GEORGIA 10: monasterio de David Gareja

10 de agosto de 2018 Aquel día dejamos las montañas y tras un largo viaje de 5 horas llegamos a David Gareja, un famoso complejo monástico excavado en la roca. Estuvimos mas de dos horas recorriéndolo, cuyas ruinas limitan con la frontera de Azerbaiyán. Después volvimos al coche y tras unas 2,5 h de viaje llegamos a la ciudad santa de Mtskheta, donde hicimos noche (la visitaríamos al día siguiente). Aquella mañana nos costó levantarnos, ya que nos resultó difícil dormir en aquella cama tan blanda. Al ir a desayunar comprobamos que no nos habíamos entendido con la propietaria de la guesthouse. El día anterior habíamos pedido el desayuno a las 9, sobreentendiendo que el día siguiente también lo queríamos, pero había sido mucho presuponer. El desayuno no estaba, ni la propietaria tampoco.
10 de agosto de 2018
Aquel día dejamos las montañas y tras un largo viaje de 5 horas llegamos a David Gareja, un famoso complejo monástico excavado en la roca. Estuvimos mas de dos horas rincorrendolo, cuyas ruinas limitan con la frontera de Azerbaiyán. Después volvimos al coche y tras unas 2,5 h de viaje llegamos a la ciudad santa de Mtskheta, donde hicimos noche (la visitaríamos al día siguiente).
Aquella mañana nos costó levantarnos, ya que nos resultó difícil dormir en aquella cama tan blanda. Al ir a desayunar comprobamos que no nos habíamos entendido con la propietaria de la guesthouse. El día anterior habíamos pedido el desayuno a las 9, sobreentendiendo que el día siguiente también lo queríamos, pero había sido mucho presuponer. El desayuno no estaba, ni la propietaria tampoco. Así que recogimos nuestras cosas y nos fuimos a Stepantsminda a comprar algo para desayunar en algún súper, y comerlo en el coche en ruta. El día se había levantado nublado, aunque no llovía como el día anterior, y desde el pueblo pudimos ver la iglesia de la Trinidad a la que habíamos subido ayer.
Pueblo de Gergeti e iglesia de la Trinidad (encaramada en lo alto de la colina)
Nos esperaba un largo viaje en carretera, ya que teníamos que volver a recorrer la Carretera Militar Georgiana, llegar a Tiflis y continuar mucho mas al sur hasta David Gareja, nuestro destino final. El viaje hasta Tiflis fue bien, y nos sorprendió continuar encontrando cientos de camiones parados en el arcén por la policía como a la ida. Luego bordeamos la capital por una circunvalación que discurre al este. Y aquí es donde empezaron los problemas. Según el Google maps, la única forma de llegar al monasterio es a través de Rustavi, por el oeste. Pero en Maps.me nos daba una ruta diferente, a través de Sagarejo por el norte. Nos decidimos por esta última opción, lo cual fue un acierto ya que ahora sabemos que la ruta de Rustavi es solo para vehículos 4x4. Desde Sagarejo, el primer tramo de la carretera estaba bien, aunque después encontramos tramos sin asfaltar en los que había que ir despacio. Casi no nos cruzamos con otros coches en la ruta, así que alguna vez dudamos que fuera la ruta mas común para llegar. Antes de llegar al pueblo de Udabno la carretera tenía un tramo en que era nuevecita. No duró mucho, ya que al pasar el pueblo se transformó en un auténtico camino de cabras. Seguía teniendo asfalto, pero tan viejo que estaba cubierto de enormes socavones que había que ir esquivando cuidadosamente. Y para mas inri, empezó a diluviar con fuerza. Eso hizo el viaje mas pesado, ya que los socavones se llenaron de agua, con lo que no se podía saber su profundidad a la hora de esquivarlos o no (esquivarlos todos era imposible, ya que la carretera estaba llena).
Estado de la carretera entre Udabno y David Gareja
Llegamos sobre las 15 h al parking de David Gareja, que estaba casi desierto (las furgonetas de tours lo visitan por la mañana), justo en el momento que dejó de llover. Este templo fue fundado por San David Garejeli, un monje asirio que viajó a Georgia en el siglo VI con el objetivo de cimentar la fe cristiana. El complejo monástico fue rápidamente ampliado por sus discípulos, y años mas tarde se había convertido en un gran centro espiritual y cultural, pese a estar aislado en un lugar desolado. Vivió su mayor apogeo en los siglos XII-XIII, coincidiendo con la edad dorada del reino de Georgia. Desgraciadamente, mas tarde tuvo que sufrir sucesivos saqueos por parte de los mongoles (s. XIII) y de los persas (s. XVII). En los años 20, tras la invasión bolchevique el monasterio fue clausurado y sus alrededores fueron convertidos en un campo de entrenamiento militar. No fue hasta finales de los años 90, con la independencia de Georgia, que volvieron los monjes y revivió el monasterio.
David Gareja es un complejo monástico, y los diferentes monasterios están muy separados unos de otros. Los mas populares son los de Lavra y Udabno, y para verlos hay que andar bastante por senderos de trekking. Primero fuimos al de Lavra, el monasterio que fundó el santo, que se encuentra al pie del parking. Consiste en una serie de cuevas y edificios protegidos por un perímetro amurallado. En aquellos momentos se estaban haciendo muchas obras de rehabilitación y no se podía acceder a la zona de las cuevas. No sabemos si en el futuro se podrá entrar, ya que allí deben vivir los monjes. Sí que pudimos explorar a fondo el principal edificio de Lavra. En su planta baja está situado su lugar mas santo, la iglesia de Peristsvaleba, ya que en ella se encuentra la tumba de S. David Garejeli y sus discípulos. En aquel lugar se respiraba un ambiente mas religioso, teniendo en cuenta que la mayoría de los visitantes éramos turistas.
Recinto amurallado de Lavra (izq) y alguna de sus cuevas (dcha.)
Monasterio de Lavra y su puerta principal (dcha.)
Interior de la iglesia de Peristsvaleba, con la tumba de S. David Garejeli a la derecha
Vista del monasterio de Lavra
Después cogimos el sendero que lleva al monasterio de Udabno. El inicio está bien señalizado en Lavra, pero una vez empiezas a caminar te tienes que espabilar un poco. Suerte que nos íbamos cruzando con gente y podíamos saber que íbamos bien (el camino es circular). El camino va ascendiendo colina arriba hasta completar unos 200 m de desnivel. Es como un trekking en toda regla, con senderos estrechos y a veces pedregosos, así que hay que ir mínimamente preparado con calzado adecuado. Al llegar a la colina hay una pequeña capilla (cerrada) de la que salen unos caminos hacia un acantilado que mira al suroeste. Aunque en un primer momento no lo parezca, “aquello” es el monasterio de Udabno, un conjunto de cuevas excavadas en la roca (nosotros esperábamos encontrarnos un monasterio como el de Lavra). El capricho de las fronteras ha querido que la que separa Georgia con Azerbaiyán pase por aquella cresta, con lo que formalmente Udabno pertenece a Azerbaiyán. Esto ha generado un gran conflicto entre los dos países, ya que los georgianos han intentado negociar sin éxito su soberanía sobre esta parte de David Gareja.
Escarpado acantilado donde estan las cuevas de Udabno
Hay un par de senderos que bajan al monasterio de Udabno (entrando en territorio de Azerbaiyán), aunque ninguno está señalizado. La falta de indicaciones es algo que nos sorprendió, ya que dificultaba la visita (es muy recomendable llevar gps). Las cuevas están dispuestas en dos niveles, y acceder a ellas a veces es complicado (el sendero a veces es muy escarpado, con algún tramo para escalar). Sin embargo, el esfuerzo valió la pena, y pudimos ver algunas cuevas con fabulosos frescos, aunque en su mayor parte en muy malas condiciones. Las cuevas están numeradas y vale la pena saber cuáles son las interesantes porque hay muchas (en la Lonely Planet salen las mejores). Fue un poco triste ver las cuevas en aquellas condiciones, parecían abandonadas, sin ningún mantenimiento ni vigilancia.
Acantilado y una de las cuevas
Refectorio del monasterio
Volvimos a subir a la cresta y a estar en territorio georgiano. Precisamente donde el camino entraba en Georgia vimos una pareja de soldados georgianos armados, aunque su actitud era despreocupada (uno tenía su kalashnikov apoyado en una roca mientras se dedicaba a recolectar bayas). Iniciamos el retorno hacia el monasterio de Lavra por un sendero que hay al oeste, que es mucho más inclinado que el de la ida (mas largo y progresivo). Mientras bajamos pudimos disfrutar de unas fantásticas vistas de la región, una zona semidesértica donde los verdes prados se alternaban con la tierra de un bello color rojizo. Al final dedicamos algo más de dos horas en hacer la visita, que nos dejó con una sensación rara, ya que nos gustó pero nos lo esperábamos diferente, quizás no tan difícil de visitar. Quien tenga pensado ir a David Dareja, que de un vistazo al post de Viajamos juntos, con un montón de información útil y práctica.
Llanuras semidesérticas entorno del monasterio
A la vuelta quisimos probar el camino que lleva hacia Rustaveli, pero al poco de coger el desvío ya vimos que era una pista que se volvía impracticable. Así que dimos media vuelta y cogimos la misma carretera que a la ida. Tardamos unas 2,5 h en llegar a Mtskheta, donde íbamos a hacer noche (la visitaríamos al día siguiente). Nuestro alojamiento estaba en el centro, parcialmente peatonal, así que aparcamos el coche en un gran parking que hay al este de la ciudad (en teoría era de pago, pero aquella hora no había nadie para cobrar). Tras unos 5 minutos caminando llegamos a él, la Magdalena’s House. Nuestra habitación era sencilla y cómoda, suficiente para pasar una noche. El desayuno estaba incluido y era estupendo, a base de unas grandes butifarras caseras (que preparó la misma propietaria) y algunos dulces. La ubicación era inmejorable, al lado de la Catedral de Svetitsjoveli. El precio fue de 52 laris, unos 17 €, un precio la mar de bueno para lo que tuvimos a cambio.
Nuestra habitación
Enseguida nos fuimos a cenar por el centro de Mtskheta. Se estaba muy tranquilo ya que, aunque la ciudad atrae a muchos turistas, la mayoría van y vienen de Tiflis y solo se están un par de horas. Elegimos el Aurum, un pequeño restaurante situado al lado del Old Tavern (mucho mas popular). Pedimos tabaka (un plato típico, que consiste en un pollo frito que se aplana con un peso) y mtsvadi (el equivalente georgiano del shish kebab, aunque se sirve dentro de una tortita), que acompañamos con patatas fritas con salsa tkemali (una de las salsas mas famosas de la cocina georgiana, a base de ciruelas). El pollo frito nos encantó y el kebab también estaba bien, aunque la salsa de las patatas la encontramos demasiado dulce. Junto con una cerveza y una limonati de limón, la cena nos salió por 45 laris (unos 16 €), un precio que nos pareció algo caro para ser Georgia.
Nuestra cena

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