ITALIA 6: Rávena y Rimini

17 de agosto de 2016 Aquella jornada abandoné Ferrara para ir a Rávena, donde visité sus iglesias famosas por estar repletas de interesantísimos mosaicos bizantinos. A mediodía cogí nuevamente el tren hasta Rímini, una importante ciudad romana, donde di una vuelta por su centro histórico y donde haría noche. La noche en Ferrara había sido muy calurosa y me había costado dormir. Después de un rápido desayuno en el B&B Elías, me fui hacia la estación de tren, en un acto que se estaba convirtiendo en cotidiano. Pensaba coger el tren regional de las 9:22 h hacia Rávena (Ravenna), mi primera visita del día.
17 de agosto de 2016
Aquella jornada abandoné Ferrara para ir a Rávena, donde visité sus iglesias famosas por estar repletas de interesantísimos mosaicos bizantinos. A mediodía cogí nuevamente el tren hasta Rímini, una importante ciudad romana, donde di una vuelta por su centro histórico y donde haría noche.
La noche en Ferrara había sido muy calurosa y me había costado dormir. Después de un rápido desayuno en el B&B Elías, me fui hacia la estación de tren, en un acto que se estaba convirtiendo en cotidiano. Pensaba coger el tren regional de las 9:22 h hacia Rávena (Ravenna), mi primera visita del día. Llegué antes de las 9, pero al ir a comprar el billete en las máquinas expendedoras parecía que ese tren no existía. Y el siguiente no salía hasta las… 10:33! Antes de viajar a Italia, había consultado todos los horarios en la web de TrenItalia para hacer el planning, y pensaba que lo había hecho bien. Pero al consultar los horarios impresos en la propia estación de Ferrara comprobé que efectivamente el tren de las 9:22 no pasaría ya que no circulaba en agosto. No podía hacer otra cosa que esperar casi una hora y media al siguiente tren. El billete me costó 6,65 € y el tren tardó algo mas de una hora hasta Rávena.
Rávena empezó a tener importancia histórica cuando a principios del siglo V se convirtió en la capital del por entonces decadente Imperio Romano de Occidente. Pero pocos años después éste cayó bajo la invasión de los pueblos bárbaros. Fueron los ostrogodos los que se establecieron en la región, y Teodorico quien reinó desde su capital, precisamente Rávena. Un siglo después la ciudad y diversas zonas de la península itálica cayeron bajo dominio bizantino, ya que el Imperio Romano de Oriente era todavía poderoso (de hecho, sobreviviría hasta el siglo XV). Una vez mas, Rávena fue capital de los territorios bizantinos de la península itálica, lo que supuso un gran impulso cultural. La ciudad se llenó de iglesias paleocristianas repletas de mosaicos de estilo greco-romano, aunque algunas ya se habían construido bajo dominio ostrogodo. Y ahí está la importancia histórico-cultural de Rávena, en los mosaicos bizantinos que se conservan en algunas de sus iglesias. La gran mayoría de los que se encontraban en el antiguo imperio bizantino fueron destruidos tras la conquista otomana, salvo pocas excepciones (entre ellos, los mas importante son los de San Salvador en Chora, que pudimos ver en nuestro viaje a Turquía). Por ello, las 8 iglesias y capillas en las que hay los mosaicos mas importantes se han declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
En la estación de Rávena no encontré consigna para dejar la mochila, así que me tocaría hacer la visita con ella a cuestas. Me dirigí a la iglesia de San Vital, la mas alejada y una de las mas importantes. Para entrar hay que comprar la entrada conjunta con las otras iglesias (9,50 €) que venden en un local de la cercana via Argentario. A primera vista, el interior de San Vitale era muy amplio y oscuro, pero todo cambió cuando dirigí mi vista hacia el presbiterio: estaba totalmente cubierto de unos coloridos mosaicos realmente espectaculares. En los muros laterales estaban representados Justiniano y su esposa, los emperadores bizantinos que embellecieron con mosaicos el antiguo templo alzado por los ostrogodos. La zona central mostraba escenas del antiguo testamento, con un gran Cristo rodeado por arcángeles en el centro. Me sorprendió lo bien conservado que estaba y su gran colorido y realismo. Además, todos los mosaicos estaban llenos de pequeños detalles. Pese a la pequeña superficie relativa de toda la iglesia que estaba cubierta por mosaicos, me quedé un buen rato contemplándolos absorto, hasta que me dolieron las cervicales. Sin haber visto las otras iglesias, supe con certeza que aquel era un lugar único, imprescindible en cualquier viaje por la región.
Vista general del presbiterio con los mosaicos
Iglesia de San Vital
Detalle del mosaico de Justiniano y su corte
Después fui a ver el Mausoleo de Gala Placidia, un pequeño edificio situado en el mismo recinto que la iglesia de San Vital. Éste tiene los mosaicos mas antiguos de Rávena, ya que se construyeron en el siglo V, durante la época romana. Fue un encargo del emperador romano Honorio para que fuera enterrada allí su hermana Gala Placidia, aunque se piensa que sus restos nunca llegaron a reposar allí. El mausoleo es muy pequeño, de hecho solo caben una docena de visitantes dentro. El interior es impresionante, aunque sus mosaicos poco tienen que ver con los de San Vital. En este caso, los mosaicos tapizaban toda la parte superior del edificio y constaban sobre todo de motivos geométricos y florales. Sobre los tímpanos había grandes mosaicos con figuras, como la del Buen Pastor o la de San Lorenzo. Quizás es menos espectacular que San Vital, pero su importancia está en su enorme antigüedad y en lo bien conservados que están.
Mausoleo de Gala Placidia
Mosaico de San Lorenzo
Abandoné la zona con muy buen sabor de boca, pensando en las maravillas que me depararían las otras iglesias de Rávena. La siguiente que visité no estaba muy lejos, era el Baptisterio Neoniano. Temporalmente sus mosaicos se sitúan entre los dos anteriores, a finales del siglo V durante la ocupación ostrogoda, aunque el edificio es muy anterior (siglo IV). En este caso los mosaicos ocupan la totalidad de su gran cúpula, y se representa el bautismo de Cristo rodeado por los doce apóstoles. En otras partes del baptisterio también hay mosaicos con motivos geométricos, pero los mas interesantes son los de la cúpula. A éstos les faltaba un poco el colorido de los dos anteriores, pero seguían estando muy bien conservados y me parecieron muy interesantes.
Baptisterio Neoniano
Mosaico de la cúpula
Justo al lado del Baptisterio está el Museo Arzobispal, al que entré a dar un vistazo ya que estaba incluido en la entrada conjunta a las iglesias. No era muy grande, y en él se exhiben objetos variados de arte sacro. Lo que me pareció mas interesante fue la Capilla de San Andrés (Sant’Andrea), la capilla personal del obispo que estaba decorada con unos interesantes mosaicos del siglo V. Lástima que no se pudieran hacer fotos.
La última de las iglesias de Rávena que visité fue la Basílica de San Apolinar el Nuevo (Sant’Apollinare Nuovo). Fue construida a principios del siglo VI por orden del rey ostrogodo Teodorico el Grande, y consagrada en el culto arriano, una antigua creencia cristiana que niega la Santísima Trinidad y la divinidad de Cristo. Tras la conquista bizantina, se eliminaron algunos mosaicos de la basílica por su supuesta relación con el arrianismo, y se substituyeron por otros al consagrarse en el culto católico. De esta forma, la basílica tiene mosaicos de las dos épocas. Actualmente solo hay mosaicos en la parte superior de los muros de la nave central. A mi me parecieron interesantísimos, de los mejores junto con los de San Vital y Gala Placidia. Se presentan en tres niveles, los dos superiores representan la vida de Cristo y una sucesión de santos y profetas. El mas grande y famoso es el nivel inferior, que es de la época bizantina, que muestra una doble procesión de “Santos mártires y santas vírgenes”. Todo el conjunto me pareció impresionante, la única lástima era que los mosaicos estaban tan arriba que a veces se hacía difícil poder apreciar todos sus detalles.
Una de las dos hileras de mosaicos en Sant'Apollinare Nuovo
Sant'Apollinare Nuovo
Detalle de los mosaicos
En algo mas de dos horas completé la visita a las iglesias de Rávena. Me parecieron sencillamente impresionantes, de lo mejor del viaje. Hay que tener en cuenta que las iglesias tienen mosaicos en una parte reducida de su superficie, por lo que se ven mas o menos rápido aunque te estés un buen tiempo contemplándolos. Por esa razón, las iglesias se pueden ver tranquilamente en poco tiempo (además, están a poca distancia a pie, como mucho 15 minutos entre las mas alejadas).
Mi siguiente destino iba a ser Rímini, y para llegar a él pensaba coger el tren de las 15:32 h. Como tenía tiempo, me di el lujo de comprar un par de pizzas a taglio de salchicha y prosciutto (6,10 €, con una coca-cola) para comer con tranquilidad. El billete de tren hacia Rímini me costó 4,75 € y tardó una hora en llegar a su destino. Rímini es una localidad costera muy popular como destino de sol y playa. De hecho, cuando planifiqué el viaje apenas quedaban habitaciones libres en toda la ciudad. Ésta tiene dos partes muy diferenciadas, la de las playas y sus mega-hoteles, y la del casco urbano, donde están los monumentos históricos que eran el motivo de mi visita. Mi alojamiento estaba cerca de esta última y también convenientemente cerca de la estación de tren, era el Hotel Napoleón. Sospecho que me dieron una habitación doble por el precio de una individual, porque era enorme. Se veía calidad por todos lados, por ejemplo se podían bajar o subir las persianas desde la cama gracias a unos interruptores, y también tenía una pantalla de plasma colosal. El baño estaba dentro de la habitación (un descanso tras dos noches en habitaciones con baño compartido) y estaba muy bien. El desayuno estaba incluido en el precio, y consistía en todo tipo de tartas caseras y otros dulces, cereales, fruta y algo de embutido, muy completo para ser Italia (donde los desayunos son parcos). La ubicación era ideal para mi, a 10 minutos del casco histórico, al lado de la estación y muy cerca de la parada de buses para ir a San Marino (mi destino del día siguiente). Lo peor de todo es el precio, 60 € por una habitación individual es mucho dinero, aunque era temporada alta y no tuve mucha elección.
Mi habitación en el Hotel Napoleón
Rímini es conocido por sus importantes restos de la época romana y del Renacimiento. Fueron los romanos quienes fundaron la ciudad, que llegó a ser bastante importante como lugar de paso y como puerto marítimo. De la segunda época destacan los edificios alzados por los Malatesta, la familia que rigió la ciudad y que eran vasallos de los Este de Ferrara.
Después de descansar un poco en la habitación, salí a hacer una visita breve a Rímini (debían ser pasadas las 17 h). Primero me dirigí a uno de los principales monumentos de la ciudad, el Templo Malatestiano. Como dice el nombre, es una iglesia que los Malatesta reconstruyeron en el siglo XV para transformarlo en su mausoleo. Aunque algunas partes no se acabaron, como se ve en la fachada, a la que le queda una parte sin el recubrimiento de mármol que se proyectó. En el interior me parecieron muy interesantes los sepulcros de los Malatesta, muy finamente labrados y llenos de esculturas y relieves.
Templo Malatestiano, con su fachada inacabada en la parte superior
Interior del Templo Malatestiano
Sepulcro de uno de los Malatesta
El centro de Rímini es peatonal y muy tranquilo para pasear, aunque otras ciudades me parecieron mas bonitas en este aspecto. Vale la pena darle un vistazo a la Piazza Cavour, donde estaba el centro político y económico de la ciudad en el medievo. Está presidido por el Palazzo dell’Arengo, un edificio recio donde se reunía una especie de consejo ciudadano. Muy cerca está la otra plaza central de Rímini, la piazza Tre Martiri, en el lugar donde antiguamente confluían el cardus y el decumanus, las dos vías perpendiculares entorno de las cuales se organizaban las ciudades romanas.
Piazza Tre Martiri
Piazza Cavour, con la Fontana de la Pigna y la antigua lonja de pescado (izq.) y el Palazzo dell'Arengo (dcha.)
Y es que por toda la ciudad se pueden ver restos de la antigua ciudad romana. Algunos son unos simples fragmentos de muros que pueden verse debajo de una mampara de cristal. Otros son mucho mas aparentes, como el puente de Tiberio o el Arco de Augusto. Aunque el yacimiento romano que mas me interesó no salía en las guías (quizás porque se inauguró en 2007), la Domus del Chirugo. Como dice el nombre, era la casa de un rico cirujano romano durante el siglo II. La suerte hizo que aquel día fuera puertas abiertas y me pude ahorrar los 6 € de la entrada. Por una serie de pasarelas elevadas los visitantes podían explorar todo el yacimiento. Así pude ver lo bien que se conservaban los fenomenales mosaicos del suelo de las estancias. Además, este sitio es testimonio de la historia de Rímini: se ha documentado que la casa fue destruida seguramente por los ostrogodos, que saquearon la ciudad. Cuando los bizantinos los expulsaron, construyeron al lado un pequeño palacio, cuyos suelos de mosaicos también se pueden ver en este yacimiento. Éstos no eran tan bonitos como los de la casa romana, pero eran mucho mas extensos. Me encantó lo bien explicado que estaba este yacimiento, parece mentira lo mucho que te pueden enseñar unos pocos plafones informativos pero con explicaciones concisas y amenas.
Puente de Tiberio
Mosaicos de la Domus del Chirugo
En una hora y media había visto lo básico de Rímini, que me pareció interesante pero prescindible si se tiene poco tiempo. Hay que indicar que mucha gente visita Rímini de camino a San Marino, que yo visitaría al día siguiente. Después de la visita regresé al hotel a descansar un rato y a disfrutar de mi super-habitación. Un par de horas después salí a cenar. Al contrario de lo que me pensaba, la oferta de restaurantes no era muy amplia en el centro histórico de Rímini, debían haber mas en la zona de playas. Después de desechar restaurantes chinos, japoneses y tailandeses, di con uno italiano, La Fatica. Parecía especializado en platos con pescado, así que pedí un plato de gnocchetti con atun y judías verdes. En Cerdeña había comido gnocchetti, y como dice el nombre eran unos gnocchi muy pequeños. Pero estos eran enormes y muy contundentes, no me pude acabar todo el plato, aunque estaba muy bueno. Junto con una cerveza, la cena me salió por 16 €. Me pareció un sitio para recomendar, ya que los otros platos de la carta eran muy originales y creativos.
Mi cena en Rímini

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