SRI LANKA 12: Hatton, tren a Kandy y Kandy I (Templo del Diente de Buda)

31 de diciembre de 2016 Aquella jornada empezamos haciendo tiempo dando una vuelta por Hatton, una animada ciudad llena de comercios y de vida. Al mediodía cogimos el tren hasta Kandy, un trayecto lleno de bonitos paisajes. A la tarde llegamos a Kandy, donde nos dio tiempo a visitar su lugar mas importarte, el Templo del Diente de Buda. A la noche tuvimos una nochevieja diferente a la que estamos acostumbrados, cenando en un restaurante ambientado en el far west y despidiendo desde allí el año 2016. Aquel día nos levantamos de la cama sin prisa, hasta las 13:20 no salía nuestro tren a Kandy. Nuestro plan era dar un paseo por los mercados de Hatton para hacer tiempo. Pero aquella mañana nos tenía preparada una gran sorpresa.
31 de diciembre de 2016
Aquella jornada empezamos haciendo tiempo dando una vuelta por Hatton, una animada ciudad llena de comercios y de vida. Al mediodía cogimos el tren hasta Kandy, un trayecto lleno de bonitos paisajes. A la tarde llegamos a Kandy, donde nos dio tiempo a visitar su lugar mas importarte, el Templo del Diente de Buda. A la noche tuvimos una nochevieja diferente a la que estamos acostumbrados, cenando en un restaurante ambientado en el far west y despidiendo desde allí el año 2016.
Aquel día nos levantamos de la cama sin prisa, hasta las 13:20 no salía nuestro tren a Kandy. Nuestro plan era dar un paseo por los mercados de Hatton para hacer tiempo. Pero aquella mañana nos tenía preparada una gran sorpresa. Al mirar por la ventana de nuestra habitación pudimos contemplar un espectáculo genuinamente ceilandés: a escasos metros de la guesthouse había una plantación de té donde en ese momento estaban trabajando un grupo de “tea pluckers”, las mujeres tamiles que recolectan las hojas de té. Pese a las grandes plantaciones de té que hay en la región, tampoco es muy usual ver in situ la labor de estas mujeres. De hecho, nosotros ya las habíamos visto en Nuwara Eliya. La diferencia es que en esta ocasión las mujeres no se fijaron en nosotros, y es que cuando ven turistas siempre intentan posar para que les des dinero. Pudimos así oír sus alegres conversaciones, ver su incansable trabajo, contemplar la minuciosidad de sus manos al coger las mejores hojas… Fue un verdadero regalo.
Las tea pluckers que vimos desde la ventana de nuestra habitación
Después fuimos a desayunar. El señor de la guesthouse nos tenía preparado todo un festín: tortillas de cebolla, tostadas con mantequilla, diversas frutas… acompañado del mejor café que bebimos en Sri Lanka (normalmente es aguado y no vale nada). Después fuimos a dar una vuelta por Hatton, que ya habíamos visto un poco el día anterior. En si Hatton carece de un mínimo interés turístico, pero siempre es interesante mezclarse en las zonas comerciales para observar el quehacer diario de la gente. Aunque Neus tenía otros intereses: Hatton es una ciudad de mayoría tamil (originaria de la India) y por eso había muchos productos indios, y como ella es muy aficionada al Bollywood encontró un montón de cosas a buen precio. De hecho, compró algunas piezas de ropa para su grupo de danza oriental, Essències d’Orient. Fue divertido, porque en las tiendas de ropa siempre se sorprendían de que una occidental entrara a comprar ropa tamil. En una de ellas, el hijo de los propietarios nos miraba mucho y nos tocaba, se notaba que era la primera vez que veía a unos “blanquitos”; con las selfies que se hizo con nosotros seguro que fue la envidia de sus amigos.
Hatton (izq.), de compras por las tiendas tamiles (dcha.)
Al mediodía cogimos un tuktuk para regresar a nuestro alojamiento, recoger las mochilas e ir a la estación de tren de Hatton (100 rupias). El tren que nos iba a llevar a Kandy vino con un retraso de media hora. Ocupamos sin problemas nuestros asientos de 3ª clase reservada (los billetes los habíamos comprado casi una semana antes en Ella). No nos parecieron diferentes de los de 2ª clase en que habíamos viajado de Ella a Nanu Oya. El viaje en tren fue bonito, aunque no tanto como el que hemos comentado antes. El tren empezó a atravesar colinas cubiertas de hermosas plantaciones de té, con su típica forma almohadillada. Mas tarde viajamos por una zona cubierta de frondosa vegetación, la cual muchas veces no nos dejaba apreciar las vistas. Conforme nos íbamos acercando a Kandy, el paisaje se fue haciendo cada vez mas urbano, ya que ésta es una de las ciudades mas grandes del país. Finalmente, tras unas dos horas y media de viaje llegamos a Kandy.
Paisajes desde el tren de Kandy
Campos de té desde el tren
Tren a Kandy
A la salida de la estación de tren de Kandy regateamos con un tuktukero para que nos llevara a nuestro alojamiento para los próximos dos días, la Alex Homestay. Como sabíamos que estaba lejos, le propusimos que nos llevara para hacer el check-in, dejar las mochilas y que nos devolviera al centro de Kandy para dar una vuelta. Pero no imaginábamos que estuviera tan lejos, en una especie de suburbio de Kandy situado en la montaña a 3 km del centro. De hecho, la guesthouse estaba tan montaña arriba que el día siguiente un tuktukero se negó a subir las cuestas. A parte de la ubicación, todo el resto era bueno: habitación amplia y limpia, desayuno fabuloso y una propietaria muy amable que nos ayudó en todo. El precio fue de 23 USD por noche, que nos pareció bueno para lo que recibimos a cambio. Lástima de la ubicación tan lejana y aislada, porque si no sería un sitio para recomendar totalmente.
Nuestra habitación
Nos volvimos a subir en el tuktuk y regresamos al centro de Kandy (le pagamos 700 rupias por los dos trayectos, unos 4 €). Eran sobre las 17 h y pensamos que nos daría tiempo visitar el Templo del Diente de Buda, sin duda el lugar mas importante de la ciudad y uno de los lugares santos mas relevantes del país. Llamado Sri Dalada Maligawa en ceilandés, este templo alberga la reliquia mas importante de Sri Lanka, un diente de Buda. Cuenta la historia que alguien cogió el diente de la pira funeraria donde fue incinerado Buda en India en el siglo VI a. C. Para protegerlo fue llevado a Sri Lanka, a la que era la capital de aquella época, Anuradhapura. En el siglo XVI fue enviado a Kandy para protegerlo de los portugueses, que habían invadido la isla y querían destruirlo para socavar la identidad nacional ceilandesa, pues los cingaleses creían que solo quien custodiaba el diente podía regir la isla. Se construyó un templo amurallado para tenerlo bien custodiado. Sus vicisitudes no acabaron aquí, ya que en los años noventa el grupo militar de los Tigres Tamiles atentaron con bomba contra el complejo, causando graves daños a algunos edificios. Afortunadamente no afectó al diente y el templo se pudo reconstruir rápidamente, y hoy es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Para entrar en el Templo del Diente de Buda tuvimos que pasar un control policial diferente para hombres y mujeres y cubrirnos las piernas y hombros con un sarong (que ya llevábamos en previsión). Antes de entrar en el interior del templo te hacen descalzarte y pagar una entrada: unos meses antes valía 1000 rupias por persona, pero cuando fuimos nosotros la pusieron a 1500 y a partir del día siguiente (1 de enero de 2017) la cifra ascendería a 2000 rupias (mas de 12 €). La sensación que nos dio el exterior es de estar entrando a una fortaleza, ya que el recinto estaba rodeado por una muralla y un foso. El interior contiene varios edificios, y nosotros nos dirigimos al del propio templo, que es el que mas atraía la atención a la gran cantidad de visitantes que había. Después de atravesar un pasadizo bajo, nos encontramos de repente frente a él, y nos quedamos francamente impresionados. Era un pequeño edificio de madera situado en el patio interior de un edificio de piedra mayor. Su fachada estaba ricamente decorada con fantásticos relieves y pinturas. Rodeamos el templo completamente admirando sus fabulosas decoraciones, embelesados por su belleza. En ese momento estábamos convencidos de que no encontraríamos un lugar igual en todo el país.
Exterior del recinto del Templo del Diente de Buda
Entrada del Templo
Templo del Diente de Buda
Templo del Diente de Buda
Vimos que a las 18:30 se hacía una “ceremonia”, así que fuimos a ver los otros edificios del complejo para volver mas tarde. Por ejemplo, hay un Palacio Real que fue la residencia de los reyes del reino de Kandy, que dominó gran parte del interior del país durante varios siglos y que eran considerados los guardianes del diente. No pudimos ver el palacio por dentro, en él había un museo y a aquella hora ya estaba cerrado. Sí que pudimos ver el Museo Sri Dalada, que exhibía objetos variopintos relacionados con el templo. Lo mas interesante fueron las fotos del atentado de los Tigres Tamiles, pudimos ver como quedaron de destrozados algunos lugares. Entre los jardines del complejo también había un lugar para los rezos de los fieles, que quemaban incienso en honor al dios.
Arriba, ofrendas de velas de fieles; abajo izq., budas en el Museo Sri Dalada; abajo dcha., exteriores del Templo 
A las 18:30 volvimos al Templo del Diente de Buda para ver la ceremonia, aunque no teníamos ni idea en qué consistía. En la planta baja empezaron a tocar unos músicos instrumentos de viento y percusión. Enseguida empezó a formarse una comitiva de gente que caminaba hacia el segundo piso a la que nos unimos. Allí los fieles dejaban ofrendas en forma de flores y rezaban hacia una puerta, mientras que una gran cantidad de gente hacía cola frente a ella. En un momento determinado abrieron la puerta y permitieron que la gente desfilara por delante para mirar dentro durante centésimas de segundo. Allí había una urna con forma de dagoba en la que se guardaba el diente de Buda. Al llegar nuestro turno la alcanzamos a ver fugazmente. Fue una experiencia muy interesante, no por lo que vimos, sino por el ambiente religioso que se respiraba, se notaba la gran veneración que sentía la gente hacia la reliquia.
Ofrendas de flores en honor al diente de Buda
Fieles pasando por delante de la habitación que alberga el diente de Buda
Al salir del templo ya era de noche. Como era nochevieja, nos pusimos a buscar algún sitio donde se hiciera una cena especial. La verdad es que la oferta no era muy amplia, aunque Kandy es una ciudad con bastantes restaurantes para lo que es Sri Lanka. Vimos que el Queen’s (uno de los mejores hoteles de la ciudad) hacía una cena especial, en la que por cierto se pedía ir “bien vestido” (no era nuestro caso), que valía 6000 rupias por cabeza sin bebidas (unos 37 €, no nos pareció muy caro). Pero cuando nos decidimos por este sitio ya no quedaban entradas. Así que nos tuvimos que contentar con la cena que organizaba el Kandy City Hotel, que incluía un buffet y varias bebidas por 2700 rupias por persona (casi 17 €). El problema era que la cena era de temática far west, con camareros vestidos de cowboys y algo de decoración. Se pedía a los asistentes ir vestidos de vaqueros, pero solo unos pocos iban así. Nos asombró la gran cantidad de gente local que había en la cena, parecían disfrutar mucho haciéndose fotos en un photo call con decorado del far west. El buffet nos sorprendió positivamente, por la calidad y la variedad de la comida: ensaladas, pescado, carne, pasta, currys, tartas… Incluso había una barbacoa donde asaban la carne y el pescado. Nos pusimos como el quico. Para alegrar la velada había un DJ, ponía buena música pero conforme avanzaba la noche se fue decantando hacia el “chumba-chumba”. Antes de las 12 de la noche hicieron la típica cuenta atrás, seguida de unos pocos fuegos artificiales en el exterior del local. Fue una forma diferente de pasar al nuevo año 2017, en un país exótico lejos de casa, cosa que nos recordó al que pasamos unos años antes en Bangkok. Una vez en el nuevo año, no nos quedamos mucho mas tiempo, llevábamos en el restaurante desde las 8 y ya estábamos cansados. Dimos con un tuktuk cerca del local y le pedimos que nos llevara a la guesthouse (400 rupias).
Nuestra cena de nochevieja

< Anterior día 
Sri Lanka 11 - Pico de Adán
Siguiente día > 
Sri Lanka 13 - Kandy II


0 comentarios:

Publicar un comentario