20 de julio de 2010
Nuestro primer día en Islandia iba a ser el más largo, ya que vuelo salía a las 00:50 h del día 20. Desde Barcelona no había alternativas en vuelo directo para evitar estas horas intempestivas. Este horario nos haría llegar a Islandia a las 3:15 h de la madrugada después de 5 horas de vuelo (hay dos horas menos allí).
Como va siendo habitual, hubo un poco de retraso en el vuelo, con lo que llegamos al aeropuerto de Keflavík en Islandia cerca de las 4 de la madrugada. Como es normal en esa época, era completamente de día a esas horas. Había compañeros de vuelo que se dirigían a las agencias de alquiler de vehículos para ponerse ya en ruta. Pero nosotros ya habíamos decidido que a esas horas no íbamos a coger ningún coche, así que habíamos reservado una habitación en el Motel Alex, uno de los hoteles más cercanos al aeropuerto. Aunque estaba cerca, hubiéramos tardado media hora buena para llegar allí andando. Así que llamamos para que nos vinieran a recoger, ya que este hotel ofrece el servicio de recogida y entrega en el aeropuerto completamente gratis.
Unos minutos después de llamar, nos vino a recoger un muchacho imberbe con una gran furgoneta. Y en unos pocos minutos más ya estábamos en el Motel Alex. Es el típico hotel de aeropuerto, concebido para los viajeros que llegan o se van del país a deshoras, con habitaciones muy básicas pero correctas y un servicio self-service de desayuno que empieza a las 4 de la madrugada!
Nuestra habitación en el Motel Alex de Keflavík
Sólo nos permitimos dormir 5 horitas... teníamos que ver tantas cosas en nuestro primer día en Islandia! Para ahorrarnos un día de alquiler de coche, dedicaríamos lo que nos quedaba de día a ver Reykjavík. La mejor opción para ir al centro des del Motel Alex era regresar al aeropuerto y coger uno de los buses que enlazan ambos puntos. Así que nos acoplamos a uno de los viajes que hacía la furgoneta del motel hacia el aeropuerto. Al llegar fuimos a cambiar euros por krónur o coronas islandesas (ISK), ya que cuando llegamos de madrugada la oficina de cambio estaba cerrada. Después nos dirigimos a la taquilla del bus que une el aeropuerto y Reykjavik. El horario del bus no es regular, sus salidas van sincronizadas a las llegadas de vuelos. Y hasta al cabo de una hora no aterrizaría el siguiente, así que nos tuvimos que esperar. Aprovechamos para decidir que cosas visitaríamos de la ciudad.
Ver Islandia 1: Reykjavík en un mapa más grande
Reykjavík es la capital más septentrional del mundo. Concentra mayor densidad de población de Islandia, ya que uno de cada tres islandeses vive allí, cifra que sube si se suma la población de su área metropolitana. Reykjavík tiene casi 150.000 habitantes, mientras la segunda ciudad del país, Akureyri, no llega a los 20.000. Así que no es de extrañar que Reykjavík no sea solo la capital, sino el centro cultural, económico o social del país.
Después de casi una hora el bus llegó a una pequeña terminal de autobuses. Pensábamos que sería alguna terminal de las afueras, ya que se encontraba en un lugar con edificios dispersos, grandes extensiones de pastos y algunas arboledas. Pero realmente habíamos llegado al final de nuestro recorrido, la BSÍ Umferðarmiðstöðin o terminal central de autobuses de Reykjavík.
Antes de visitar la ciudad nos acercamos a nuestro alojamiento para esa noche en Reykjavík, el Hotel Flóki. Era un hotel que tenía sus habitaciones dispersas en diversos pequeños edificios de la zona. La nuestra estaba fuera del edificio principal, tenía baño compartido y una cocina comunitaria.
Nuestra habitación en el Hotel Flóki
Después de dejar las maletas, empezamos la jornada turística dirigiéndonos hacia uno de los monumentos más populares de la ciudad, la Hallgrímskirkja, que quedaba muy cerca del hotel. Es una gran iglesia de hormigón, visible desde kilómetros a la redonda, dedicada al gran poeta islandés Hallgrímur Pétursson. La fachada está presidida por la torre del campanario, que está flanqueada por unas columnas que simulan las típicas columnas de basalto tan comunes en el país. Delante de la torre hay una estatua de Leif Eriksson, que llegó a América 500 años antes que Cristóbal Colón.
Hallgrímskirkja
Hallgrímskirkja, con la estatua de Leif Eriksson
Por dentro, la Hallgrímskirkja está dominada por una gran sobriedad. No hay apenas adornos, tallas o pinturas. Lo que más nos llamó la atención es su gran órgano. La entrada al interior es gratuita, pero para subir a la torre hay que pagar 400 ISK. Y vale mucho la pena, no solo por que un ascensor te sube cómodamente arriba, sino por las vistas de la ciudad. Vimos los tejados multicolores de las casitas que conforman el centro histórico, con el gran lago Tjörnin al fondo.
interior de la Hallgrímskirkja
vistas de Reykjavík desde la torre de la Hallgrímskirkja
Salimos de la iglesia y paseamos por Skólavörðustígur, una de las calles más bonitas del centro. Estaba flanqueada por bonitas casas pintadas de alegres colores. La mayoría tenían su fachada cubierta de una especie de uralita metálica que le daba la apariencia de madera de lejos. Días después comprobamos que era un elemento muy habitual en las casas islandesas.
Skólavörðustígur
Abandonamos esta calle para acercarnos a la Bakarí Sandholt, una de las panaderías más famosas de la ciudad. Como ya hacía horas que habíamos desayunado, decidimos comer algo, y así pudimos probar los kleinur, los típicos donuts islandeses. Eran muy esponjosos y los que probamos estaban cubiertos por encima de caramelo. Riquísimos!!!
desayuno en la Bakarí Sandholt
La panadería estaba situada en la Laugavegur, la calle principal del centro. Como en Skólavörðustígur, había muchas casitas de colores, y también abundaban las terrazas y sobre todo las tiendas. Es una de las mejores calles para pasear por Reykjavik.
Laugavegur
Laugavegur
Después nos desviamos de la Laugavegur y nos acercamos a la Þjóðmenningarhúsið o Casa de Cultura. La entrada valía 700 ISK, pero era miércoles y ese día de la semana los museos son gratuitos. Lo más importante de la Casa de Cultura son los manuscritos medievales de las sagas islandesas. Las sagas son los escritos más antiguos (siglos XIII y XIV) en islandés y describen hechos ocurridos durante los tiempos de la colonización de Islandia (siglo X). En una sala oscura se podían ver los manuscritos originales, y en otras se explicaba la historia de las sagas. En la Þjóðmenningarhúsið también había otras exposiciones, una de arte, otra sobre el patrimonio natural y una muestra de la antigua biblioteca.
Volvimos a la Laugavegur y la recorrimos hasta el final. A la derecha encontramos la Stjórnarráðið, un edificio bajo que es la oficina del primer ministro islandés. Decidimos desviarnos un poco del centro para acercarnos a ver el gran estanque Tjörnin. Sus orillas llenas de jardines son un lugar ideal para pasear, mientras se observan la gran variedad de aves que lo pueblan. Uno de los edificios más identificables de la orilla es la Fríkirkjan í Reykjavík, una iglesia blanca construida a principios del siglo XX.
Tjörnin
panorámica de Tjörnin
Abandonamos el lago y nos acercamos al Þjóðminjasafn Íslands, el Museo Nacional de Islandia. Al igual que en la Casa de Cultura, nos ahorramos las 1000 ISK de la entrada al ser miércoles. El Museo Nacional ofrece un interesante recorrido por la historia y culturas islandesas mediante una gran colección de objetos originales. En la entrada nos ofrecieron un folleto gratuito con un plano del museo indicando los objetos más importantes que ver, algo muy útil cuando se visita un gran museo. Pese a que no pudimos dedicarle mucho tiempo a la visita, nos pareció interesantísimo.
Volvimos al Tjörnin para pasear por su tranquila orilla oeste. Al final de ésta se sitúa el Ráðhús Reykjavíkur, el Ayuntamiento de Reykjavík, el edificio más moderno (y posiblemente más feo) del borde del lago. Entramos dentro para contemplar una gran maqueta de Islandia en tres dimensiones, que nos permitió intuir los agrestes territorios que atravesaríamos en nuestro viaje por el país.
Tjörnin, con el Ráðhús Reykjavíkur(ayuntamiento) al fondo
Tjörnin
Cerca del ayuntamiento está Austurvöllur, la principal plaza del centro de Reykjavík. Pese a ser relativamente pequeña, sirve como punto de encuentro y de descanso de los autóctonos. En su lado sur se encuentran dos importantes edificios. Por una parte el Alþingi, un edificio de basalto del siglo XVIII que alberga el Parlamento de Islandia. A su lado esta la Domkirkja, la principal catedral del país y uno de los edificios más antiguos de la ciudad (se erigió en el siglo XVIII).
Austurvöllur
Alþingi
Domkirkja
Cerca encontramos otra plaza, la Ingólfstorg, con unas curiosas chimeneas donde sale vapor geotermal. Hay varios edificios antiguos en la plaza, pero el más interesante está en la cercana calle Aðalstræti: es el Fógetinn, el edificio más antiguo de la ciudad, construido en 1752.
Ingólfstorg
Fógetinn (el edificio negro de la derecha)
Lo poco que habíamos comido ya hacia tiempo que estaba digerido, así que buscamos algo para aguantar hasta la hora de cenar. Fue la excusa perfecta para acercarnos al Bæjarins Beztu, un famoso puesto de perritos calientes (Pylsur) que es toda una institución en Reykjavik. Pedimos unos perritos con todo (mostaza, ketchup, cebolla frita y remoulade) y la verdad es que hacían honor a su fama, estaba buenísimos.
almorzando un "pylsur" en Bæjarins Beztu
Con fuerzas renovadas llegamos hasta el puerto. En el paseo marítimo había unos paneles explicativos sobre la formación de las islas islandesas y la pesca. Muy interesante.
Más adelante había un edificio que destacaba entre los atracaderos y los barcos. Es el Harpa, una construcción moderna con una fachada repleta de unos raros paneles de vidrios multicolores, que alberga salas de conciertos y un palacio de congresos. Entramos dentro para ver como era, y la verdad es que el interior también tenía un diseño muy curioso.
Harpa
Harpa, interior
Continuamos caminando por una especie de paseo marítimo hasta el Sólfar, también conocido como sun-craft o viajero solar, la escultura más famosa de la ciudad. Es una obra abstracta que representa un tipo de embarcación tradicional vikinga, pero deja bastante margen a la imaginación de cada uno...
Sólfar
Volvimos al centro para hacer un poco de tiempo mientras se acercaba la hora de cenar y de paso ir mirando los restaurantes. En general, los precios de los restaurantes de comida islandesa eran muy caros, y como opción barata sólo encontrábamos sitios de comida rápida. Logramos encontrar un par de sitios que eran un término medio, y nos quedamos en el Hressingarskálinn (Austurstræti 20). En si era una taberna que servía comidas y tenía un plato del día de carne y otro de pescado por 2000 ISK cada uno. En nuestro caso fue cordero y salmón, y así pudimos degustar algo de cocina del país. Salimos muy satisfechos de allí!
cenando en Hressingarskálinn
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