BULGARIA 6: de Ruse a Varna

19 de abril de 2019 Nuevo día de ruta, en este caso entre las ciudades de Ruse y Varna, parando en diferentes lugares por el camino. La primera parada fue para ver la fantástica tumba tracia de Sveshtari. Después nos desplazamos a Shumen, donde visitamos el interesantísimo Monumento de los Fundadores y el Caballero de Madara. Finalmente llegamos a Varna, donde dimos un paseo e hicimos noche. Aquel día nos lo tomamos con tranquilidad, levantándonos tarde y desayunando con la calma en el buen desayuno buffet del hotel. Sobre las 10 abandonamos Ruse con destino a la tumba tracia de Sveshtari, a la que nos costó un poco llegar debido a que no hay una carretera directa y que no está muy bien señalizada. Esta sería la segunda tumba de la época tracia que visitaríamos, tras la de Kazanlak
19 de abril de 2019
Nuevo día de ruta, en este caso entre las ciudades de Ruse y Varna, parando en diferentes lugares por el camino. La primera parada fue para ver la fantástica tumba tracia de Sveshtari. Después nos desplazamos a Shumen, donde visitamos el interesantísimo Monumento de los Fundadores y el Caballero de Madara. Finalmente llegamos a Varna, donde dimos un paseo e hicimos noche.
Aquel día nos lo tomamos con tranquilidad, levantándonos tarde y desayunando con la calma en el buen desayuno buffet del hotel. Sobre las 10 abandonamos Ruse con destino a la tumba tracia de Sveshtari, a la que nos costó un poco llegar debido a que no hay una carretera directa y que no está muy bien señalizada. Esta sería la segunda tumba de la época tracia que visitaríamos, tras la de Kazanlak. Al llegar al aparcamiento del complejo vimos que solo había en él autobuses llenos de escolares. En la recepción nos dieron la mala noticia que, debido a la presencia de los grupos de escolares, no podríamos visitar la tumba hasta dentro de dos horas. Fue como una jarra de agua fría, ¿qué íbamos a hacer allí dos horas? Al ver nuestra cara de susto, uno de los de recepción lo arregló para que pudiéramos hacer la visita junto con uno de los grupos de niños. ¡Menos mal! Después de pagar la entrada (10 leva, 5 euros) nos unimos a uno de los grupos y su guía, que iba a hacer todas las explicaciones en búlgaro. La tumba está situada bajo un gran túmulo de tierra y cerrada con una gran puerta de seguridad. Al entrar nos quedamos impresionados: habían vaciado parte de la tierra para dejar al descubierto la fantástica tumba, hecha con grandes bloques de piedra caliza. Se construyó en el siglo III a.C. para enterrar un importante noble y su esposa. Por un estrecho pasillo entramos a la cámara funeraria principal, toda una maravilla. Estaba adornada con relieves de columnas dóricas y de esculturas de cariátides, en las que se notaban algunos restos de pintura, ya que habrían estado policromadas; encima de ellas se insinuaba un fresco, del que solo se podía apreciar el trazo. En todos los elementos se apreciaba la influencia helenística, ya que los griegos habían fundado varias ciudades a orillas del Mar Negro y los tracios comerciaban con ellos. Había un par de cámaras funerarias más, pero no se podían visitar. Al lado de la tumba había un mini museo con algunos objetos que se habían encontrado y que habían sobrevivido a los saqueos. La tumba de Sveshtari nos pareció magnífica, muy diferente de la de Kazanlak, con razón pertenece al Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Lo peor es que no se pudieran hacer fotos y el poco tiempo que te dejan quedarte dentro.
Entrada de la tumba tracia de Sveshtari
Tumba de Sveshtari (© Ivo Hadjimishev & Nenko Lazarov | Unesco WH)
Nos montamos al coche y viajamos hasta la ciudad de Shumen, que cuenta con dos lugares de enorme interés histórico. El primero de ellos es el Monumento de los Fundadores del estado búlgaro, un monumento cubista de la época comunista que honra a los personajes que hicieron de Bulgaria un país independiente por primera vez en la Edad Media. Está construido en una colina que domina Shumen, y se puede acceder subiendo una empinada escalera de piedra o subiendo en coche hasta el parking que hay al lado del monumento. Nosotros optamos por esta segunda opción, y parecía que los que se ahorraban la caminata tenían que pagar entrada (4 leva, 2 €); lo bueno es que nos dieron un folleto en español que explicaba de maravilla toda la simbología del monumento, imprescindible para sacarle partido a la visita. La primera figura que vimos representaba a un aguerrido guerrero con su caballo clavando una espada al suelo; era el Khan Asparuh, un dirigente que en el siglo VII fundó el Primer Imperio Búlgaro tras vencer a los bizantinos, siendo la primera vez en la historia en que un territorio asimilable a la actual Bulgaria se convertía en independiente. El hormigón y el estilo cubista de la escultura, lejos de ser antiestético, transmitía una enorme fuerza. A su lado y en lo alto estaban tres figuras que representaban a los reyes Tervel, Krum y Omurtag, que mantuvieron y ampliaron el imperio que heredaron de Asparuh. Entre las dos composiciones, está medio escondida la figura meditativa del rey Boris I, quien introdujo el cristianismo en Bulgaria en el siglo IX (esto se simboliza con un inteligente juego de perspectiva en el cual aparece una cruz encima de su cabeza). Después encontramos a un gran grupo de esculturas que representan al rey Simeón, rodeado de consejeros y militares, quien expandió en imperio transformándolo en una superpotencia europea. Luego había unos mosaicos verticales en distintos ángulos de inclinación que representaban el progreso de la nación relacionándola con el de la escritura, desde la rúnica al cirílico. El último elemento era un enorme león de granito oscuro que corona toda la mole de hormigón y que se ve mejor desde la ciudad (desde allí solo se tiene una visión lateral), representando la longevidad del estado búlgaro. Aquel lugar nos encantó, toda una amena lección de historia contada por unas esculturas llenas de simbolismo. Un lugar imprescindible para los amantes de la historia.
Monumento de los Fundadores: Khan Asparuh y su caballo, y los reyes Tervel, Krum y Omurtag 
Khan Asparuh (arriba dcha.), Tervel, Krum y Omurtag (abajo dcha.) y Boris I (fijaos en la cruz de la parte superior)
El rey Simeón y su séquito
Mosaicos del Monumento (izq.), león que corona el conjunto (arriba dcha.) y rey Simeón I (abajo dcha.)
A las afueras de Shumen está Madara, un pequeño pueblo con otro lugar lleno de historia, pues aquí se halla el Caballero de Madara (entrada 5 leva), un gran relieve esculpido en el siglo VIII en un acantilado. Al llegar al parking del monumento no nos esperábamos lo que nos iba a pasar: nada mas abrir las puertas del coche empezó a caer una lluvia que se transformó en granizada mientras subíamos los escalones de acceso al monumento. Al llegar al acantilado vimos el relieve: representaba un caballero que, a lomos de un caballo, mataba a un león con la ayuda de un perro. La verdad es que no nos esperábamos que se tuviera que ver tan de lejos, ya que el relieve está a 20 m de altura. Precisamente este hecho hace que esté envuelto en un aura de misterio, ya que no se sabe qué representa exactamente ni porqué está hecho allí. Pero al estar esculpido en el periodo del Primer Imperio Búlgaro, es visto como el objeto mas antiguo que se conserva de la primera Bulgaria independiente. Desde allí se puede seguir subiendo hasta los restos de una fortaleza medieval, pero la granizada que soportaban nuestros paraguas lo desaconsejaba. Decidimos ir caminando a ver unas cuevas cercanas, donde había habido un antiguo asentamiento tracio.
Caballero de Madara
Al partir de Madara ya había dejado de llover, y en una hora y media llegamos a Varna, una de las ciudades mas importantes del país, emplazada a orillas del Mar Negro. Lo primero que hicimos fue ir a nuestro alojamiento, para dejar el coche y dar un paseo por la ciudad. Éste iba a ser el Hotel Boutique Splendid, un hotel con una ubicación privilegiada, justo al lado del centro. Nuestra habitación era muy grande, aunque algo desfasada en cuanto a mobiliario. El desayuno estaba incluido y consistía en un buffet la mar de variado, con dulce y salado a gusto del cliente. Una gran ventaja era que disponía de parking, aunque había que pagar 10 leva (5 €), pero hay que tener en cuenta que aquella zona para aparcar es un caos y nos hubiera resultado imposible. El precio fue de 35 €, que nos pareció razonable teniendo en cuenta lo que recibimos a cambio.
Nuestra habitación en Varna
Empezamos la visita a Varna por la Catedral de la Dormición, que se alza justo al lado de nuestro hotel. Es el principal templo ortodoxo de la ciudad y se construyó en el siglo XIX, imitando el estilo de las iglesias rusas. Su interior es enorme, lleno de frescos, aunque a aquellas alturas de viaje ya no nos asombró tanto. Luego fuimos a pasear por la calle Preslav, una tranquila calle peatonal con algunos edificios antiguos como una Torre del Reloj o la Ópera. Aunque nos pareció mucho mejor la calle Boris I, lleno de casitas pintadas en tonos pastel. A la que nos salíamos de estas dos calles todo tenía un aire muy decadente, incluso con edificios vallados por riesgo de derrumbamiento. En medio de la ciudad se pueden ver las ruinas de unas Termas Romanas; cuando llegamos ya estaban cerradas, pero pudimos ver algo a través de las vallas.
Catedral de la Dormición de Varna
Ópera de Varna en la calle Preslav
Calle Boris I
Toda Varna se veía un poco soñolienta, ya que la época mas popular para visitar la ciudad es en verano, gracias a sus famosas playas, así que decidimos ir a darles un vistazo. La playa no estaba mal, era una larga extensión de arena llena de restaurantes y chiringuitos donde no parecía faltar de nada. Obviamente, en aquella época todo estaba bastante muerto, y además el día estaba un poco lluvioso. Nuestros pasos nos llevaron al parque Primorski, un extenso jardín que nos pareció estupendo para pasear un rato. Definitivamente, Varna no estaría entre las ciudades mas bonitas de Bulgaria. Es mas, incluso diríamos que es un poco fea. Pero a nosotros nos sirvió como lugar para hacer noche después de la larga ruta desde Ruse.
Playa de Varna
Parque Primorski
Volvimos al hotel a ducharnos y descansar un rato. Para cenar, buscamos algún restaurante de cocina búlgara que estuviera cerca de allí, y dimos con el Chuchura Restaurant. Para comer pedimos musaka búlgara (al contrario que la griega, se hace con patata en vez de berenjena) y una kavarma de cordero (es una especie de guiso de carne y verduras hecho en una cazuela de barro), acompañados de pan con queso (era tipo pita). La cena nos pareció estupenda, aunque el sitio se veía muy turístico. Junto con una cerveza Zagorska y una copa de vino, la cena nos salió por 30 leva (unos 15 €).
Nuestra cena en Varna

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2 comentarios:

  1. Me gustaría visitar vulgaria por su gastronomía y historia.

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    1. Realmente es un país bastante desconocido para el turismo y a nosotros nos gustó mucho. No nos extrañaría que se pusiera de moda en los próximos años
      Saludos

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