CAMBOYA 12: pueblos flotantes de Kampong Chhnang

12 de diciembre de 2017 Aquella jornada abandonamos Battambang y nos dirigimos a Kampong Chhnang, en un largo viaje en bus. Allí fuimos a ver sus pueblos flotantes, lo cual se convirtió en una de las mejores experiencias de aquel viaje. En una pequeña barca a remo, nos llevaron por dentro mismo de estos singulares pueblos, donde pudimos ver de cerca cómo viven auténticamente sus gentes. Aquella mañana no nos tocó madrugar, así que pudimos desayunar con tranquilidad en la terraza del hotel. El desayuno era bastante elaborado, con una carta donde poder elegir diferentes platos calientes calientes (hay que hacer una mención especial al pan recién hecho, ¡delicioso!).
12 de diciembre de 2017
Aquella jornada abandonamos Battambang y nos dirigimos a Kampong Chhnang, en un largo viaje en bus. Allí fuimos a ver sus pueblos flotantes, lo cual se convirtió en una de las mejores experiencias de aquel viaje. En una pequeña barca a remo, nos llevaron por dentro mismo de estos singulares pueblos, donde pudimos ver de cerca cómo viven auténticamente sus gentes.
Aquella mañana no nos tocó madrugar, así que pudimos desayunar con tranquilidad en la terraza del hotel. El desayuno era bastante elaborado, con una carta donde poder elegir diferentes platos calientes (hay que hacer una mención especial al pan recién hecho, ¡delicioso!). A las 9:15 nos vino a recoger una mini-van para llevarnos a la estación de buses de Battambang (habíamos comprado los billetes el día anterior en el mismo hotel por 7.50 USD). Nuestro bus a Kampong Chhnang tenía que llegar a las 9:30, pero se retrasó una media hora (cosa bastante normal en los buses camboyanos). El viaje iba a ser largo, de unos 200 km, lo cual en Camboya se traduce en muchas horas sentado en el incómodo asiento de un bus. Sobre las 12 h el bus hizo la consabida parada de 20 minutos para comer en un restaurante de carretera. Los viajeros camboyanos se afanaron en devorar boles de fideos o de arroz. Sin embargo nosotros no teníamos mucha hambre después del gran desayuno de la mañana, así que solo pedimos unos helados.
Descansando en la parada intermedia del bus
Aquello fue mas o menos la mitad del viaje, ya que no llegamos a Kampong Chhnang hasta las 14:30 (fueron unas 5 horas en total). Al bajarnos del bus nos asaltaron enseguida los tuktukeros, pero nosotros vimos uno con el cartel de nuestro alojamiento, la Garden Guesthouse, y nos llevó gratis en un santiamén. La guesthouse constaba de una serie de pequeños edificios donde estaban las habitaciones, aunque sorprendentemente también en algunos vivía gente local. Nuestra habitación era muy básica, tirando a cutre, con un nivel de limpieza justito. Una de las peores cosas era que no había agua caliente, aunque tampoco podíamos pedir mucho por un precio de 14 USD la noche (unos 12 €). Lo peor fue que a las tantas de la mañana nos despertaría la megafonía de un templo cercano y que no nos dejó pegar ojo.
Nuestra habitación para aquella noche
Como vimos que desde la recepción se podían comprar billetes de bus, decidimos comprar los del día siguiente, en el que volveríamos a Phnom Penh (para ir a Sihanoukville, ya que desde Kampong Chhhang no se podía ir sin hacer transbordo en la capital). Para nuestra sorpresa nos dijeron que el primer bus no pasaba hasta a las 11:30 h. Coger ese bus comportaba llegar a Sihanoukville por la noche, y nosotros queríamos llegar al menos a media tarde para dar una vuelta. Nos ofrecieron la opción de contratar un taxi privado por 40 USD para ir a Phnom Penh, pero nos pareció carísimo. Nos dijeron que la única alternativa era ir a la parada de taxis y preguntar por los que van a la capital.
Pensamos en solucionarlo después, y aprovechar lo que nos quedaba de tarde para hacer turismo. Habíamos parando en Kampong Chhnang a ver sus pueblos flotantes y no queríamos que se nos hiciera de noche (allí oscurece a las 18 h). Desde la guesthouse cogimos un tuktuk (5 USD, ida y vuelta mas espera) que nos llevó hasta el muelle del pueblo, que estaba un poco lejos. Nada mas bajar enseguida nos asaltó una chica que se ofreció a llevarnos en su barca a ver los pueblos flotantes. Bajo su semblante amable y simpático surgió una regateadora implacable, y nos sacó 26 USD por el viaje (después se la veía muy contenta). Nos llevó a un mini-muelle improvisado con algunos tablones de madera, al que estaban amarradas un montón desordenado de barcas. Subimos a la suya y surcamos el río en dirección al pueblo flotante. Durante ese trayecto, de unos 20 minutos, nos desplazamos con el ruidoso motor, pero al llegar a la zona de los pueblos flotantes lo paró y cogió un enorme remo para avanzar mas lenta y silenciosamente. La experiencia de visitar un pueblo flotante tan de cerca nos fascinó desde el primer momento. A diferencia de otras veces, como el día anterior o el de Kompong Phluk, aquí pasábamos a escasos metros de las casas, y no solo podíamos ver la gente de ellas, sino incluso saludarlos y ver sus expresiones. La verdad es que la gente nos miraba con mucha curiosidad, ya que no recibían muchos visitantes (durante todo el viaje solo coincidimos con otra barca de turistas). La gente que no estaba desplazándose en barca, estaba en el gran porche que tenían las casas, descansando, preparando comida, reparando redes de pesca… Además muchas veces podíamos ver incluso el interior de las casas, que tenían algunos colchones a modo de cama y alguna televisión. Nosotros intentábamos no perdernos ningún detalle, encantados de poder descubrir el modo de vida de aquella gente.
Nuestra barquera, remando por el pueblo flotante
Casas típicas del pueblo
La gente nos saludaba alegremente al pasar
Los pueblos flotantes, todo un remanso de paz entre el caos de tierra firme
Lentamente, la barca se iba desplazando por las “calles” del pueblo flotante. Aunque las casas a menudo eran destartaladas y se veían reparadas por todos lados, no se disponían caóticamente, sino perfectamente alineadas formando calles. Por allí podíamos ver como se desplazaba la gente en sus barcas, y nos sorprendió en un principio ver niños bastante pequeños pilotándolas solos. En un río navegar en barca es indispensable, de la misma forma que los niños de los pueblos camboyanos en tierra firme aprenden a manejar la moto a muy temprana edad. Obviamente, también se transportaban todo tipo de mercancías en barca, y algunas eran verdaderas tiendas ambulantes, con todo tipo de mercancías para vender. Incluso dimos con un lugar que parecía un mercado, con varias barcas con verduras, pescados u otras cosas esperando clientes.
Cada casa era diferente
Hombre reparando una red de pesca
Mercado de pescado formado por varias barcas
Tienda-barca ambulante, iba visitando las casas en busca de clientes
Los niños del pueblo, como pasaba por todo el país, nos hacían sonreír con sus alegres “Hello!”. En aquel medio tenían que jugar forzosamente en el agua, y era habitual verlos chapoteando cerca de sus casas y remando con sus barcas. Como hemos dicho antes, la gente también era muy simpática, nos saludaba y nos sonreía al pasar. Aquellas caras de felicidad sencilla sería una de las cosas que nos llevaríamos de aquel viaje a Camboya. En aquellos momentos mágicos, merecieron la pena las horas que nos habíamos pasado en el bus aquella mañana
La gente: lo mejor de aquel pueblo
Y los niños, la alegría
Pasando tan cerca de las casas se podía captar bien el día a día de la gente
Tirándonos un beso...
El tour duró unas dos horas que se nos pasaron volando. La experiencia de ver tan en directo la vida real de estos pueblos nos resultó fascinante. Y además se notaba que no era nada turístico, ya que nadie te intentaba vender nada y apenas nos cruzamos con otros visitantes. Así que para nosotros es un lugar tremendamente recomendable. Lo bueno es que está en la ruta de Siem Riep a Phnom Penh pasando por Battanbang, así que viene mas o menos de camino si se viaja entre estas ciudades. Y además hace que este viaje sea mas llevadero, al repartirse en dos jornadas.
Muchas veces, nosotros eramos la atracción turística
Jamás olvidaremos las sonrisas de la gente
Belleza y caos, juntos
Desembarcamos en el muelle de Kampong Chhnang muy contentos con aquella experiencia, pero enseguida sufrimos un pequeño contratiempo. El tuktukero que habíamos contratado para que nos llevara allí y nos esperara no estaba. Esperamos un buen rato a ver si aparecía, pero nada. Miramos de parar algún tuktuk, pero aquel debía ser uno de los pocos lugares de Camboya en el que no pasaba ni uno. La chica de la barca le llamó por teléfono (debía conocerlo de algo) y éste le dijo que estaba ocupado (¿perdona?) y que mandaría a un amigo suyo para recogernos. La verdad es que la chica se portó muy bien, ya que se preocupó por nosotros y se quedó hasta que no llegó nuestro transporte (y eso que no hablaba ni una sola palabra de inglés, solo los números para poder regatear). Éste llegó tras media hora de espera. Antes de ir hacia la guesthouse le dijimos que queríamos ir a comprar los billetes para el bus hacia Phnom Penh, explicándole lo que nos habían dicho en la guesthouse. Él nos aconsejó (muy bien, por cierto) que lo mejor era que no fuéramos en bus sino en furgoneta compartida. Así que nos llevó a la oficina de la compañía Rith Mony, donde el empleado nos dijo que no solo era posible marcharnos a primera hora hacia Phnom Penh, sino que nos ofreció un montón de horarios. Escogimos el de las 8 h (billete: 5 USD), con lo que ganaríamos 3.5 h respecto el plan del bus.
Satisfechos de haber cerrado el tema del transporte del día siguiente, volvimos a la guesthouse. Descansamos un rato y nos dimos una ducha (rápida, ya que solo había agua fría). La guesthouse tenía un restaurante que parecía tener bastante éxito, pero con unos precios algo caros. Así que fuimos a dar una vuelta, a ver si veíamos algo mejor para cenar. Dimos con un restaurante familiar bastante cerca y con buena pinta, el Vann Sokleap, con comida camboyana casera a buen precio. Pedimos un plato de carne de cerdo con verduras y un pescado agridulce, acompañados de arroz hervido (nos trajeron una olla enorme). La comida estaba bastante buena y fue barata, con las bebidas nos salió por 24.000 rieles (unos 5 €).
Nuestra rica cena

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2 comentarios:

  1. Maravillosa aventura los felicito
    aventura que prefiero leerla y seguirlos a ustedes ....desde el confort de mi casa y el aire acondicionado

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