ALEMANIA 5: Rothenburg ob der Tauber

18 de agosto de 2019 A primera hora de la mañana cogimos el tren y después de hacer un transbordo llegamos al bucólico pueblo de Rothenburg ob der Tauber. Dejamos nuestro equipaje en las consignas de la estación y nos lanzamos a patearlo. Estuvimos unas cuantas horas descubriendo los mil y un lugares mágicos de este pueblo, que no nos defraudó pese a nuestras altas expectativas. A primera hora de la tarde volvimos a la estación de tren, y tras dos transbordos, llegamos a Núremberg, donde pasaríamos los siguientes días. Aquel día estaba señalado en nuestro planning, ya que visitaríamos uno de los pueblos mas bonitos de toda Europa, Rothenburg ob der Tauber. Su casco histórico medieval rodeado de murallas es uno de los mejor conservados en Alemania.
18 de agosto de 2019
A primera hora de la mañana cogimos el tren en Würzburg y después de hacer un transbordo llegamos al bucólico pueblo de Rothenburg ob der Tauber. Dejamos nuestro equipaje en las consignas de la estación y nos lanzamos a patearlo. Estuvimos unas cuantas horas descubriendo los mil y un lugares mágicos de este pueblo, que no nos defraudó pese a nuestras altas expectativas. A primera hora de la tarde volvimos a la estación de tren, y tras dos transbordos, llegamos a Núremberg, donde pasaríamos los siguientes días.
Aquel día estaba señalado en nuestro planning, ya que visitaríamos uno de los pueblos mas bonitos de toda Europa, Rothenburg ob der Tauber. Su casco histórico medieval rodeado de murallas es uno de los mejor conservados en Alemania. Hacía tiempo que queríamos ir allí, pero quedaba alejado de los principales lugares turísticos del sur del país. Cuando empezó a surgir la idea de hacer una ruta entre Frankfurt y Núremberg nos pareció una excusa perfecta para visitarlo. Pero al ser un viaje en transporte público nos surgió la pregunta si sería fácil llegar sin necesidad de disponer de coche: ¿Cómo llegar a Rothenburg ob der Tauber en transporte público? La verdad es que es bastante fácil y rápido en tren, hay dos opciones:
  • Desde Würzburg: fue la opción que usamos a la ida. El trayecto dura 1 h 9 min y solo se tiene que hacer un transbordo (en Steinach). Hay un tren cada hora, a horarios regulares (consultad horarios).
  • Desde Núremberg: fue la opción que usamos a la vuelta. El trayecto dura 1 h 29 min y se hacen 2 transbordos (en Ansbach y Steinach). Mas o menos un tren cada hora, pero los horarios dependen de los transbordos (consultad horarios).
Las dos opciones nos parecieron bastante eficientes, ya que los tiempos de espera en los transbordos siempre fueron inferiores a 10 minutos. El precio del viaje es relativamente barato si se usa el bono Bayern Ticket, el cual permite hacer uso de toda la red de transporte público de Baviera (excepto los trenes IC / ICE) durante un día; en nuestro caso, al ser dos personas nos costó 32 € (los billetes normales de ida y vuelta nos hubieran costado 65,60 € en total). Por último, para los que como nosotros hacen ruta, les interesará saber que hay un buen número de consignas en la estación de Rothenburg. Tienen tamaños variables, y en las mas grandes cabe bien una maleta grande (los precios van de 1 a 3 € para todo el día, en función del tamaño). A nosotros nos fueron geniales, ya que íbamos a Rothenburg con nuestro equipaje y a la noche no volvíamos a Würzburg, si no que proseguiríamos hasta Núremberg.
Rothenburg ob der Tauber
Aquel día madrugamos un poco y bajamos a desayunar pronto al excelente buffet de nuestro hotel de Würzburg. Queríamos coger el tren que pasaba a las 8:41 para hacer la visita sin prisas. En la estación de tren nos pasó algo que nos hizo gracia: al ir a comprar los billetes en una máquina, ésta nos ofreció el Bayern Ticket ya que nos salía mas económico. Ojalá en otras partes del mundo se pensara tanto en el usuario… El tren salió a su hora de Würzburg y tras unos 40 minutos llegamos a la estación llamada “Steinach (b Rothenburg ob der Tauber)” (el nombre entre paréntesis indica que es donde hay que cambiar de tren para ir a Rothenburg). Tuvimos que cambiar de andén y esperar unos 10 minutos para enlazar con el siguiente tren, el cual solo hace la ruta de 15 minutos entre esta estación y Rothenburg. Una vez allí, dejamos nuestro equipaje en las consignas y nos lanzamos a descubrir el pueblo.
La estación de tren queda a poca distancia del centro histórico de Rothenburg ob der Tauber, apenas 5 minutos caminando. Así que entramos en él por su parte este, donde se alza una de las puertas de entrada al recinto amurallado, la puerta Röder. Atravesamos un sistema de fortificaciones magnífico, con un pequeño bastión, un estrecho puente sobre un foso y una torre defensiva (Röderturm), todo conservado estupendamente bien. Una vez dentro del pueblo, no pudimos dejar de maravillarnos. La calle estaba flanqueada por bucólicas casitas, algunas de ellas de entramado de vigas de madera. La verdad es que había superado nuestras altas expectativas. El ambiente era de lo mas placentero, eran sobre las 10 de la mañana y no había apenas turistas, y la única gente que había eran parroquianos que se dirigían a sus quehaceres. Eso nos gustó: aquella era una ciudad viva, no un espectáculo turístico como en el que se transforman lugares parecidos a este. Luego vimos que aquella calle, Rödergasse, es una de las mas bonitas de Rothenburg y muchos turistas la ignoran en sus visitas apresuradas.
Entrando al reciento amurallado por la puerta Röder
Rödergasse
Rödergasse
Rödergasse, con la Markusturm al fondo
Al poco llegamos al epicentro de Rothenburg, la Marktplatz. Fue un gran cambio, tanto de arquitectura como de ambiente. ¡Por allí circulaban riadas de turistas! Esta plaza es donde se encuentran uno de los edificios históricos mas importantes, el Ayuntamiento, construido en el siglo XIV y rematado con un alto campanario visible desde casi toda la ciudad. Enfrente se encuentra la también antigua fuente de San Jorge, del siglo XIV, aunque a nosotros nos llamó mas la atención las preciosas casas de entramado de madera que hay detrás, un lugar encantador. Desde allí seguimos hacia el oeste por la Herrngasse, una calle donde se agolpan las antiguas mansiones de los nobles de la ciudad. Era un espectáculo, no podíamos dejar de mirar aquí y allá. Todas las casas le daban al pueblo un gran ambiente medieval, y no había ni un solo edificio moderno que desentonara. En el extremo oeste se alza otra de las puertas de la ciudad, protegida por la Burgturm. Más allá hay un gran jardín en una pequeña meseta sobre un río, con algunas vistas sobre Rothenburg (aunque no son gran cosa).
La Marktplatz y la fuente de S. Jorge
Marktplatz, con el Ayuntamiento a la izq.
Herrngasse
Burgturm (izq.) y Herrngasse (dcha.), donde entramos en una de las casas (abajo dcha.)
Volvimos al centro de Rothenburg y nos dirigimos a su centro espiritual, la iglesia de S. Jacobo (St. Jakobskirche). Es un templo pequeño pero muy alto, construido en el siglo XIV. Alberga dos tesoros sencillamente espectaculares: el Altar de los 12 Apóstoles y sobre todo el retablo de la Santa Sangre. Para ver éste último hay que pagar 3 € de entrada, pero vale la pena apreciar todos los relieves que tiene este gran retablo, en el que se escenifica la Última Cena. Al salir de la iglesia nos dirigimos hacia el noreste, por las calles Georgengasse y Galgengasse, donde volvíamos al Rothenburg que habíamos disfrutado a primera hora de la mañana: lugares de una gran belleza sin apenas gente.
Iglesia de S. Jacobo: retablo de la Sta. Sangre (arriba) y Altar de los 12 Apóstoles (abajo izq.)
Heugasse, muy cerca de la iglesia
Georgengasse, con la Weisserturm al fondo
Galgengasse
Nuevamente volvimos a la Marktplatz y tomamos la calle que se dirige al sur, Schmiedgasse. Es sin duda la calle más turística, llena de gente y de tiendas orientadas a los turistas. Aun así, el gentío no podía eclipsar la enorme belleza de sus casitas. Vimos que había gente que había alquilado bicis para descubrir la ciudad, pero no es del todo buena idea. Esta calle hace una bajada muy pronunciada y sus adoquines debían ser un infierno para los ciclistas. Enseguida llegamos a Plönlein, uno de los lugares mas fotografiados de Rothenburg. No es más que una pequeña intersección de calles, pero las casas y la torre Sieber forman un marco de gran belleza. No obstante, lo bueno de Rothenburg es que la ciudad está llena de rincones tan o más bonitos como este, por lo que es muy conveniente deambular sin rumbo. En el extremo sur del pueblo encontramos el Antiguo Hospital, una serie de edificios del siglo XVII a los que vale la pena dar un vistazo.
Schmiedgasse
Plönlein
Sieberturm
Antiguo Hospital
Con aquel recorrido llegamos al extremo sur de Rothenburg, donde se alza precisamente Spitalturm, una torre de defensa que protege la puerta del Hospital. Desde la torre se puede subir a las murallas que rodean la ciudad y recorrer su camino de ronda (¡gratis!). Al estar éste elevado, tuvimos una perspectiva de la ciudad diferente. Llegamos hasta la Röderturm, en la parte este, y vimos que se podía subir a lo alto para tener vistas de la ciudad. Fue todo un acierto, por solo 2 € de entrada se tienen unas magníficas vistas de 360º. Además, dentro de la torre se explica la historia del bombardeo de Rothenburg en la 2ª Guerra Mundial. Se hacía difícil pensar que aquella maravilla de pueblo hubiera podido ser destruido. Pero hubo un pequeño bombardeo americano sobre la ciudad que destruyó algunas casas, salvándose la mayoría de lugares históricos. Un grupo de soldados nazis defendía la ciudad, y los americanos amenazaron de bombardearla masivamente para conseguir su rendición. Pero el Secretario de Guerra americano lo impidió, convenciendo a la guarnición nazi para que se rindiera. Resulta que su madre había visitado años atrás Rothenburg y le había contado lo maravilloso que era aquel lugar. Fue un acto de sentido común, dentro de la sinrazón que representa una guerra.
Recorriendo las murallas de la ciudad
Vistas de Rothenburg desde la Röderturm
Vistas de la muralla desde la Röderturm
No podíamos irnos de Rothenburg sin probar una de sus especialidades locales, las schneeballen o bolas de nieve. No son mas que tiras de masa quebrada con forma esférica, espolvoreada de azúcar glasé. Esas son las tradicionales, hoy en día las hacen de muchos mas sabores. En la calle Schmiedgasse hay muchas pastelerías que las venden y son baratas. Nosotros decidimos comprar una bola para probar (2 €). Justo delante de la pastelería había una carnicería donde vendían salchichas fritas, y no nos pudimos resistir (2 € por una salchicha gigante). Fuimos a las escaleras del Ayuntamiento para dar cuenta de los manjares que habíamos comprado. Las schneeballen no eran nada del otro mundo, quizás tienen mas gracia si se compran con algún sabor. Y las salchichas… ¿qué decir? Es difícil encontrar una salchicha en Alemania que no esté deliciosa.
Almorzando especialidades alemanas
Mientras dábamos cuenta de nuestro almuerzo frugal pensábamos en las maravillas que habíamos visto en Rothenburg ob der Tauber. El pueblo es tal cual como sale en las fotos, e incluso mas, con decenas de lugares simplemente maravillosos. Y lo mejor de todo que es una ciudad viva, con gente que hace su vida allí, con sus comercios… Aquello le daba mucha autenticidad, no es como en muchos barrios de Venecia, donde ya no vive nadie. Obviamente es un lugar turístico, con mucha gente, pero es fácil salirse de los circuitos por los que transitan los grupos organizados y encontrarte prácticamente solo. En pocas palabras, Rothenburg nos encantó. Al final estuvimos cerca de 5 horas pateando toda la ciudad, pero es posible hacer una buena visita en la mitad de tiempo a ritmo rápido si no se tiene mucho tiempo.
Regresamos a la estación de tren de Rothenburg y recuperamos nuestro equipaje de las consignas. Como explicamos antes, no regresábamos a Würzburg si no que continuábamos hacia Núremberg, donde haríamos noche. El trayecto en tren es el que detallamos antes, con transbordos en Steinach y Ansbach. Salimos de Rothenburg poco después de las 15 h y llegamos a la estación de tren Núremberg a las 16:35 h. Nuestro alojamiento para los siguientes días estaba justo al lado de ella, y fue el Hotel Marienbad. Era un establecimiento modesto pero con un buen número de habitaciones. La nuestra era amplia y tenía todo lo necesario, sin lujos, era perfecta para nosotros. El desayuno estaba incluido y consistía en un buffet de una gran variedad de productos (huevos revueltos, salchichas, quesos, embutidos…), la verdad es que estaba por encima de la calidad de la habitación. La ubicación era genial para nosotros, a 5 minutos caminando del centro y a menos de la estación de tren. El precio de la noche fue de 95 €, que consideramos ajustado para lo que recibimos a cambio.
Nuestra habitación de Núremberg
Después de ducharnos y de descansar, fuimos a buscar un sitio para cenar. Para descansar de tanta cocina alemana hipercalórica, decidimos cambiar e ir a la Pizzería Southside, un sitio muy local ya que estaba situado al sur de las vías del tren. Pedimos un par de pizzas, una con prosciutto de Parma y otra con atún y pimientos, ambas muy buenas. Junto con una cerveza y una radler, la cena nos salió por 21,60 €.
Nuestra cena

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