23 de agosto de 2011
Ese día abandonaríamos nuestra granja cerca de Hvolsvöllur para ir a la siguiente en Skaftafell, visitando las cosas que había durante el camino. Entre ellas, varias cascadas como la Seljandfoss, el museo popular de Skógar y los fantásticos acantilados de Dyrhólaey.
Ver Islandia 4: costa sur en un mapa más grande
Pocos kilómetros después de iniciar la ruta hicimos la primera parada para ver la cascada de Seljandfoss. Es un sitio muy concurrido, ya que está muy cerca de la ring road y también viene de paso en la ruta que lleva a Þórsmörk. El agua caía de una altura considerable desde un risco elevado, sin obstáculo alguno antes de caer a un gran estanque. Esta catarata es conocida sobretodo porque se puede caminar por detrás de ella, por un sendero un poco resbaladizo y enfangado. La vista era muy curiosa desde esa parte de la cascada.
Seljandfoss
Seljandfoss, por detrás
Más adelante por la 249 hay otra cascada menos conocida y escondida, la Gljúfurárfoss. Escondida por que queda oculta tras un estrecho cañón por el que desciende el río. Así que para verla hay que caminar un trecho por el río con el agua hasta las rodillas. Al principio pensábamos acercarnos a la cascada, pero después de comprobar lo fría que estaba el agua cambiamos de idea. Además, tampoco se veía a nadie haciéndolo.
Gljúfurárfoss
Volvimos a la ring road y continuamos nuestro camino hacia el este. La carretera discurría por una franja de tierra estrecha, limitada por el norte por unos grandes acantilados rocosos. Aunque no se podía ver, en aquella zona estaba el Eyjafjallajökull, el glaciar que alberga el volcán que tuvo en jaque a la navegación aérea en marzo del 2010.
paisaje del sur de Eyjafjallajökull
La siguiente parada en nuestra ruta fue en Skógar, donde había un par de puntos de interés. El primero y probablemente más masificado era la Skógafoss, una enorme catarata de 62 m de altura. Por una escalera de madera se puede ir hasta la parte de arriba, donde no hay una buena vista de la cascada pero si de toda la zona que la rodea. Sí que hay un buen mirador de la cascada a la mitad del camino de subida; un sendero sale de las escaleras hasta un acantilado con unas vistas impresionantes.
Skógafoss
Skógafoss
panorámica desde la Skógafoss
El segundo punto de interés de Skógar es el Skógasafn, el interesante Museo Popular. La entrada era algo cara, 1500 ISK por persona, pero valía la pena. Estaba compuesto de dos museos cubiertos y de un conjunto de casas al aire libre. Primero visitamos el museo donde estaba la recepción. Albergaba un conjunto de objetos, todos recopilados por el viajero Þórður Tómasson, que reflejaban la vida de la sociedad islandesa de los siglos XIX y principios del XX. Las secciones más interesantes eran las de utensilios para la agricultura y la dedicada a la pesca, que tenía una barca construida en el siglo XIX.
Skógasafn
Skógasafn, barca del siglo XIX
Luego salimos fuera a ver los diferentes edificios restaurados que había. El más interesante era una granja de tejado de turba, en la que se podían visitar sus diferentes estancias, todas ellas repletas de objetos que le daban un aspecto muy realista. Todo un viaje en el tiempo al siglo XVIII.
granja de tejado de turba, Skógasafn
interior de la granja
Un poco más separados habían un grupo de cuatro edificios: una escuela de principios del siglo XX, la casa de madera de un magistrado construida en 1878 y habitada hasta hace pocos años, otra granja de tejado de turba y una iglesia moderna pero con elementos de cientos de años de antigüedad. En todas se podía entrar al interior y estaban cuidadosamente restauradas. Nos pudimos hacer una idea de cómo vivía la gente en esta zona muchos años atrás.
varios de los edificios rehabilitados en el Skógasafn
La última parte del Skógasafn que visitamos fue el Museo del Transporte. Contiene una colección de objetos que explica la historia del transporte, las comunicaciones y la tecnología en Islandia durante los últimos 200 años. Va bien darle un vistazo porque hay cosas curiosas.
Después de tomar un almuerzo en una mesa al lado del Museo del Transporte, proseguimos nuestra ruta. A pocos kilómetros de Skógar se puede llegar al Sólheimajökull, la lengua glacial más accesible del Mýrdalsjökull. Se llega a través de la carretera 221, una pista infame llena de baches y agujeros que se nos hizo muy larga. Al final hay un aparcamiento y a unos centenares de metros el glaciar. Nos sorprendió su color negruzco, seguramente debido a la ceniza volcánica de las últimas erupciones del Eyjafjallajökull y del Grimsvötn. En el mismo glaciar de Mýrdalsjökull se encuentra el volcán Katla, que había sido noticia semanas atrás por un incremento de la actividad sísmica que hacía presagiar una inminente erupción. El guía de Landmannalaugar nos explicó que se consideraba al Katla el volcán más peligroso del país, ya que estaba muy cerca del pueblo de Vík í Mýrdal, y en caso de erupción sus habitantes tendrían solo 15 minutos para abandonar sus casas.
Sólheimajökull
Sólheimajökull
Finalmente llegamos a uno de los sitios que mejor sabor de boca nos dejó aquel día, los acantilados de Dyrhólaey. Para llegar a ellos tuvimos que desviarnos por una carretera horrible llena de baches, similar a la anterior del glacial, pero en este caso en algunos tramos había obras, así que puede que mejore en el futuro. Dejamos el coche en un aparcamiento antes del faro; aunque la pista continuaba hasta él, nos pareció que estaba en peores condiciones y decidimos aparcar. Desde aquel punto no se veía tan claro el típico acantilado agujereado de Dyrhólaey, pero aún así el paisaje era bonito.
Dyrhólaey
Pese a que hacía viento y frío, decidimos dar un paseo hacia los acantilados del oeste de Dyrhólaey. Había algunas aves marinas que descansaban sobre ellos, y de entre ellas, alzaron el vuelo algunos frailecillos, una de las aves más populares en Islandia. Un poco más adelante vimos un grupo de unos 5 frailecillos encima de unas rocas. Avanzamos lentamente y con cautela hacia ellos. Algunos huyeron, pero otros se quedaron mirándonos con curiosidad. Nos acercamos a menos de 3 metros de alguno!, Los tuvimos muy cerca, fue una experiencia increíble! Sobre todo, por que no esperábamos encontrar frailecillos tan de cerca por allí, nos pensábamos que eran más abundantes en la parte de los fiordos del oeste.
acercándonos a un frailecillo...
frailecillos más de cerca!
Hacia el este había una fantástica vista de la playa de arena volcánica de Reynisfjara, con los curiosos pináculos de Reynisdrangur al fondo. Hacia aquel lado había una especie de mirador de aves orientado a un gran acantilado repleto de una gran variedad de pájaros.
vista de Reynisfjara desde Dyrhólaey
Como la playa de Reynisfjara parecía bonita decidimos acércanos a verla. Para llegar nos desviamos por la carretera 215, aunque no había ningún cartel que la señalizara. Una vez allí, paseamos por la playa, desde la que había una vista muy bonita de Dyrhólaey a lo lejos. Al final había unas espectaculares columnas de basalto que salían de los acantilados. Y un poco más lejos se divisaba los pináculos marinos de Reynisdrangur. Todo un conjunto maravilloso!
playa de Reynisfjara, con Dyrhólaey al fondo
columnas de basalto en Reynisfjara
columnas de basalto en Reynisfjara
columnas de basalto en Reynisfjara
Reemprendimos nuestra ruta al este y unos kilómetros después de Vík í Mýrdal atravesamos una zona que fue para nosotros un quebradero de cabeza un par de semanas antes de partir hacia Islandia. De forma resumida, debido a un incremento de la actividad volcánica del Katla, una parte del glaciar Mýrdalsjökull se fundió y provocó una gran riada. Como consecuencia, un puente de la ring road quedó destruido, y la única alternativa para atravesar la zona en vehículo era la ruta de Landmannalaugar, sólo apta para 4x4. Eso hubiera hecho imposible para nosotros continuar nuestra ruta hacia el este, ya que llevábamos un coche normal. Mientras trataban de hacer un puente provisional, idearon un sistema para transportar coches y personas de un lado al otro del puente destruido, lo que nos tranquilizó bastante. Aunque una vez allí, ya se había acabado de construir el puente provisional y pudimos atravesar la zona sin problemas. Que alivio!
Mýrdalur, el típico paisaje rural del sur de Islandia
Un poco más adelante atravesamos el gran campo de lava de Eldhraun. Es una extensión enorme de lava depositada por la gran erupción del grupo de volcanes Laki a finales del siglo XVIII. Hoy en día la lava está cubierta de musgos de color plateado, que les da una apariencia muy especial. Conducir por aquí se nos hizo bastante pesado, ya estábamos cansados de todo el día y la carretera era muy monótona con largas rectas con el mismo paisaje.
Eldhraun
Después de atravesar la popular zona de Skaftafell, llegamos a nuestra granja para los siguientes dos días, Litla-Hof, en la zona de Öræfi. Como en la anterior, nuestra habitación estaba en la planta baja y tenía baño compartido. Lo malo era la práctica ausencia de zonas comunitarias, con lo que tampoco había cocina. Sólo había un aparato para hervir agua que nos sirvió para preparar una cena de supervivencia a base de fideos instantáneos.
nuestra habitación en Litla-Hof
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