GRECIA 6: Atenas I, Acrópolis

29 de marzo de 2016 Nuestro primer día en Atenas lo centramos fundamentalmente en su lugar mas famoso, la Acrópolis. Después de admirar el Partenón y sus otros templos visitamos el Ágora Antigua y subimos a la colina de Filopapos para ver las vistas de la Acrópolis. Luego visitamos el Teatro de Dionisio, el Templo de Zeus Olímpico y acabamos con la sobredosis de historia helénica en el Museo de la Acrópolis. El resto del día fue mas relajado, paseamos un poco por los barrios de Anafiotika, Plaka y Monastiraki, y nos acercamos a ver el cambio de guardia delante del Parlamento. Un día la mar de completo. Aquella mañana nos intentamos levantar mas o menos pronto, ya que queríamos llegar a la Acrópolis antes que se llenara de turistas.
29 de marzo de 2016
Nuestro primer día en Atenas lo centramos fundamentalmente en su lugar mas famoso, la Acrópolis. Después de admirar el Partenón y sus otros templos visitamos el Ágora Antigua y subimos a la colina de Filopapos para ver las vistas de la Acrópolis. Luego visitamos el Teatro de Dionisio, el Templo de Zeus Olímpico y acabamos con la sobredosis de historia helénica en el Museo de la Acrópolis. El resto del día fue mas relajado, paseamos un poco por los barrios de Anafiotika, Plaka y Monastiraki, y nos acercamos a ver el cambio de guardia delante del Parlamento. Un día la mar de completo.
Aquella mañana nos intentamos levantar mas o menos pronto, ya que queríamos llegar a la Acrópolis antes que se llenara de turistas. En el hotel nos habían explicado el camino para ir desde allí a la entrada norte (la caminata dura unos 20 minutos). Pero al llegar vimos que la entrada estaba cerrada, y parecía que hacía meses que llevaba así. Mas tarde veríamos que es una tónica general en monumentos atenienses extensos: en el pasado había abiertas varias entradas pero con los recortes seguramente solo dejaron una. No tardamos mucho en llegar a la entrada oeste de la Acrópolis, la principal, donde compramos las entradas (12 €, incluye el Cementerio de Kerameikos, el Ágora Antigua, el Teatro de Dionisio y el Templo de Zeus Olímpico). Antes de continuar, daremos unos pocos apuntes históricos sobre este lugar. Desde el inicio de los tiempos de Atenas, la colina de la Acrópolis siempre ha gozado de una gran importancia religiosa, en ella había varios templos dedicados a la diosa Atenea. Pero los persas los destruyeron durante el siglo V a. C. cuando invadieron la antigua Grecia durante la Segunda Guerra Médica. Aunque, finalmente, una confederación de las diferentes ciudades-estado griegas consiguieron derrotar a los persas. Parte de los tesoros que consiguieron al vencerlos los dedicaron a reconstruir y embellecer los templos de la Acrópolis. Con la conquista romana empezaron los sufrimientos de los templos de la Acrópolis a consecuencia del pillaje. No obstante, el santuario logró aguantar de pie hasta el siglo XV, bajo el Imperio Otomano, época en la que fue usado como polvorín y voló por los aires cuando los venecianos intentaron conquistar la ciudad. Pero lo peor vino a comienzos del siglo XIX, cuando todo un lord inglés (Thomas B. Elgin) saqueó las mejores piezas que aún quedaban (con el beneplácito del Imperio Otomano, que aún ocupaba Grecia), ocasionando graves daños a la ruinas para extraerlas.
Entramos a la Acrópolis antes de las 9 h y a esas horas apenas había cola para entrar ni grandes aglomeraciones. Lo primero que vimos fue el Odeón de Herodes Ático, un teatro cubierto construido en la época romana y que parecía incrustado en la falda sur de la colina. Fue destruido tras una de las primeras invasiones godas en el siglo III y no volvió a ser reconstruido (hasta la actualidad, claro). Enseguida encontramos los Propileos, las columnas que marcaban la entrada a la Acrópolis. Su inmenso tamaño nos hizo pensar en lo monumental que debió ser la entrada al recinto religioso. En uno de sus lados se alza el Templo de Atenea Niké, que conmemora la victoria sobre los persas en la batalla de Salamina. Su sencillez y pequeño tamaño no hacia mas que acentuar su belleza. Era una lástima no poderlo ver mas de cerca, parecía increíble que mucha gente no reparara en él.
Odeón de Herodes Ático. Al fondo a la dcha., la colina Filopapos
Templo de Atenea Niké
Propileos de la Acrópolis
Al traspasar los Propileos nos encontramos ante un gran altiplano rocoso casi desnudo. Solo había un par de edificios, y uno de ellos es el mas famoso del complejo, el Partenón. Fue todo un logro de la arquitectura y de las matemáticas de esa época. Como otros templos, estaba pintado de vivos colores, y no se debía parecer nada al aspecto blanquecino que tiene en la actualidad. Actualmente se está reconstruyendo, pero los trabajos son lentos porque tienen que quitar antiguas reconstrucciones antes de edificar de nuevo. Nos pareció una pena verlo así, echo polvo y sin las esculturas y frisos que lo hicieron conocido en el mundo antiguo.
Partenón
Detalle del frontal y de los capiteles dóricos
Altiplano de la Acrópolis, con el Partenón (izq.) y el Erecteion (dcha.)
Partenón
El otro edificio de la Acrópolis es el Erecteion, no es tan famoso pero en la antigüedad era el templo mas importante del complejo, ya que estaba dedicado a la mismísima Atenea. Su fachada resulta inconfundible por las esculturas de las Cariátides que sostienen un pórtico como si fueran unas columnas. En otra fachada había otro impresionante pórtico sostenido por columnas jónicas.
Erecteion,vista SW
Erecteion, vista SE
Erecteion, vista NW
Erecteion, detalle de las Cariátides
En el extremo este de la Acrópolis hay un mirador al que vale la pena llegar. Las vistas de la ciudad son espectaculares, y se pueden ver gran parte de los lugares turísticos de Atenas: el Ágora Antigua, el Templo de Zeus Olímpico, el Parlamento, el inconfundible barrio de Anafiotika o el Monte Licabeto (al que subimos el día después). Sin duda, el mejor mirador de la ciudad que visitamos durante nuestra estancia.
Mirando hacia el NW, con el Ágora Antigua a la izq.
Vista S, con el teatro de Dionisio y el Museo de la Acrópolis
Vista E. Al fondo es posible ver el Parlamento y la colina de Licabeto
En una hora y media habíamos visto tranquilamente la Acrópolis. El Erecteion y el Partenón son realmente impresionantes y justifican absolutamente la visita al complejo. Neus ya estuvo de pequeña allí pero lo tenía borrado de su memoria. Fue un gran viaje en familia en coche desde Barcelona a Turquía del que apenas guarda recuerdos por los muchos lugares que visitaron.
Nuestro siguiente objetivo era el Ágora Antigua, pero antes hicimos una pequeña parada en la colina Aeropago, situada muy cerca de la entrada oeste, con buenas vistas de la Acrópolis y del yacimiento que íbamos a visitar. Se la llama Ágora Antigua para distinguirla del Ágora Romana, mas moderna y sin tanto interés. Aquí nos pasó igual que en la Acrópolis, nos costó tiempo encontrar una entrada abierta. En principio, el yacimiento tiene tres entradas, pero nosotros encontramos cerradas las orientadas al oeste y al este, parecía que la principal era la del norte. El Ágora Antigua (entrada incluida en el ticket de la Acrópolis) era el centro de la vida civil en Atenas: había servicios públicos, las sedes de las administraciones, etc. Aunque al entrar ya nos dimos cuenta que poco íbamos a ver de todo aquello, ya que se encuentra en un estado muy ruinoso. En un lado está la Estoa de Átalo, un pórtico con columnas de aspecto algo irreal, ya que mas que reconstruido parecía que lo habían alzado de nuevo. Otra sorpresa fue encontrar una pequeña iglesia ortodoxa en pleno yacimiento, la de los Apóstoles (Ieros Naos Agioi Apostoloi Solaki). Pero la joya de este yacimiento sin duda es el Templo de Hefestos, que ha llegado hasta la actualidad porque fue transformado en iglesia cristiana hasta bien entrado el siglo XX. Aunque la visita al Ágora Antigua nos pareció interesante, no pensamos que sea imprescindible como la de la Acrópolis.
Vista del Ágora Antigua desde la colina de Aeropago
Pórtico de los Gigantes, con la Acrópolis al fondo
Iglesia de los Apóstoles
Templo de Hefestos
Después de salir del Ágora Antigua volvimos a subir montaña arriba en dirección nuevamente a la Acrópolis. Nuestra intención no era volver al monumento sino subir a la colina de Filopapos, el mirador que tiene mejores vistas de él. Para subir ascendimos por unos senderos que se emparraban entre olivos y pinos. El ejercicio extra valió la pena, desde un pequeño saliente rocoso se apreciaban a la perfección todos los edificios de la Acrópolis. La bajada la hicimos por una pasarela de piedra que tenía un desnivel mas progresivo, debía ser el camino normal.
Vista de la Acrópolis desde la colina de Filopapos
Volvimos a bajar de la montaña de la Acrópolis, esta vez por su vertiente sur. Allí está el Teatro de Dionisio, al que nos acercamos a dar un vistazo al estar incluida la entrada en el ticket de la Acrópolis. En su día, este teatro fue el mas grande de la antigua Grecia y uno de los mas antiguos, ya que por encima del viejo teatro se fueron añadiendo sucesivas gradas para ampliarlo. No parecía tan grande cuando entramos, ya que solo se conservan las gradas mas inferiores. En la primera fila de las gradas se conservan unas sillas de mármol reservadas para los VIPs. El teatro está en un estado un poco ruinoso, pero no tanto como el Ágora Antigua, por lo que merece la pena visitarlo.
Teatro de Dionisio, con las gradas VIP en primer término
Relieves del escenario
Como estábamos de nuevo en la civilización, buscamos algo para comer. Pero estábamos en uno de los sitios mas turísticos de la ciudad, bajo la Acrópolis y al lado de su Museo, por lo que todo era muy caro. Dimos con una yogurtería donde compramos un yogurt griego con fresas y un helado de vainilla (5,10 €) que nos sentaron de fábula, ya que el calor empezaba a apretar. Continuamos hacia las últimas ruinas griegas que íbamos a ver aquel día, las del Templo de Zeus Olímpico (entrada incluida en el ticket de la Acrópolis). Aunque solo quedan unas pocas columnas en pie, aquel fue uno de los templos mas grandes de la antigüedad. Se empezó en el siglo VI a.C. y no se acabó hasta la época de dominación romana, casi 600 años mas tarde. Al entrar comprendimos enseguida la principal razón: las columnas eran gigantescas, de varios metros de grosor, ¡y el templo tenía mas de un centenar! En su día debió ser un lugar impresionante. Las ruinas eran igualmente bonitas, ya que desde allí las columnas tenían la Acrópolis como telón de fondo, todo un filón para los aficionados a la fotografía.
Templo de Zeus Olímpico
Detalle de los capiteles de las columnas corintias
Templo de Zeus Olímpico, con la Acrópolis al fondo
Para acabar con la arqueología griega, dejamos para el final el Museo de la Acrópolis (entrada, 5€), ya que es una de las atracciones turísticas que cierra mas tarde (las 20 h). En él se exhiben algunas de las piezas rescatadas del yacimiento y otras depositadas allí para facilitar su conservación. En la primera planta hay las piezas mas antiguas, originarias de pequeños santuarios que había excavados en la colina antes de la construcción de la Acrópolis. En esa misma planta es donde están a buen recaudo las Cariátides originales del Erecteion (las del monumento son copias). Pero la parte mas famosa del museo es la tercera planta, enteramente dedicada al Partenón. Allí se exhiben algunos de sus frisos, los que no se llevaron los ingleses. De hecho, aquel gran espacio de exposición es una de las razones que esgrimen los griegos para que les devuelvan los frisos, ya que así estarían todos juntos. Obviamente, los ingleses se llevaron algunos de los mejor conservados, pero aun así, los del museo guardaban su realismo y transmitían una gran fuerza. Es una lástima que no se puedan hacer fotos dentro del museo. Como en otros yacimientos arqueológicos griegos, la visita al museo nos gustó ya que complementa a la perfección la visita a las ruinas.
Foto "robada" de las Cariátides del Erecteion en el Museo
Al salir del museo eran mas de las 15 h, hora a la que cierran la mayoría de lugares turísticos de Atenas. Así que para lo que nos quedaba de tarde decidimos ir a pasear por alguno de los barrios del centro. Nos hizo falta el GPS del móvil para encontrar el mas diferente de todos, Anafiotika. Este pequeño barrio, situado en la vertiente noreste de la Acrópolis, fue construido por un grupo de albañiles originarios de las islas Cícladas que vinieron a Atenas a trabajar en la construcción de un palacio. Al entrar en Anafiotika fue como si viajáramos a una de las islas griegas del Egeo. Entre estrechos callejones se agolpaban unas bonitas casas bajas encaladas, con puertas y marcos de un intenso color azul, adornadas con todo tipo de plantas. El barrio es muy pequeño, así que la mejor forma de descubrirlo es callejeando. Nos pareció uno de los lugares mas fascinantes de la ciudad, como un oasis en medio de la gran urbe.
Callejuela de Anafiotika
Blanco y azul, los colores de Anafiotika
Arriba se aprecia lo cerca que está la Acrópolis
Calle que sube por Anafiotika
Después fuimos a dar una vuelta por Plaka, el barrio considerado mas céntrico y turístico. Realmente es un barrio con pocos puntos de interés donde proliferan tiendas de souvenirs y restaurantes para turistas. Aún así, sus casas bajas nos hicieron pensar que estábamos caminando por un pueblo, y algunas calles son peatonales, por lo que pasear por allí es muy agradable. Aprovechamos para llenar algo el estómago de forma rápida y barata comprando una especie de hojaldre relleno de tomate y queso feta y otro de pollo (3,40 €) en una pastelería llamada Chatzis.
Tiendas de souvenirs en Plaka
Nuestro rico hojaldre de queso y tomate
A continuación, nos acercamos a la plaza Syntagma, el epicentro de la vida ateniense. En si solo es una plaza arbolada donde descansar un rato y usada también como punto de encuentro. En un extremo tiene el Parlamento griego, que se ha hecho tristemente famoso por ser el telón de fondo de las manifestaciones contra las políticas de la Troika tras el rescate financiero del país. Bajo el Parlamento está el monumento al soldado desconocido, custodiado por los evzones, soldados ataviados con el curioso uniforme tradicional griego. En él destaca el farion, una especie de gorro fez, la fustanella, una falda que se dice que tiene 400 pliegues (uno por cada año de ocupación otomana) y la tsarouchia, un pesado zapato con un gran pompón en el extremo. Delante del monumento se congregaba una gran cantidad de turistas, ya que cada hora se realiza la ceremonia del cambio de guardia y faltaba poco para la próxima. Su comienzo nos pilló desprevenido a todos, ya que estábamos mirando hacia el monumento y los guardias de relevo se acercaron por nuestras espaldas. La ceremonia es corta y muy curiosa, los guardias van avanzando a grandes pasos, alzando sus piernas en ángulo recto y haciendo un ruido característico al golpear el suelo. El cambio de guardia nos pareció que es algo que vale la pena de ver.
Plaza Syntagma
Parlamento griego
Cambio de guardia ante la tumba del soldado desconocido
Típicos pasos de los evzones
Ceremonia del cambio de guardia
Luego volvimos a atravesar Plaka para ir a pasear por otro de sus barrios, Monastiraki. Como nos pasó en Anafiotika, allí también nos pareció que habíamos hecho un largo viaje, pero esta vez hacia los bazares de Estambul. La calle peatonal Pandrosou está llena de comercios, uno al contacto con el otro y exponiendo sus productos en la calle, como si fueran un verdadero zoco. Sin duda, debía ser una herencia del periodo otomano. La gente que le gusten las compras se volverá loca aquí, con tanto que mirar y comprar, sobre todo calzado, bolsos, ropa y artesanías.
Calle Pandrosou, Monastiraki
Tiendas de todo en los bazares de Monastiraki
Plaza Monastirakiou, el centro del barrio
Eran sobre las 6 de la tarde y estábamos muertos después de no parar de caminar casi en todo el día. Como era pronto decidimos ir a descansar un poco al hotel. Pasear por el día por las calles del barrio de Omonia no parecía tan amenazador como la noche anterior. Pero seguía siendo un barrio deprimido, sucio, lleno de pintadas, sin vida... Los comercios parecían abandonados y en las calles no había casi coches aparcados, señal de que no mucha gente vive allí. Eso nos hizo pensar en las consecuencias de la crisis griega en la población de Atenas.
Aspecto de una calle cercana al hotel (al natural causa mas impresión)
Después de descansar y de asearnos un poco salimos a cenar. Decidimos hacerlo por el barrio de Psirri, todo un acierto, ya que está muy animado y había una buena oferta de restaurantes y bares. Decidimos hacer caso de Tripadvisor e ir a uno de los restaurantes mejor puntuados, Oineas. Es un establecimiento un poco caro, pero como estábamos hacia al final del viaje decidimos darnos el capricho. De entrante pedimos para compartir un plato de verduras a la plancha con queso feta y salsa de limón, que resultó todo un fiasco, ya que había poquísima salsa (solo para “manchar” el plato), y era lo único que le aportaba algo de gracia. De segundo pedimos moussaka, esta vez muy buena (mucho mas que la que comimos el primer día), y costillas de cordero con salsa de yogurt, también muy sabrosas. De postre nos regalaron unos pastelillos con miel buenísimos, y como colofón, un licor llamado mastika (hecho con la resina del lentisco), muy afrutado y sin mucho sabor a alcohol. La cena nos salió por 33 € y, aunque nos decepcionó el entrante, lo recomendaríamos para una noche especial.
Nuestra cena en Oineas

2 comentarios:

  1. ¡Muy buenas viajeros!
    Tenéis razón, el barrio Monastiraki se parece mucho a los bazares de Estambul :D
    Nos ha encantado vuestra entrada, muchísimas gracias por vuestro trabajo ;) x

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    Respuestas
    1. Si, es irónico que los griegos les tengan tanta manía a los turcos cuando comparten un montón de cosas.
      Gracias, chicos por leernos! :)

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