PISA & FLORENCIA 3: Florencia III

24 de octubre de 2014 En mi último día exploré dos partes diferentes de la ciudad. Primero, el extremo norte, donde visité la Galería de la Accademia, el Convento de San Marco y la Santissima Annunziata. Después fui a Oltrarno, el barrio que se extiende al sur del río Arno para ver las vistas desde el Piazzale Michelangelo, pasear por sus tranquilas calles y visitar la Capilla Brancacci en Santa María del Carmine. A la tarde cogí el vuelo de vuelta a Barcelona. El desayuno de aquel día fue rápido, había comprado por internet la entrada para visitar la Galería de la Accademia (15 €) para las 8:30 h. Fui caminando desde el hotel, aunque el trecho era largo a aquellas horas de la mañana era agradable.
24 de octubre de 2014
En mi último día exploré dos partes diferentes de la ciudad. Primero, el extremo norte, donde visité la Galería de la Accademia, el Convento de San Marco y la Santissima Annunziata. Después fui a Oltrarno, el barrio que se extiende al sur del río Arno para ver las vistas desde el Piazzale Michelangelo, pasear por sus tranquilas calles y visitar la Capilla Brancacci en Santa María del Carmine. A la tarde cogí el vuelo de vuelta a Barcelona.
El desayuno de aquel día fue rápido, había comprado por internet la entrada para visitar la Galería de la Accademia (15 €) para las 8:30 h. Fui caminando desde el hotel, aunque el trecho era largo a aquellas horas de la mañana era agradable. A las puertas del museo ya se empezaban a formar grandes colas, que pude evitar gracias a tener comprada mi entrada. Este museo es muy conocido por la colección de esculturas de Miguel Ángel que alberga. Primero visité unas salas con algunos cuadros y objetos de arte sacro. Pero enseguida llegué a la gran sala que alberga las esculturas del célebre artista, sin duda lo mas interesante del museo. Primero vi las expresivas figuras de los Esclavos, que se esculpieron para la tumba de un papa que quedó inacabada. Pero fue imposible que mis ojos no se fijaran en la gran escultura humana que había en el fondo de la sala, el famoso David de Miguel Ángel. Era mucho mas grande de lo que imaginaba, y lo primero que pensé fue la gran perfección de los detalles del cuerpo que tenía la escultura. Parecía imposible que en aquella época se pudiera haber esculpido una obra tan perfecta. El resto del museo no me pareció demasiado interesante, realmente es bastante pequeño, y parece que el David es su única razón de ser. Es recomendable visitarlo aunque sea solo para ver esta escultura, sin embargo el precio de la entrada es muy caro (vale lo mismo que Galería de los Uffizi, que es mucho mas grande).
Esclavo
David, de Miguel Ángel
Aquí se aprecia la gran envergadura del David
A continuación fui hasta el cercano Convento de San Marco (entrada 4 €), donde vivió Fra Angelico, un monje que se convirtió en uno de los mejores pintores del renacimiento. El convento estaba organizado entorno de un gran claustro, adornado con bonitos frescos. Entorno a él había varias salas que habían sido convertidas en un museo donde se exponían algunas de las obras del fraile y de otros pintores de la época, como Ghirlandaio. Había muchos retablos pintados por Fra Angelico, siempre de temas bíblicos, y el más impactante fue el del Juicio Final por sus realistas escenas. Luego fui al primer piso, donde están las celdas que ocupaban los monjes. Fra Angelico había decorado personalmente muchas de ellas con frescos, con lo que es una gran muestra de su arte. Su principal obra, la Anunciación, era la única que estaba en el exterior de las celdas. La visita a San Marco la encontré interesante, pero no la consideraría entre las indispensables de Florencia.
Juicio Final, de Fra Angelico
Celda donde vivió Fra Angelico, quien pintó allí un fresco del Beso de Judas
La Anunciación de Fra Angelico, en la entrada del primer piso
Luego me acerqué a ver la iglesia de la Santíssima Annunziata, situada en una agradable plaza con pórticos medievales. Acostumbrado a otras iglesias florentinas, esta no tenía obras de arte interesantes. Aunque lo compensaba un poco por el espectacular interior barroco, muy decorado con mármoles, cuadros y artesonados dorados. En este sentido, me pareció muy diferente al de otras iglesias de la ciudad, mucho mas austeras.
Piazza della Santissima Anunziata
Interior de la Santissima Anunziata
Una vez había acabado con mis objetivos en aquella zona, lo siguiente que tenía previsto visitar era el Oltrarno, en la otra punta de la ciudad. Podría haber cogido un bus, pero pensé en ir caminando para dar un vistazo de los lugares que había visitado los días anteriores, una especie de resumen de mi estancia en Florencia. De esta forma pasé junto al Duomo, que siguió impresionándome como el primer día, y por la agradable Piazza della Signoria. Cuando enfilaba la Via dei Neri vi una gran cola de gente a las puertas de un sencillo restaurante. Era all’Antico Vinaio, que por Facebook nos habían recomendado sus bocadillos. Eran solo las 12 del mediodía, pero aquel día tenía que comer bien para aguantar hasta la noche, ya que llegaría tarde a Barcelona. Así que me uní a la cola y pedí un panini de finocchiona (5 €), una especie de salchichón con semillas de hinojo. Además de embutido, el bocadillo llevaba de todo: lechuga, tomate, una pasta de quesos, setas porcino... y algo más que no identifiqué. El sabor era increíblemente delicioso... ¡nunca había comido un bocadillo tan bueno! La combinación de los ingredientes era sensacional, acompañado de un excelente pan artesanal que horneaban en el local de al lado. Eso sí, era tan grande que me costó mucho acabármelo, fácilmente pueden comer dos personas de un solo bocadillo. Sin duda, este sería otro de los recuerdos agradables que me llevaría de este viaje.
El fantástico panini
Después atravesé el río Arno, y tras subir por una agotadora subida llegué al Piazzale Michelangelo. Este es sin duda el mirador mas famoso de Florencia, con una de las mejores vistas de la ciudad, aunque opino que no son tan buenas como las de la cúpula del Duomo. Lo bueno que tiene es que se ve el mismo Duomo y también el Ponte Vecchio, además de otros edificios altos como la Santa Croce, el Palazzo Vecchio y un poco de San Lorenzo. La vista vale mucho la pena, y para mi fue como un último resumen de mi paso por Florencia.
Vista desde el Piazzale Michelangelo, hacia el Duomo
Vista del Piazzale Michelangelo, con el Ponte Vecchio a la izq.
Luego me dirigí hacia el oeste, hacia el corazón de Oltrarno, el barrio del sur del Arno donde vivían los artesanos y comerciantes de la ciudad. No me pude resistir a la tentación de ver las vistas del Ponte Vecchio desde esta orilla, y precisamente descubrí un buen mirador medio escondido delante de la Piazzetta degli Angiolieri, en una terraza sobre el Arno. Luego me dediqué a callejear un poco por el barrio, sus calles me sorprendieron muy gratamente por lo bien conservadas que estaban sus modestas casas, que no tenían nada que ver con las grandes mansiones de la Via Tornabuoni. Llegué hasta el Palazzo Pitti, que alberga un importante museo de arte que no visité, ya tenía cubierto el cupo de arte en aquel viaje. Luego fui hacia la zona de la iglesia del Santo Espirito; el templo no tiene mucho interés, pero sus tranquilas calles bien valen un paseo.
Ponte Vecchio
Borgo San Jacopo, Oltrarno
Piazza S. Espirito, Oltrarno
Como iba bien de tiempo decidí visitar la iglesia de Santa Maria del Carmine. El gran reclamo de esta iglesia es la pequeña Capilla Brancacci (entrada 4 €), con frescos de grandes pintores del renacimiento que ilustran el pecado original y la vida de San Pedro. Me encantan estos frescos que cuentan historias, y en este caso se podía seguir muy bien. Además, se podía ver la evolución del arte del renacimiento en los frescos, ya que habían sido pintados por tres autores diferentes (da Panicale, Masaccio y Filippino Lippi), con mas de 50 años de diferencia entre el primero y el último. Me pareció una de las capillas mas bonitas de Florencia, aunque el resto de la iglesia carece de interés. El hecho de estar alejada del centro es un problema y a la vez una ventaja, ya que un espacio tan pequeño como aquella capilla no podría acoger a tantos visitantes si estuviera en pleno centro.
Detalle de dos escenas de la Capilla Brancacci
Capilla Brancacci
Con esto di por acabada mi visita a Florencia, una ciudad a la que seguro volveré para mostrarle alguna de sus maravillas a Neus. Para ir al aeropuerto de Florencia en transporte público la única opción es el Volainbus (ida: 6 €), un bus lanzadera que sale cada media hora de una pequeña estación situada al lado de Santa Maria Novella. En teoría el bus debía salir de allí, pero el que cogí yo venía con gente, debe haber una parada antes pero ignoro donde. Hay que tener cuidado con estos buses ya que solo pone “Peretola”, que es el nombre popular con el que se conoce el aeropuerto de Florencia. En menos de media hora llegué al pequeño aeropuerto, parecía muy cercano a la ciudad. Tras pasar los controles, fui a comprar algún regalito al duty free para Neus, y conociéndola me pareció ideal un trozo de queso pecorino y una porción de finocchiona. Mi vuelo de regreso de Vueling salió puntualmente a las 20:55 h, dando por finalizado mi (primer?) viaje en solitario.

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