31 de julio de 2011
Ese día iniciaríamos una larga ruta de coche hasta la inhóspita región de los fiordos del oeste. Es una zona olvidada por los turistas, ya que está lejos de la ring road y las distancias son muy largas. Nosotros la exploraríamos en dos etapas, y en esta primera llegaríamos hasta su parte noroeste.
Ver Islandia 12: Fiordos del oeste I en un mapa más grande
Aquel día nos esperaban 450 km de carretera, así que salimos pronto de nuestro alojamiento. Fuimos casi sin parar hasta Drangsnes, donde había un par de puntos de interés. El primero era el monolito rocoso de Kerling, otro de los troles petrificados de la región. Este tenía la particularidad que tenía una vaca que también quedó petrificada, situada al oeste de la isla de Grímsey, delante de la costa de Drangsnes. Realmente le tenías que echar mucha imaginación...
Kerling, Drangsnes
Grímsey, Drangsnes
Otra cosa interesante de Drangsnes son sus aguas termales. Se trata de tres pequeñas piscinas octogonales integradas en el rompeolas del puerto, difíciles de ver desde la carretera. Tanto las piscinas como el vestidor que había para cambiarse eran gratuitos. El agua estaba muy caliente, hacía falta enfriarla con una manguera de plástico por donde salía agua fría. Como solo había una, tenia que ir rulando entre las piscinas. Nos dimos un baño rápido, que nos sentó muy bien.
piscina termal en Drangsnes
Volvimos a la 61 yendo por Bjarnarfjörður, un fiordo con unos relieves tan suaves que apenas lo parecía. Por esta ruta la carretera era de gravilla y perdimos bastante tiempo. Después de atravesar el Steingrímsfjarðarheiði, nos adentramos de pleno en la región de los fiordos del oeste. Esta zona es una sucesión de pequeños fiordos que la serpenteante carretera va recorriendo de principio a fin. Desembocan en Ísafjarðardjúp, una gran bahía al norte de la cual empieza la famosa península de Hornstrandir. Aunque desde la carretera no podíamos ver la península, sí que vimos unos grandes altiplanos basálticos similares a los de Hornstrandir, muy diferentes del relieve de nuestra orilla de la bahía.
Ísafjarðardjúp
Cerca de Ögur nos paramos para ver en la orilla contraria el glacial de Drangajökull, que se intuía encima de la bahía de Kaldalón. Allí la Guía Rother explica una excursión (la nº38), pero no teníamos tiempo de hacerla.
glacial de Drangajökull
Los fiordos de esta parte no eran muy espectaculares, eran de relieves suaves. En el Seyðisfjörður (no confundir con la ciudad de los fiordos del este) paramos en un sitio en el que un cartel señalaba la presencia de focas. Como había varios coches parados nos acercamos a dar un vistazo. Nos encontramos una playa llena de algas en descomposición y de barro, al final de las cuales había unas rocas donde se intuían algunas focas. El avance por las algas fue dificultoso, teníamos que escoger bien la ruta para no meter los pies en los enormes charcos ocultos entre las algas. Al final valió la pena, a 20 m de nosotros había un grupo de 5 focas descansando en las rocas.
focas en Seyðisfjörður
focas en Seyðisfjörður
A partir del Aftafjörður los fiordos se hacen más profundos e impresionantes. Aquel fiordo ofrecía unas panorámicas espectaculares, con Súðavík al fondo. Nos acercamos al pueblo para dar un vistazo. Allí estaba el Centro del Zorro Polar, en cuya entrada había una jaula con un par de cachorros muy juguetones. Decían que los habían encontrado los del centro y ahora los cuidaban antes de reintroducirlos.
Aftafjörður, con Súðavík al fondo
zorros polares en Súðavík
El siguiente fiordo es el Skutulsfjörður, también bastante espectacular. Al fondo de él se encuentra Ísafjörður, la capital de la región de los fiordos del oeste pese a solo contar con 2500 habitantes. Antaño fue un importante centro pesquero, y por esa razón los edificios más antiguos e interesantes están en la zona del puerto.
Skutulsfjörður, con Ísafjörður al fondo
Skutulsfjörður, con Ísafjörður al fondo
Sorprendentemente, al llegar a Ísafjörður estaba llenísimo de gente y de coches. El origen parecía ser un campo de fútbol situado a las afueras de la ciudad. Por internet nos enteramos que se trataba de la semifinal de la copa islandesa entre el equipo local BI de Bolungarvík y el KR de Reykjavík. La gente salía muy seria del campo, ya que el BI perdió 1-4 y no pudo clasificarse para la final.
Dejamos el coche en el aparcamiento del supermercado Samkaup, donde fuimos a comprar algunas provisiones. Empezamos la visita a la ciudad por la calle Aðalstræti, una de las principales del centro. Ísafjörður parecía una ciudad moderna, compuesta de casas bajas de cemento sin demasiado encanto. En la panadería Gamla Bakaríð compramos un poco de pan artesano y, como no, un par de kleinur para merendar.
Ísafjörður
almorzando unos kleinur en Ísafjörður
Ísafjörður
Fuimos paseando hasta el puerto, donde había algunos almacenes de madera que parecían antiguos. La mayoría de edificios históricos se encuentran en esta zona, y están agrupados en el Museo Marítimo de los Fiordos del Oeste. Cuando llegamos ya estaba cerrado, pero como es un museo al aire libre pudimos ver los edificios por fuera. La mayoría eran construcciones de madera del siglo XVIII relacionadas con la pesca (almacenes, aserraderos, etc.). Era un sitio interesante, hubiera estado bien verlo por dentro.
Museo Marítimo de los Fiordos del Oeste, Ísafjörður
Abandonamos Ísafjörður y continuamos nuestra ruta hacia el sur. Para proseguir hacia el siguiente fiordo tuvimos que atravesar el túnel de Breiðadals og Botnsheiðagöng, que une Ísafjörður con Suðureyri y las zonas más meridionales de los fiordos del oeste. El túnel era estrecho y poco iluminado, y tenía la curiosidad de tener una intersección de vías dentro. Después de ella, la carretera se volvía de un solo sentido, con apartaderos... Menos mal que no había apenas tráfico, solo nos tuvimos que apartar una vez!
Después de salir del túnel encontramos el impresionante fiordo de Önundarfjörður. Sus altas montañas tenían las marcas que le había dejado un antiguo glaciar al ir hacia el mar.
Önundarfjörður
Önundarfjörður
Önundarfjörður
El siguiente fiordo era el de Dyrafjörður, no tan espectacular aún siendo todavía bonito. Había una gran vista del pueblo de Þingeyri, que estaba en la orilla opuesta.
Dyrafjörður
En este fiordo nos desviamos para llegar hasta nuestro alojamiento, el Hótel Núpur. No tenía pinta de hotel, ya que eran unas antiguas escuelas reconvertidas. Tenía muchísimas habitaciones, muy sencillas y con lo estrictamente básico. Lo mejor era la cocina comunitaria que había en nuestra planta, con una mesa y sillas para comer. Aprovechamos la infraestructura para prepararnos una cena casera en condiciones.
nuestra habitación en el Hótel Núpur
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