6 de noviembre de 2013
En nuestro primer día completo en la ciudad visitamos Sultanahmet, el corazón del Estambul más antiguo. Allí se concentran varios de sus monumentos más importantes, como el palacio de Topkapı, la basílica de Santa Sofía o la Mezquita Azul, verdaderas visitas obligadas.
Ver Turquía 2: Estambul II, Sultanahmet en un mapa más grande
Aquella mañana no madrugamos mucho, la hora del desayuno del hotel Anadolu empezaba a las 8 h y eso nos limitaba un poco. Éste era bastante insulso, a base de pan, mantequilla, mermelada, mortadela, queso, huevo duro, aceitunas, cereales y yogurt. Y de bebida, té (la bebida nacional!) o café en polvo. Las 7 noches que estuvimos allí el desayuno fue exactamente el mismo. Hubiéramos agradecido que algún día nos sorprendieran con algo diferente...
A las 9 nos lanzamos a la calle para descubrir las maravillas de Sultanahmet, una de las partes más antiguas y con más encanto de Estambul. Teníamos la gran ventaja que nuestro hotel estaba muy cerca de la zona monumental de Sultanahmet, así que aquel día no nos hizo falta coger ningún transporte público. La zona era un hervidero de turistas y de autocares. Pensábamos que en octubre habría menos visitantes en la ciudad, pero había gente por todas partes! Hay que decir que era domingo, y podía ser que la gente hubiera venido solo a pasar el fin de semana. Nuestro objetivo de la mañana era el palacio de Topkapı. Para llegar a él atravesamos la Soğukçeşme Sokağı, una calle que conserva aún algunas casas de madera que abundaban en Estambul hace decenios. Algunas datan del siglo XIX, pero estaban convenientemente restauradas y parecían nuevas. Es una calle corta, que nos encantó recorrer por la tranquilidad que se respiraba, lejos del tráfico y de las hordas de turistas.
Soğukçeşme Sokağı
Enseguida llegamos al Topkapı Sarayı o palacio de Topkapı, la residencia oficial de los sultanes desde la conquista de Constantinopla en el siglo XV hasta el XIX. Es un complejo grandioso, se necesitan varias horas para poderlo ver mínimamente bien. Ante la puerta del palacio empezaban a aglomerarse cantidades ingentes de turistas, la mayoría en grupo y encabezados por su correspondiente guía. Antes de entrar nos detuvimos para contemplar la Ahmet III Çeşmesi o fuente de Ahmet III, una auténtica maravilla construida en el siglo XVIII. Estaba decorada con infinidad de relieves y de caracteres arábigos. Nos preguntamos que si algo tan bonito estaba fuera del palacio... ¿Qué debía haber dentro?
Ahmet III Çeşmesi
Accedimos al palacio por la impresionante Puerta Imperial, Bâb-ı Hümâyûn, custodiada por soldados turcos. Al flanquear la puerta nos encontramos el Primer Patio, que funcionaba como un gran jardín del palacio. Apenas había edificios en esta parte, pero nos extrañó ver una iglesia, Aya Irini Kilisesi o Santa Irene. A diferencia de otras iglesias cristianas, ésta no fue transformada en mezquita tras la conquista otomana de Constantinopla, simplemente se convirtió en arsenal y almacén. Al final del patio está la Ortakapı o Puerta de la Salud, una gran puerta que nos recordó a los castillos europeos, y que guardaba el paso hacia el Segundo Patio. Antes de ir hacia allí, teníamos que pasar por caja y comprar las entradas, 40 TL por cabeza (casi 15 €). Este precio incluye la visita al harén, muy recomendable como contaremos después. Menos mal que fuimos pronto al palacio, todavía no se habían formado grandes colas en las taquillas.
Bâb-ı Hümâyûn
Aya Irini Kilisesi
Ortakapı
Tras pasar el control de entradas de Ortakapı, nos encontramos en el enorme espacio ajardinado del Segundo Patio. En un lado estaban las cocinas del palacio, pero no sabemos por que estaban cerradas, en teoría se pueden visitar. Pero el edificio que más atrajo nuestra atención fue el Kubbealtı, donde se reunía el sultán y su consejo privado a debatir asuntos de estado. Era pequeño, pero tanto su fachada como sus dos habitaciones estaban ricamente decoradas ¡Nos pareció fascinante! Sin duda es uno de los edificios más hermosos de todo su palacio. Su torre se puede ver desde varios puntos de la ciudad como la torre Gálata.
Kubbealtı
Kubbealtı, verjas doradas de la entrada
Kubbealtı, habitación
Kubbealtı, interior
Al lado del Kubbealtı está la entrada del Harem. Para acceder a él hay que pagar un suplemento, pero vale mucho la pena. El harén es un complejo inmenso de habitaciones que albergaban las concubinas, preferidas, esposas e incluso la madre del sultán, junto con los eunucos que las custodiaban. Las salas eran impresionantes, con hermosos azulejos en las paredes y puertas nacaradas. Había algunos patios porticados abiertos al aire libre, que eran el único contacto de las mujeres con el exterior. Allí también se encontraban las dependencias personales del sultán. Tardamos cerca de una hora en recorrerlo y nos encantó!
Harem
La salida del Harem da a la siguiente zona del palacio, el Tercer Patio, que estaba reservada exclusivamente al sultán. Parecía que era en este patio donde iban directamente todos los turistas, el gentío era tremendo. El primer edificio es Arz Odası o Sala de Audiencias, cuyo nombre lo dice todo. Está situado tras la Saadet Kapısı o Puerta de la Felicidad, una espectacular puerta que comunica los patios segundo y tercero. Cerca estaba la III Ahmed Kütüphanesi o biblioteca de Ahmet III. Su exterior era muy austero comparado con otros pabellones del palacio, pero su interior era sorprendente. Por alguna razón desconocida, las hordas de turistas no entraban en la biblioteca, y se respiraba un ambiente sosegado.
Arz Odası
Saadet Kapısı
III Ahmed Kütüphanesi
interior de la biblioteca
El Tercer Patio está rodeado por unos pabellones que albergan los objetos más valiosos del palacio. Una gran cola llevaba hasta el Tesoro, donde estaba todo tipo de piezas de oro, plata, piedras preciosas, etc. La gran masificación impedía verlas con una mínima calma. También había una larga cola para entrar al pabellón del Manto Sagrado o Hırka-i Saadet. Este nos pareció mucho más interesante, pues alberga varias de las más importantes reliquias del mundo musulmán: el manto de Mahoma, uno de sus dientes, la huella de su pie... Nos sorprendió gratamente que unos objetos religiosos tan importantes estuvieran expuestos al público y que además también pudiéramos contemplarlos los “infieles”, cosa que no pasa en otros países islámicos. En ninguno de los dos pabellones se podían hacer fotos.
Dejamos atrás las aglomeraciones de turistas y accedimos al Cuatro Patio, el último, con jardines y edificios también exclusivos del sultán. En un extremo había una terraza con buenas vistas al Bósforo, donde se apreciaba la parte asiática y europea de la ciudad. En otra parte del patio había algunos pequeños edificios con unos interiores lujosos al estilo árabe, como la Sala de Circuncisiones o Sünnet Odası, el quiosco de Sofa o Sofa Köşkü y el quiosco de Bagdad o Bağdat Köşkü. Enfrente de éste último había una fuente y otra terraza, desde donde había vistas hacia el norte de Estambul. Toda esta zona era particularmente bonita, podríamos decir que es una de nuestras preferidas, aunque todo el palacio es muy hermoso!
vistas del Bósforo desde el Cuarto Patio
a la izquierda, la parte europea de Estambul, a la derecha, la asiática
Sofa Köşkü (izq.) y Bağdat Köşkü (dcha.)
Sofa Köşkü
Sofa Köşkü, interior
terraza y Bağdat Köşkü
Bağdat Köşkü, interior
vista de Estambul desde la terraza, con la torre Gálata al fondo
vista de las mezquitas de Solimán y de Fatih
fuente en el Cuarto Patio
Sünnet Odası
Al final le dedicamos al Topkapı Sarayı unas 4 horas incluyendo la visita al harén. Pese a lo caro que es la entrada y a las aglomeraciones, a nosotros nos encantó, es una de las visitas imprescindibles de Estambul. Al salir vimos que la cola para entrar era larguísima, así que es mejor ir a primera hora de la mañana.
Salimos del palacio de Topkapı y justo al lado se alzaba majestuoso nuestro siguiente objetivo, la basílica de Santa Sofía (Ayasofya), uno de los lugares más conocidos de Estambul. En la entrada había una cola larguísima! Decidimos que Neus se quedaría en la cola mientras que David se fue a cambiar el resto de nuestros euros en una oficina de cambio cercana; nos dieron 2,625 TL por euro, y nos sorprendió por que pensábamos que conseguiríamos un cambio más favorable que en el aeropuerto (2,61 TL/€). El exterior de Ayasofya queda algo afeado por los contrafuertes que sostienen su gran cúpula. De ninguna forma nos podíamos imaginar lo que nos esperaba dentro...
fachada de Ayasofya
Después de superar la cola y pagar las 25 TL por barba, nos lanzamos a descubrir el interior de Ayasofya. Primero admiramos los mosaicos cristianos que había en el nártex, que fueron cubiertos de yeso cuando la basílica se transformó en mezquita tras la conquista otomana. Al entrar en la nave principal nos quedamos sin respiración al contemplar el majestuoso espacio que teníamos ante nosotros. Sus techos eran altísimos, y acababan en la cúpula que hace tan característica a Santa Sofía. En los ángulos había unos grandes medallones con los nombres en árabe de Mahoma y los cuatro primeros califas. Todo transmitía una atmósfera impresionante. Poco nos importaban las hordas de turistas que invadían el sitio. Era la primera vez que entrábamos en una mezquita y nos pareció la más bonita del mundo!
mosaicos del nártex
interior de Ayasofya
Ayasofya
Pululamos un buen rato, embelesados, por la nave de Ayasofya. Al fondo estaba su bonito mihrab, orientado hacia La Meca. Paradójicamente, el mihrab estaba situado en el ábside en cuya parte superior había bien visible un mosaico de la virgen y el niño. Una de las columnas de la nave tenía una curiosidad: había un agujero por el que todo el mundo metía el pulgar y hacía girar la mano. Es la columna de los Deseos, y una larga fila de gente se afanaba en realizar sus súplicas.
mihrab (abajo) y mosaico de la Virgen (arriba)
columna de los Deseos
interior de Ayasofya
Por una escalera accedimos a las tribunas del primer piso, desde donde había una mejor vista del conjunto de la nave central. Allí se encuentran algunos de los mosaicos cristianos mejor conservados de Ayasofya.
vista desde las tribunas
mosaico de la Deesis
mosaico de la emperatriz Zoe
mosaico del arcángel Gabriel
mosaico de la Virgen, rodeada por Justiniano y Constantino
Si no se ha notado todavía, Santa Sofía nos encantó! A lo largo de nuestro viaje veríamos muchas mezquitas, pero si hubiera que dar un premio al mejor interior, éste sin duda se lo llevaría Santa Sofía. Le dedicamos una hora y media a verla con tranquilidad.
A la salida de Santa Sofía nos empezó a entrar hambre y vimos que había diversos puestos callejeros cerca. Muchos vendían simit, un pan circular cubierto de semillas de sésamo que se podía rellenar con nutella o queso. Nosotros compramos uno sin relleno por 1 lira. Era muy contundente y nos recordó a los pretzels alemanes o a los covrigi rumanos. Nos fue muy bien para matar el hambre de forma rápida y barata. Y muy cerca también compramos un zumo de granada, muy típicos en esas fechas. Nos pareció demasiado ácido, lo esperábamos más dulce. Pagamos 5 liras por él, y después vimos que en sitios menos turísticos solían valer 1 lira.
Paseamos un poco por el Sultan Ahmet Parkı, un tranquilo parque que se extiende entre Santa Sofía y la Mezquita Azul, nuestra próxima visita. Desde sus jardines había una gran vista de la fachada de ambas mezquitas que vale mucho la pena.
vista de Ayasofya desde el Sultan Ahmet Parkı
vista de la Mezquita Azul
A continuación nos encaminamos hacia la Sultanahmet Camii, más conocida como Mezquita Azul. Su exterior es mucho más espectacular y armonioso que su vecina Santa Sofía. Además, es la única mezquita en Estambul con seis minaretes, privilegio reservado solo a los lugares más sagrados. La entrada principal estaba situada en un pequeño claustro interior, donde pudimos apreciar las dimensiones gigantescas de la mezquita. Parecía que debía ser el momento de oración: los fieles se afanaban por lavarse los pies en la fuente que había enfrente de la entrada y, después de dejar sus zapatos, entraban a rezar.
la Sultanahmet Camii desde el claustro
Sultanahmet Camii
Para visitar el interior había que entrar por una puerta lateral destinada a los turistas. Al llegar había una larga cola. Comprobamos que faltaban menos de 15 minutos para que cerraran la mezquita a los visitantes (la volvían a abrir por la tarde), no sabíamos si podríamos entrar. Pero tuvimos suerte, al poco de entrar nosotros un empleado cerró la puerta dejando a un montón de gente fuera. Nos quitamos los zapatos y Neus se cubrió la cabeza con un pañuelo que llevaba. Al entrar en la nave principal de la Mezquita Azul nos quedamos impresionados: las paredes estaban cubiertas por unos finos azulejos azules que le dan su nombre. No es que todo fuera de color azul, pues los azulejos tenían dibujos con otros colores, como el blanco o el ocre, pero el azul era el dominante. Los turistas solo podíamos estar en el tercio sur de la mezquita, los otros dos tercios estaban dedicados a los fieles. Mejor dicho, a los fieles masculinos, por que las mujeres estaban confinadas en la parte mas alejada del mihrab, en unos espacios reducidísimos semiocultos. Esto nos hizo pensar en el papel de la mujer en el mundo musulmán: debe ser difícil inculcar la igualdad entre hombres y mujeres si después en las mezquitas ellas se ven obligadas a rezar hacinadas y medio escondidas.
interior de la Sultanahmet Camii
cúpula de la Sultanahmet Camii
Sultanahmet Camii, espacio reservado para el rezo de las mujeres
No pudimos disfrutar mucho tiempo del interior de la Sultanahmet Camii. Tras unos momentos un guardia empezó a desalojar a los turistas, suponemos que iba a empezar la oración. Aun así, la mezquita nos gustó mucho, su interior es muy diferente al de Santa Sofía, otra visita imprescindible!
Tras salir de la Mezquita Azul, nos dirigimos al cercano Hipódromo. Este era el lugar donde se celebraban las carreras de cuadrigas en la antigua Bizancio. Lo único que queda actualmente es una gran plaza que recuerda su trazado y sus tres columnas centrales: la columna Serpentina (traída del santuario de Delfos), la columna de Constantino (hecho de bloques de piedra en el siglo X) y el obelisco de Teodosio (originaria del templo egipcio de Karnak). Toda esta zona era ideal para pasear, con Santa Sofía y la Mezquita Azul cerca y lejos del tráfico caótico de la ciudad.
Hipódromo, con la columna Serpentina y el obelisco de Teodosio
Abandonamos la zona más turística de Sultanahmet y nos internamos por las callejuelas que partían hacia el oeste. Tras caminar unos pocos minutos llegamos a otra de las mezquitas importantes de la zona, la Sokollu Mehmed Paşa Camii. Aunque es muy pequeña comparada con la Mezquita Azul y Santa Sofía, su interior no tiene nada que envidiarles. El mihrab está cubierto con una gran cantidad de azulejos azules de Iznik (Nicea), muy conocida por la calidad de su cerámica. Aunque es pequeña y se ve enseguida, vale la pena acercarse y poder disfrutar de su bello interior.
Sokollu Mehmed Paşa Camii
Sokollu Mehmed Paşa Camii, interior
Abandonamos la mezquita y continuamos paseando en dirección sur, hacia el mar. Conforme nos alejábamos del centro turístico de Sultanahmet las casas y las calles eran más sencillas, con todo tipo de comercios para los vecinos, nada de tiendas de souvenirs! Agradecimos poder empezar a percibir como era la vida de la gente corriente de Estambul. Al final llegamos a otra mezquita, la Küçük Ayasofya Camii o Pequeña Santa Sofía. Al igual que su hermana mayor, fue una antigua iglesia bizantina construida en el siglo VI y que tras la llegada de los otomanos fue transformada en mezquita. En el interior no queda nada de su origen cristiano, todos los mosaicos fueron destruidos y substituidos por motivos árabes. En esta mezquita pudimos movernos libremente por su interior, que nos pareció demasiado restaurado y nuevo. Aunque no se tenía que pagar para entrar, un simpático señor nos pidió la voluntad para los fondos de la mezquita, así que le dimos un par de liras.
casas de madera lejos del centro de Sultanahmet
Küçük Ayasofya Camii
Küçük Ayasofya Camii, interior
Finalmente llegamos al mar, a un paseo paralelo a la costa llamado Kennedy Caddesi. Hubiera sido un buen lugar para pasear si no fuera por la autovía atestada de coches que la recorría. En la orilla pudimos ver los primeros pescadores, una estampa muy típica de Estambul. Un poco más adelante nos acercamos a ver las ruinas del puerto del Bukoleon Sarayı o palacio de Bucoleón, construido en el siglo IV por los primeros emperadores bizantinos. Actualmente queda muy poco de lo que debió ser un grandioso palacio, tan solo los restos del puerto con sus ventanas de mármol, pero nos pudimos hacer una idea de su pasado esplendoroso (interesante reconstrucción virtual aquí).
pescadores en el Bósforo
ruinas del puerto del Bukoleon Sarayı
Dejamos la costa y volvimos a adentrarnos hacia el corazón de Sultanahmet. Nos encontramos nuevamente con hoteles y tiendas de turistas. Un ejemplo es Akbıyık Caddesi, una calle parcialmente peatonal rodeada de casitas bajas llenas de restaurantes y de tiendas. A esa hora todavía no había mucha gente así que pudimos pasear con tranquilidad, es un sitio agradable para caminar sin prisa.
Akbıyık Caddesi
Nuevamente volvimos a Sultan Ahmet Parkı, donde la luz del atardecer se reflejaba de forma mágica en Santa Sofía. Fuimos a visitar el último monumento importante que nos quedaba en la zona, la Yerebatan Sarnıcı o Cisterna-Basílica, seguramente uno de los más singulares. Es una cisterna subterránea construida durante la época bizantina, con el propósito de proveer de agua a la ciudad en caso de asedio. Fue construida bajo una basílica (de ahí su nombre), con las columnas traídas de numerosos templos. El ambiente en ella nos pareció tétrico, pero fue una visita interesante. El agua almacenada estaba llena de peces, algunos de tamaño enorme (acabamos pensando que se escondían aquí huyendo de los pescadores turcos...). De vez en cuando descubríamos alguna columna de forma diferente, como una que tenía el relieve de la corteza de un árbol, testimonio de su variopinto origen. Pero lo más curioso son un par de cabezas de Medusa que se encuentran en la base de sendas columnas. No se sabe su origen, pero podrían haberse traído del templo de Dídima. Además, ambas están giradas hacia el lado y boca abajo, se cree que para evitar sus poderes maléficos. Fue una visita muy original e interesante, muy recomendable.
atardecer en Santa Sofía
Yerebatan Sarnıcı
Yerebatan Sarnıcı, cabeza de Medusa
Al salir ya estaba anocheciendo. Estábamos reventados de tanto caminar, pero muy contentos de todo lo que habíamos visto y lo bien que nos había salido el día. Como nuestro hotel estaba cerca de la Cisterna-Basílica, nos fuimos a descansar y ducharnos. A las 7 y algo salimos nuevamente a buscar un sitio para cenar. Como apenas habíamos comido al mediodía y la noche anterior la cena fue cutre, decidimos permitirnos cenar en un sitio un poco más caro. Buscamos entre los restaurantes al norte de la Divan Yolu Caddesi, cerca de la parada de tranvía de Sultanahmet. Allí los restaurantes nos parecieron caros, pero ya lo compensaríamos con cenas más baratas los días siguientes. Acabamos en el Restaurant Camille, un sitio donde parecía típico el famoso Testi Kebab, pero era carísimo; fue un acierto dejarlo para cuando fuéramos a la Capadocia, allí pudimos probarlo por un precio tres veces más barato. En el Camille pedimos unos mezze, una serie de aperitivos fríos típicos de la cocina turca. Los nuestros consistían en humus, Baba Ghannouj (una salsa con berenjena), yogurt especiado, Acılı Ezme (una especie de salsa tomate picante), una especie de samfaina y Dolma (hojas de parra rellenas). Estaba pensado para que lo untaras encima de trozos de pan de pita. De segundo Urfa Kebab (brocheta de carne picada no picante) y cordero en salsa. Todo estaba buenísimo pero, tal y como nos esperábamos, fue caro: 102 TL (37 €). El servicio fue pésimo, como no quisimos pedir el Testi Kebab (el plato estrella y mas caro de la carta), fueron muy bordes con nosotros (no querían explicarnos las alternativas de la carta).
nuestros mezze
Urfa Kebab (abajo) y cordero con salsa (arriba)
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