21 de septiembre de 2017
Abandonamos el interior de la Provenza y llegamos a la Costa Azul, donde empezamos explorando el encantador pueblo de Villefranche sur Mer. A primera hora de la tarde fuimos a Niza, y pasamos el resto del día paseando por la Vieux Nice y por su paseo marítimo.
Aquella jornada tocaba abandonar las Gargantas del Verdon, donde habíamos pasado dos días geniales descubriendo sus paisajes. Y también tocaba abandonar la región de la Provenza y empezar a explorar la Costa Azul. El primer objetivo de esta zona fue Villefranche sur Mer, un pintoresco pueblo situado muy cerca de Niza. Nos costó mas de dos horas llegar, y tuvimos que dejar el coche en un parking situado en la playa de Marinières. Aunque Villefranche sur Mer ha crecido mucho gracias al turismo, su compacto casco histórico ha sabido conservar su auténtico ambiente de pueblo de pescadores. La Quai de l'Amiral Courbet recorre su fachada litoral formando un bonito conjunto de pequeñas casas llenas de terrazas, donde se respiraba un tranquilo ambiente festivo, atrás había quedado el mes de agosto y sus tediosas aglomeraciones.
21 de septiembre de 2017
Abandonamos el interior de la Provenza y llegamos a la Costa Azul,
donde empezamos explorando el encantador pueblo de
Villefranche sur Mer. A primera hora de la tarde fuimos a Niza,
y pasamos el resto del día paseando por la Vieux Nice y por su paseo marítimo.
Aquella jornada tocaba abandonar las Gargantas del Verdon, donde habíamos
pasado dos días geniales descubriendo sus paisajes. Y también tocaba abandonar
la región de la Provenza y empezar a explorar la Costa Azul. El primer
objetivo de esta zona fue Villefranche sur Mer, un pintoresco pueblo
situado muy cerca de Niza. Nos costó mas de dos horas llegar, y tuvimos que
dejar el coche en un parking situado en la playa de Marinières. Aunque
Villefranche sur Mer ha crecido mucho gracias al turismo, su compacto casco
histórico ha sabido conservar su auténtico ambiente de pueblo de pescadores.
La Quai de l'Amiral Courbet recorre su fachada litoral formando un bonito
conjunto de pequeñas casas llenas de terrazas, donde se respiraba un tranquilo
ambiente festivo, atrás había quedado el mes de agosto y sus tediosas
aglomeraciones. Desde esta calle parte una red de callejuelas tierra adentro,
y la mejor forma de explorarlas es deambular sin rumbo. El ambiente por ellas
es totalmente diferente, es mucho mas tranquilo y auténtico, con gente local
dirigiéndose a sus quehaceres y tiendas de barrio.
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Villefranche sur Mer desde su playa
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Paseo marítimo de Villefranche sur Mer
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Callejuela del centro
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Una de las calles mas auténticas del centro es la llamada Rue Obscure.
Es una de los legados mas importantes de su época medieval, ya que en su
origen era un camino de ronda que recorría por su parte interna las antiguas
murallas de la ciudad. Hoy en día están perfectamente integradas en la trama
urbana, y pasear por allí es fascinante. También lo es hacerlo por las otras
callejuelas del centro, que están llenas de un gran número de lugares
simplemente preciosos. Éste se extiende montaña arriba, por lo que las calles
que suben son de escaleras, de forma que no hay coches por todo el centro. A
nosotros nos encantó, y nos pareció uno de los pueblos mas bonitos y
auténticos de la Costa Azul. El centro es muy pequeño y se ve enseguida, de
forma que no hay excusa para no hacer una parada. Antes de irnos compramos en
una boulangerie un croque monsieur y un hojaldre con queso de cabra buenísimos
(3,90 €), ideales para cargar las pilas.
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Rue Obscure
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Recorriendo el centro de Villefranche sur Mer
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Rincón del centro
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A continuación hicimos los pocos kilómetros que nos separaban de Niza,
donde íbamos a pasar el resto del día. El centro estaba hasta los topes de
gente, y ante la imposibilidad de aparcar en alguna zona azul decidimos dejar
el coche en el parking del centro comercial l’Etoile. Nuestro
alojamiento no estaba muy lejos de allí, era el
Hotel Star, un establecimiento básico situado a poca distancia de la Vieux Nice.
Nuestra habitación era algo espartana, pero tenía todo lo necesario así que
nos pareció bien para nuestras necesidades. El desayuno estaba incluido y
consistía en pastas dulces, queso, pan, cereales, yogurt… No sería de la mejor
calidad, pero cumplía su cometido de llenar el estómago. El precio fue de 87 €
la noche, que puede parecer caro, pero alojarse en Niza lo es, así que nos
pareció un buen precio.
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Nuestra habitación de Niza
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Enseguida nos lanzamos a descubrir los interesantes rincones que encierra
Niza. Empezamos paseando por la avenida Jean Médecin, una calle
muy animada gracias a la gran cantidad de tiendas que hay. Ésta da a la
Place Masséna, una bonita plaza que limita el casco antiguo de la
ciudad, llamado la Vieux Nice. De la misma forma que Villefranche sur
Mer, es un laberinto de callejuelas donde el tiempo parece haberse parado. La
diferencia es que Niza no es tan pintoresco, las casas son mas grandes y
modernas, y tiene mas un ambiente de ciudad pese a sus estrechas calles. Aun
así, nos gustó pasear sin rumbo por la Vieja Niza. En el centro hay algunas
iglesias, y la mas interesante es la
catedral de Santa María y Santa Reparata, con un interior barroco
bastante espectacular. El día era caluroso, y para refrescarnos un poco
compramos un par de helados en
Fenocchio, una de las heladerías con mas solera de Niza, con mas de 70 sabores
diferentes; decidimos arriesgarnos en probar dos sabores atípicos: cerveza y
lavanda, y la verdad es que el sabor estaba muy bien conseguido y eran muy
buenos.
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Avenida Jean Médecin
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Place Masséna
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Vieux Nice
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Tranquila plaza de la Vieja Niza
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Catedral de Niza
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Explorando la Vieja Niza
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Después de patear a fondo la Vieux Nice, subimos hacia al
Parc Du Château, situado en una colina al este. Sus fragantes jardines
envuelven los restos de un antiguo castillo. Lo mas interesante es el mirador
que hay en su extremo, con unas vistas fabulosas de la Vieja Niza. A
continuación bajamos de la colina por su parte este hasta el barrio de
Le Petit Marais. Antes era un barrio industrial y popular algo
deprimido, ya que estaba situado junto al puerto de Niza. Pero desde hace
pocos años se le ha hecho un lavado de cara y ahora es un barrio muy cotizado
para los lugareños, así como un icono del movimiento LGTBI. El barrio no es
nada turístico, así que está bien darle un vistazo y pasear un poco por él. En
una de sus tiendas vimos que vendían
socca, una especialidad local que teníamos ganas de probar, así que no pudimos
resistirnos a pedir una. Es una especie de crêpe a base de harina de garbanzos
y pimienta, con un sabor muy peculiar que nos gustó.
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Vistas de la Vieux Nice desde Parc du Château
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Le Petit Marais
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Socca, una especialidad local
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Acabamos la tarde paseando por el paseo marítimo por excelencia de Niza, la
Promenade des Anglais. Se llama Paseo de los Ingleses porque fueron
ellos quienes se encargaron de su construcción, ya que había una nutrida
colonia de británicos que disfrutaba de los suaves inviernos de Niza. A
aquella hora de la tarde la Promenade estaba llena de gente paseando o
haciendo deporte. A lo largo de su trayecto se pueden contemplar algunos
fascinantes hoteles de art déco, como el Negresco o el Méditerranée. Estos
fastuosos hoteles le daban al paseo un aspecto totalmente diferente al de la
Vieux Nice, mucho mas señorial y burgués. Lo único malo es la carretera de
tres carriles por sentido que separa los edificios del paseo, que le hace
perder parte de su encanto cuando hay tráfico. Pero a nosotros nos pareció un
broche final fantástico para aquel día.
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Promenade des Anglais
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La noche empezó a despuntar y empezamos a buscar un sitio para cenar. Acabamos
en la rue de France, una tranquila calle peatonal que tenía muchos
restaurantes donde elegir. Elegimos la
Taverne Massena, donde pedimos mejillones fritos y pollo asado. La comida no estuvo nada
mal, y junto a una cerveza y un Perrier, la cena nos salió por 38.90 €, un
gran precio teniendo en cuenta lo cara que es la ciudad.
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Nuestra cena
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