FRANCIA 3: pueblos del Luberon

18 de septiembre de 2017 Dedicamos el día entero para explorar los bonitos pueblos que salpican la región montañosa del Luberon. Nos encantaron las calles congeladas en el tiempo de Oppède Le Vieux, las encantadoras casas de Ménerbes, el agradable ambiente en Gordes o los colores ocres de Roussillon. A la tarde hicimos una excursión en el Colorado Provençal, un lugar donde la tierra tiene unos colores increíbles. Acabamos el día haciendo un corto paseo en Apt, la ciudad mas grande de la región, donde cenamos. Aquel día era el primero en el viaje que no lo pasaríamos de ruta, y lo dedicamos por entero a descubrir la región del Luberon. Recibe su nombre de una larga cadena montañosa que atraviesa la región, delimitando un par de valles llenos de pueblos congelados en el tiempo y grandes campos de cultivo.
18 de septiembre de 2017
Dedicamos el día entero para explorar los bonitos pueblos que salpican la región montañosa del Luberon. Nos encantaron las calles congeladas en el tiempo de Oppède Le Vieux, las encantadoras casas de Ménerbes, el agradable ambiente en Gordes o los colores ocres de Roussillon. A la tarde hicimos una excursión en el Colorado Provençal, un lugar donde la tierra tiene unos colores increíbles. Acabamos el día haciendo un corto paseo en Apt, la ciudad mas grande de la región, donde cenamos.
Aquel día era el primero en el viaje que no lo pasaríamos de ruta, y lo dedicamos por entero a descubrir la región del Luberon. Recibe su nombre de una larga cadena montañosa que atraviesa la región, delimitando un par de valles llenos de pueblos congelados en el tiempo y grandes campos de cultivo. Hay tanto que ver en el Luberon y es tan grande que si se tiene poco tiempo hay que seleccionar bien lo que quieres ver. Como nosotros solo teníamos un día nos centramos en el valle de Calavon, situado entre el Petit Luberon y los montes de Vaucluse, donde están algunos de los pueblos mas populares. Para quien esté planeando una visita a esta zona de Luberon, les recomendamos un vistazo a la web oficial, con muy buena información de las actividades para hacer y los pueblos que descubrir.
El día se había levantado tapado y lloviznaba débilmente. Después de un buen desayuno en nuestra casa de huéspedes de Oppède, nos lanzamos a descubrir los fascinantes pueblos del Luberon. El primero de ellos fue Oppède Le Vieux, un pequeño pueblo en parte abandonado situado a las faldas del Petit Luberon. Tuvimos que dejar el coche en un parking (3 €) situado a medio kilómetro de él. Lo bueno es que el sendero llega a una pequeña loma donde hay una fantástica vista del pueblo. Tardamos muy poco a llegar a las primeras casas de Oppède Le Vieux, y enseguida nos quedamos fascinados. Eran pequeñas y sencillas ca+sas de piedra con algunas plantas floridas en el exterior formando tortuosas callejuelas, donde parecía que no pasaba el tiempo. Aquellas primeras casas estaban muy bien mantenidas, no parecían abandonadas. Un poco más adelante llegamos a la plaza del pueblo, con un pequeño parking para los pocos residentes que debía haber. De allí parte un pequeño sendero empedrado hacia las ruinas abandonadas de Oppède Le Vieux, con algunas casas desmoronadas que la gente fue abandonando cuando se trasladó a Oppède, a cultivar la zona agrícola del valle. Al final llegamos a la iglesia de Notre-Dame d'Alidon, con unas vistas fascinantes de la región. También hay las ruinas de un castillo medieval que estaban restaurando, quizás en un futuro se podrá visitar. Desandamos el camino y volvimos hasta el centro del pueblo para dar una última vuelta. Oppède Le Vieux nos pareció uno de los pueblos más bonitos y tranquilos del Luberon.
Vistas de Oppède Le Vieux
Rincones de Oppède le Vieux
Paseando por el pueblo, de camino a las ruinas que hay colina arriba
Vistas desde las ruinas, con los montes de Vaucluse al fondo
A continuación fuimos hasta Ménerbes, un pueblo más grande situado en la cima de una pequeña colina. Es uno de los más populares de la región, y está inscrito en la lista de “Les Plus Beaux Villages de France“. Aparcamos el coche en una de las calles cercanas al centro (hay un gran parking al este del pueblo). Las calles de Ménerbes eran peatonales y pulcramente empedradas, rodeadas por bonitas casas de piedra, aunque no tan rústicas como en Oppède Le Vieux. Se veían muchas tiendas turísticas, pero la gran mayoría estaban cerradas y había pocos visitantes por el pueblo. Eso hizo muy placentero el paseo por él. Ménerbes es mucho más grande que el anterior, y tiene una infinidad de callejuelas por donde perderse. Nosotros fuimos deambulando sin rumbo, pero ascendiendo hacia la cima de la colina donde se asienta el pueblo. Al final llegamos al Ayuntamiento, un ajado edificio solo reconocible por las banderas oficiales de su fachada. Un poco más allá está la iglesia de Saint Luc, con un gran mirador con unas vistas sensacionales de la región. Sin duda, Ménerbes se merece con creces ser considerado uno de los pueblos mas bonitos de Francia. En una de las pastelerías del pueblo decidimos comprar un sacristain, un dulce típico de la Vaucluse hecho a base de hojaldre retorcido con merengue (3,50 €) que nos pareció delicioso.
Ménerbes
Diversos rincones del pueblo
Parte mas turística del pueblo
Ménerbes y sus vistas (arriba)
Zona alejada del centro
Luego cogimos el coche y atravesamos todo el valle de Calavon hasta las faldas de los montes de Vaucluse, donde se halla Gordes. Es con diferencia el pueblo más turístico y masificado del Luberon. Enseguida lo comprobamos al encontrar el primer parking público lleno, así que lo tuvimos que dejar en el que hay al lado del hospital (4 €). Gordes está dominado por su espléndido castillo renacentista, y la parte más antigua del pueblo está situado bajo él, montaña abajo. Las calles más cercanas al castillo nos parecieron mas nuevas y turísticas. Pero lo bueno de Gordes es que conforme bajas colina abajo por sus callejuelas, el ambiente es más rústico y menos concurrido. Allí pudimos descubrir otro bonito pueblo del Luberon, con callejuelas adoquinadas, bucólicas casas de piedra y mil y un rincones que explorar. Nosotros llegamos hasta casi la base de la colina, donde acaba el pueblo, y fue todo un acierto aunque después tuviéramos que volver subiendo empinadas cuestas. Gordes nos encantó, y no está tan masificado como las decenas de autobuses que encontramos podían hacer pensar, solo hace falta perderse por sus rincones y disfrutar.
Vistas de Gordes
Diferentes lugares de Gordes
Paseando por Gordes
Pequeños rincones del pueblo
Gordes
Abandonamos Gordes y fuimos a un pueblo cercano ineludible en cualquier ruta por el Luberon, Roussillon. Junto con Ménerbes, son los únicos pueblos del Luberon inscritos en la lista de “Les Plus Beaux Villages de France“. Dejamos el coche en un parking que hay en la entrada occidental del pueblo (3 €). Enseguida vimos que Roussillon es diferente a cualquier otro pueblo de la región. Resulta que está encaramado en una pequeña colina compuesta de un ocre con un vivo color rojizo, que se ha usado como elemento de construcción y decorativo del pueblo. De esta forma, todas las casas tienen un característico color rojizo que hace de Roussillon único. Empezamos a pasear por sus encantadoras callejuelas, en las que había pocos visitantes. Verdaderamente, el rojo le da un carácter especial al pueblo. En lo alto de él hay un mirador desde el que se puede ver los afloramientos de ocre de la montaña donde se asienta el pueblo. Éste es relativamente pequeño, aunque tiene algunas callejuelas por donde perderse. Nos gustó mucho, nos pareció otro pueblo imprescindible del Luberon.
Rousillon, un pueblo teñido de ocre
Rincones de Roussillon (abajo dcha., acantilados de ocre) 
Paseando por Roussillon
Para contemplar mejor la maravilla geológica que constituyen los ocres de Roussillon lo mejor es ir al llamado Colorado Provençal (o Colorado de Rustrel). Es un gran afloramiento al aire libre de ocre donde se puede observar todas sus variantes, desde el rojo al blanco. Para contemplarlo en todo su esplendor hay que completar una sencilla ruta de trekking de unas 2 h. El coche hay que aparcarlo en un parking de pago que hay al inicio del sendero (5 €). Después de unos 20 minutos de caminata llegamos al lugar mas fascinante de Colorado Provençal, llamado Le Sahara. Es el lugar donde más afloran los coloridos ocres tan característicos de esta región. Las partes mas bajas eran de un color rojo muy vivo, mientras que las mas elevadas de los acantilados eran blanquecinas, ofreciendo un contraste espectacular. Esta zona es absolutamente mágica, y estuvimos un buen rato dando vueltas y haciendo fotos.
Los espectaculares ocres de Le Sahara
Le Sahara, Colorado Provençal
Lugar con diversas tonalidades de ocre
Después de pasar Le Sahara, hay un sendero que te retorna al parking haciendo una vuelta mas corta, de unos 45 minutos en total. Pero como teníamos tiempo hicimos la ruta mas larga. Tras una hora de empezar el trekking dimos con otro de los lugares destacados, las Cheminées des Fées, una zona donde los ocres rojos crean unas chimeneas de hadas que se elevan entre la vegetación circundante. Están bien, pero solo se pueden ver desde un mirador, no te puedes acercar demasiado a ellas. Poco después llegamos al llamado Désert Blanc, una zona donde afloran únicamente ocres blanquecinos, bonitos pero no tan espectaculares como Le Sahara. Completamos el recorrido circular mas o menos en el tiempo previsto. La excursión nos gustó mucho, nos pareció un plan fantástico para compaginar con la visita de pueblos.
Cheminées de Fées
Désert Blanc
La última parada de aquel día iba a ser Apt, la localidad mas grande del Luberon. El plan era dar un último paseo y cenar algo allí. Dejamos el coche en un parking gratuito situado fuera del centro. Apt nos pareció mas bien una pequeña ciudad que un pueblo, ya que sus trama urbana era muy densa, con casas mas modernas apiñadas unas con otras. Aun así, el ambiente por el centro era agradable, aunque ni mucho menos tan bonito como los pueblos que habíamos visto aquel día. Al ser lunes prácticamente todos los restaurantes estaban cerrados, y no había ni un alma paseando por las calles. Al final dimos con un restaurante abierto al lado del Ayuntamiento, el Cafe du Louvre. Pedimos un menú de 16 €, en el que elegimos tabla de embutidos y queso de cabra fundido de primero, de segundo pechuga de pollo con salsa de champiñones y coquelette con patatas y judías verdes y de postre fromage blanc y mousse de chocolate. Los platos eran enormes y acabamos muy llenos, y en general estaba todo muy bueno. Junto con una jarra de vino tinto, la cena nos salió por 37,30 €, un super-precio por la cantidad y calidad de la cena.
Calles de Apt
Cenando en Apt

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