17 de agosto de 2019
A primera hora de la mañana cogimos un Flixbus hasta Würzburg, y dedicamos el resto del día a explorarla. Primero visitamos la Residenz, un enorme e interesante palacio patrimonio de la Unesco. Después paseamos por su tranquilo casco histórico, salpicado de interesantes iglesias. Por la tarde subimos hasta la base del castillo de Marienberg para ver las vistas de la ciudad, aunque no llegamos a entrar en él.
Aquella mañana el despertador sonó temprano, ya que abandonaríamos Frankfurt, la primera ciudad de nuestra ruta alemana, y partiríamos hacia la ciudad francona de Würzburg. Tras dar cuenta del desayuno buffet del hotel y de hacer el check-out nos dirigimos hacia la Hauptbahnhof de Frankfurt. Pero no íbamos a coger un tren, aunque es una de las opciones para llegar a Würzburg.
17 de agosto de 2019
A primera hora de la mañana cogimos un Flixbus desde Frankfurt hasta Würzburg, y dedicamos el resto del día a explorarla. Primero visitamos la Residenz, un enorme e interesante palacio patrimonio de la Unesco. Después paseamos por su tranquilo casco histórico, salpicado de interesantes iglesias. Por la tarde subimos hasta la base del castillo de Marienberg para ver las vistas de la ciudad, aunque no llegamos a entrar en él.
Aquella mañana el despertador sonó temprano, ya que abandonaríamos Frankfurt, la primera ciudad de nuestra ruta alemana, y partiríamos hacia la ciudad francona de Würzburg. Tras dar cuenta del desayuno buffet del hotel y de hacer el check-out nos dirigimos hacia la Hauptbahnhof de Frankfurt. Pero no íbamos a coger un tren, aunque es una de las opciones para
llegar a Würzburg. El problema del
tren es que es caro, y como el viaje atraviesa dos estados federados alemanes (Hesse y Baviera), no se pueden usar los bonos de descuento
Länder ticket. Por fortuna, existe una compañía de buses llamada
Flixbus que une las dos ciudades a precios asequibles. A nosotros nos costó 8 € cada billete comprándolo con un par de semanas de antelación (en temporada baja se pueden comprar de un día para otro). El trayecto en bus dura casi 2 h, mas o menos lo mismo que el viaje en tren RE (1 h 50 min) pero algo mas que uno en tren ICE (1 h y poco). Pero si no te importa tardar 40 minutos mas en llegar a tu destino, la opción de Flixbus es muy recomendable. Y una gran ventaja es que esos buses paran en las estaciones centrales de cada ciudad, algo muy práctico. En el caso de Frankfurt, la parada estaba justo al sur de la Hauptbahnhof.
Nuestro bus salió puntual a las 8:05 h y el trayecto duró casi 2 h. Solo hizo una breve parada en una especie de centro comercial. Nada mas llegar a
Würzburg fuimos a nuestro hotel para dejar el equipaje, el
Dorint Hotel. Es un gran hotel situado al noreste del casco antiguo, en una buena ubicación a poco tiempo a pie de él. Al llegar tan pronto (sobre las 10 de la mañana) no nos dieron la habitación en aquel momento, pero nos ofrecieron dejar nuestras cosas en un almacén. Cuando mas tarde fuimos a que nos dieran la habitación vimos que era grande y con todo lo necesario, aunque sin lujos. El desayuno estaba incluido y era lo mejor, con un gran surtido de productos salados y dulces, que se veían de calidad. El precio estaba en consonancia con estas prestaciones, y fue de 140 € la noche, aunque lo encontramos un poco exagerado para lo que obtuvimos a cambio.
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Nuestra habitación en Würzburg |
Así que dejamos nuestros bártulos en el hotel y nos lanzamos a descubrir Würzburg. Esta ciudad tiene una historia muy interesante. Y es que desde la Edad Media (siglo XII) hasta principios del siglo XIX fue un obispado-principesco. La ciudad y los territorios de la Baja Franconia eran gobernados por un obispo, el cual era la máxima autoridad en la diócesis de Würzburg. Esta peculiar forma de gobierno fue usual en la Alemania medieval. Los príncipes-obispos gobernaron desde el Castillo de Marienberg, pero con la llegada de la ilustración prefirieron mudarse al lujoso palacio de la Residenz. Würzburg fue casi completamente arrasada por las bombas en las últimas semanas de la 2ª Guerra Mundial. Su casco histórico barroco fue borrado del mapa, pero sus iglesias y otros edificios históricos fueron reconstruidos mas tarde.
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Casas barrocas del centro, con el castillo de Marienberg al fondo |
Lo primero que hicimos fue ir a visitar la Residenz (entrada, 7,5 €), la residencia de los príncipes-obispos a partir del siglo XVIII. Fue encargada por Johann von Schönborn, miembro de una familia noble muy importante que consiguió que años atrás le eligieran como príncipe-obispo. El encargado de construirla fue el arquitecto barroco Neumann, el cual alzó un palacio a la altura del de Versalles en París o de Schönbrunn en Viena. Durante los bombardeos de la guerra fue dañado, aunque no tanto como el resto de la ciudad, sobreviviendo algunas de las salas. Los empleados del palacio lograron salvar el mobiliario, que fue puesto a buen recaudo semanas antes de los bombardeos. Pese a que no está totalmente reconstruido, hoy en día está declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Cuando entramos nos dijeron en taquillas que hacía poco había empezado una visita guiada en inglés, a la que fuimos a unirnos rápidamente (después vimos que tuvimos suerte, ya que en temporada alta solo hay tres al día: 11, 13:30 y 15 h). Encontramos al grupo en la gran
escalera de honor por la que se accede a las dependencias nobles. Y prácticamente no pudimos atender a las explicaciones del guía debido a la majestuosidad de aquella sala. Estaba ricamente adornada con mármoles, pero lo mejor de todo fue el gran fresco en trampantojo que recubría su techo. De hecho, esta zona del palacio fue una de las que se salvó del bombardeo. El guía era un chico muy simpático que explicaba las cosas de forma amena y divertida, haciendo ingeniosos chistes a menudo. Ir con la visita guiada es la única forma de ver los
Apartamentos Imperiales, cerrados al público general. En nuestro caso eran los Apartamentos Imperiales del Sur, que el guía nos explicó que estaban destinados a los invitados del príncipe-obispo. Las salas eran un portento de lujo y distinción, y lo mejor de todo era que casi todos sus elementos eran originales, ya que aquella zona había sufrido pocos daños y los muebles fueron llevados a un sitio seguro. Una de las salas mas espectaculares es la Sala de los Espejos, totalmente recubierto de ellos. Aunque el paso por estos apartamentos fue corto, nos gustó mucho, sobre todo porque si no haces la visita guiada, ves muy pocas salas decoradas. Habíamos leído que se podía visitar la
Hofkirche, la capilla del palacio, pero no vimos ninguna indicación hacia ella, así que es posible que el número de salas abiertas varíe en el tiempo. Lo peor es que dentro de la Residenz no se pueden hacer fotos, así que para haceros una idea podéis hacer el
tour virtual de la web oficial. La única zona del palacio que se puede ver sin pagar entrada es el jardín, al que fuimos a darle un vistazo, aunque no era nada del otro mundo.
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La Residenz desde sus jardines |
A continuación nos lanzamos a descubrir el centro histórico de Würzburg. Como explicamos antes, éste fue arrasado en los bombardeos, y eso se notaba en lo moderno que parecían los edificios y en la sencillez de sus formas. Aun así, es casi enteramente peatonal, por lo que es muy agradable para pasear. Salpicando el centro hay diversos edificios históricos reconstruidos que merece la pena visitar, especialmente iglesias. La mas importante es la Catedral de S. Kilian, su fachada que mira a Domstrasse es una de las estampas de la ciudad. Tanto por fuera como por dentro da la sensación de ser muy moderna, pero tiene algunas antigüedades interesantes, como varias tumbas muy decoradas de príncipes-obispos. Muy cerca se encuentra la Nueva Catedral (Neumünster), con una impresionante fachada barroca y que alberga en la cripta el sarcófago con los restos de S. Kilian, patrón de la ciudad y de Franconia.
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Centro peatonal, solo atravesado por tranvías |
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La Catedral de S. Kilian, con algunas tumbas de príncipes-obispos (dcha.) |
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Animado centro de Würzburg, con el Rathaus al fondo |
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Catedral Nueva |
Unas de las pocas mansiones barrocas reconstruidas se encuentra en Marktplatz. Se trata de la llamada Casa del Halcón (Falkenhaus), con una fachada ricamente decorada con estucos. La verdad es que su estética choca con las casas reconstruidas cercanas, que tienen un estilo mas funcional. En la misma plaza se alza la Marienkapelle, una bonita iglesia inconfundible por sus colores rojos y blancos de su exterior. Muy cerca hay otro de los símbolos de la ciudad, su Ayuntamiento (Rathaus), cuyos orígenes se remontan al siglo XIII. Su fachada tiene la curiosidad de tener un gran árbol verde pintado. Era un árbol que crecía delante de él y que había visto pasar los siglos; al morirse (en el siglo XVI), decidieron pintarlo en la fachada del ayuntamiento en su recuerdo. Esta zona del Ayuntamiento estaba muy animada… a decir verdad estaba hasta los topes de gente, cosa que no nos esperábamos pese a ser sábado. Antes de viajar no conocíamos Würzburg ni habíamos oído hablar de ella, pero quizás es un destino popular del turismo interno.
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La Casa del Halcón |
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Marienkapelle |
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El Ayuntamiento y su concurrida plaza |
Empezábamos a tener un poco de hambre, y como íbamos muy bien de tiempo decidimos sentarnos en algún restaurante. Aunque pueda parecer mentira, en el centro había relativamente pocos restaurantes alemanes (descartamos los fast-food o los de cocina internacional), y los pocos que había estaban hasta la bandera. Nos tuvimos que alejar un poco del centro para encontrar un sitio que nos agradara, y fue
Karthäuser, un modesto restaurante de cocina local. Como no queríamos comer demasiado nos pedimos para compartir una currywrust con patatas fritas, acompañada de cerveza y de un vino local (Franconia es una de las regiones vinícolas alemanas). Nos vino bien para descansar un rato y llenar algo el depósito (en total, 11,50 €).
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Nuestro almuerzo |
Volvimos al centro y nos encaminamos a la ribera del río Meno, que está atravesado por el Puente Viejo, con unas bonitas vistas de la ciudad y del castillo de Marienberg, el castillo que domina Würzburg desde su colina. Precisamente nos encaminamos hacia él. No teníamos intención de entrar, ya que habíamos leído que no era muy interesante por dentro. Pero en su base hay un mirador con unas vistas fantásticas de la ciudad. De su perfil emergían los campanarios de las tres iglesias que habíamos visto (la Catedral, la Nueva Catedral y la Marienkapelle) y el del Ayuntamiento. Fue un buen punto final para aquella visita. En general Würzburg nos gustó mucho, pero no lo suficiente para considerarlo imprescindible en una ruta por la región. Si se visita en coche, es posible hacer una visita de medio día y completar el día con otra visita cercana.
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Puente Viejo |
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Vista del castillo desde el Puente Viejo |
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Vista del centro de Würzburg desde la base del castillo |
Nos retiramos a nuestro hotel a descansar y darnos una merecida ducha. Después volvimos al centro a cenar y buscamos algún restaurante de cocina tradicional francona, ya que era el primer día que estábamos en Franconia. En general los restaurantes estaban hasta los topes, y los de cocina alemana nos dio la sensación que más aún. Al final encontramos mesa en
Wirtshaus Lämmle, aunque la tuvimos que compartir con otra pareja (cosa frecuente en restaurantes alemanes). Pedimos un par de platos clásicos francones: por una parte, Fränkischer Sauerbraten, un asado de carne de ternera adobada bañada de una potente salsa, acompañada de klöße, una especie de dumplings de patata; por otra parte, unas Lammbratwürste o salchichas de carne de cordero. El asado era muy sabroso, y la carne no estaba nada dura, por no hablar de lo ligeros y deliciosos que son los klöße. De las salchichas nos sorprendió su potente sabor a cordero, nunca las habíamos probado de esta carne. Para beber pedimos una jarra de cerveza y un vino blanco local (bastante bueno). La cena fue una de las mejores de nuestro viaje, todo un acierto, y además tuvo un precio bastante razonable (34,60 €).
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Nuestra fantástica cena |
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