16 de septiembre de 2017
En el primer día de este road trip salimos de Barcelona a media mañana y a primera hora de la tarde llegamos a la ciudad occitana de Montpellier. Dedicamos el resto del día para explorar sus agradables calles y plazuelas, como la place de la Comédie.
Siempre es excitante cuando se empieza un nuevo viaje, todo son emociones de las aventuras que están por venir. Pero aquel viaje era diferente, ya que normalmente lo solemos empezar yendo hacia el aeropuerto para coger un vuelo. Aquella ocasión íbamos a salir con nuestro propio coche, cosa que hacía los últimos preparativos mas tranquilos, sin la presión de coger un vuelo a una hora determinada. Nuestro destino iba a ser nuestra vecina Francia, en concreto la región de la Provenza y la Costa Azul. Aunque en aquella primera etapa pasaríamos el día en Montpellier, la capital del Languedoc, a las puertas de la Provenza. Neus había estado en la ciudad durante un congreso y le había parecido fascinante, así que desde un principio tuvimos claro que sería nuestra primera parada. Tardamos unas 3 h en llegar a Montpellier, incluyendo una pequeña parada para almorzar.
16 de septiembre de 2017
En el primer día de este road trip salimos de Barcelona a media mañana y a primera hora de la tarde llegamos a la ciudad occitana de Montpellier. Dedicamos el resto del día para explorar sus agradables calles y plazuelas, como la place de la Comédie.
Siempre es excitante cuando se empieza un nuevo viaje, todo son emociones de las aventuras que están por venir. Pero aquel viaje era diferente, ya que normalmente lo solemos empezar yendo hacia el aeropuerto para coger un vuelo. Aquella ocasión íbamos a salir con nuestro propio
coche, cosa que hacía los últimos preparativos mas tranquilos, sin la presión de coger un vuelo a una hora determinada. Nuestro destino iba a ser nuestra vecina
Francia, en concreto la región de la
Provenza y la
Costa Azul. Aunque en aquella primera etapa pasaríamos el día en
Montpellier, la capital del Languedoc, a las puertas de la Provenza. Neus había estado en la ciudad durante un congreso y le había parecido fascinante, así que desde un principio tuvimos claro que sería nuestra primera parada. Tardamos unas 3 h en llegar a Montpellier, incluyendo una pequeña parada para almorzar. Fuimos directamente a nuestro alojamiento,
Couette et Café, una pequeña casa de huéspedes regentada por un señor muy simpático. La habitación era fenomenal, y daba a un tranquilo jardín donde se servía por la mañana el desayuno. Éste estaba incluido y consistía en zumos recién hechos, pastel de limón, yogurt, croissant, pan… Una buena forma de empezar bien el día. Su ubicación estaba bastante alejada del centro, ya que en nuestra elección pesó el hecho de poder aparcar sin problemas (la casa está en una zona residencial). Al menos, cerca hay una parada del tranvía de la línea 1 (Château d’Ô), así que se puede ir en poco tiempo al centro. La habitación nos salió por 95 €, un precio algo caro pero había que tener en cuenta que era un sábado y lo reservamos con poco tiempo de antelación. Aun así, repetiríamos sin dudar por las facilidades de aparcamiento y de transporte público al centro.
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Nuestra habitación |
Eran sobre las 15 h cuando salimos a visitar Montpellier. Cogimos el tranvía en Château d’Ô (1,60 € el billete sencillo), y nos bajamos en la parada de Louis Blanc, en el extremo norte del centro histórico. Al entrar David se dio cuenta que Neus no exageraba nada cuando decía que era un lugar mágico. Sus callejuelas eran casi todas peatonales, rodeadas por bonitas casas de piedra ocre y ventanas pintadas con un característico azul plomo. Todas las casas tenían un estilo muy similar, sin edificios modernos discordantes, y aquí y allá se podían ver interesantes mansiones del siglo XVIII y antiguas iglesias.
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Entrando en el casco histórico de Montpellier |
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Típicas casas de Montpellier |
Pronto dimos con el templo cristiano más importante de la ciudad, la Catedral de San Pedro (Saint-Pierre), la cual tiene un aspecto muy peculiar. Dos altas torres cilíndricas se erigen delante de su entrada principal, dándole un aspecto muy militar. De hecho estas dos torres son restos de la catedral originalmente construida en el siglo XVI. Mas tarde, fue destruida durante las guerras de religión francesas, ya que Montpellier fue un importante feudo del protestantismo. Su aspecto actual data del siglo XIX, en el que fue reconstruida aprovechando las dos torres de la antigua catedral que continuaban en pie. Desgraciadamente, la catedral estaba cerrada y no pudimos ver su interior. Justo a su lado está la Facultad de Medicina, en lo que hasta el siglo XVIII fue la sede episcopal. En esos días había una especie de jornadas de puertas abiertas, así que pudimos visitar su salón de actos, la antigua sacristía de los obispos, donde se leen las tesis doctorales de medicina. Había retratos de sus doctores más ilustres, entre los que nos sorprendió encontrar el del médico valenciano Arnau de Vilanova. Precisamente para nutrir de plantas aromáticas a los médicos se creó el Jardin des Plantes, situado muy cerca. Nos acercamos a darle un vistazo, pero nos pareció un poco desangelado y desatendido.
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La imponente Catedral de San Pedro |
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Salón de actos de la Facultad de Medicina |
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Jardin des Plantes |
Continuando por el borde occidental del casco histórico llegamos a uno de los conjuntos monumentales más importantes que hay fuera de él, la Promenade du Peyrou. En su origen era una pequeña colina situada extramuros, y su construcción fue fruto de la casualidad: en el siglo XVII el terreno fue aplanado para la firma, con toda la pompa, de un tratado de paz después de que la mitad de la ciudad fuera destruida tras una rebelión protestante. Tras la firma, los comerciantes vieron la ocasión de aprovechar aquel terreno llano para montar un espacio de ferias y mercados, y tiempo después, se decidió erigir los monumentos que hay hoy en día. Consiste en una gran explanada con algunos jardines y una gran estatua ecuestre de Luis XIV, con un mirador en un extremo y un gran Arco de Triunfo en el otro. Al ser el espacio verde más grande cercano a la ciudad estaba lleno de gente paseando, disfrutando de los últimos días de verano.
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Promenade du Peyrou |
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Arco de Triunfo |
Volvimos al casco histórico de Montpellier, a deambular sin rumbo por sus agradables callejuelas, sin duda la mejor forma de disfrutar plenamente de la ciudad. Nos dirigimos hacia una de sus calles mas populares, la Rue de la Loge. Por la cantidad de gente que había paseando parecía ser la preferida de los locales, aunque también ayudan los abundantes comercios, cafés y terrazas que había. Esta calle da a la plaza más conocida de Montpellier, la Place de la Comédie. Es una inmensa plaza peatonal llamada así por estar situada justo delante de la Ópera con el mismo nombre. Parecía que aquella plaza era el lugar de encuentro de los locales, y todavía había mas gente que en la Rue de la Loge. Hacia el norte, la plaza se ensancha formando el tranquilo jardín de la Esplanade Charles de Gaulle, con grandes plátanos que dan sombra los días calurosos como aquel. Un poco más al norte está Le Corum, un palacio de congresos al que se puede subir a su azotea para contemplar las vistas de la región.
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Rue de la Loge |
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Place de la Comédie |
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Place de la Comédie, con la Ópera al fondo |
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Promenade Charles de Gaulle |
A continuación seguimos caminando hacia al este para dar un vistazo a un barrio singular, l’Antigone. Resulta que a finales de los años 70 en aquel lugar se erigía un gran cuartel militar que se decidió desmantelar, creando un gran barrio nuevo. El responsable de diseñarlo fue el arquitecto catalán Ricardo Bofill que, con un estilo neoclásico, buscaba un viaje al origen de la arquitectura clásica griega y romana. Y al pasear por allí nos dio la sensación que lo había conseguido, el único problema que encontrábamos es que ese tipo de arquitectura no concordaba con el del vecino casco histórico, y daba la sensación de impostura. Aun así, debía ser estupendo vivir allí, por la gran cantidad de espacios verdes que había, totalmente separados y alejados del tráfico de vehículos.
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L'Antigone |
Como llegamos al extremo este de l’Antigone y estábamos cansados para deshacer el camino, cogimos un tranvía en la parada de Place de l’Europe y volvimos a la Place de la Comédie. Lo que nos quedaba de tarde la dedicamos a explorar el barrio de Saint-Roch, en la parte sur del centro. Esta zona es mucho mas tranquila, y está llena de callejones por los que perderse en busca de lugares apacibles. Con este último paseo dimos por concluida nuestra visita a Montpellier. Pasamos unas 5 horas pateándola de cabo a rabo, la mejor forma de descubrirla. Y aunque no tiene monumentos muy destacables, lo mejor es pasear sin rumbo por sus callejuelas llenas de encanto. Sin duda, es una ciudad a la que volveríamos una y otra vez.
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Plazuela en el barrio de Saint-Roch |
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Explorando Saint-Roch |
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Otro lugar típico de Montpellier |
Para cenar teníamos ganas de comer unas buenas
galettes francesas, así que buscamos una crêperie por el centro. Al final acabamos en
Les Casseroles en Folies, que tiene una terraza en una tranquila plaza. Pedimos una galette de pollo especiado al limón y otra con carne de kebab, ambas riquísimas, acompañadas de un buen vino tinto de mesa. Redondeamos la noche con una crêpe de azúcar para endulzarla. Al final la cena nos salió por 23,70 €, un buen precio para un restaurante muy recomendable.
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Nuestras galettes |
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