20 de abril de 2019
En este día recorrimos los mas de 500 kilómetros que separan Varna y Koprivshtitsa, parando en un par de lugares a orillas del Mar Negro. Empezamos visitando el interesante pueblo de Nessebar, lleno de iglesias bizantinas. Después fuimos a Sozopol, otro pintoresco pueblo que no pudimos disfrutar demasiado por el mal tiempo. Para el resto de la tarde teníamos un trecho largo de unas 3 h de coche hasta Koprivshtitsa, donde íbamos a hacer noche.
Aquel día madrugamos bastante ya que teníamos un día muy largo por delante. A las 7 h éramos los primeros para desayunar en el buffet del hotel. Eran algo mas de las 8:30 cuando partimos de Varna rumbo a Nessebar, nuestra primera visita del día.
20 de abril de 2019
En este día recorrimos los mas de 500 kilómetros que separan Varna y Koprivshtitsa, parando en un par de lugares a orillas del Mar Negro. Empezamos visitando el interesante pueblo de Nessebar, lleno de iglesias bizantinas. Después fuimos a Sozopol, otro pintoresco pueblo que no pudimos disfrutar demasiado por el mal tiempo. Para el resto de la tarde teníamos un trecho largo de unas 3 h de coche hasta Koprivshtitsa, donde íbamos a hacer noche.
Aquel día madrugamos bastante ya que teníamos un día muy largo por delante. A las 7 h éramos los primeros para desayunar en el buffet del hotel. Eran algo mas de las 8:30 cuando partimos de Varna rumbo a Nessebar, nuestra primera visita del día. Nessebar es una pequeña ciudad llena de historia: a partir de un antiguo asentamiento tracio, los griegos fundaron aquí una colonia, llamándola Mesembria, convirtiéndose en un gran centro comercial. Como el resto del país, pasó a manos de los romanos, después formó parte del Primer Imperio Búlgaro y finalmente fue conquistada por los bizantinos. Durante la Edad Media se construyeron una gran cantidad de iglesias, unas 40, en lo que se dice que es la mayor concentración de estos templos por cápita del mundo. El gran valor histórico tanto de ellas como de todo el conjunto le valió ingresar en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Nessebar está situada en una pequeña península, unida a tierra mediante un estrecho y largo istmo. Como era temporada baja, no tuvimos problema en aparcar en el parking situado en el norte del casco antiguo (llamado “Old Town”, 4 leva). Eran sobre las 10 de la mañana y la ciudad justo se estaba despertando, apenas se veían otros visitantes y casi todas las tiendas estaban cerradas (hemos leído que en verano se pone imposible, con mucha gente y dificultad para aparcar). La primera iglesia que vimos fue la de San Juan Bautista, una de las mejor conservadas, del siglo XI, pero solo se puede ver por dentro cuando se hacen exposiciones de arte. La siguiente estaba cerca, fue la del Cristo Pantocrátor, una de las mas bonitas por fuera, construida en el siglo XIII, que actualmente también funciona como una galería de arte. Estas iglesias las encontramos cerradas, ya que en temporada baja tienen unos horarios muy poco amplios y todavía no había empezado su horario de apertura. No nos importó demasiado, porque para nosotros lo mas interesante de Nessebar era explorar sus callejuelas, llenas de bonitas casas de madera del siglo XIX. Nos llegamos hasta el extremo oeste de la ciudad, donde se conservan parte de sus murallas; Nessebar estuvo fuertemente fortificada desde tiempos inmemoriales, y los sucesivos invasores tuvieron que someterla a largos asedios para conquistarla.
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Nessebar: murallas de la ciudad (izq.) e iglesia de S. Juan Bautista |
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Iglesia de Cristo Pantocrátor |
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Callejuela de Nessebar |
La única iglesia que visitamos por dentro fue la de Sveti Stefan o San Esteban (entrada 6 leva), y vale mucho la pena. Se empezó a construir en el siglo XI, pero se fue ampliando en épocas sucesivas. Lo mas interesantes son los frescos del siglo XIV que hay en el interior. Son verdaderamente una maravilla, y están fantásticamente bien conservados. Además, como la iglesia acababa de abrir en aquel momento, pudimos disfrutar de la visita completamente solos.
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Iglesia de San Esteban |
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Detalle de los frescos |
Continuamos paseando por el centro de Nessebar, descubriendo un montón de lugares bucólicos con sus bellas casas antiguas de madera. Pasear por sus calles nos encantó, para nosotros es uno de los pueblos mas bonitos de Bulgaria, y en aquella época se podía disfrutar casi sin gente. Vimos por fuera varias iglesias mas, pero la mas destacable es la de Santa Sofía, aunque se encuentra en ruinas, ya que es el edificio mas antiguo de la ciudad (data del siglo V). Al final estuvimos sobre una hora y media en Nessebar, y para nosotros es uno de los lugares imprescindibles de Bulgaria.
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Centro de Nessebar |
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Casas de madera típicas de Nessebar |
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Ruinas de la iglesia de Santa Sofía |
Volvimos al coche e hicimos el corto trayecto que hay hasta la segunda visita de aquel día, Sozopol. Esta pequeña ciudad tiene muchas similitudes con Nessebar, ya que también está edificada en una pequeña península y fue fundada por los griegos. De hecho, ambas ciudades tenían una gran rivalidad en la época, y se hacían la competencia. Pero la Sozopol actual carece del gran legado histórico de su vecina, y apenas se conservan iglesias antiguas. Nosotros aparcamos sin problema en la calle, justo al lado de la entrada al casco antiguo (no había ninguna señal que se tuviera que pagar, quizás en verano sí). Como nos había pasado el día anterior en Madara, fue salir del coche y que nos cayera el diluvio universal. Lo peor es que la lluvia iba acompañada de mucho viendo, haciendo inútiles los paraguas. Esto hizo que la visita fuera mas pesada y que no la disfrutáramos tanto. Estuvimos deambulando por Sozopol, que también tenía una buena cantidad de casas de madera del siglo XIX, pero en mucha menor cantidad que Nessebar. En su defensa tenemos que decir que Sozopol no es tan turístico, se veían muchas mas casas donde vivía gente y menos comercios orientados al turista, y eso quiere decir que las casas son mas funcionales y menos bonitas. Después de estar media hora dando un paseo bajo la lluvia volvimos al coche. Sin tener en cuenta el mal tiempo, Sozopol nos pareció menos interesante que Nessebar, pero como está a solo una hora de carretera tampoco está de mas darle un vistazo.
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Casas de madera en Sozopol |
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Callejuela en Sozopol |
Antes de montarnos en el coche vimos una panadería donde vendían banitsas, un bollo típico de Bulgaria que nos encantaba, para nosotros era el almuerzo ideal (bueno y barato). Compramos uno con queso (es el típico) y otro relleno de carne (los dos 3,30 leva, algo mas de 1 €). Los comimos mientras hacíamos el largo camino que teníamos por delante hasta Koprivshtitsa, donde haríamos noche. Fueron mas de 350 km de carretera, aunque lo bueno es que la mayor parte del trayecto fue por autopista. Finalmente tardamos 3,5 h en llegar a
Koprivshtitsa, y fuimos directamente a nuestro alojamiento,
Cholakovata Kashta (en Booking sale en búlgaro, Чолаковата Къща). Es un sitio muy especial, ya que el alojamiento está emplazado en una antigua casa de madera típica del renacimiento búlgaro. Nuestra habitación, aun siendo austera como el resto de la casa (apenas tenía mobiliario), tenía todo lo básico. El desayuno estaba incluido y consistía en una banitsa y una especie de crêpe, bastante buenos. Por aquella noche pagamos 70 leva (unos 35 €), un gran precio teniendo en cuenta el encanto que tiene el lugar y a que es un pueblo caro para pernoctar.
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Nuestro alojamiento |
Después de ducharnos y descansar un poco fuimos a cenar, lo cual se iba a convertir en una pesada yincana. Y es que era sábado, y el pueblo estaba lleno de turistas búlgaros venidos de todo el país para pasar el fin de semana. El resultado fue que todos los restaurantes a los que íbamos estaban llenos o reservados. En Bulgaria, cuando un restaurante está lleno no te dicen cuanto tiempo tienes que esperar para tener mesa, simplemente te dicen que no hay sitio y ya está, aunque haya una mesa que estén acabando el postre. En el restaurante
Mehana 20 April nos empezamos a desesperar por la cuarta negativa, pero por suerte, la gente es buena: una pareja que estaba ocupando una gran mesa con espacio de sobra nos dijo que podíamos compartirla. Se ve que ellos también habían recorrido un buen número de restaurantes antes de acabar allí. Eran originarios de la ciudad de Montana, situada al NW de Bulgaria, y estuvimos charlando un rato. Para cenar pedimos albóndigas tradicionales y sach de pollo y verduras (es un plato con diferentes elementos hechos a la parrilla). Las albóndigas eran un poco raras, primero porque solo era una sola gigante, y segundo porque estaba rellena de queso, pero era buena, como el sach. De postre pedimos yogurt búlgaro, muy denso como tiene que ser, riquísimo. Junto con una cerveza Ariana y una limonada, la cena nos salió por 32 leva (16 €).
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Nuestra cena |
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