14 de noviembre de 2013
Este fue uno de los días que más recordamos de nuestro viaje, nunca olvidaremos las espectaculares terrazas de Pamukkale. Además también visitamos las contiguas ruinas romanas de Hierápolis y Afrodisias. Por último, hicimos los 200 km de carretera que nos separaban con la costa Egea, haciendo noche en Selçuk.
Ver Turquía 10: Costa Egea I - Pamukkale en un mapa más grande
Después de la dura jornada de coche del día anterior, un buen descanso nocturno nos vino de fábula, por primera vez no oímos la llamada a la oración musulmana tan típica. El desayuno en el hotel Allgau estuvo bien, con tortilla, rollito de queso, pepino, queso, tomate, aceitunas... lo mejor para empezar el día. Después de pagar nos dirigimos al principal objetivo de la jornada situado en el mismo pueblo: las terrazas de travertino de Pamukkale. En realidad, son dos atracciones turísticas en una, ya que además de las terrazas, también se pueden visitar las ruinas de Hierápolis, la antigua ciudad-balneario romana construida para disfrutar de sus aguas termales. Para acceder al complejo hay dos entradas, una queda muy cerca del pueblo, ideal para quien no tenga transporte propio, pero con el problema de que todo el camino hacia las terrazas es de subida. La otra entrada, a la que fuimos, está en lo alto del acantilado, donde se llega por una carretera. Para aparcar hay que pagar 5 liras.
Tras pagar los 20 TL por persona, entramos en el recinto de Hierápolis-Pamukkale. Estaba repleto de hordas de turistas en grupo que se encaminaban hacia las famosas terrazas, no queremos saber como debe ser en verano. La mayoría de ellos eran rusos vestidos con bañadores y bikinis como si fueran a la playa, aunque está prohibido el baño. La zona de las terrazas de travertinos es muy grande, están repartidas por todo un escarpado acantilado que cubre todo el margen oeste de Hierápolis. Las primeras que vimos nos parecieron muy decepcionantes, muy pequeñas y sin apenas aguas. Pero todavía no habíamos llegado al “centro de la fiesta”.
entrada de Hierápolis-Pamukkale por la muralla romana
primeras terrazas de Pamukkale
Un poco más adelante llegamos al sitio donde iban a parar todos los turistas rusos, guiados por un instinto desconocido. Era una impresionante serie de terrazas de travertinos conectadas entre si, blancas como la nieve. Nos pareció un paisaje único en el mundo! Poco nos importaba la aglomeración de turistas, estábamos embelesados ante un espectáculo que no habíamos visto nunca. Bueno, eso no es del todo cierto, Neus ya visitó este lugar en 1988, pero no se acordaba mucho. En la cabecera de las terrazas había una pasarela de madera donde se podía dejar el calzado para poder caminar por la zona descalzo. Mojarse los pies y hasta donde cubrieran las piernas era lo único permitido, como hemos comentado antes uno no se puede bañar, como pretendían muchos rusos; los que lo intentaban recibían la rápida reprimenda de un par de guardias que vigilaban la zona.
terrazas de travertinos de Pamukkale
Neus y familia en Pamukkale, 1988
Con los pies descalzos, empezamos a descender por la bajada de las terrazas. Aunque algunas zonas eran resbaladizas, el paseo descalzos por el agua tibia fue agradable. El travertino era completamente blanco y tenía una apariencia algodonosa, aunque fuera una roca sólida; de hecho “Pamukkale” quiere decir “castillo de algodón” en turco. La belleza del lugar ni tan siquiera se veía eclipsada por las jóvenes turistas rusas que posaban en las piscinas como si fueran estrellas de Hollywood. Pamukkale nos pareció increíble, pero vimos que las terrazas más bonitas estaban lejos del alcance de los turistas. Allí, tenían formas bellísimas, y contenían un agua azul turquesa mágica. De hecho, allí fue donde se bañó Neus cuando visitó Turquía de pequeña. Las terrazas por donde caminábamos debían ser un invento reciente para contentar a los turistas.
Pamukkale
El mejor sitio para ver las terrazas más bonitas de Pamukkale está en el parque que hay en la zona más occidental. En su parte sur hay un mirador con unas vistas increíbles de ellas, allí se pueden hacer unas fotos de antología! Nosotros nos recreamos un buen rato contemplando el inolvidable panorama. Es una vista que no os podéis perder!
las mejores terrazas de Pamukkale, lejos del alcance de los turistas
Pamukkale
Como hemos explicado antes, en las terrazas de travertinos está prohibido bañarse. Pero los que tengan ganas de disfrutar de sus aguas termales tienen una alternativa. En el mismo recinto hay una piscina artificial construida por los romanos y alimentada con esta agua. Nos acercamos a dar un vistazo y la verdad es que muy curiosa: un terremoto hizo caer columnas, frisos, losas... que ahora están sumergidos bajo el agua. Para darse un baño hay que pagar un extra no incluido en la entrada a Pamukkale. Hubiera estado bien un bañito, pero no nos apeteció mucho por que estaba a reventar de gente!
piscina artificial de Pamukkale
A continuación visitamos las ruinas romanas de Hierápolis. Las hordas de rusos se habían esfumado, en las ruinas estábamos casi solos. Hierápolis nos pareció que se encontraba en un estado ruinoso, con pocos restos en pie. El edificio mejor conservado sin duda es el Teatro, con algunas estatuas y frisos. Bajo un sol abrasador, caminamos hasta un lugar donde se adivinaba la planta de la antigua catedral bizantina.
ruinas de Nympheo, Hierápolis
Teatro
escenario del Teatro
Catedral bizantina
La otra zona que más nos gustó de Hierápolis fue su acceso norte, con la Puerta Bizantina como punto de entrada. Desde ella sale la Via Frontino, que llevaba hacia la antigua necrópolis, pasando por el Arco de Domiciano. Las ruinas nos parecieron interesantes, aunque en la costa vimos algunas otras en mejor estado, como las de Éfeso.
Hierápolis, con la Puerta Bizantina al fondo
Via Frontino
Via Frontino
Via Frontino y Arco de Domiciano
Como valoración general tenemos que decir que las terrazas de travertinos nos encantaron. Seguramente no hay en el mundo un lugar como aquel, es irrepetible. En cambio, las ruinas de Hierápolis no nos gustaron tanto aunque resultaron interesantes. En total le dedicamos a todo unas 3 horas y media.
No nos podíamos entretener en Pamukkale, nos esperaba un largo trayecto de hora y media en coche hasta Afrodisias. Llegamos hacia el mediodía y decidimos comer algo en un restaurante que había cerca del aparcamiento. Pedimos un par de gözleme de espinacas y de queso, y también nos trajeron una ensalada de regalo. Una buena forma de recargar las pilas!
comiendo gözleme
El acceso a las ruinas de Afrodisias estaba cerrado para los coches. Para llegar hasta la entrada se podía ir andando medio kilómetro, o coger el servicio lanzadera gratuito que conectaba el aparcamiento con la entrada. Nosotros optamos por este último por que en aquel momento no sabíamos que distancia tendríamos que caminar. Era un poco singular, ya que no era ningún autobús o similar, sino un tractor que arrastraba un remolque que había sido acondicionado con asientos.
Afrodisias fue una antigua ciudad griega consagrada a la diosa del amor, Afrodita. Aunque su mayor desarrollo lo vivió durante la época romana, con la construcción del teatro, estadio, ágora, etc. Justo después de entrar en el recinto arqueológico encontramos el museo, pero pensamos que era mejor visitarlo después de las ruinas. Las primeras que vimos fueron de las más espectaculares, la gran puerta monumental del Tetrapylon. Sus columnas y frisos eran increíbles. Después visitamos el Estadio, el mejor conservado que habíamos visto. Nuestros primeros pasos en Afrodisias nos estaban encantando!
Tetrapylon, Afrodisias
Estadio
Los anteriores edificios estaban desperdigados y aislados. Pero tras caminar unos minutos llegamos a un sector mas compacto y urbano, donde destacaba el Templo de Afrodita, que fue transformado posteriormente en iglesia. El Odeón nos pareció muy bien conservado, parecido a un teatro pero en pequeño, era el lugar donde el consejo municipal debatía las decisiones relativas a la ciudad. Del Ágora no quedaba mucho, pero se intuía perfectamente su extensión y sus columnatas.
Templo de Afrodita
Odeon
Ágora
Como en el caso de otras ciudades romanas turcas, el Teatro estaba también muy bien conservado. Una de las joyas de Afrodisias fue el Sebasteion, un complejo religioso con un pórtico decorado con finos relieves y frisos. Los que estaban en el edificio eran reproducciones, pero pudimos ver los originales en el museo, que habíamos dejado para el final. En una gran sala estaban expuestos todos los frisos, que representaban diferentes deidades, personalidades y sobre todo pueblos conquistados por los romanos. Sin duda, el Sebasteion y sus frisos es de lo mejor de Afrodisias. En el museo hay también una colección interesante de esculturas y objetos hallados en las ruinas.
Teatro
Sebasteion
frisos del Sebasteion, museo de Afrodisias
frisos del Sebasteion, museo de Afrodisias
En general la visita a las Afrodisias nos gustó, los edificios estaban mucho mejor conservados que en Hierápolis. Le dedicamos una hora y media a ritmo apresurado, hubiera estado mejor dedicarle algo mas de tiempo. El principal problema de Afrodisias es su ubicación, hay que desviarse bastante para ir hasta allí, pero es factible visitarlo el mismo día que Pamukkale si se gestiona bien el tiempo.
No nos podíamos entretener mucho tiempo en Afrodisias porque nos esperaba un trayecto de 150 km en coche. Se nos hizo pesado sobre todo el tramo de carretera antes de llegar a la autovía. En un par de horas llegamos a la que sería nuestra base para visitar la Costa Egea los siguientes tres días, Selçuk. Nuestro alojamiento estaba algo alejado del centro, era el Hotel Meral. La habitación era un poco básica y no le vendría mal alguna reforma, como cambiar la puerta de la terraza, que no cerraba bien y entraba todo el frío del exterior. La cama era un poco incómoda, tenía unas raras sábanas rugosas a las que no llegamos a acostumbrarnos. Como aspecto positivo, el desayuno que se servía era bastante bueno y variado y la señal de wifi excelente. Nos salió muy bien de precio al coger una oferta de Booking, 16 € la noche.
nuestra habitación en el Hotel Meral, Selçuk
Nada más descargar el coche, nos fuimos a cenar por Selçuk. No queríamos volver a coger el coche para ir a cenar al centro, así que fuimos caminando a un sitio cercano que recomendaba la Lonely, la Selçuk Köftecisi. Es un establecimiento donde va a comer la gente local, seguramente no habría ningún turista de no ser por la famosa guía. No existe carta, tuvimos que ir al mostrador donde tenían los productos cárnicos de aquel día para elegir: costillas de cordero asadas, köftes y yogurt con pepino. Estaba todo muy bueno y solo nos costó 27 liras (10 €).
nuestra cena en Selçuk
Cada vez tengo mas ganas de ver esas terrazas en persona, qué maravilla! Creía que sí te podías bañar en ellas, vaya...
ResponderEliminarEspero buscar pronto información en vuestro blog, que es muy completo.
La comida tiene muy buena pinta, otro motivo para ir más pronto que tarde,
Saludos!
La verdad es que Pamukkale es uno de esos sitios únicos. Neus sí que se pudo bañar cuando fue hace 25 años. Pero con la gran afluencia de turistas que hay ahora, si dejaran bañarse las terrazas no durarían ni dos días...
EliminarA ver si algun día puedes disfrutar tu también de Turquia! ;)
Un abrazo
muy buena entrada, que viaje, dan ganas de conocer las terrazas en Turquia, saludos
ResponderEliminarGracias, James! Es un placer para nosotros que leas las nuevas entradas del blog!
EliminarUn saludo