BULGARIA 1: Boyana y monasterio de Rila

13 y 14 de abril de 2019 La noche anterior habíamos llegado a Sofía y dormimos en un hotel cercano al aeropuerto. Por la mañana recogimos el coche de alquiler y fuimos hasta la cercana iglesia de Boyana a contemplar sus interesantes frescos. Después nos desplazamos al monasterio de Rila, del que enseguida supimos que se convertiría en nuestro lugar favorito de Bulgaria. El resto de la tarde teníamos unas 3,5 h de trayecto hasta Plovdiv, donde haríamos noche. Como habéis notado, este post recoge en realidad dos días de viaje. Pero como el primero llegamos por la noche sin tiempo de nada hemos pensado agruparlo con el segundo día. Pero lo comentaremos un poco resumidamente. Nuestro vuelo de Barcelona hacia Sofía con Ryanair partía a las 18:30, pero como en Bulgaria hay una hora mas, eso equivale a que llegamos mas tarde de las 22 h a Sofía.
13 y 14 de abril de 2019
La noche anterior habíamos llegado a Sofía y dormimos en un hotel cercano al aeropuerto. Por la mañana recogimos el coche de alquiler y fuimos hasta la cercana iglesia de Boyana a contemplar sus interesantes frescos. Después nos desplazamos al monasterio de Rila, del que enseguida supimos que se convertiría en nuestro lugar favorito de Bulgaria. El resto de la tarde teníamos unas 3,5 h de trayecto hasta Plovdiv, donde haríamos noche.
Como habéis notado, este post recoge en realidad dos días de viaje. Pero como el primero llegamos por la noche sin tiempo de nada hemos pensado agruparlo con el segundo día. Pero lo comentaremos un poco resumidamente. Nuestro vuelo de Barcelona hacia Sofía con Ryanair partía a las 18:30, pero como en Bulgaria hay una hora mas, eso equivale a que llegamos mas tarde de las 22 h a Sofía. Como no queríamos conducir de noche, habíamos planificado alojarnos en uno de los pocos hoteles que hay cerca del aeropuerto. Teníamos reservada una habitación en el Best Western Premier Sofia Airport Hotel, que tenía un servicio de recogida gratuita en la terminal. El hotel era muy lujoso para nuestros estándares, con unas dependencias comunes en impecable estado. Nuestra habitación estaba en consonancia, era muy amplia y se veía todo muy nuevo. El desayuno estaba incluido y consistía en un completísimo buffet, con productos para todos los gustos. El precio nos pareció caro para ser Bulgaria, pero no para la calidad del establecimiento, al final 73 €.
Nuestra habitación
Al día siguiente nos levantamos a las 7 de la mañana, ya que nos esperaba una larga jornada. Teníamos que ir a recoger nuestro coche de alquiler y empezar en serio nuestra ruta por Bulgaria. Pero antes cargamos bien las pilas con el excelente buffet de desayuno del hotel, en el que además aprovechamos para hacernos un par de bocadillos para el almuerzo y llevarnos algo de fruta. El día anterior habíamos reservado plaza para el transfer gratuito del hotel al aeropuerto a las 8:30 (habían muchos horarios disponibles, por la mañana cada 15 minutos). Al ir a coger el minibús nos dimos cuenta que éramos los únicos en él. El conductor nos preguntó a qué terminal del aeropuerto nos tenía que llevar, y nos dimos cuenta que no lo sabíamos. La noche anterior habíamos llegado a la terminal 2, la mas moderna y que está conectada con el metro. Pero según Google, nuestra empresa de alquiler de coches, Top Rent-a-car, tenía oficina en la terminal 1, así que le indicamos que nos llevara allí. Al entrar en ella nos dimos cuenta enseguida de nuestro error: aquello era una terminal fantasma, sin apenas gente, con un montón de oficinas cerradas y en la que solo aterrizarían un puñado de aviones aquel día. Fuimos raudos a coger el transfer gratuito entre las dos terminales, una furgoneta aparcada justo delante de la 1 y cuyo conductor se sorprendió de tener trabajo. En un plis estábamos en la terminal 2 y aquello era otra cosa: montones de gente arriba y abajo y oficinas de todas las empresas de alquiler de coches habidas y por haber. La nuestra era Top Rent-a-car, que habíamos reservado a través de Rentalcars. Al principio su nombre nos había sonado a chino, pero días después veíamos cada dos por tres sus coches por todo el país, así que es una empresa importante. Nuestro coche era un Citroën C3 que parecía bastante nuevo (para el tema precios, consultad el apartado de presupuesto). Antes de salir, cambiamos euros a leva (la moneda de Bulgaria, en singular lev) en el aeropuerto. El cambio no estaba mal, ya que nos dieron 1,85 leva por euro, cuando el cambio oficial estaba en 1,95.
El coche que nos llevó por Bulgaria
Con mucha cautela, salimos con nuestro coche del aeropuerto y nos lanzamos a las carreteras búlgaras. Nuestra primera parada no iba a tener que esperar mucho, ya que estaba a solo 30 minutos de allí: la iglesia de Boyana. Esta pequeña iglesia fue construida en el siglo XIII, durante lo que se conoce como Segundo Imperio Búlgaro, uno de los máximos momentos de esplendor del país, un periodo de mas de dos siglos entre la independencia del imperio Bizantino y la conquista otomana a principios del siglo XV. Boyana fue inscrita en el Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, ya que alberga en su interior una colección de frescos medievales fantásticamente bien conservados. Con estas referencias pensábamos que encontraríamos su aparcamiento lleno de coches, pero nada mas alejado de la realidad: solo había un par de coches, un taxi y un minibús de un grupo organizado. Sin embargo, en las taquillas nos dijeron que tenían muchos grupos y que nos teníamos que esperar media hora a nuestro turno. Decidimos hacer tiempo contemplando la iglesia por fuera, aunque los tesoros de Boyana están en su interior, y por fuera no es mas que una iglesia ortodoxa de tantas. Al poco vino una señora de las de taquillas para decirnos que un grupo se había retrasado y que podíamos hacer la visita en aquel momento. Tras pagar los 10 leva de entrada cada uno (unos 5 €), nos llevaron al interior de Boyana. ¡Sus frescos nos parecieron fascinantes! Entorno del nártex se ilustran escenas de la vida de San Nicolás (el patrón de la iglesia), y en uno de los muros se pueden ver pintados el rey Kaloyan y su esposa (quienes sufragaron su construcción). Solo nos dejaron estar dentro unos 10 minutos, tiempo suficiente para poder admirar bien los frescos. En Bulgaria hay muchas iglesias con frescos, pero no recordamos ningunos tan antiguos ni tan bien conservados.
Iglesia de Boyana
Interior de Boyana (créditos: Interact-Bulgaria | Wikimedia commons)
Después volvimos al coche e hicimos la hora y media de trayecto que nos separaba de uno de los lugares mas fascinantes del Bulgaria, el monasterio de Rila. Y su historia es igualmente fascinante: originalmente fue construido en el siglo XIV para albergar las reliquias de San Juan de Rila, un santo muy venerado en el país que vivió como ermitaño en una cueva cercana. Pero un siglo después, tras la invasión otomana, el monasterio fue destruido. Gracias a las donaciones de las iglesias ortodoxas vecinas, el monasterio se reconstruyó poco después. Durante los siglos posteriores, Rila actuó como un refugio preservando la cultura búlgara, a menudo perseguida por el imperio Otomano. Desgraciadamente, un gran fuego lo volvió a destruir en el siglo XIX, volviendo a ser reconstruido durante el Renacimiento Búlgaro (un movimiento político y artístico que buscaba las raíces nacionales búlgaras durante la época de ocupación otomana y que llevó a la independencia del país). Al ser un claro exponente de esta cultura, está inscrito en el Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Monasterio de Rila
El monasterio de Rila fue con diferencia, el lugar donde mas turistas vimos en todo el viaje. El parking que hay delante del monasterio estaba hasta los topes de coches y autobuses, pero tuvimos suerte de encontrar un hueco (5 leva). Al entrar dentro del monasterio tuvimos esa sensación que tienes cuando ves algo extraordinario, algo que nunca habías visto. ¡El monasterio era increíble! Una vez recuperados del impacto inicial, pudimos contemplar su hermosa iglesia ortodoxa, con un pórtico de entrada provisto de arcadas pintadas de blanco y negro que le daban un toque exótico. Tras las arcadas, el muro exterior de la iglesia estaba decorado con bonitos frescos del siglo XIX. El interior, donde no se podían hacer fotos, también estaba muy decorado por frescos, pero había muy poca luz y costaba apreciarlos. Nos sorprendió mucho la barroca decoración interior, donde destacaba un gran iconostasio dorado labrado de madera; las iglesias ortodoxas que habíamos visto hasta ese momento siempre eran muy austeras (podéis dar un vistazo al interior mediante este tour virtual). De entre las diferentes tumbas que hay en ella, la que atraía a mas gente era la de Boris III, uno de los últimos zares que tuvo el país y que fue muy querido por los búlgaros.
Monasterio de Rila
Frescos del exterior de la iglesia
Monasterio de Rila
Salimos de la iglesia y nos dispusimos a dar una vuelta por el monasterio. A parte de lo bonito que es arquitectónicamente, está enclavado en un valle rodeado de montañas, lo que incrementa su belleza. La iglesia está completamente rodeada por los edificios de las dependencias del monasterio, también adornados con unas arcadas similares a las de ésta. En una de las dependencias se encuentra el Museo de Rila (entrada, 8 leva), donde se guardan algunos de los objetos mas valiosos del monasterio: libros, joyas, tapices, objetos religiosos… Decidimos entrar y la verdad es que nos gustó. Es digna de admirar la Cruz de Rafael, una pequeña cruz de madera donde el artista talló centenares de pequeñas figuras humanas con una destreza increíble.
Dependencias monásticas
Monasterio de Rila
Monasterio de Rila
Acabamos totalmente extasiados por las maravillas que habíamos visto en el monasterio de Rila. Enseguida tuvimos la certeza que aquel era el lugar mas interesante de todo Bulgaria, y sin duda su visita justifica el viaje al país. Decidimos aprovechar el buen tiempo que hacía allí para almorzar los bocadillos que nos habíamos hecho en el desayuno. Enseguida nos pusimos en marcha, ya que teníamos 3,5 h de trayecto hasta Plovdiv, donde pasaríamos las dos siguientes noches. El viaje fue pesado, primero por unas solitarias carreteras nacionales, y después por la fantástica autopista A1.
Un poco antes de las 18 h llegamos a Plovdiv, y nos dirigimos directamente a nuestro alojamiento, el Seven Hills Hotel. Es un pequeño hotel, con parking propio, situado al este del casco antiguo de la ciudad. Nuestra habitación era correcta, sin lujos, pero suficiente para nosotros. El desayuno estaba incluido y consistía en un pequeño buffet, sin mucha variedad y con menos reposición. La ubicación era buena, ya que en menos de 5 minutos llegabas caminando al casco antiguo y en 15 podías alcanzar la parte mas nueva de la ciudad. El precio de la noche era de 80 leva, unos 40 €, un buen precio para lo que recibimos a cambio.
Nuestra habitación en Plovdiv
Después de descansar un poco nos fuimos a cenar. Pensábamos que en el casco histórico de Plovdiv habría muchos restaurantes, pero solo habían unos pocos, la gran mayoría quedaban en la ciudad nueva. Elegimos uno de los primeros, el Rahat Tepe, un animado restaurante de cocina tradicional búlgara. Como entrante pedimos una shopska, una ensalada típica a base de tomate, pepino y queso. De segundos pedimos unas barbacoas en vasija de barro, que parecía la especialidad del restaurante: una de hígados y corazones de pollo con queso y otra de cerdo y verduras. Los platos eran buenos, pero muy abundantes. Les tuvimos que pedir que nos pusieran en un tupper todo lo que nos sobró. Junto con una cerveza Kamenitza y una copa de vino, la cena nos salió por 41,70 leva, unos 20 €, un buen precio para un restaurante recomendable.
Nuestra cena

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Bulgaria: ruta del viaje y presupuesto Bulgaria 2: Plovdiv

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