2 de agosto de 2014
El principal objetivo del día era el volcán Ijen, donde veríamos el amanecer. Después fuimos hasta el extremo este de Java donde cogimos el ferry que nos llevaría a la siguiente isla, la fascinante Bali. Allí cogimos un bus desde el puerto del ferry hasta Denpasar, su capital. Y finalmente un taxi hacia Ubud, en el interior, que iba a ser nuestra base para explorar Bali los siguientes días.
Ver Indonesia 7: Ijen en un mapa más grande
Tal y como nos habían dicho el día anterior, salimos de la habitación a las 3:30 de la mañana a tomar el desayuno en la sala común. Pese a lo pronto que era, por primera vez en varios días nos sentimos descansados. El desayuno consistió en pan de molde, mantequilla, virutas de chocolate (ein?) y huevo duro. Al recogerlo aprovechaban para cobrarte la entrada para el volcán, 100.000 rupias (casi 7 €). Media hora después ya subíamos al minibús, junto con los compañeros de los anteriores días: la familia de franceses, las tres chicas también francesas, la pareja de italianos y Raffaele, el lone traveller italiano. Tardamos una hora en llegar a la base del Ijen, donde ya había una enorme actividad. Quedamos con el conductor a las 7:30 h, teníamos dos horas y media para subir, visitar el Ijen y volver a bajar.
La primera parte del trekking fue bastante suave, pero pronto se fue haciendo mas exigente físicamente conforme nos acercábamos al cono volcánico del Ijen. El camino fue ganando desnivel y cada vez tenía mas pendiente, la verdad es que nos costó lo suyo subir. Hacia la mitad nos encontramos con una especie de campamento base para los mineros del azufre. Y es que este volcán, como consecuencia de su actividad, emana gases sulfurosos que cristalizan formando rocas de alto contenido de azufre. Mucha gente ha encontrado en su extracción un modo de vida, aunque peligroso y duro: los mineros están expuestos a todo tipo de gases tóxicos sin protección alguna, y además tienen que acarrear sobre sus espaldas la carga (de hasta 70 kg por viaje) montaña abajo.
Campamento de los mineros del azufre, con algunos fragmentos de azufre listos para ser transportados
Tardamos una hora en ascender hasta la cima del volcán, llegamos exhaustos por la dura subida. El sol empezaba a despuntar por el borde del cráter y empezó a iluminar su interior. A diferencia del Bromo, en el fondo había un gran lago de aguas turquesas. El Ijen emanaba una gran humareda que salía de una zona lateral del cráter con el característico color amarillo del azufre; fijándonos un poco pudimos ver en la distancia grupos de mineros extrayendo el mineral. La verdad es que los contrastes de colores y texturas hacían del Ijen un lugar espectacular, mucho mas que el Bromo.
Kawah Ijen
El Ijen y su valioso azufre
Detalle del lago del Ijen
Panorámica del Ijen
Nos acercamos lo poco que pudimos al interior del cráter. Al final llegamos a una especie de pequeño mirador completamente cerrado por barrotes. Desde allí vimos que en el fondo del cráter parecía haber grupos de turistas, pero no sabíamos cómo habían llegado allí. Después averiguamos que los mineros abrían su puerta de acceso a los turistas para ganarse un extra. Cuando estuvimos en el mirador nadie nos lo ofreció, aunque tampoco sabemos si lo hubiéramos hecho. Había una buena bajada hasta el fondo y nosotros ya estábamos reventados.
Zona donde se extrae el azufre
Recorrimos un poco el borde del cráter, donde nos encontramos con el grupo de vascas con las que habíamos compartido el viaje de Yogyakarta al Bromo. Después de dar unas vueltas vimos que ascendía el primero de los mineros con su carga para arriba, así que nos acercamos un poco a verlo. La verdad es que nos daban pena sus condiciones de trabajo, eran muy duras. Para sacarse otro extra pedía a la gente que le hiciera fotos, nosotros le dimos 2.000 rupias.
Minero con su carga
Fragmentos de azufre
Como vimos que se nos hacía tarde decidimos iniciar el descenso. La caminata de regreso fue mucho mas agradable, y no solo por que fuera de bajada, sino por que la luz del día nos permitió ver los bonitos paisajes en los que está enclavado el Ijen. A sus pies se alza el majestuoso Merapi, uno de los volcanes más altos de la zona. Según bajábamos por el sendero, fuimos atravesando unas frondosas selvas que no habíamos visto en la nocturna subida. Incluso pudimos ver algunos monos en los árboles. Nos sorprendió que cada vez fuera subiendo mas y mas gente, y eso que la subida era agotadora.
Descendiendo del Ijen
Vaya bajada!
Al final tuvimos que apretar el paso para poder llegar al parking de abajo a la hora acordada. Sin embargo llegamos los primeros, aunque poco tiempo después llegó la familia francesa. El resto llegó una hora tarde: tanto los italianos como Raffaele y las chicas francesas habían bajado al interior del cráter y por eso habían tardado tanto. Nos pareció una falta de respeto hacer esperar al resto de gente una hora, y mas por que todos sabíamos la hora acordada para volver al minibús.
Reanudamos la marcha y al cabo de un par de horas llegamos a un pueblo donde nos hicieron bajar y nos dijeron que esperáramos. No sabíamos ni donde estábamos ni a qué teníamos que esperar. Nuevamente, nos trataron como si fuéramos ganado, sin darnos ni una mínima información. Después nos enteramos que estábamos en Ketapang, el pueblo de donde sale el ferry hacia Bali. Allí tuvimos que esperar un buen rato a que llegaran otros grupos de turistas. No entendemos por que nos dijeron de bajar del Ijen a las 7:30 h cuando todo el mundo llegó mucho mas tarde. Luego nos supo mal no haber estado mas tiempo disfrutando del volcán.
El ferry era un barco enorme y en buenas condiciones, donde embarcamos cientos de personas y todo tipo de vehículos. Nosotros nos acomodamos en una de las cubiertas exteriores donde había asientos con mesas. Desde el ferry Bali estaba tan cerca que parece mentira que sea tan diferente culturalmente a Java. El barco soltó amarras y fuimos dejando atrás la costa coronada por volcanes de Java. En un momento llegamos a la isla de Bali, donde pasaríamos los siguientes 5 días.
Dejando atrás Java....
...y llegando a Bali
Desembarcamos sin problemas en el puerto de Gilimanuk en Bali. En el tour habíamos pagado un suplemento de 100.000 rupias cada uno para que nos llevaran en bus a Denpasar. En tierra firme nos agruparon a todos los guiris y nos guiaron hacia una terminal de autobuses, donde nos hicieron subir a unos buses super-cutres, sin comprobar si íbamos en el tour o si habíamos pagado el suplemento. El bus no tenía ningún espacio para el equipaje, así que los pasajeros nos las tuvimos que arreglar como pudimos para poner las mochilas en el pasillo o en el regazo de cada uno. La verdad es que fue un poco tercermundista, sobre todo por el pastón que habíamos pagado por aquel trayecto. Allí coincidimos nuevamente con las chicas vascas con las que pudimos hablar mas distendidamente. Dos de ellas habían bajado al cráter del Ijen y les había gustado mucho; nos contaron que habían charlado con los mineros y éstos les habían dado un fragmento de azufre.
La primera impresión que tuvimos de Bali era de estar en un país diferente. Las carreteras se veían en mejores condiciones que las javanesas, y los conductores eran mas prudentes (nos fijábamos bien ya que al día siguiente tendríamos que conducir en coche por allí). La gente también parecía distinta, aunque solo fuera por los tradicionales sarongs que vestían de vez en cuando, tanto hombres como mujeres. Las casas eran diferentes, estaban adornadas con motivos presentes en los templos budistas, como los candi bentar, las típicas puertas compuestas de dos triángulos. Nuestro cuerpo notaba el cansancio acumulado por el tumultuoso paso por Java, pero ver aquellas cosas nos levantó el ánimo.
Tardamos mas de 3 horas en llegar a la estación de buses de Ubung en Denpasar. Allí nos despedimos de las vascas que iban a la playa en Seminyak. En el ferry habíamos hablado con Raffaele, el chico italiano, de ir juntos a Ubud, donde ambos teníamos el alojamiento. Para coger el bus hacia Ubud teníamos que buscar un transporte que nos llevara a Batubulan, la otra estación de Denpasar. Como estábamos cansamos decidimos con Raffaele coger un taxi. Después de regatear muy poco, el taxista nos dejó el trayecto en 300.000 rupias en total. Nos pareció que estábamos pagando demasiado, aunque a Raffaele ya le iba bien.
En un rato llegamos a Ubud. Primero descargamos a Raffaele, quien tenía que buscar alojamiento para los siguientes días. El nuestro estaba un tanto alejado del centro y nos costó un poco encontrarlo. Lo elegimos así por que nos íbamos a desplazar en coche de alquiler y pensamos que aparcar y moverse en coche por el centro iba a ser difícil (al apostre fue un acierto). Era el Rumah Madechra, una especie de B&B familiar. Su propietario salió a recibirnos, era un tío la mar de simpático que nos ayudó en todo lo que necesitamos. Nuestra habitación era enorme y con un baño, pero tenía unos acabados un poco cutres. En una de las paredes había una especie de ventana sin cristales por donde presagiamos que se nos colaría toda la fauna invertebrada de Bali. Y por toda la habitación corrían filas de hormigas que mas de una vez dieron cuenta de la comida que llevábamos. Otro punto negativo era lo lejos que estaba del centro, como poco, a media hora caminando. Al menos los desayunos fueron muy buenos, a base de pancakes de plátano y lima o tortillas de verdura, aunque tras varios días se nos hacía repetitivo. Nos costó 180.000 rupias por noche (12 €), un buen precio para ser Bali.
Nuestra habitación de Rumah Madechra
Después de ducharnos salimos a cenar. No nos queríamos complicar la vida y buscamos algún restaurante en los alrededores del alojamiento. Pero aquella zona estaba bastante muerta, por allí no había vida ni ambiente. Al final dimos con un warung, un pequeño restaurante familiar llamado Markan Tabia Bun. Pedimos iqa bakar (costillas de cerdo) y una especie de curry de pescado y marisco. Las costillas tenían grasa para aburrir, y el curry tenía sobre todo verduras, había que buscar detenidamente los trozos de pescado. Pero en general todo nos pareció bueno. Junto con una cerveza y una agua nos costó 71.000 rupias (casi 5 €).
Nuestros platos
Cenando en el Tabia Bun
Lo dicho...lo del azufre no me convence...con los problemas de pulmón no se yo :S me lo tendría que pensar. me veo llevando la mascarilla del curro xD
ResponderEliminarPues en este volcán el olor a azufre a penas se notaba, aunque dentro del cráter debia ser otra cosa... :P
EliminarMe voy a guardar estos recorridos por Indonesia, que es uno de los lugares que más ganas tengo de conocer
ResponderEliminarHola Ramon,
EliminarEste volcán es uno de los lugares mas impresionantes de Java. La lástima es lo que cuesta llegar hasta allí. Pero aún así, es totalmente recomendable.
Saludos
El Kawa Ijen es una lecciones que me llevé de Indonesia. Me alegra saber que también sudastéis un poquito para subir, yo veía a la gente tirar para arriba como si nada y yo con una crisis de asma que no veas!
ResponderEliminarDescribís fenomenal la sensación al dejar Java, que recuerdos!
Saludos!
La ascensión nos costó lo suyo. Empezamos a caminar con el resto de nuestro grupo pero enseguida nos quedamos atrás, debían estar en muy buena forma! Menos mal que no éramos los únicos... :P
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