15 de junio de 2013
Este día abandonamos Lima e iniciamos nuestra ruta por la costa sur de Perú. Nuestro primer destino fue la Reserva Nacional de Paracas, que tiene uno de los paisajes costeros y desérticos más espectaculares que vimos durante nuestro viaje.
Ver Perú 4: R.N. Paracas en un mapa más grande
Nuevamente no habíamos podido dormir bien en el hostal de Lima. El despertador sonó a las 6, ya que una hora y media después teníamos que coger el bus hacia Paracas. El día anterior les habíamos comentado a los propietarios del hostal que este día nos teníamos que ir antes de la hora del desayuno. Les pedimos si nos podían dejar pan del día anterior para que nos pudiéramos hacer unas tostadas, y no salir con el estómago vacío. Su reacción fue de total indiferencia hace nuestro pequeño problema, se limitaron a decirnos que en el bus ya nos darían un pequeño desayuno. Ni que nos lo regalaran! Estaba incluido en el precio de la habitación. Y solo estábamos pidiendo un poco de pan del día anterior!
Para llegar a Paracas en bus hay dos opciones: ir a la ciudad cercana de Pisco con los buses de Soyuz, y después coger un colectivo o taxi a Paracas, o ir en bus directo. Aunque la primera opción creemos que es más barata, no quisimos complicarnos tanto la vida y nos centramos en los buses directos a Paracas. Las tres compañías que encontramos, Cruz del Sur, Ormeño y Oltursa, tenían horarios y precios parecidos. Al final escogimos Oltursa, ya que paraba en Paracas muy cerca de nuestro alojamiento y podríamos ir a él andando.
Después de pagar nuestra estancia en el hostal, fuimos a coger un taxi para ir a la estación de Oltursa. En Lima, cada compañía tiene su propia estación de buses (terminal terrestre, en peruano), y están muy alejadas unas de otras. No nos costó encontrar taxi, y tras un breve regateo fijamos el precio del trayecto en 12 soles. A esas horas todavía no había apenas tráfico en Lima y llegamos a la terminal terrestre de Oltursa con tiempo de sobras, lástima que no se pudieran comprar bebidas calientes para desayunar.
Al ir a comprar los billetes nos explicaron que el precio de los asientos variaba si eran del primer piso (más amplios y caros) o del segundo. Nosotros nos decantamos por los del segundo piso, ya que el trayecto no iba a ser muy largo. Cada billete nos costó 55 soles (unos 15 €). La parte del equipaje funciona de una forma curiosa: las mochilas las tuvimos que facturar como en los aviones. Cuando llegas a tu destino solo te descargan tu equipaje si enseñas el comprobante que te dieron al facturarla. Es un buen sistema de seguridad para evitar el robo de maletas.
Pese a tener los asientos del segundo piso del bus (más pequeños), nos parecieron muy cómodos. El bus salió con un poco de retraso, y al poco tiempo sirvieron el desayuno, que estaba incluido en el precio del billete: un sándwich con mantequilla y mermelada, una magdalena, zumo de melocotón y café o te (sin leche); era bastante bueno. El viaje en teoría dura 3 horas y media, pero nos dio la sensación que el bus iba muy lento (tenia que ir adelantando a los camiones que abundan en la ruta Panamericana). Llegamos con una hora de retraso a Paracas, a las 12 del mediodía. Al bajar del bus nos asaltaron una decena de personas que ofrecían tours, taxis o habitaciones en hostales. Con un “no, gracias” enseguida se dieron por enterados y se olvidaron de nosotros; en Perú no son tan insistentes como pasa en otros países, donde la presión de ese tipo de vendedores llega a ser agobiante.
Nuestro alojamiento para aquella noche estaba muy cerca de la parada de Oltursa, el Paraca’s Backpackers House. Como bien dice el nombre, es un hostal para mochileros, con habitaciones básicas a precios asequibles. Al llegar, nuestra habitación no estaba lista y tuvimos que dejar las mochilas en unos armarios, no sin antes cambiarnos de ropa, ya que allí hacía bastante más calor que en Lima. El dueño, el señor Alberto, era muy simpático y nos dio muy buenos consejos para movernos por Paracas. También nos informó que el hostal organizaba los dos principales tours de la región, el de las islas Ballestas (30 soles) y el de la Reserva Nacional de Paracas (20 Soles). Posteriormente vimos que era muy buen precio.
Nuestro objetivo aquel día era visitar la Reserva Nacional de Paracas, una gran península con unos paisajes desérticos y costeros increíbles, además de ser un buen sitio para observar fauna. Todas las agencias de viajes de Paracas realizan tours comunitarios muy similares por la península, el único problema es que todos empiezan a las 10:30 o 11 de la mañana. Nosotros, al llegar más tarde, tuvimos que hacer un tour privado, más caro, pero también más adaptado a nuestro gusto.
Salimos del hostal para ver que nos ofrecían las diferentes agencias de turismo para visitar la Reserva de Paracas. Los precios variaban poco, y seguramente lo que más los hacía variar era la capacidad de regateo del interesado. Por eso, muchas veces en las webs de las agencias no aparecen los precios. Acabamos escogiendo el que organizaba Carol Travel Adventure, ubicada en el hostal El Refugio del Pirata, un tour privado por la reserva por 80 soles. Quedamos con ellos a las 2 y nos fuimos a comer.
El Sr. Alberto nos había aconsejado que no nos acercáramos a los restaurantes del paseo marítimo, los más caros de Paracas. Nos dijo que había otros más baratos y sencillos en una calle perpendicular al paseo. Los encontramos fácilmente, y como no había apenas clientes comiendo en ellos (todos debían estar en el tour comunitario de Paracas) muchos nos ofrecieron menús con todo tipo de descuentos. Al final acabamos en un pequeño restaurante que nos ofrecía un descuento sobre los precios de la carta (no nos apetecía todo un menú!). Pedimos un arroz chaufa (el plato más típico de la cocina chino-peruana, consistente en arroz frito con trozos de tortilla, carne y verduras) y lomo saltado (otro plato de influencia china, con carne de ternera sazonada con salsa de soja y varias verduras salteadas). Los dos platos eran muy buenos, aunque nos costó acabárnoslos por la cantidad de comida que había. Los acompañamos con dos botellas de Inka Kola, la bebida de cola más famosa de Perú, cuyas ventas superan a las de la Coca-Cola. Su sabor se parecía un tanto al de un jarabe dulce para la tos, pero nos gustó; además no tenía tanto gas como la Coca-Cola. En total, aquella comida nos costó 23 soles (algo más de 6 €).
comiendo en Paracas
nuestro lomo saltado (abajo), arroz chaufa y las Inka Kola
Como teníamos algo de tiempo hasta el comienzo del tour, regresamos al hostal para instalarnos en la habitación y descansar un poco. Al llegar, el Sr. Alberto nos dijo que los huéspedes de nuestra habitación se querían quedar una noche más. Y en vez de esta habitación con baño compartido nos dio una más grande con baño propio por el mismo precio (16 USD). La verdad es que salimos ganando mucho con el cambio, no solo por el hecho de tener baño propio (las duchas comunitarias eran minúsculas y un tanto desastradas), sino por que las habitaciones sin baño eran una especie de bungalows adosados con paredes de papel (desde Lima estábamos muy concienciados con el tema del ruido...). El hostal tenía una pequeña cocina comunitaria un poco cutre, pero con lo básico para poder para hacer una comida de supervivencia o un desayuno (no estaba incluido).
nuestra habitación en Paraca's Backpackers House
Después de descansar un poco en la habitación, nos dirigimos a la agencia de viajes para pagar e inicial el tour (por cierto, en Perú se dice “cancelar” a la acción de “pagar”). Nuestra movilidad era un típico taxi familiar conducido por el señor Walter, que también nos hizo de guía. El tour nos gustó mucho, fuimos haciendo diferentes paradas para apreciar los fantásticos parajes de la Reserva Nacional de Paracas. Walter nos iba haciendo interesantes explicaciones, y le podíamos pedir que parara en cualquier sitio, cuando queríamos hacer alguna foto del paisaje. La primera parada fue en los alrededores del pueblo de Paracas, donde había un cerro con el monumento que conmemora el desembarco de las huestes del general San Martín, el libertador de Perú. Después fuimos al Centro de Interpretación de la Reserva, un interesante museo con información sobre la flora y la fauna del lugar. Del centro parte un sendero con algunos fósiles de caracoles marinos que Walter nos mostró. Al final del sendero había un mirador desde donde se podían ver algunas aves marinas, incluidos algunos flamencos; pero no tuvimos suerte, no había muchos, Walter nos dijo que a veces se podían ver decenas de ellos desde allí.
el coche de Walter
monumento al general San Martín
fósiles de caracoles
A continuación volvimos a la movilidad de Walter y entramos formalmente a la Reserva, donde unos guardias nos cobraron 5 soles a cada uno. Continuamos nuestra ruta, abandonando la carretera asfaltada y entrando por una especie de pista hecha con arena compactada con agua y sal, todo materiales de la zona. Aquí es donde empezamos a ver los espectaculares paisajes desérticos de la Reserva. El desierto tenía diferentes colores, ocres, rojizos, amarillos... por las rocas volcánicas que salían aquí y allá. Le pedimos a Walter que fuera parando para ir haciendo fotos. Nos encantaba aquel lugar!
desierto en la Reserva
combinación de colores en el desierto
Reserva de Paracas
Reserva de Paracas, junto a la pista
Reserva de Paracas
Fuimos atravesando el desierto en dirección sur hasta que alcanzamos la costa, donde había una serie de playas flanqueadas por escarpados acantilados. Bajamos a las playas de Supay y de Yumaque, por las que estuvimos paseando un poco por la arena, disfrutando de un paisaje solitario. Un poco más adelante paramos en uno de los lugares más famosos de Paracas, la Catedral. Se trataba de una formación rocosa con una cúpula, producida por la erosión del viento y del mar, que unía un pequeño islote al acantilado. Desgraciadamente, hace pocos años, un terremoto destruyó este puente de piedra, de forma que actualmente solo existe el islote, que no tiene mucha gracia. Aún así, los acantilados de la zona son bonitos y merecen una parada.
playa de Yumaque
playa de Yumaque
playa de Supay
playa de Supay
la Catedral
acantilados cerca de la Catedral
Luego volvimos al interior y fuimos en dirección norte, atravesando desiertos espectaculares, la combinación de sus colores y de las luces del atardecer creaban una mezcla mágica. Al final llegamos a la playa Roja, otro de los sitios famosos de Paracas. La arena de la playa tiene un color granate que contrasta con el color amarillento del acantilado que la protege. Una vez más, esta península nos ofrecía una combinación de colores increíble.
desierto de Paracas
Reserva de Paracas
Reserva de Paracas
Reserva de Paracas
playa Roja
playa Roja
playa Roja
Cerca de aquella playa está Lagunillas, un embarcadero donde los pescadores cocinan sus capturas para los turistas que vienen en los tours matutinos. Aquellas horas debía estar desierto así que ni tan solo nos acercamos. Volvimos a Paracas pueblo y tras unas tres horas y media dimos por concluido el tour. Nos gustó mucho, los paisajes del desierto son muy bonitos y son muy diferentes a los que veríamos más adelante en nuestro viaje por Perú.
Antes de que se fueran los últimos rayos de sol, paseamos un poco por Paracas. El paseo marítimo era una sucesión de restaurantes, bares, hoteles y tiendas de souvenirs. Antes, la ciudad turística de la región era la vecina Pisco, pero en 2007 un fuerte terremoto asoló la ciudad y la redujo a escombros. Esto benefició a Paracas, apenas afectada por el sismo y que hasta entonces no había tenido ingresos por el turismo, desarrollándose rápidamente la infraestructura hostelera actual.
paseo marítimo de Paracas
En el paseo marítimo vimos un grupo de pelícanos que parecían bastante habituados a la presencia humana. Cerca había un par de pescadores que parecían haberlos amaestrado. Hicieron que Neus se sentara, le pusieron un pelícano al lado y les lanzaron comida. Era todo un espectáculo... Obviamente, los pescadores esperaban la correspondiente moneda.
pelícanos en Paracas
Sobre las 6 de la tarde ya es casi de noche en esa época, así que nos metimos en un bar a tomar algo. Aquel bar de Paracas, cuyo nombre desconocemos, tiene el dudoso honor de habernos servido el café con leche más extraño a lo largo y ancho del mundo: un tazón hasta arriba de agua caliente, acompañado de una tacita pequeña de café (ya de por si aguado) y otra con algo de leche. La mezcla de los tres componentes dio como resultado un agua un poco turbia, con cantidades irrisorias de café y leche. Casi imbebible!
Como nos quedamos tan llenos al mediodía, decidimos aprovechar la cocina comunitaria del hostal y cocinar nuestra propia cena. El Sr. Alberto nos indicó que casi el único supermercado del pueblo estaba enfrente de la plazuela Quiñones, muy cerca del hostal. Así que de regreso pasamos por él y compramos pan de molde, queso y embutido para hacernos unos sándwiches, algo de fruta y algo dulce para el desayuno del siguiente día. Después de ducharnos y cenar, nos conectamos un poco al wifi del hostal, y nos acostamos pronto. Aquel día había sido un poco de relax, pero ya nos iba bien después de los dos días relativamente intensos que habíamos hecho en Lima.
Buenas!!! a nosotros nos faltó ver la reserva de Paracas. Lo único que hicimos por allí fue acercarnos a Ballestas... pero creo que me hubiera gustado más ver la pequeña península...
ResponderEliminarHola Víctor,
ResponderEliminarA nosotros nos gustó mucho la península, pero también Ballestas. Si hubiéramos tenido que escoger entre las dos no hubiera sido una elección fácil. Ambas cosas son singulares, no vimos nada igual durante nuestro viaje. Aunque es cierto que los paisajes desérticos de la península son impresionantes.
Saludos
MAÑANA ESTARÉ ALLI Y LES CONTARÉ
ResponderEliminarEsperamos que el día te haya ido bien y que hayas podido ver muchos animales! ;)
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