abajo dcha.)
Iglesia de Salkhino
El siguiente lugar en nuestra ruta sería el monasterio de Martvili, encaramado en la cumbre de un alto risco. Se puede llegar desde el pueblo en un teleférico aunque nosotros fuimos en coche. Este es un lugar de gran importancia religiosa de la región, y sus orígenes se remontan al siglo VII, en que se convirtió en un gran centro cultural para Georgia. El complejo ocupa la cima del risco, con lo que no es muy grande, y está monopolizado por la gran catedral de Martvili-Chkondidi. Su interior está decorado con fantásticos frescos del siglo XV, aunque desgraciadamente estaban en muy mal estado. En la catedral se respiraba un gran ambiente religioso: casi todo el mundo venía a rezar a la iglesia, y el número de turistas era relativamente escaso. No nos dejaba de sorprender la gran religiosidad de los georgianos, ya que en las iglesias veíamos a gente de todas las edades que besaban con gran devoción las cruces y los cuadros con las imágenes religiosas. Adosada a la catedral se encontraba la bonita iglesia de Chikvanebi, alta y esbelta, que era tan pequeña que parecía una miniatura. La visita al monasterio nos gustó mucho, no tanto por sus edificios históricos sino por el ambiente auténtico que se respira.
Entrada del monasterio
Interior de la catedral, e iglesia de Chikvanebi (arriba dcha.)
Catedral de Martvili-Chkondidi
Nuestra última visita en la región iba a ser Nokalakevi, una de las mas importantes ciudades del reino Cólquida. Los inicios del reino se pierden en el origen de los tiempos, pero floreció sobre todo en el siglo VII a.C., época con un gran intercambio comercial con las ciudades-estado griegas. Fue tal su riqueza que fue el lugar donde se creía que estaba el vellocinio de oro en el mito de Jasón y los argonautas. El reino tiene una gran importancia para la historia georgiana, ya que su posterior unión con el reino de Kartli formó un territorio muy similar a lo que es Georgia hoy en día. En el yacimiento de Nokalakevi (entrada, 5 laris) había un pequeño museo con algunas piezas que se habían recuperado de allí, mayoritariamente cerámica, que vimos por encima. Las ruinas de la ciudad no eran muy extensas, aunque no las podríamos calificar como tal, ya que eran sobre todo reconstrucciones parciales. Lo más reconstruido eran las murallas exteriores, que custodiaban el único acceso por tierra. En el interior del recinto habían reconstruido mucho menos las ruinas, lo justo para que se pudiera ver su contorno. En su tiempo hubo palacios, iglesias, baños… y gracias a la parcial reconstrucción se podía ver su disposición en la ciudad. Nokalakevi en si no es muy espectacular, pero lo importante es la historia que encierra.
Nokalakevi, murallas (arriba) y diferentes edificios (abajo)
Con esto dimos por concluida nuestra visita por Samegrelo, una región muy variada e interesante, muy práctica al estar a medio camino entre Kutaisi o Borjomi y Mestia. Precisamente nos esperaba por la tarde un largo viaje hasta Mestia, en el corazón de los montes Svaneti. Llegando a Zugdidi decidimos parar en un fastfood al pie de la carretera para comprar algo para comer. La señora que nos atendió era muy simpática, y al ver nuestro coche empezó a hablarnos en ruso. Como no nos entendíamos, pronunció la palabra mágica “kachapuri”, la comida georgiana mas popular, así que le compramos uno y un refresco (4 laris). Nos lo comimos mientras conducíamos por unas carreteras en las que íbamos ganando altitud rápidamente. Afortunadamente no había mucho tráfico de camiones y la carretera estaba mas o menos en buen estado (aunque había unos pocos tramos sin asfaltar). Llegamos a Mestia cuando ya oscurecía, tras 4,5 h de viaje. Habíamos reservado con Booking una habitación en Nino Ratiani’s, una de las pensiones mas populares de Mestia. Pero en la recepción nos llevamos una desagradable sorpresa: no había habitaciones disponibles. Nos quejamos a la propietaria, ya que no solo habíamos reservado, sino que habíamos avisado que llegaríamos tarde. Era un overbooking en toda regla, y se habían pasado por el forro nuestra reserva. Se ofrecieron a realojarnos en otra guesthouse, en la que tendríamos una habitación con baño propio (originalmente teníamos baño compartido). Al final accedimos a regañadientes y fuimos en coche a ella, guiados por el hijo de la propietaria que venía con nosotros. Para nuestra sorpresa, aquella guesthouse no estaba en el centro del pueblo, sino a la entrada, lejos de todo, y además se accedía a ella por un camino tan lleno de baches que tuvimos serias dudas que pasara nuestro coche por allí. La casa era muy grande, y parecía que la estaban convirtiendo en guesthouse por aquella época. La familia que la regentaba se portó muy bien con nosotros, procurando que estuviéramos bien allí, así que se nos pasó el enfado. La habitación estaba muy bien, se veía muy nueva y, tal y como nos habían dicho, tenía baño.
Nuestra habitación... en una guesthouse desconocida
Como era tarde y no teníamos ganas de coger el coche les preguntamos si podíamos cenar allí. Nos sirvieron la comida en el comedor de la familia, y parecía que, como no habían tenido mucho tiempo para preparar la cena, nos dieron para cenar lo mismo que habían cenado ellos: sopa, pimientos rellenos, berenjena con nueces, ensalada y pastel de postre. Fue una cena casera y sustanciosa, ideal para llenar la barriga antes de ir a dormir.
Nuestra cena casera

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