GEORGIA 1: llegada a Borjomi

1 de agosto de 2018 Aquel día iba a dar para poco, ya que aterrizamos en el aeropuerto de Tiflis bien entrada la tarde. Allí recogimos nuestro coche de alquiler y tras conducir casi 3 horas llegamos a Borjomi, donde haríamos noche. Empezaba aquel viaje que nos llevaría durante 12 días por una gran variedad de rincones de Georgia. Nuestro vuelo salía por la mañana, así que después de levantarnos acabamos de hacer el equipaje y nos dirigimos al aeropuerto de Barcelona. El vuelo de Georgian Airlines salía a las 10:35 h, pero antes teníamos que facturar. En la cola una señora georgiana que trabajaba en España charló un poco con nosotros: se extrañaba que viajáramos a su país (consideraba que era atrasado… ¿Quién iba a querer ir?) y que no conociéramos a nadie allí, así que nos anotó el móvil de su hijo, por si nos pasaba algo
1 de agosto de 2018
Aquel día iba a dar para poco, ya que aterrizamos en el aeropuerto de Tiflis bien entrada la tarde. Allí recogimos nuestro coche de alquiler y tras conducir casi 3 horas llegamos a Borjomi, donde haríamos noche.
Empezaba aquel viaje que nos llevaría durante 12 días por una gran variedad de rincones de Georgia. Nuestro vuelo salía por la mañana, así que después de levantarnos acabamos de hacer el equipaje y nos dirigimos al aeropuerto de Barcelona. El vuelo de Georgian Airlines salía a las 10:35 h, pero antes teníamos que facturar. En la cola una señora georgiana que trabajaba en España charló un poco con nosotros: se extrañaba que viajáramos a su país (consideraba que era atrasado… ¿Quién iba a querer ir?) y que no conociéramos a nadie allí, así que nos anotó el móvil de su hijo, por si nos pasaba algo… Nos hizo mucha gracia su preocupación y agradecimos su hospitalidad. Embarcamos a la hora prevista en el avión, un curioso Embraer (¡de fabricación brasileña!) tan pequeño que solo tenía dos filas de dos asientos. Todos iban llenos, mayoritariamente por georgianos que volvían a su país por vacaciones. No sabemos por qué razón el avión no cerró sus puertas para salir, así que pasó lo inevitable: perdió su slot de salida (es la “tanda” que le dan para despegar), algo problemático un 1 de agosto. Total, que tuvimos que estar encerrados en aquel avión durante más de una hora y media.
Después de una espera que se nos hizo eterna, el avión despegó. El trayecto duró unas 4 horas y media, durante el cual repartieron una comida bastante aceptable, a base de arroz con pollo (para beber pudimos pedir un vaso de vino georgiano). Aterrizamos en el aeropuerto de Tiflis (Tbilisi) sobre las 7 de la tarde, con dos horas de retraso sobre el horario previsto. Después de recoger el equipaje fuimos a cambiar moneda. En el hall del aeropuerto había varias casas de cambio, con unos cambios ligeramente diferentes, así que había que comparar precios. Al final elegimos una en la que nos daban 2,847 laris por euro (el cambio oficial rondaba los 2,86), que nos pareció un buen cambio. Luego fuimos a recoger nuestro coche de alquiler en una empresa rusa llamada Rentmotors (lo reservamos a través de Rentalcars). Curiosamente, no nos pidieron ninguna tarjeta de crédito para bloquear una fianza en caso de daños al coche (como hacen el 99% de los rent-a-car). Simplemente nos pidieron un depósito de 200 € en metálico (al final pagamos el equivalente en laris), que nos devolverían a la vuelta si todo iba bien. Nuestro coche resultó ser un Renault Sandero… ¡con matrícula rusa! Circular con un coche ruso por Georgia podría ser un problema, ya que los georgianos no se llevan muy bien con ellos a raíz de la Guerra de Osetia del Sur de 2008, en la que el ejército ruso invadió territorio georgiano y bombardeó alguna de sus ciudades causando decenas de muertos. Otra curiosidad era que el cambio de marchas era automático, así que el empleado del rent-a-car nos tuvo que dar algunas instrucciones, aunque después nos resultó fácil.
Nuestro coche "ruso"
Empezaba a caer la noche cuando nos lanzamos a las carreteras georgianas. Aquella noche íbamos a dormir a Borjomi, a unas pocas horas de distancia. Usamos una especie de circunvalación que discurre al este de Tiflis para evitar entrar en la ciudad. Lo raro de aquella carretera es que tenía algunos tramos de unos centenares de metros sin asfaltar, con lo que tenías que estar muy atento y circular por ellos muy lentamente. Después ya cogimos una autovía, con lo que el viaje fue mas llevadero. Tras unas 3 h de viaje llegamos a Borjomi, debían ser sobre las 11 de la noche. Nos costó encontrar nuestro alojamiento, en la calle donde debía estar había muchas guesthouses, y llamarse Borjomi Guesthouse no ayudaba. Al final optamos preguntar a un señor… ¡que resultó ser el dueño de nuestra guesthouse! Al ver nuestro coche ruso nos empezó a hablar en ruso, pero nosotros le intentamos explicar en inglés que no éramos rusos, el problema era que aquel señor no sabía inglés. Por fortuna estaba con un amigo que sí que sabía inglés y nos hizo un poco de traductor. La guesthouse estaba allí mismo, y estaba formada por un par de habitaciones. El baño estaba bien aunque estaba fuera de la habitación, pero ésta era mas bien cutre, con muebles ajados y sábanas de postguerra. El desayuno estaba incluido, y era lo mejor del alojamiento, con huevos duros, salchichas, khinkalis, yogurt, mantequilla… La habitación nos salió por 70 laris la noche (unos 23 €), un precio algo caro para lo que recibimos a cambio.
Nuestra habitación en Borjomi
Dejamos enseguida nuestras cosas en la habitación con la intención de encontrar abierto algún sitio para cenar (eran sobre las 23:30 h). Le preguntamos al amigo del propietario y por su respuesta nos dio la sensación que no le parecía que fuera tarde para cenar. Habíamos leído que en Georgia se cenaba tarde, un poco como en España, pero estábamos al filo de la medianoche y nos parecía que aquello era demasiado tarde. Nos indicó un restaurante cercano, el Bergi, y al entrar en él vimos aliviados que había un par de mesas con gente cenando, así que no nos pusieron problemas. Decidimos pedir algunos platos tradicionales georgianos: ojakhuri (a base de carne, patatas y verduras que puede ser estofado o, como fue en nuestro caso, frito) y dolma (un clásico de la cocina oriental, a base de rollos de carne especiada envuelto en hojas de vid cocidas), acompañados de mchadi (un pan típico georgiano hecho a base de harina de maíz). Ambos platos nos gustaron mucho, aunque el mchadi nos pareció muy contundente (menos mal que era pequeño). Para beber pedimos cerveza y, una de las bebidas no alcohólicas mas populares en el país, limonati; pese a su nombre, no siempre es de limón, es mas bien un refresco que se puede hacer de una gran infinidad de sabores, en este caso Neus pidió uno de pera y le gustó tanto que se aficionó durante todo el viaje a las limonati. La cena nos pareció muy satisfactoria, y nos salió por 28,60 laris (unos 10 €).
¡Nuestra primera cena georgiana!

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