CAMBOYA 11: viaje en barco de Siem Riep a Battambang

11 de diciembre de 2017 Aquel día hicimos posiblemente uno de los mejores viajes en barco que se pueden hacer por el país, el que une las ciudades de Siem Riep y Battambang. Desde el barco vimos la vida de la gente sencilla entorno al río, como se desplazaban, como pescaban, como los niños iban a la escuela, donde vivían… Fue toda una experiencia para conocer algo de su modo de vida. Por la tarde llegamos a Battambang, una ciudad en la que estuvimos dando una vuelta por sus agradables avenidas y sus pintorescos mercados. Tras cinco noches en Siem Riep tocaba volver a hacer la mochila y continuar nuestra ruta por Camboya. Atrás quedaban los cuatro días maravillosos que habíamos pasado descubriendo los templos de Angkor, uno de los principales motivos que nos empujaron a visitar el país.
11 de diciembre de 2017
Aquel día hicimos posiblemente uno de los mejores viajes en barco que se pueden hacer por el país, el que une las ciudades de Siem Riep y Battambang. Desde el barco vimos la vida de la gente sencilla entorno al río, como se desplazaban, como pescaban, como los niños iban a la escuela, donde vivían… Fue toda una experiencia para conocer algo de su modo de vida. Por la tarde llegamos a Battambang, una ciudad en la que estuvimos dando una vuelta por sus agradables avenidas y sus pintorescos mercados.
Tras cinco noches en Siem Riep tocaba volver a hacer la mochila y continuar nuestra ruta por Camboya. Atrás quedaban los cuatro días maravillosos que habíamos pasado descubriendo los templos de Angkor, uno de los principales motivos que nos empujaron a visitar el país. Para aquel día íbamos a hacer el viaje en barco de Siem Riep a Battambang, para conocer un poco de la vida local de la gente que se desarrolla entorno de los cursos de agua camboyanos. Además el barco nos daba la oportunidad de visitar una agradable ciudad como Battambang, desde la cual podíamos proseguir nuestra ruta. Los billetes los habíamos comprado el día anterior en la propia agencia (aunque suponemos que se puede comprar en cualquier tour operador) y nos costaron 30 USD cada uno.
En la agencia nos dijeron que nos pasarían a buscar por el hotel sobre las 7-7:15, y allí estábamos a punto. La minivan tardó un poco, ya que a esa hora el tráfico en la ciudad era horroroso y tenía que pasar por diferentes hoteles. Menos de una hora después estábamos en el muelle de Chong Kneas (famoso por su pueblo flotante, una de las peores trampas para turistas del país). Aquel era un lugar caótico lleno de gente, barcos, tuktukeros, vendedores… Alguien nos indicó que nos metiéramos en un barco de madera bastante grande. Nosotros llevábamos nuestras mochilas y todo, y parecía que éramos de los pocos que llevaban equipaje. La mayoría de gente se lo debía plantear como un tour de un día (para volver a Siem Riep por la tarde en bus, que es mucho mas rápido). Antes de que el barco saliera, desayunamos el picnic que nos habían preparado en el hotel.
Sobre las 8:30 empezamos nuestro viaje, en el que atravesamos rápidamente el lago Tonlé Sap. Ya habíamos estado en este inmenso lago el día que visitamos la aldea flotante de Kompong Phluk, pero no por ello nos dejó de impresionar. ¡Parecía que habíamos salido a mar abierto! Enseguida empezamos a remontar el río Sangkae, que iríamos recorriendo durante todo nuestro viaje. Después de pasar por una zona con mucha vegetación, comenzamos a encontrar los primeros poblados flotantes. Sus casas eran tremendamente sencillas, hechas de materiales a veces reciclados como trozos de uralita. La gente descansaba en el porche de las casas o se desplazaba con toscas barcas a remos (algunas tenían motor). Para aquellas casas, emplazadas en medio del río, las barcas eran fundamentales como medio de transporte, y a veces se veían niños bastante pequeños usándolas con soltura.
Casas flotantes
Disfrutando de las estampas camino de Battambang
Una barca arrastra una casa... ¡aquí vimos que son realmente flotantes!
Al principio el río era muy ancho y pasábamos a bastante distancia de las casas. Por una parte era malo porque nos costaba apreciar los quehaceres de la gente, pero por otra era bueno, porque no los molestábamos y podíamos observarlos sin que nos prestaran atención. La primera toma de contacto nos gustó mucho, no podíamos dejar de mirar con tantos detalles en los que fijarse. Uno de los momentos mas mágicos de este viaje fue cuando a las 11 coincidió con la salida de los niños de la escuela. Empezamos a ver barcas repletas de niños vestidos con pulcros uniformes. Y lo que nos sorprendió mas es que las pilotaban ellos mismos. Al ver nuestro barco se les dibujaron unas sonrisas maravillosas al tiempo que nos saludaban con sus alegres “Hello!”. Por una parte pensamos en lo poco que necesitaban aquellos niños para ser felices. Por otra, el gran sacrificio que hacían cada día al navegar (quizás durante horas) para ir al colegio.
La vida florece entorno del río
Los niños vuelven de la escuela, saludándonos alegremente
Escolares volviendo a casa navegando en su propia barca
Hacia las 13 h paramos en una casa flotante que hacía las veces de pequeño colmado. Se podía comprar comida envasada, pero también un plato de fideos o de arroz cocinados en una gran olla por 2 USD, así que compramos uno que comimos entre los dos (llevaba ternera y cebolla, y era bastante bueno). Proseguimos el viaje por el río, que cada cierto tiempo nos iba regalando interesante estampas humanas en su orilla. Hay que decir que el barco no era muy cómodo: en el piso de abajo habían los asientos, que eran rectos y duros, así que al cabo de unas horas ya no sabías como ponerte. En el piso de arriba no había asientos, y había una parte con sol y otra con sombra. Pero acababa pasando lo mismo, al cabo de un rato te dolía todo. Así que fuimos alternando durante el viaje los dos lugares.
Disfrutando de las vistas desde el piso de arriba
En algunos tramos el río se estrechaba mucho por la maleza que cubría las orillas. En esos momentos el barco tenía que avanzar muy lentamente, y un hombre lo dirigía con una enorme pértiga desde la proa para salvar los obstáculos. A veces se hacía muy pesado de lo lento que era, y no era raro que el barco tuviera que hacer varias maniobras delante y detrás para salvar algún estrecho recodo. Hay que tener en cuenta que estábamos a principios de la temporada seca; en la húmeda, el nivel del agua está mas alto y el río se ensancha, desapareciendo estos obstáculos. Al menos estas zonas tenían la ventaja de poder ver de cerca pescadores y unas casas con unas curiosas redes de pesca que se sumergían con un ingenioso sistema de poleas desde el mismo interior de ellas.
Disfrutando de las vistas (abajo dcha., casa con red de pesca incorporada)
Salvando un recodo gracias a una larga pértiga de madera
Conforme nos acercábamos a Battambang, las casas de pescadores fueron desapareciendo. Como había tierra firme, las casas ya no tenían que sustentarse en el agua ni la gente vivir de cara al río, así que se notaba que eran mas agricultores. Se notó mucho el cambio porque las casas dejaron de estar orientadas al río, con lo que el último tramo fue menos interesante. Además, hacia el final los poblados de las orillas parecían suburbios pobres de Battambang, que es una ciudad grande, con todo tipo de suciedad por todos lados.
Tramo del río mas cercano a Battambang
En términos generales el viaje estuvo chulo y nos gustó, ya que descubrimos un modo de vida muy auténtico que de otra forma es muy difícil de alcanzar. Nos gustó mucho mas que Kompong Phluk, donde todo nos pareció mas artificial. Aunque también tenemos que admitir que el viaje al final se nos hizo un poco pesado e incómodo. Suerte que conocimos a una pareja española de Sant Boi, una ciudad muy cercana a nuestra casa, con la que pudimos charlar un rato. El viaje finalmente duró unas 8 horas (en temporada húmeda dura menos y seguramente se hace mas llevadero), quizás demasiado tiempo. Aún así es una experiencia que nos gustó y no duraríamos en repetir. Eso sí, como modo de desplazamiento y no como una excursión de un día desde Siem Riep.
Eran las 16:30 cuando bajamos del barco, con nuestros músculos y huesos doloridos después del largo viaje. En tierra nos esperaba una muralla humana (literal) de tuktukeros en busca de clientes, tanto para hacer trayectos como para ofrecer alojamiento. Como en el resto del viaje, nosotros teníamos reservado el nuestro, el Royal Hotel. Nos abrimos paso como pudimos en la maraña de tuktukeros, pero mientras lo hacíamos vimos que uno de ellos tenía un cartel con nuestro nombre y el del hotel. Nos extrañó, ya que a los del hotel no les habíamos dicho que llegaríamos en el barco de Siem Riep. Pero subimos de todas formas, parecía que había mucha competencia de hoteles y ninguno debía querer perder un cliente. En un plis llegamos a él y el tuktukero no nos cobró nada. Nuestra habitación era enorme, como suele ser costumbre en Camboya, con muebles algo viejos y desgastados, pero para nosotros era suficiente. El desayuno estaba incluido, y estaba compuesto de una carta en la que podías pedir varias cosas (el pan recién hecho era delicioso). Algo muy útil era que en la recepción podías comprar billetes de bus, cosa que simplifica mucho la vida cuando estás en ruta. El precio de la habitación doble fue de 22 USD (unos 19 €), un muy buen precio para lo que recibimos a cambio.
Nuestra habitación en Battambang
Aunque estábamos hechos papilla, decidimos salir rápidamente a dar una vuelta por Battambang, ya que solo quedaba una hora escasa de luz solar. Primero nos pasamos por el Psar Nath, el mercado principal de la ciudad. Pese a lo tarde que era, todavía había bastante actividad, sobre todo con puestos de campesinos improvisados en el exterior. Pasear por un mercado asiático siempre es una buena idea: puedes ver extraños alimentos, el quehacer de la gente con sus compras, sorprenderte con la falta de refrigeración en los puestos de carne o pescado… Luego paseamos por la calle 1, que va paralela al río, que nos pareció estupenda. En ella se pueden ver algunas bonitas casas de estilo colonial de principios del siglo XX, ya que Battambang fue una importante ciudad durante el periodo colonial francés. Eran casas de solo dos pisos, todas en un estado impecable y con sus fachadas pintadas a conciencia. Aunque lo que mas nos gustó de pasear por allí era la vida que había por aquella avenida, con mucha gente paseando, haciendo deporte, practicando bailes o música… Fue una gozada.
Mercado de Psar Nath
Calle 1 de Battambang 
Casas coloniales
La ciudad es muy famosa por sus templos budistas, aunque son todos relativamente modernos. Nosotros fuimos hasta el cercano Damrey Sor Pagoda, conocido como Pagoda del Elefante. Su recinto era enorme, ya que albergaba varios edificios de una escuela. El templo principal estaba decorado con algunas figuras interesantes, pero no llegamos a entrar en él. Después fuimos andando hasta la antigua estación de tren, también de estilo colonial, abandonada tras la construcción de una mas moderna. Tras una hora dimos por finalizado nuestro paseo, ya que se había hecho oscuro. Nos pareció que la ciudad se ve enseguida, aunque es bastante agradable para pasear. La gente que se queda allí varias noches lo hace por las actividades que se pueden hacer en los alrededores.
Damrey Sor Pagoda
Volvimos al hotel para ducharnos y descansar un rato. Después salimos a cenar, y vimos que en la calle 1 había varios pequeños restaurantes montados en carpas que parecía que se montaban y desmontaban cada día. En el que nos sentamos (su nombre solo estaba en alfabeto camboyano) pedimos arroz frito con pollo y pad thai de cerdo. El arroz nos pareció bastante soso, pero el pad thai era bueno (Battambang perteneció durante muchos años a Tailandia y está relativamente cerca de la frontera). Junto con una cerveza y un zumo, la cena nos salió por 20.500 rieles (unos 4 €), un gran precio.
Nuestra cena en Battambang

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