23 de junio de 2013
Aquella jornada abandonamos Puno y el altiplano y nos dirigimos a Cuzco, donde los días siguientes nos adentraríamos en el imperio de los incas. Por el camino visitamos cuatro lugares: el museo lítico de Pukará, el puerto de montaña de Abra la Raya, las ruinas incas de Raqchi y la iglesia de Andahuaylillas.
Ver Perú 12: Puno - Cuzco en un mapa más grande
Después de desayunar cogimos un taxi por 5 soles para llegar a la terminal privada de Turismo Mer, donde salía a las 7:30 h nuestro bus turístico hacia Cuzco. Al llegar allí nos llevamos la sorpresa de encontrarnos con Jaume y Encarni, los viajeros que habíamos conocido en el sobrevuelo de Nazca y que nos habíamos encontrado en varias ocaciones por el viaje. Nos explicaron que habían comprado el billete de bus en una agencia por 42 USD cada uno, mientras que a nosotros nos costó 50 en la oficina oficial. También nos narraron su experiencia alojados con una familia de la isla Amantaní del lago Titicaca, estaban muy satisfechos de cómo había ido.
bus de Turismo Mer
A la hora exacta el bus salió de la terminal y dejamos atrás Puno. El guía se llamaba Helio, un chico muy simpático y dicharachero, con una sonrisa permanente en la boca, de esas personas que caen bien enseguida. Nos presentó al resto de la tripulación, entre ellos a un chaval muy jovencito, Manuel (rebautizado por unos brasileños como Manuelito), que se encargaría de servirnos bebidas gratuitamente después de cada parada. La primera fue en el Museo Lítico de Pukará, que alberga un conjunto de esculturas de piedra recuperadas de unas ruinas cercanas. Éstas constituían el núcleo principal de la cultura pucará, que se desarrolló entre los siglos II a.C. y VI d.C. El guía nos explicó alguno de los grandes monolitos decorados con finos relieves. Todo era muy interesante, pero la visita duró solo 25 minutos, demasiado poco para ver el museo con tranquilidad.
Museo lítico de Pukará
Luego nos dieron un rato libre, que aprovechamos para visitar la iglesia de Santa Isabel de Pukará, del siglo XVIII. En los alrededores había muchos puestos de artesanía local, donde tenían un papel destacado los toritos de Pukará. Estas figuras son propias de esta localidad y la gente los pone en los dejados para pedir prosperidad y protección. Son muy curiosos estos toritos, y los vimos decorando muchas casas a lo largo de nuestro viaje.
igglesia de Pukará, con unos toritos en la verja
puesto con toritos de Pukará
Subimos al bus e hicimos un nuevo trayecto de algo más de una hora hasta Abra la Raya, a 4.335 m de altitud, el puerto de montaña que marca el límite entre las regiones de Puno y Cuzco. Aquí hicimos una parada de 10 minutos para contemplar el paisaje y dar un vistazo en los puestos de artesanía, ya que la elevada altitud nos podía dar soroche. El paisaje bien valía estarse un rato, el sitio estaba rodeado de altas y afiladas montañas con los picos cubiertos de nieve.
Abra la Raya
posando con una llama y su joven propietario
panorámica de Abra la Raya
Volvimos al bus y tras unas cuantas curvas de bajada paramos a comer en Sicuani. El almuerzo-buffet estaba incluido en el billete (excepto las bebidas), y era bueno y muy variado. Lo que más nos gustó fue el lomo saltado de alpaca. Nos sentamos en una mesa con Jaume y Encarni, y se nos pasó volando el tiempo mientras todos hablábamos de nuestros respectivos viajes. Pensábamos que nosotros éramos viajeros, pero ellos lo eran mas! Hacía poco habían estado en Costa Rica y les había gustado mucho (nos lo apuntamos!). Con tanto hablar casi no tuvimos tiempo de salir fuera y disfrutar un poco del paisaje, que había cambiado respecto al altiplano: por primera vez veíamos árboles, aunque fueran eucaliptos. Allí cerca nacía el río Vilcanota, que después se transformaría en el Urubamba, el río que cientos de kilómetros más tarde formaría el valle sagrado de los incas y que pasa al lado de Machu Picchu.
restaurante en Sicuani
alpacas
Tras un corto trayecto más de bus llegamos a una de las paradas más interesantes de la ruta, Raqchi. Son unas ruinas incas que giran alrededor del templo de Viracocha, en honor a una de las grandes deidades incas. Este templo fue grandioso, con el techo más alto de la arquitectura inca, pero fue destruido por los españoles tras la conquista. Aún así, los restos que se conservan permiten hacerse una idea bastante buena de cómo era el tempo en la época inca.
templo de Viracocha, Raqchi
Nuestro guía Helio nos hizo una visita guiada por Raqchi de un cuarto de hora y después nos dejó tiempo libre para que lo pudiéramos verlas con más tranquilidad. Los restos del templo de Viracocha eran impresionantes, a lo largo de nuestro viaje veríamos muchos templos incas pero ninguno como aquel. Lo que mejor se conservaba era el muro central del templo, a cuyos lados había filas de columnas que aguantaban en el pasado el alto techo en forma de V invertida. La forma del edificio quedaba definitivamente esbozada con los restos del muro exterior que rodeaban todo el templo.
templo de Viracocha
una de las columnas mejor conservadas
templo de Viracocha
Al lado del templo de Viracocha está el Chasqi Wasi, un sector con viviendas para los sacerdotes del templo. Detrás de él hay decenas de Qolqas, almacenes de planta circular donde se guardaban provisiones y algunos alimentos usados en las ofrendas. Las ruinas de Raqchi nos encantaron, es sin duda lo mejor de lo que veríamos ese día.
Chasqi Wasi, Raqchi
Chasqi Wasi
al fondo había unas murallas que rodeaban Raqchi
Qolqas
Todavía nos sobró algo de tiempo para dar un vistazo al gran mercado artesanal que había a la entrada de las ruinas. Había mucha gente, pero los turistas estaban más interesados en fotografiar los puestos y las vendedoras que en la mercancía que vendían.
mercado de Raqchi
Nos metimos otra vez en el bus e hicimos un nuevo trayecto hasta la última parada del tour, la iglesia de San Pedro de Andahuaylillas, conocida como la “Capilla Sixtina de América”. El problema de comparar algo con una maravilla mundial como la Capilla Sixtina es que casi seguro que saldrá perdiendo. Y eso es lo que nos pasó (a nosotros y a mucha más gente) en Andahuaylillas. Y con esto no queremos decir que no sea bonita e interesante, que lo es y mucho... pero nos esperábamos más. La iglesia por fuera es muy similar a las que se pueden encontrar en otras partes de Perú, pero en la fachada hay unos frescos que son un anticipo de lo que hay dentro (donde no se pueden hacer fotos). El interior es espectacular, con muchos frescos pero sobre todo unos grandes lienzos de la escuela cusqueña de pintura. El guía nos explicó algunos de ellos, pero la visita era difícil por la gran cantidad de grupos organizados que había.
iglesia de Andahuaylillas
Solo nos faltaba un pequeño trayecto más de bus para llegar a Cuzco (o Cusco), la capital de los incas. El tour de Turismo Mer nos gustó mucho, pese a que el viaje duró unas 9 horas, no se nos hizo para nada pesado gracias a las paradas turísticas del tour. El personal fue muy amable en todo momento y contribuyó a hacernos más ameno el viaje. Así que lo recomendamos al 100 %.
Lo peor del tour es que el bus nos dejó bastante lejos del centro de Cuzco, en la avenida 28 de julio. Helio nos dijo que para llegar a la plaza de Armas en taxi nos costaría 5 soles, pero los que estaban parados allí nos querían cobrar 20! Al final decidimos compartir el taxi con Jaume y Encarni por 12 soles en total. Le dijimos al taxista que nos podía dejar en la plaza de Armas, ya que nuestro alojamiento estaba cerca. Una vez allí nos despedimos de Jaume y Encarni y les dimos nuestra parte de la carrera del taxi. Nuestro alojamiento estaba al norte de la plaza, y no sabíamos que esa parte está bastante elevada, así que para llegar al hostal tuvimos que subir unas empinadas calles cargados con las mochilas. Nuestro alojamiento estaba medio escondido en un callejón peatonal, y era el Hostal Samani, donde estaríamos las dos siguientes noches. El hostal tiene unas habitaciones un poco cutres, con lo mínimo indispensable: camas, lavabo y un soporte para colgar ropa (aunque sin perchas, con lo que resulta totalmente inútil). Al menos tenía agua caliente aunque para secarnos solo nos dieron un par de toallas de mano (suerte que siempre llevamos una grande). Lo peor llegó por la noche ya que pasamos frío, la ventana no aísla mucho y en las camas no había suficientes mantas. Pero suponemos que no se puede pedir mas por estar tan cerca de la plaza de Armas por 30 USD la noche. Además, como el día siguiente se celebraba la popular fiesta del Inti Raymi, a la hora de hacer la reserva había muchos hostales llenos y menos para escoger.
nuestra habitación en el Hostal Samani
Después de darnos una merecida ducha caliente, fuimos a dar una vuelta por Cuzco. Las calles estaban llenas de la gente que asistiría al Inti Raymi el día siguiente. Entre tanta muchedumbre nos encontramos nuevamente con nuestras amigas Alba y Ruth, que nos contaron que una de ellas había estado enferma con el mal de altura en Puno, como le pasó a David. También nos explicaron que venían de cenar de una plaza cercana, donde había puestos callejeros. Con lo que nos gusta a nosotros eso! Los encontramos en la plaza San Francisco, que estaba llena sobre todo de peruanos. En uno de ellos compramos unas brochetas de carne, una era un anticucho, una de las más típicas de Perú, hecha a base de corazón de ternera. Ambas tenían en el extremo una gran patata que se hacía un poco difícil de comer. Aún así estaban buenas, nos costaron 3 soles cada una (menos de 1 euro). En otro puesto compramos un gran bol de sopa de pollo con fideos la mar de buena, por 4 soles. Y de postre, vimos una mujer que paseaba una enorme bandeja con trozos de un pastel la mar de bueno, compramos uno por un solo sol! Aquella noche cenamos la mar de bien en las calles de Cuzco.
comiendo brochetas
alrededor de un gran perolo de comida
Parece muy interesante, sobre todo las ruinas incas!!
ResponderEliminary que hambre me ha entrado al ver la comida jeje ;)
Si, las ruinas incas de Raqchi nos gustaron mucho! También pasa que cuando alguien que sabe te lo explica, te parece mas interesante!
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