MARRUECOS 4: valle del Drâa

28 de abril de 2009 En ese día, nuestra ruta hacia el sur iba a tener otro de los puntos fuertes de nuestro viaje: el valle del Drâa. Es un hermoso valle lleno de palmeras que se abre paso entre zonas casi desérticas. Todo un río de vida en medio de un entorno yermo. Antes de dejar Ouarzazate, nos acercamos a visitar la kasbah de Taurirt. Construida a principios del siglo XX para Madani El Glaoui, está protegida por una imponente muralla. Llegamos pronto, cuando acababan de abrir las puertas de la kasbah. Un chico se ofreció a hacernos de guía, pero preferimos hacer la visita por nuestra cuenta. Se podían visitar una gran cantidad de estancias, pero no había ningún recorrido marcado, por lo que el conjunto de pasillos y habitaciones distribuidos en varios pisos se podía convertir en un laberinto. Solo las estancias más importantes tenían algún tipo de decoración.
28 de abril de 2009
En ese día, nuestra ruta hacia el sur iba a tener otro de los puntos fuertes de nuestro viaje: el valle del Drâa. Es un hermoso valle lleno de palmeras que se abre paso entre zonas casi desérticas. Todo un río de vida en medio de un entorno yermo.

Ver Marruecos 4: Ouarz­azate - Zagora en un mapa más grande
Antes de dejar Ouarzazate, nos acercamos a visitar la kasbah de Taurirt. Construida a principios del siglo XX para Madani El Glaoui, está protegida por una imponente muralla. Llegamos pronto, cuando acababan de abrir las puertas de la kasbah. Un chico se ofreció a hacernos de guía, pero preferimos hacer la visita por nuestra cuenta. Se podían visitar una gran cantidad de estancias, pero no había ningún recorrido marcado, por lo que el conjunto de pasillos y habitaciones distribuidos en varios pisos se podía convertir en un laberinto. Solo las estancias más importantes tenían algún tipo de decoración.
kasbah de Taurirt
kasbah de Taurirt, murallas
kasbah de Taurirt
kasbah de Taurirt
Abandonamos Ouarzazate y pusimos rumbo al sur por la N9. Cada vez el paisaje se iba haciendo más árido, un verdadero desierto de piedras (reg) con algunas plantas dispersas.
reg entre Ouarzazate y Agdz
reg entre Ouarzazate y Agdz
Más adelante la carretera empezó a trepar por el áspero Jbel Saghro, una larga cadena montañosa del Antiatlas. La subida llega a su fin en el collado de Tizi N'Tinififft, desde donde hay una gran vista de las zonas desérticas del norte y del pueblo de Ait Saoun.
Tizi N'Tinififft, al fondo Ait Saoun
Tizi N'Tinififft
La primera ciudad importante que encontramos por esta zona fue Agdz. Era muy caótica y polvorienta, con muchas tiendas de artesanía bereber. Paramos en la plaza principal para descansar en una cafetería.
Nada más dejar atrás Agdz apareció el valle del Drâa en todo su esplendor. El río Drâa nace cerca de Ouarzazate, pero es a partir de Agdz cuando aparece como un inmenso oasis entre el yermo desierto que lo rodea. Casi toda su zona húmeda y fértil está cultivada con cereales, forraje... y sobre todo palmeras datileras. El río llevaba bastante agua, y en él abundaban los tamariscos y las adelfas. Y para completar el conjunto, hacia el fondo aparecía el Jbel Kissane, una cadena montañosa con una forma muy particular. A lo largo de esta ruta, los bonitos paisajes nos hacían parar una y otra vez para contemplarlos durante un rato.
valle del Drâa con el Jbel Kissane al fondo
valle del Drâa
valle del Drâa con el Jbel Kissane hacia la izquierda
valle del Drâa con el Jbel Kissane al fondo
Todo el valle está salpicado de pueblecitos con muchos ksour y kasbahs. A partir del desfiladero de Azlag, el valle del Drâa se ensancha hasta tener varios kilómetros de ancho. Toda esa fértil zona está ocupada por un inmenso palmeral. Como curiosidad, en esta región se producen la mayoría de los dátiles que se consumen en España.
desfiladero de Azlag
valle del Drâa cerca del desfiladero de Azlag
Finalmente llegamos a Zagora, la ciudad más importante del valle del Drâa. Aunque los primeros asentamientos datan del siglo XI, no fue hasta la ocupación francesa del siglo XX cuando Zagora empezó a edificarse. De esta manera, pese a no tener muchas atracciones turísticas, es una buena base de operaciones para ir hacia el desierto.
Aunque todavía era pronto, fuimos ya a buscar alojamiento por Zagora. Después de descartar un par, acabamos en el Aubergue-Restaurant Chez Ali (Avenue Atlas-Zaouite El Barraka). Por la bonita decoración del salón y su fresco jardín, no se parecía en nada a un albergue al uso. Eso sí, las habitaciones eran un poco espartanas. Decidimos hospedarnos con una media pensión, así ya no nos teníamos que preocupar de la cena.
Como todavía teníamos un par de horas de sol, decidimos ir a hacer una pequeña excursión, la ascensión al Jbel Zagora. Para llegar hasta allí, conducimos un par de minutos hacia el vecino pueblo de Amazraou. Nada más atravesar el río Drâa, al lado del hotel La Fibule, giramos a la izquierda por la N12. Un par de kilómetros más adelante, dejamos el coche y empezamos a caminar por la montaña (en un todoterreno se puede subir hasta la cima). Agradecimos el poder estirar las piernas y sobre todo, poder pasear con tranquilidad sin que nos agobiara la gente. Pero cuando llevábamos la mitad del trayecto oímos unas voces lejanas que decían "Monsieur, monsieur!". No supimos que era hasta que las oímos más cerca. En ese momento vimos un grupo de críos que se precipitaba ladera abajo (directamente por la ladera, fuera del camino!) hacia nuestra dirección. Habían salido de la nada de la montaña y parecía que se iban a despeñar al correr hacia nosotros! Cuando nos dieron caza nos pidieron lo mismo que el 99% de los niños marroquíes: dulces. Cuando les dijimos que no teníamos dejaron de tener interés en nosotros.
Jbel Zagora
Seguimos caminando un rato más, pero teníamos claro que no llegaríamos hasta la cima, ya que faltaba poco para que oscureciera. De todas formas, a la altitud que nos encontrábamos ya teníamos una vista espectacular del valle del Drâa: casi todo el valle aparecía cubierto por un inmenso palmeral, flanqueado por el río Drâa, que hacía un meandro enorme al acercarse al Jbel Zagora. Al sur del palmeral, se empezaban a ver las primeras dunas del desierto. Más al oeste se alzaba la ciudad de Zagora.
vista desde el Jbel Zagora
vista desde el Jbel Zagora
vista del palmeral de Zagora desde el Jbel Zagora
Bajamos de la montaña y regresamos a nuestro coche. Respiramos aliviados al encontrarlo de una pieza, ya que lo habíamos dejado en un paraje solitario. Supongo que supuso una ventaja que nuestro coche fuera un discreto Hyundai Athos. Volvimos al hotel para cenar una nueva muestra de la gastronomía árabe.

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