10 de diciembre de 2017 Nuestra última jornada en los templos la íbamos a dedicar a descubrir el Beng Mealea, un fascinante templo devorado por la selva que apenas se ha reconstruido y que tiene el encanto de ver cómo eran estos templos antes de la llegada de los arqueólogos occidentales. La tarde la pasamos mas de relax, haciendo compras y algunos arreglos logísticos, ya que aquella sería nuestra última noche en Siem Riep. Aquel iba a ser nuestro último día explorando los templos de Angkor. Los tres primeros los dedicamos a visitar los mas cercanos a Siem Riep, mas o menos lo que hace casi todo el mundo. Para aquel cuarto día habíamos planeado visitar alguno de los mas lejanos, situados tan lejos que un viaje en tuktuk sería una eternidad.
10 de diciembre de 2017
Nuestra última jornada en los templos la íbamos a dedicar a descubrir el Beng Mealea, un fascinante templo devorado por la selva que apenas se ha reconstruido y que tiene el encanto de ver cómo eran estos templos antes de la llegada de los arqueólogos occidentales. La tarde la pasamos mas de relax, haciendo compras y algunos arreglos logísticos, ya que aquella sería nuestra última noche en Siem Riep.
Aquel iba a ser nuestro último día explorando los templos de Angkor. Los tres primeros los dedicamos a visitar los mas cercanos a Siem Riep, mas o menos lo que hace casi todo el mundo. Para aquel cuarto día habíamos planeado visitar alguno de los mas lejanos, situados tan lejos que un viaje en tuktuk sería una eternidad. Los mas importantes son los de Beng Mealea, Koh Ker, Preah Khan y los mas lejanos aún los de Banteay Chhmar y Prasat Preah Vihear. Al final nos decantamos por el Beng Mealea, ya que al no estar reconstruido es una muestra de como se encontraron las ruinas los primeros europeos. Es posible combinarlo con Koh Ker en un tour de un día, pero lo desechamos ya que pensamos que a esas alturas estaríamos un poco saturados de templos. Beng Mealea está a unos 70 km de Siem Riep, lo cual hace desaconsejable usar un tuktuk para llegar. Por eso, el día anterior habíamos quedado con nuestro tuktukero de Angkor, cuyo padre tenía un coche con el que nos podía llevar (acordamos 60 USD).
Aquel día dormimos un poco mas de la cuenta y desayunamos con tranquilidad, ya que hasta las 9 no habíamos quedado. A esa hora ya nos estaba esperando nuestro tuktukero, Sok Mao, y su padre, Sok On. Su coche era un gran Lexus, bastante nuevo y cómodo. Sok Mao nos dijo que no nos podía acompañar y le dejamos en una parte de la ciudad. Así que el tour lo hicimos solo con su padre, un hombre parco en palabras que no dominaba mucho el inglés. Nos costó una hora larga llegar al Beng Mealea (entrada 5 USD, no incluida en el pase de Angkor). Este templo está envuelto en un halo de misterio ya que poco se sabe de su historia. Por su planta idéntica al Angkor Wat y sus decoraciones similares, se supone que fue construido en el siglo XII, en la época de Suryavarman II. Lo que lo hace único es que no fue reconstruido como la gran mayoría de los otros templos de Angkor. Está prácticamente tal cual lo encontraron los primeros exploradores europeos, medio devorado por la selva, y eso lo convierte en uno de los templos más fotogénicos de Angkor.
Al igual que el Angkor Wat, se accedía a través de una pasarela de piedra monumental adornada con nagas y otras esculturas. Pero en este caso, todo estaba tan derruido que los bloques de piedra obturaban la entrada principal y los visitantes teníamos que hacer un rodeo. El muro exterior estaba un poco mas entero, pero en algunas partes grandes árboles crecían encima, haciéndola papilla. En otras partes el muro estaba completamente derruido y nos dejaba ver algunas torres, ricamente decoradas con relieves y figuras. De hecho, accedimos al interior del recinto por uno de los agujeros del muro exterior.
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Gran árbol creciendo sobre el muro exterior |
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Algunos relieves que se entreveían |
Dentro es donde se veía mejor la lucha entre el templo y la naturaleza: árboles que nacían encima de torres, lianas que recubrían paredes con relieves, restos de la batalla en forma de enormes bloques de rocas… Verdaderamente explorar el Beng Mealea te hacía sentir como un Indiana Jones que explora un templo redescubierto tras cientos de años. Y salvo algún grupo ruidoso de chinos, había muy pocos visitantes, lo que acrecentaba la sensación de misterio al caminar entre las ruinas.
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Beng Mealea, recinto interno |
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Las raíces de los árboles trituraban las piedras... o a veces las mantenían en su lugar |
En la zona mas interna del templo se habían construido unas pasarelas de madera para los visitantes. Era una zona particularmente destruida, y con tanta piedra hubiera sido imposible de ver. La arquitectura nos pareció muy similar a la de otros templos, aunque un poco mas sobria, sin tantos relieves. Muchas zonas eran inaccesibles y a veces no te podías acercar a observar los detalles como en otros templos. Era curioso observar como en algunas zonas la vegetación de la selva había sido beneficiosa para la conservación del templo, abrazando las piedras con sus raíces y manteniéndolas en su sitio. Por eso, en muchos templos de Ankgor se han mantenido los árboles que han crecido encima, limpiando simplemente el sotobosque para facilitar el tránsito de los visitantes.
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Disfrutando del Beng Mealea |
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Muro de un edificio devorado por unas raíces |
Continuamos explorando el templo medio engullido por la selva, la verdad es que nos gustó mucho, es muy fotogénico. Esto también lo debieron pensar una pareja de novios camboyanos que habían elegido este templo para hacerse las fotos de boda (parecía algo común, ya que los habíamos visto en otros templos). Nos pareció una idea genial, ya que ofrecía un marco inigualable, y además los camboyanos están muy orgullosos de su historia. Finalmente tardamos una hora y media en recorrer el Beng Mealea, con tranquilidad y sin prisas. Nos pareció una experiencia totalmente recomendable, que complementa bien la visita a otros templos de Angkor. Un consejo: pensamos que es mejor llegar a media mañana, ya que antes coincides con los grupos de turistas chinos que combinan este templo con algún otro (Koh Ker o Banteay Srei). A partir de las 11 h notamos que el templo se vació, y la experiencia de visitarlo casi sin gente es única.
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Varios lugares del Beng Mealea (izq.), y unos novios (dcha.) haciendose fotos en las ruinas |
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Pequeño edificio totalmente engullido por la selva |
Volvimos al coche e hicimos el camino de vuelta a
Siem Riep. Sok On nos preguntó que íbamos a hacer mañana, que abandonaríamos la ciudad. Le contamos que queríamos hacer el trayecto en barco que lleva a Battambang, habíamos leído que era muy chulo. Nuestra intención era comprar los billetes en cualquier agencia de viajes, pero él se ofreció a llevarnos a la oficina central de la empresa, donde los compramos sin problemas. A las 13:30 h volvíamos a estar en el hotel y planeamos el resto de la tarde como unas vacaciones de verdad, sin horarios ni estrés. Mientras David se echaba una siesta en la habitación, Neus se fue a hacer un masaje de pies (4 USD) en uno de los muchos locales que hay en Siem Riep. Después salimos a hacer algunas compras en el
Mercado Viejo y en el
Mercado Nocturno. Como en la ciudad hay tantos puestos, es fácil comprar a mejor precio que en otros lugares de Camboya como Phnom Penh. Después de las compras nos dimos un pequeño homenaje en una de las heladerías mas famosas de la ciudad,
Swensen’s Ice Cream. Es una cadena americana, pero nos gustó comprobar que casi toda la clientela era local. La verdad es que los helados eran bastante buenos y nos sentaron de fábula para combatir el calor.
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Paseando por Siem Riap |
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Mercado Viejo, un lugar ideal para comprar souvenirs |
Se fue haciendo tarde y pensamos en buscar un sitio cenar. Precisamente enfrente del Mercado Viejo, a lo largo de la avenida Pokambor vimos toda una hilera de pequeños puestos callejeros que llamaron nuestra atención. ¡Con lo que nos gustan! Cada puesto era un pequeño remolque de no mas de 1 m2 con una pequeña cocina, y unas raídas sillas y mesas de plástico dispuestas enfrente para los comensales. Este tipo de sitios de comida sencillos y algo cutres son un imán para nosotros. Nos sorprendió que el sitio que elegimos, pese a tener una cocina mini, tenía una carta de una treintena de platos diferentes. No sabíamos dónde debían guardar la comida para tantas elaboraciones. Al pedir, vimos el secreto: un hombre se acercó al mercado, que estaba al otro lado de la acera, a comprar lo necesario. De forma que pedimos unos fideos con pollo y costillas de cerdo, acompañados de una cerveza y un batido de frutas (el cual compramos en el puesto de al lado). La cena nos pareció muy sabrosa y buena, además de barata (6 USD). Cuando acabamos compramos un pancake de chocolate en otro puesto en plan de postre. Aquel sitio nos pareció un sitio lugar para cenar.
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Nuestra cena de aquella noche |
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Puestos de comida donde cenamos, enfrente del Mercado Viejo |
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