29 de diciembre de 2016
Aquel día iríamos al Parque Nacional de las Llanuras de Horton para hacer una excursión de medio día. El día fue desapacible y lluvioso, pero justo se aclaró para poder ver los espectaculares paisajes de los acantilados del Fin del Mundo. Al mediodía volvimos a Nuwara Eliya para coger el bus hacia Dalhousie, la base para subir al Pico de Adán, al que iríamos al día siguiente. Fueron en realidad tres viajes de bus, ya que tuvimos que hacer transbordo en Hatton y en Maskeliya, con lo que llegamos a nuestro destino bien avanzada la tarde.
Este día el despertador sonó muy temprano, ya que a las 5:30 de la mañana pasaba a recogernos el taxi que nos tenía que llevar a las Llanuras de Horton. El transporte lo habíamos contratado desde la misma guesthouse de Nuwara Eliya, y nos costó 4000 rupias en total (unos 24 €). En tuktuk nos habría salido mas barato, pero después agradecimos la comodidad del taxi a la hora de dormir un poco, tanto a la ida como a la vuelta. Enseguida hicimos las mochilas, las dejamos en la guesthouse y nos pusimos en marcha. El Parque Nacional de las Llanuras de Horton (Horton’s Plains) es uno de los lugares protegidos mas importantes de las montañas del interior de Sri Lanka. En realidad es una meseta situada a gran altitud (mas de 2000 m), y su aislamiento hace que albergue una flora y fauna únicas. También tiene los últimos reductos de bosque nuboso que aún quedan en el país. Y desde el punto de vista práctico, tiene una buena red de caminos que permiten hacer excursiones sin necesidad de guías, lo que lo hace un gran destino para los excursionistas.
Llegamos a las puertas del parque una hora y media más tarde, y eso que solo teníamos que recorrer 40 km. Pero la velocidad por las carreteras ceilandesas es baja, en algún sitio habíamos leído que una regla para calcular desplazamientos era 1 hora - 30 km y es totalmente cierto. Allí tuvimos que hacer cola para comprar las entradas, las cuales nos costaron la friolera de 6700 rupias en total (unos 40 €). Después volvimos al taxi para recorrer unos pocos kilómetros más hasta el parking del parque, de donde salen los senderos de trekking. La excursión clásica es la que lleva a los acantilados del Fin del Mundo, una ruta circular de unos 9 km y con poco desnivel. Hay la opción de subir al Kirigalpotha, un pico de 2400 m que es el segundo más alto del país, pero es una excursión más exigente físicamente. Conviene saber que antes entrar en los caminos de las Llanuras hay un puesto de guardas que controlan que no se introduzcan botellas u otros envases de plástico (registran todas las mochilas que lleves). En nuestro caso no nos dejaron pasar los yogures que nos llevábamos para desayunar, así que nos los comimos antes de entrar.
Sobre las 7:30 h empezamos a caminar. El día allí arriba era frío, lluvioso y con niebla, pero la lluvia era fina y se soportaba bien con el chubasquero. La mala visibilidad nos impedía ver el paisaje, pero precisamente la niebla envolvía el bosque con una atmosfera muy auténtica. La primera parte del camino transcurría por una pista forestal ancha, flanqueada por bosque nuboso. Era un bosque exuberante y denso, lleno de extraños arbustos y de helechos arborescentes, lo que fácilmente te hacía pensar que habías atravesado alguna barrera temporal y que estabas en el Jurásico. Al cabo de una media hora llegamos al Mini Fin del Mundo, un escarpado acantilado que es el preludio de lo que nos encontraríamos mas tarde. Tuvimos suerte y el tiempo se despejó un poco y nos dejó contemplar las bonitas vistas desde el acantilado. La verdad es que de momento la excursión nos estaba gustando, pese al mal tiempo.
Bosque nuboso en las Llanuras de Horton |
De excursión por las Llanuras de Horton |
Acantilados del Mini Fin del Mundo |
Solo tuvimos que caminar otra media hora por un estrecho sendero para llegar al plato fuerte del parque, el conocido como Fin del Mundo. Es un escarpado acantilado con una caída de unos 1000 m, con unas vistas fantásticas de la región. Lo mejor de todo es que justo al llegar al mirador las nubes se abrieron y lució el sol, con lo que se despejó la niebla y pudimos contemplar bien las vistas. Habíamos leído que las nubes cubren por completo las montañas a media mañana, y por eso las excursiones a las Llanuras empiezan tan pronto. Las vistas del acantilado eran espectaculares, aunque muy reducidas, solo se podía mirar hacia una dirección. Pero aun así nos encantaron. Disfrutamos del lugar y del buen tiempo comiendo el buen desayuno que nos habían empaquetado los de la guesthouse.
Disfrutando de las vistas del Fin del Mundo |
Bajo un sol radiante en el Fin del Mundo |
Vistas desde los acantilados |
Después de desayunar, proseguimos la excursión. El sendero deja la zona más montañosa y baja hacia el valle de un río. Esta zona fue la más complicada de la excursión, ya que hay un cierto desnivel y estaba muy embarrada. A medio camino encontramos las cascadas de Baker, un pequeño salto de agua que no era demasiado espectacular. Conforme nos íbamos acercando al inicio de la excursión se fue tapando más y volvió una lluvia más pesada que la de primera hora de la mañana. Al final tardamos unas 3 horas en hacer toda la excursión. Hablando con otros viajeros siempre nos habían hecho comentarios negativos respecto a este sitio, pero a nosotros nos gustó mucho, y eso que tuvimos mal tiempo.
En las Llanuras hay amplias praderas originadas por incendios |
Lanuras de Horton, con las cascadas de Baker (arriba dcha.) |
Aprovechamos para dormir un poco en el taxi durante el camino de vuelta a Nuwara Eliya, donde llegamos a las 12:30. La señora de la guesthouse tuvo la amabilidad de dejarnos entrar a una de las habitaciones para que pudiéramos usar el lavabo y cambiarnos. Aunque era pronto, decidimos ir tirando a la estación de buses de Nuwara Eliya, ya que sabíamos que el viaje hasta nuestro próximo destino (Dalhousie) era largo. La señora llamó a un tuk-tuk para que nos llevara a la estación (200 rupias), ya que la guesthouse estaba en una especie de urbanización donde no había ni Cristo. Para llegar a Dalhousie teníamos que coger un bus a Hatton y allí hacer transbordo. Dentro del caos de la estación de buses de Nuwara Eliya encontramos el lugar donde salía el bus, pero cuando llegó había tanta gente que se llenó enseguida y nos quedamos en tierra. Tuvimos que esperar un buen rato al siguiente, y cuando llegó se había vuelto a acumular tanta gente que a duras penas pudimos conseguir un asiento (billete, 120 rupias, menos de 1 €).
Tras una hora y media de bus llegamos a Hatton, una bulliciosa ciudad de tamaño medio. Al bajar nos pusimos a buscar el bus a Dalhousie, pero nos dijeron que no había bus directo, que tendríamos que hacer transbordo en Maskeliya. Fue algo extraño, ya que al día siguiente hicimos el camino a la inversa y sí que pudimos coger un bus directo entre Dalhousie y Hatton. El trayecto de bus a Maskeliya (45 rupias) fue por una carretera local tan estrecha que cada vez que nos cruzábamos con otro bus teníamos que hacer mil y una maniobras. El transbordo en Maskeliya no podía ser más fácil: en medio del pueblo paramos precisamente detrás del bus a Dalhousie que nos estaba esperando. El último trayecto de bus se nos hizo muy pesado, estábamos cansados de tanto trajín, y es que los buses ceilandeses no son precisamente cómodos.
Llegamos a Dalhousie sobre las 17:30 h. Era un pueblo pequeño pero turístico a más no poder. La calle principal era una sucesión de tiendas con todo tipo de artículos. Aquel lugar es la base para ascender el Pico de Adán, un lugar sagrado para el budismo y que atrae peregrinos de todo el país. Nos dirigimos hacia nuestro alojamiento para aquella noche, la Green House, sin duda el peor que tuvimos en todo el viaje. Aunque pueda no parecerlo, la oferta hotelera en Dalhousie es mas bien reducida, con lo que hay poco para escoger. Nosotros elegimos este por su buena ubicación, al pie del inicio del sendero al Pico de Adán. Pero al llegar allí se nos cayó el alma a los pies: la habitación era cutre a mas no poder y a tenor de las telarañas y demás suciedad hacía mucho que no veía un buen estropajo. El baño era compartido, y no podía ser mas sucio y roñoso. Incluso la cisterna de uno de los lavabos tenía una rana como inquilino. Aquel sitio sería el justo ganador si se celebrara un concurso de tugurios infectos. Y ni siquiera era barato! En principio la habitación con desayuno valía 18 USD, pero en la reserva de Booking había una letra pequeña que decía que había que pagar un impuesto de 10 USD. Nos pareció un engaño que no ponga este coste añadido en el precio total (esto sí que pasa en otros alojamientos del pueblo). Total, fueron 28 USD (unos 25 €), una fortuna para lo que recibimos a cambio.
En la foto la habitación no parece tan cutre como realmente era |
Dejamos las mochilas en nuestro cuchitril y fuimos a buscar un sitio para cenar. Teníamos que hacerlo pronto, ya que al día siguiente nos tendríamos que despertar a las 2 de la mañana para empezar la ascensión al Pico de Adán. No había mucha oferta, así que acabamos en el Galle Café, un restaurante enfrente de la estación de buses y con una terraza llena de extranjeros. Pedimos un kottu de pollo, huevo y queso y noodles con pollo, que estaban bastante buenos. Solo con estos platos nos quedamos super llenos, y la cena nos salió por 730 rupias (unos 4 €).
Nuestra cena: kottu (izq.) y noodles (dcha.) |
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