Aquel día exploramos la parte occidental del río Moldava: primero subimos al Hradčany o barrio del castillo, lleno de edificios históricos que ver. Y luego, deambulamos por las agradables calles de Malá Strana. Acabamos el día haciendo otro paseo nocturno por Nové Město, esta vez por su parte sur.
Ver Praga 3: Hradcany & Malá Strana en un mapa más grande
Para ir a Hradčany optamos por coger el metro, aunque tuviéramos que hacer transbordo. Habíamos leído que las paradas más apropiadas para apearse eran Malostranská y Hradčanská, pero optamos por la primera ya que nos parecía más cercana. Desde Malostranská apenas tardamos cinco minutos caminando en llegar a la puerta este del castillo, custodiada por unos soldados y por la Černá věž, la torre negra. En aquel sitio había un mirador con unas bonitas vistas de Malá Strana, con el Staré Město al fondo.
Černá věž
Pražský hrad, vistas
Una vez atravesamos la Černá věž, ya estábamos en el Pražský hrad o castillo de Praga. Según el libro Guiness de los récords, éste es el castillo gótico más grande del mundo. Aunque una vez dentro no tuvimos la sensación de estar en uno, en vez de murallas y almenas había mansiones góticas e iglesias. Eran cerca de las 9 de la mañana y el castillo estaba totalmente desierto. ¿Dónde están los turistas? Pues el 99% de ellos empiezan la visita por la puerta principal, en la parte oeste, al otro extremo del castillo así que pudimos disfrutar de esa zona sin aglomeraciones.
El primer lugar que visitamos del castillo fue la Zlatá ulička o callejuela de Oro. Pese a ser una calle, había que pagar entrada para visitarla. Había que comprar un ticket combinado que daba derecho a ver varias de las atracciones del castillo de Praga, incluido el callejón de oro. Había dos opciones: un tour corto (250 Kč) y uno largo (350 Kč). Elegimos el corto, ya que incluía la Zlatá ulička, el Starý královský palác y la Katedrála sv. Víta, las principales atracciones del castillo.
Zlatá ulička
La Zlatá ulička es lo que queda de un barrio popular del siglo XVIII, en el que había algunos talleres que se dedicaban a batir oro. La calle en si nos pareció muy corta, con las casitas a un lado. Pero la verdad es que el callejón es muy bonito, y la práctica ausencia de turistas nos hizo disfrutarlo mucho más. Realmente fue buena idea entrar al castillo por la puerta este, así hacíamos el recorrido al revés mas tranquilamente que el resto de la gente.
Zlatá ulička
Zlatá ulička
Muchas de las casas eran tiendas de souvenirs que en esos momentos abrían sus puertas. En otras se podía visitar el interior y tenían objetos de época. En una de ellas había vivido Franz Kafka (prácticamente cada lugar que ha pisado el escritor está documentado!). La última casa del callejón era la de un historiador aficionado, que grabó en video escenas de Praga de principios del siglo XX; en el salón de la casa se proyectaban algunos de ellos, eran muy curiosos. Desde el final de Zlatá ulička se podía visitar Daliborka, una antigua torre de defensa del siglo XV que acabó funcionando como prisión.
Zlatá ulička, interior de una casa
Seguimos avanzando hacia el oeste y llegamos a una gran plaza rodeada de bonitos edificios, náměstí U sv. Jiří o plaza San Jorge. Uno de ellos es el que le da nombre, la Bazilika sv. Jiří o basílica de San Jorge. Llamaba la atención su fachada barroca, añadida en el siglo XVIII, ya que contrastaba mucho con las dos torres románicas que quedaban detrás. La entrada a la iglesia estaba incluida en nuestro tour corto. El interior era plenamente románico, y daba la sensación de ser muy antiguo.
náměstí U sv. Jiří
Bazilika sv. Jiří
Bazilika sv. Jiří, interior
Al otro lado de la plaza se alzaba la Katedrála sv. Víta, la catedral de San Vito, el punto más elevado del castillo. Es un edificio imponente, construido en el siglo XIV. La fachada principal, la oeste, engaña un poco, ya que es un añadido de principios del siglo XX. La más bonita es sin duda la fachada sur, que antes era la entrada principal. Está presidida por la torre sur, la más alta de las tres de la catedral, a cuya cumbre se podía subir (pagando un suplemento) para ver la vista, aunque nosotros preferimos reservarnos las fuerzas. Al lado de esta torre está la puerta de Oro, un magnífico mosaico dorado que ilustra el juicio final.
Katedrála sv. Víta, fachada oeste
Katedrála sv. Víta, ábside
Katedrála sv. Víta, fachada sur
Katedrála sv. Víta, puerta de Oro
Nos acercamos a la fachada oeste para visitar el interior, pero nos lo encontramos cerrado, los domingos abría de 12 a 16 h, así que todavía faltaban un par de horas. Proseguimos la visita por el castillo, y lo único que nos quedaba dentro del tour corto, aparte de la catedral, era el Starý královský palác o Antiguo Palacio Real. Éste fue, desde tiempos inmemoriales, la sede de los reyes y presidentes checos. El interior consta de diferentes salas, algunas de ellas escenario de grandes hitos en la historia checa, como la tercera defenestración de Praga. La más espectacular es sin duda el salón Ladislao, construido en el siglo XVI para propósitos reales (coronaciones, recepciones, banquetes...). La visita al Antiguo Palacio Real nos gustó sin llegar a encantarnos, pero el itinerario por las salas era algo caótico. Si no hubiera estado incluida en el tour corto quizás no lo hubiéramos visitado.
Starý královský palác, salón Ladislao
Abandonamos el castillo de Praga por el primer patio, donde esta la entrada principal. Allí había un par de guardias que aguantaban estoicamente mientras la gente posaba junto a ellos para hacerse fotos. Cerca de la entrada había un mirador con unas vistas espléndidas de Malá Strana, con el Staré Město al fondo. Cuando estábamos allí sucedió algo inédito en todo el viaje, salió el sol durante cinco minutos!
entrada del Pražský hrad
vistas de Malá Strana desde el Pražský hrad
El Hradčany no solo es el Pražský hrad, más al oeste del castillo hay un barrio con fastuosos palacios e interesantes iglesias que nos dispusimos a visitar. Una de las plazas más interesantes es la Hradčanské náměstí, que queda justo enfrente de la entrada del castillo. Está rodeada por bellos palacios barrocos, algunos de los cuales se remontan al siglo XVI. El más curioso era el Schwarzenberský palác, un palacio cuya fachada estaba decorada con unos estucos que hacían un efecto tridimensional muy conseguido. Casi en el centro de la plaza se alzaba una no menos curiosa farola en forma de candelabro de ocho brazos, hecha a finales del siglo XIX.
Hradčanské náměstí
Hradčanské náměstí
Seguimos avanzando hacia el oeste hasta Loreta, el Santuario de la Virgen de Loreto. Según la leyenda, éste fue el hogar de María, trasladada por los ángeles desde Nazaret. Por eso, el santuario es motivo de una gran devoción y muchos peregrinos acuden a él. Aunque no se visite el interior, la fachada es un buen motivo para acercarse a verla. Nosotros no tuvimos mucho tiempo para admirar la fachada, ya que faltaba poco para que cerrara el santuario al mediodía (12:15 h) y no queríamos perder tiempo.
Loreta
El interior tenía un bonito claustro, con un patio en el que había un edificio cuadrado, la Santa Casa, construido en el siglo XVII a imagen y semejanza de la habitación en la que vivió María. Justo enfrente estaba la iglesia del santuario, la Kostel Narození Páně o iglesia de la Natividad. Su interior tenía una decoración esplendorosa, llena de mármoles, pinturas, retablos... Justo cuando salíamos de ella, sonó el carillón de la torre de Loreta, que contiene unas campanas holandesas del siglo XVII. Finalmente, dimos un vistazo a la sala del tesoro, cuya pieza más valiosa era la custodia Sol de Praga, hecha de oro y plata y con más de 6.000 diamantes incrustados. La visita a Loreta nos gustó mucho, pese a que la entrada era algo cara, 130 Kč por persona.
Loreta, Santa Casa
Loreta, claustro
Loreta, interior de la Kostel Narození Páně
Continuamos nuestro paseo hacia el oeste de Hradčany y llegamos hasta Pohořelec, una agradable placita rodeada de casas bajas que evocaba un pasado rural que contrastaba con los suntuosos palacios que habíamos dejado atrás. En una de sus casas compramos un par de zumos de manzana caliente por 60 Kč cada uno, los habíamos visto el día anterior y teníamos ganas de probarlos. Estaban muy buenos y nos hicieron entrar en calor enseguida.
Pohořelec
El último sitio que visitamos del barrio del castillo fue el Strahovský klášter o Abadía de Strahov. Las torres blancas de su iglesia son visibles desde muchos puntos de la ciudad. Era cerca del mediodía, así que nos encontramos cerrada la iglesia (solo la pudimos ver a través del cristal de una puerta), la biblioteca, la sala teológica y la filosófica. Fue una pena, las salas tenían una pinta muy interesante.
Strahově klášter
Antes de acabar con nuestra visita por el Hradčany volvimos al castillo, donde ya habían abierto la Katedrála svatého Víta. Hay que decir que es posible entrar a la catedral sin pagar, pero solo se puede ver la nave central, no las laterales, las capillas y demás. El interior de San Vito es majestuoso, con unas naves de proporciones gigantescas. Las naves laterales están llenas de vidrieras de colores y de hermosas capillas, en las que echamos de menos algún plafón explicativo (solo hay los números de la audio guía). Lo más impresionante es la tumba de plata maciza de San Juan Nepomuceno, asesinado por orden del rey en el puente de Carlos.
Katedrála svatého Víta, tumba de San Juan Nepomuceno
Katedrála svatého Víta, interior
Con esto dimos por acabada la visita al Hradčany, en la que invertimos algo más de 4 horas. Es una visita del todo imprescindible! Abandonamos la zona por la Zámecké schody o escalera del castillo que, con unas bonitas vistas, comunica el Hradčany con Malá Strana, el barrio que veríamos a continuación.
Zámecké schody
Zámecké schody, vistas de Malá Strana
Las escaleras nos dejaron a escasos metros de la Malostranské náměstí, el corazón del barrio. La plaza en si no es gran cosa, ya que está casi por completo ocupada por Svatého Mikuláše o San Nicolás. Es una gran iglesia barroca de finales del siglo XVIII. Tras pagar las 70 Kč de la entrada, visitamos el interior, muy decorado con todo tipo de ornamentación barroca. Por unas escaleras se podía subir al primer piso, donde había una selección de cuadros y se podía admirar mejor el órgano.
Malostranské náměstí
Svatého Mikuláše
Svatého Mikuláše, interior
A continuación paseamos por una de las calles más agradables del barrio, Nerudova. Está dedicada al poeta Neruda… pero no al que todos conocemos, sino al checo Jan Neruda, que se crió en Malá Strana. Mientras íbamos caminando por la calle en dirección al castillo, fuimos admirando sus casas y palacios barrocos, muchos transformados en embajadas extranjeras. En algunas casas de comerciantes exhibían en la fachada elementos que explicaban su antiguo oficio. Era cerca del mediodía, y desde la hora de desayunar que no nos llevábamos algo al estómago, así que compramos un trdelník en una panadería.
Nerudova
Nerudova
Nerudova
Cuando llegamos al final de la calle volvimos sobre nuestros pasos hasta la Malostranské náměstí, y nos desviamos al norte hacia la Valdštejnské náměstí o plaza Wallenstein. Es una plaza tranquila, alejada del bullicio de los turistas, colindante con el castillo y rodeado de palacios. Merecía la pena aunque solo fuera darle un vistazo.
Valdštejnské náměstí
Volvimos hacia el centro de Malá Strana y enfilamos Mostecká, la calle del puente, que da precisamente al puente de Carlos. La calle es bonita, con la silueta de Sv. Mikuláše en un lado y la de Malostranská mostecká věž al otro. Esta es la torre del puente de Carlos que da a Malá Strana, y su forma de torre doble es otro de los símbolos de la ciudad.
Mostecká
Malostranská mostecká věž
Estábamos nuevamente en el Karlův most, por el que caminamos hasta llegar a Kampa, una pequeña isla situada en medio del cauce del río Moldava. Casi todas sus casas están organizadas entorno de Na Kampě, una agradable placita que era todo un remanso de paz, un lugar ideal para escapar de las hordas de turistas que campaban por el puente Carlos. Además, la mitad sur de la isla es un gran parque, con unas grandes vistas del puente Carlos y de Staré Město.
Na Kampě
Na Kampě
vistas del puente Carlos desde Kampa
Volvimos a Malá Strana por un pequeño puente y paseamos hasta la Maltézské náměstí, la plaza de Malta, llamada así en honor a los caballeros de la orden de Malta, que poseían varios edificios en la plaza. Tras otra breve caminata por Karmelitská, otra calle rodeada por bellos edificios, ya volvíamos a estar en el centro de Malá Strana. Cerca estaba Panny Marie pod řetězem o iglesia de Nuestra Señora de la Cadena, construida precisamente por la orden de Malta.
Maltézské náměstí
Karmelitská
No podíamos irnos de Malá Strana sin ver el Lennonova zeď o Muro de Lennon. En este muro se pintó un graffiti con la imagen de Lennon cuando éste murió. El régimen comunista la borró, ya que estaba prohibida toda referencia a la música occidental. Entonces se volvió a pintar como un símbolo de resistencia al régimen, tantas veces se borraba, tantas veces reaparecía. Con el tiempo, a parte del homenaje a Lennon, se fueron inscribiendo mensajes y graffitis a favor de la paz.
Lennonova zeď o Muro de Lennon
Con esto dimos por acabada nuestra visita a Malá Strana, totalmente recomendable. En total empleamos 2 horas y media, aunque no entramos en alguno de sus fastuosos jardines, el invierno no es la mejor época para verlos. Volvimos a la isla de Kampa y fuimos caminando hacia al sur por su parque. Más adelante atravesamos el Most Legií o puente de la Legión, con unas buenas vistas, aunque algo lejanas, del castillo, Malá Strana, puente de Carlos y ciudad vieja.
vistas desde Most legií
panorámica desde Most legií
Cuando ya anochecía cruzamos el puente y llegamos nuevamente a Nové Město, como en la tarde del día anterior. Esta vez paseamos un poco por su parte sur, comenzando por la Národní třída, una gran avenida flanqueada por interesantes edificios secesión. Uno de ellos es el Národní divadlo, el fastuoso Teatro Nacional, pero nos quedamos con las ganas de verlo aunque solo fuera la fachada, ya que estaba todo recubierto de lonas y bastidas por obras. Después volvimos nuevamente a orillas del río a pasear por la Masarykovo nábřeží, con bonitas mansiones secesión situadas enfrente del muelle. Al final encontramos uno de los edificios modernos más famosos de Praga, Tančící dům o Casa Danzante. Consta de dos torres, una de ellas deformada de manera que parece que ambas bailen, lo que les ha valido el sobrenombre de “Ginger y Fred”, en referencia a Ginger Rogers y Fred Astaire. El edificio nos recordaba a otros que vimos del mismo arquitecto, Frank Gehry, en la zona del Medienhafen, en Düsseldorf. La iluminación nocturna le daba al edificio un aire más futurista si cabe.
Tančící dům
A esas de altura estábamos más que agotados, así decidimos buscar algún sitio para sentarnos y tomar algo. Dimos con Studánka, una cafetería - pastelería con un ambiente muy típico, donde la clientela principal eran abuelitas dicharacheras. La señora que lo regentaba no sabía nada de inglés, pero hicimos entendernos para pedir un café con leche y un chocolate caliente (75 Kč). Nos sentó de maravilla!
Al salir decidimos pasear un poco más, por lo que nos acercamos a la Karlovo náměstí, una de las mayores zonas verdes del Nové Město. Pero era ya de noche y la zona no estaba muy iluminada, así que no la disfrutamos mucho. Pese a que eran sobre las 18 h, decidimos dar por finalizada la jornada turística y empezamos la siguiente fase, la búsqueda de restaurante para cenar. Caminamos hacia el norte, dirección Václavské náměstí, y vimos que en aquella zona había muchos restaurantes. Después de comparar la carta y los precios, escogimos el Trilobit Restaurace, un restaurante ambientado como una taberna. Pedimos queso frito de Olomuc, gulash con knedlíky y pato con salsa dulce. Todo estaba muy bueno, el gulash nos sorprendió que no fuera en plan estofado, como lo habíamos comido en Hungría. Y de postre, strudel de manzana con nata; aunque es un pastel típicamente germánico, lo habíamos visto en muchos restaurantes de Praga. Al ir a pagar nos llevamos una desagradable sorpresa: nos dieron dos cuentas, la “oficial”, con lo que habíamos pedido (por cierto, nos cobraron los cubiertos!), y otra manuscrita donde se añadía un 10 %, que iba a parar a los camareros. Habíamos leído que esto era una práctica común pero ilegal, ya que la propina no puede ser nunca obligada. Pero como quedamos satisfechos con la comida decidimos no protestar. En total nos costó 931 Kč, “impuesto revolucionario” incluido.
Trilobit restaurace, queso frito de Olomuc
Trilobit restaurace, gulash y pato asado
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