MARRUECOS 5: Desierto de Mhamid y Nekob

29 de abril de 2009 Este iba a ser por fin el gran día, el momento de llegar al desierto de arena. Aunque lo más chulo era hacer una excursión en todo terreno y dormir al raso en el desierto, no teníamos tiempo y nos contentábamos con ver las dunas que estuvieran mas cerca de la carretera. Para completar el día, nos acercaríamos a Nekob, ya en la ruta de vuelta a Marrakech. Cogimos el coche pronto y nos pusimos en ruta nuevamente hacia el sur. El paisaje seguía siendo muy árido, pero no había rastro de dunas. Más adelante empezamos a subir por el Jbel Bani, otra de las cadenas montañosas importantes de la región.

29 de abril de 2009

Este iba a ser por fin el gran día, el momento de llegar al desierto de arena. Aunque lo más chulo era hacer una excursión en todo terreno y dormir al raso en el desierto, no teníamos tiempo y nos contentábamos con ver las dunas que estuvieran mas cerca de la carretera. Para completar el día, nos acercaríamos a Nekob, ya en la ruta de vuelta a Marrakech.

Ver Marruecos 5 : Zagora - Mhamid - Nekob en un mapa más grande

Cogimos el coche pronto y nos pusimos en ruta nuevamente hacia el sur. El paisaje seguía siendo muy árido, pero no había rastro de dunas. Más adelante empezamos a subir por el Jbel Bani, otra de las cadenas montañosas importantes de la región. Allí encontramos una frase escrita en árabe en la ladera de una montaña al lado de la carretera, de un tamaño tan grande que seguramente se podría leer desde un avión. Aunque no sabemos cual era su significado.

frase en árabe en el Jbel Bani

vista del valle del Drâa desde el Jbel Bani

La carretera bajaba del Jbel Bani y se internaba unos kilómetros por una gran planicie donde se encuentra el gran palmeral de Tagounite. Después volvimos a subir hasta el puerto de Tizi Beni-Selmane (750 m), desde donde había una impresionante vista hacia el sur: en primer término empezaban a verse las primeras dunas de arena, un poco más al sur se intuía el palmeral de Ouled Driss y al final se alzaban las primeras montañas de Algeria.

vista desde Tizi Beni-Selmane

Bajamos de las montañas y a pocos kilómetros antes de Ouled Driss paramos al lado de la carretera para por fin caminar por las primeras dunas del desierto. Eran más bien modestas y entre ellas iban apareciendo algunas acacias. En algunos sitios las dunas tenían en la base una especie de mallas de fibra vegetal, seguramente construidas por las gentes locales para frenar su avance hacia el palmeral. Estuvimos ascendiendo por algunas dunas un rato, empapándonos de ese entorno tan especial.

dunas antes de Ouled Driss

dunas antes de Ouled Driss

dunas antes de Ouled Driss, al fondo Tizi Ben-Selmane

dunas antes de Ouled Driss, al fondo Ouled Driss

Reanudamos la marcha y llegamos finalmente a Ouled Driss, situada en una especie de oasis donde abundan las palmeras y los cultivos. Nos acercamos a dar un vistazo a su Museo Tradicional, donde se exhiben una gran cantidad de objetos de la vida cotidiana autóctona. El señor que nos abrió el museo, antes de irnos nos invitó a un té con menta, costumbre que es común como acto de bienvenida.

Ouled Driss

Museo Tradicional de Ouled Driss

Reemprendimos nuestro camino hacia Mhamid, el pueblo donde se acababa la carretera y empezaba el gran desierto. Mhamid vive básicamente de las excursiones que se organizan para turistas hacia el desierto. Esto viene reafirmado por una anécdota que nos pasó: yendo hacia Mhamid nos cruzamos en la carretera con otro coche. Por el retrovisor vimos que éste paró en seco, dio la vuelta y se dirigió hacia nosotros. Al llegar a nuestra altura nos adelantó y estando en paralelo, bajó la ventanilla y nos dijo si queríamos contratar una excursión con ellos. Parecía que buscaban clientes como fuera!

Finalmente llegamos a Mhamid, y después de descartar varias propuestas de excursiones, dejamos el coche al final de la carretera. Caminamos un rato para alejarnos de las casas y acercarnos más al desierto de El-Yehudi. Las dunas eran pequeñas, y a veces aparecían sucias de la basura que venía del pueblo. Pero de vez en cuando había alguna un poco mejor conservada que se parecía a las que salían en los documentales. Aún así, encontramos más bonitas las que vimos cerca de Ouled Driss.

desierto en Mhamid

desierto en Mhamid

Ya habíamos cumplido uno de los objetivos del viaje, pisar el desierto de arena! Ahora nos tocaba ir regresando a Marrakech. Deshicimos todo el camino que habíamos hecho, pasamos por Zagora y a la altura de Tansikht cogimos el desvío que iba a Nekob. Esa carretera era más estrecha que la anterior, y cuando nos cruzábamos con otro vehículo teníamos que aminorar y apartarnos hacia el arcén. Cuando nos cruzábamos con taxis comunitarios era peor, ellos nunca se apartaban y muchas veces tuvimos que comernos el arcén. Eran unos kamikazes!

Tansikht

La carretera hacia Nekob discurría por un amplísimo valle, flanqueado por dos cadenas montañosas: hacia el norte el Jbel Saghro (de relieves suaves) y hacia el sur el Jbel Rhart (de relieves abruptos y formas tabulares).

Jbel Saghro, de camino a Nekob

Jbel Rhart, de camino a Nekob

Al final llegamos al pueblo de Nekob, enclavado en un gran oasis. Primero fuimos a buscar alojamiento, y entre las pocas opciones que había elegimos la Kasbah Ennakhile, situada a la salida del pueblo. Aunque los patios y salones estaban muy bien decorados y la habitación no estaba nada mal, seguía siendo muy barato (unos 10 € por persona). Desde la terraza de la kasbah había una vista espectacular del oasis de Nekob.

vista de las kasbahs y el oasis de Nekob desde la Kasbah Ennakhile

vista del oasis de Nekob desde la Kasbah Ennakhile

Una vez instalados, fuimos a dar una vuelta por Nekob. Además de su oasis, este pueblo es conocido por tener unas 45 kasbahs del siglo XIX, así que paseamos para ir viéndolas. Mientras algunas kasbahs estaban bien conservadas o restauradas, otras se caían a trozos. Aunque lo que más nos gustó de Nekob fueron sus gentes. A diferencia de otros lugares, aquí la gente no te venía a agobiar, o les parecías indiferente o te miraban con curiosidad. Daba gusto ver como jugaban un grupo de niños sin que te vinieran a pedir nada. Una niña pequeña llamada Sabrina se unió a nosotros parte del trayecto, simplemente yendo a nuestro lado y sonriendo. Si hubiéramos tenido más tiempo, nos hubiéramos quedado un par de días allí!

kasbah de Nekob

Nekob

La zona donde había más kasbahs estaba tocando al palmeral. Como había unos pequeños caminos que se internaban en él, decidimos dar un vistazo. El ambiente era muy fresco. Unos canales regaban pequeñas parcelas donde se cultivaban frutales, palmeras, cereales, alfalfa o menta. Fue un paseo muy agradable!

palmeral de Nekob

palmeral de Nekob

A la hora de cenar nos dirigimos hacia la calle principal, por donde pasa la carretera, que era donde parecía que había más vida. Había muchísimo ambiente, ese día se jugaba la Champions League y la gente se dirigía a los bares a ver algún partido. Nosotros acabamos cenando en uno de ellos nuestro enésimo tajine en tierras marroquíes.


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