GRECIA 4: Olimpia, Dimitsana y Nauplia

27 de marzo de 2016 Aquella jornada visitamos otro de los yacimientos mas importantes de la Grecia clásica, el de la antigua Olimpia, donde nacieron los Juegos Olímpicos. A continuación atravesamos la península del Peloponeso por su montañoso interior, haciendo una parada en el bonito pueblo de piedra de Dimitsana. Acabamos la jornada en Nauplia, una de las ciudades costeras mas bonitas del país, donde también hicimos noche. Olimpia fue un importante centro religioso de la Grecia clásica, con famosos templos como los de Hera y Zeus, el cual albergaba una gigantesca estatua del dios helénico que fue considerada una de las 7 maravillas del mundo antiguo. Pero este yacimiento es mas conocido en el mundo entero por ser la cuna de los Juegos Olímpicos.
27 de marzo de 2016
Aquella jornada visitamos otro de los yacimientos mas importantes de la Grecia clásica, el de la antigua Olimpia, donde nacieron los Juegos Olímpicos. A continuación atravesamos la península del Peloponeso por su montañoso interior, haciendo una parada en el bonito pueblo de piedra de Dimitsana. Acabamos la jornada en Nauplia, una de las ciudades costeras mas bonitas del país, donde también hicimos noche.
Olimpia fue un importante centro religioso de la Grecia clásica, con famosos templos como los de Hera y Zeus, el cual albergaba una gigantesca estatua del dios helénico que fue considerada una de las 7 maravillas del mundo antiguo. Pero este yacimiento es mas conocido en el mundo entero por ser la cuna de los Juegos Olímpicos. Éstos se empezaron a realizar hacia el siglo VIII a. C. y eran algo diferentes de la actualidad. Solo podían competir varones que fueran griegos, en una cantidad de disciplinas muy inferior a los actuales. Además siempre se celebraban en Olimpia, su sede no cambiaba nunca como pasa hoy en día. Eso sí, se celebraban cada cuatro años. Nacieron como una manifestación religiosa para mayor gloria de Zeus, pero como acudían delegaciones de todas las ciudades-estado también sirvió para cohesionar al mundo griego. Además, su celebración significaba una tregua en cualquier guerra, con lo que también fue símbolo de paz. Con la llegada de los romanos, los Juegos se continuaron haciendo con mas o menos normalidad. La cosa cambió cuando el Imperio Romano adoptó el cristianismo, ya que los Juegos empezaron a ser vistos como una fiesta pagana. Así que fueron prohibidos, y en el siglo V d. C., el emperador Teodosio ordenó la total destrucción de Olimpia. No fue hasta el siglo XIX que sus ruinas fueron redescubiertas. En la actualidad la llama olímpica de las actuales Olimpiadas se enciende en las ruinas de Olimpia, todo un tributo al origen griego de este acontecimiento deportivo de orden mundial.
La noche anterior habíamos dormido en el pueblo de Olimpia, así que no hacía falta madrugar mucho. Tras comer el parco desayuno de la Pension Poseidon (un alojamiento a evitar) nos pusimos en marcha. Nuestro plan era acercarnos lo mas posible en coche al yacimiento, ya que luego proseguiríamos nuestra ruta. Pero como veremos fue una mala idea. Al intentar llegar con el coche nos encontramos que la carretera de acceso estaba cortada al sur de Olimpia. El GPS nos ofrecía una alternativa que decidimos probar, pero comportó hacer una gran vuelta de un cuarto de hora, tras lo cual aparecimos en la parte este del yacimiento. Aquel no parecía ser una acceso muy normal para los coches, ya que no había ningún parking ni sitio para dejarlo. Al final vino un empleado a reñirnos y tuvimos que irnos en dirección al pueblo de Olimpia. Aparcamos el coche en una parte del arcén donde vimos algunos taxis, no muy lejos de donde habíamos encontrado la carretera cortada. Moraleja: es mejor dejar el coche en Olimpia (lo mas al sur posible) y acercarse al yacimiento andando.
Finalmente entramos en el yacimiento de Olimpia (entrada combinada incluyendo museo, 9 €). La primera impresión que nos dio no fue precisamente positiva, solo se veían unas escasas ruinas aquí y allá. Además estaba lleno de grupos de turistas que venían de un crucero, suerte que el lugar era tan grande que podía absorber esa muchedumbre. Empezamos visitando la Palestra, el lugar donde entrenaban los atletas, de la que solo quedan las bases de las columnas que adornaban un pórtico. Un poco mas allá dimos con uno de los edificios mas “enteros”, el Taller de Fidias, donde el famoso escultor griego hacía sus obras para todos los templos de Olimpia. Justo al lado esta el Leonideo, donde se alojaban los atletas. Al igual que la palestra, estaba en un estado muy ruinoso, pero en este caso se podía ver muy bien la estructura del gran edificio: los lugares con habitaciones, los pórticos con columnas e incluso una gran fuente central. Incluso contaba con unas termas muy cerca.
Palestra
Taller de Fideas
Leonideo, vista hacia las dependencias de los atletas
Dejamos la parte reservada a los atletas para entrar en la zona mas religiosa. El principal edificio de esta parte es sin duda el Templo de Zeus, del que solo quedan los cimientos y un reguero de columnas destrozadas. Hace poco han reconstruido una de las columnas, lo cual ayuda a imaginar sus inmensas proporciones. Un poco mas al norte encontramos el Templo de Hera, en el que se habían conservado unas curiosas columnas en forma de seta, siendo uno de los mas antiguos de Olimpia. Había otros pequeños edificios, como el Phillipeion (de planta redonda, recientemente reconstruido) o el Nymphaeum (una fuente en su tiempo adornada con bellas esculturas, algunas de ellas conservadas en el museo). Todo en general estaba en un estado muy ruinoso, suerte que enfrente de cada edificio había un plafón explicativo con una recreación que ayudaba mucho a imaginar como era.
Phillipeion
Templo de Hera
Templo de Zeus. Al lado de Neus se pueden ver lo gigantescas que debieron ser las columnas
Finalmente llegamos a uno de sus lugares mas famosos, el Estadio, donde se celebraban las pruebas olímpicas. Aunque en su tiempo fue una instalación con capacidad para 45.000 personas, ahora no queda casi nada de él. Se ha reconstruido un poco el túnel abovedado de entrada al Estadio, un gran acierto, ya que la sensación al pasar debajo y entrar es única. A parte de eso no queda nada, excepto las losas de mármol que marcaban la salida de la pista para los atletas. La parte que ocupaba la pista estaba desprovista de vegetación para podértelo imaginar mejor, pero no había ningún resto de las gradas (al contrario que en el estadio de Delfos).
Entrada al Estadio
Pista del Estadio, con las losas de donde salían los atletas
Vista del Estadio
Tras algo mas de una hora salimos del yacimiento y fuimos al Museo de Olimpia. En él se conservan algunas de las piezas arqueológicas mas importantes que se han encontrado. Lo que mas nos impresionó fueron los frontales del Templo de Zeus. Aunque el templo fue totalmente destruido, parece que sus esculturas se pudieron reconstruir bastante bien y dan buena idea de lo colosal que debió ser. Otras de las piezas importantes es una escultura de Hermes que los arqueólogos desenterraron casi intacta (al lado había una foto de la época mostrando como lo hicieron). La visita al museo es interesante para tener una mínima idea de los tesoros que debió albergar la antigua Olimpia y que en su mayor parte se han perdido.
Maqueta de Olimpia, con los templos en el centro.
Estatua de Niké, de Peonio
Hermes de Praxíteles
Frontales del Templo de Zeus, con estatuas a tamaño natural
Empleamos unas dos horas en visitar el yacimiento de Olimpia y el museo con tranquilidad. En general nos pareció mas interesante por todo lo que encierra su historia y su relación con los Juegos Olímpicos que por el lugar en sí. Ya sabíamos que íbamos a visitar unas ruinas, pero realmente las de Olimpia se encuentran en muy mal estado, y a menudo nos costó imaginar cómo fue. El día anterior habíamos visitado el Oráculo de Delfos y nos había gustado mas, tanto el yacimiento como el museo. Para quien haga una ruta corta por Grecia debería plantearse realmente si vale la pena ir a Olimpia, ya que está muy lejos de todo, a no ser que se viaje solo por el Peloponeso.
Al salir del museo nos pilló el diluvio universal, aquellos días en Grecia estábamos teniendo unos días pasados por agua (e incluso por nieve). Llegamos en nada al coche y nos pusimos en marcha rápidamente. Nos esperaba una larga ruta para atravesar el Peloponeso de oeste a este, parando en algún pueblo del interior si teníamos tiempo. Al principio la carretera estaba bien, pero enseguida se empezó a estrechar y a llenarse de curvas. Conducíamos por lugares montañosos por los que no había ni un alma, apenas nos cruzábamos con otros coches y tampoco había apenas pueblos. La cosa empezó a cambiar un poco al entrar en Gortynia, una región llena de fascinantes pueblos de montaña. Pasamos por Langadia, un bonito pueblo, muestra de lo que estaba por llegar. Como solo tendríamos tiempo para visitar uno de los pueblos, no paramos allí y continuamos hacia Dimitsana, que habíamos leído que era el mas interesante. Debía serlo a tenor de la gran cantidad de gente que había visitando el pueblo, nos costó lo nuestro encontrar un trozo de arcén donde dejar el coche. Dimitsana está situado precariamente en un pequeño collado entre grandes montañas. Empezamos a caminar sin rumbo por sus tranquilas callejas empedradas. La verdad es que aquel pueblo no tenía nada que ver con los pueblos costeros griegos que habíamos visto y veríamos en nuestro viaje. La piedra usada en todas sus construcciones era testimonio de la dureza de esas tierras. Estuvimos una hora callejeando por todo el pueblo, que nos pareció muy agradable y muy diferente de todos los que habíamos visto hasta entonces.
Dimitsana, el pueblo de piedra
Calleja empedrada
Casas típicas
Las casas mas modernas mantenían la arquitectura tradicional
Calle de Dimitsana
Como empezábamos a tener hambre estuvimos buscando algún sitio para comer algo rápido. Pero solo había un par de restaurantes y como no queríamos perder tiempo nos fuimos con el estómago vacío. Tuvimos mas suerte en Levidi, el primer pueblo grande que encontramos hacia el este. Allí dimos con un establecimiento que tenía lo que necesitábamos: un par de ricos trozos de pizza (4 €), que comimos en el coche en ruta para no perder tiempo. Nuestro destino era la pequeña ciudad costera de Nauplia (Nafplion). Todo el viaje para llegar hasta ella se nos hizo eterno, y al final tardamos unas cuatro horas desde Olimpia. Además de visitar Nauplia también íbamos a hacer noche allí. Pero antes de ir a la ciudad y al hotel a dejar nuestras cosas decidimos ir en coche a Acronauplia, una de las fortalezas que dominan Nauplia (así no tendríamos que subir mas tarde a patita). Antiguamente la ciudad de Nauplia estaba situada allí, encerrada en una especie de ciudadela, pero con la llegada de los venecianos en el siglo XIII ésta se convirtió en una fortaleza y se fundó una nueva ciudad mas abajo. Aunque aquel lugar nos interesaba mas por sus bonitas vistas que por sus restos históricos. Bajo nosotros se extendía el casco histórico de Nauplia, con la isla de Bourtzi adornando su bahía. Hay que indicar que la ciudad cuenta con otra fortaleza, la de Palamedes, situada montaña arriba. A diferencia de la de Acronauplia, su apertura está sujeta a horarios y a aquella hora ya estaba cerrada, una lástima, ya que las vistas debían ser mejores.
Al fondo, la fortaleza de Palamedes desde Acronauplia
Nauplia, con la isla de Bourtzi a la izq.
Casco histórico de Nauplia
Después bajamos a Nauplia y aparcamos el coche en la zona del puerto, justo al norte del casco histórico, donde había un montón de plazas de aparcamiento gratuitas. Nuestro alojamiento en la ciudad era el Hotel Agamemnon, situado en el extremo oeste del centro. Y resultó ser uno de los mejores hoteles de nuestro viaje en su relación calidad-precio. La habitación era muy amplia y parecía bastante nueva, aunque con un mobiliario muy simple. El baño parecía reformado hacía no mucho, y tenía una buena ducha (algo difícil de encontrar en alojamientos económicos griegos). El desayuno estaba incluido y consistía en un pequeño buffet con croissants, pan, queso, embutidos, bacon, huevos revueltos… eso sí, con poca variedad. Pero no se podía pedir mucho mas por los 43 € que nos costó la habitación. En nuestro viaje llegamos a pagar mas por alojamientos mucho peores.
Nuestra habitación del Hotel Agamemnon
Enseguida dejamos nuestras cosas en el hotel y nos lanzamos a pasear por Nauplia. La ciudad tiene el honor de haber sido la primera capital que tuvo Grecia tras independizarse del Imperio Otomano en el siglo XIX (en esa época Atenas no era mas que un pueblo). La mayor parte del centro es peatonal y está repleto de casas bajas y callejas llenas de encanto. Las disfrutamos mucho, son ideales para callejear sin rumbo. Aunque nuestra visita se vio deslucida por la lluvia que volvió a caer (¡parecía que nos estaba persiguiendo desde Olimpia!).
Extremo de Nauplia, con la fortaleza de Palamedes al fondo 
Calle llena de comercios
Calle de Nauplia. Arriba se insinúa la fortaleza de Acronauplia
A medio paseo la lluvia dejó paso a un segundo diluvio universal, acompañado esta vez de granizo. Nos tuvimos que resguardar bajo un pórtico con columnas hasta que al menos el granizo cesó. Continuamos paseando otro rato mas, aunque las calles estaban mas solitarias por los aguaceros, no había rastro de la gente en las terrazas ni mirando las coquetas tiendas como hubiera pasado en un día soleado. Nauplia nos pareció de lo mejor de Grecia en cuanto a pueblos o pequeñas ciudades.
Pequeña plaza
Bajo la lluvia
Paseo Marítimo de Nauplia
Regresamos al hotel para descansar un poco y a aprovechar la fantástica ducha. Un rato después salimos a buscar restaurante para cenar. El centro estaba repleto de ellos, pero muchos estaban cerrados al ser festivo. Al final acabamos cenando en la Taverna Aiolos, un restaurante familiar muy informal, con paredes tapizadas de dibujos de niños y cartas escritas a mano. De primero nos regalaron un platito de cuatro salsas acompañadas de pan de pita: tzatziki, tyrokafteri (una crema de queso muy picante pero buena), una especie de crema de berenjenas parecida a un pisto y tarama (una salsa a base de huevas de pescado). De entrante pedimos bougiourdi, hecho a base de queso feta, tomates y pimientos, muy ligero y bueno. Después pedimos una especie de pancetas asadas, y mejillones con queso saganaki, feta y tomates. Todo era exquisito y muy abundante. Después también nos trajeron de regalo un postre a base de unos pequeños pastelillos y manzana con canela. Y por si no habían sido suficientemente generosos, también nos regalaron un chupito de grappa. En los restaurantes griegos es frecuente que te regalen alguna cosa, pero que te obsequien con un entrante, los postres y el chupito nos pareció flipante… en lo positivo, claro. Y lo mejor de todo es que ese festival nos salió solo por 23,40 €. ¡Una buena recomendación para todos los que pasen por Nauplia!
Nuestro festín en la Taverna Aiolos

2 comentarios:

  1. ¡Muy buenas viajeros!
    Nos ha encantado la ruta que habéis realizado por Grecia. Nos lo apuntamos para nuestra próxima visita.
    Un abrazo enorme ;) x

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    Respuestas
    1. Hola chicos,

      Gracias por vuestras palabras. La ruta es muy interesante y nos encantó. Pero si algún día la hacéis, mejor dedicar algún día mas en hacerla para no tener que estar en el coche tanto tiempo como nosotros ;)

      Saludos

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