BERLÍN 2: Mitte

10 de enero de 2014
Nuestro primer día entero lo dedicamos a Mitte, el barrio más histórico de Berlín. Empezamos por el Memorial del Holocausto y la Puerta de Brandenburgo, tras lo cual visitamos el Reichstag. Después recorrimos la famosa avenida Unter den Linden y fuimos hasta la plaza de Gendarmenmarkt, sin duda la más bonita de la ciudad. Luego subimos hasta la cúpula de la Catedral de Berlín y nos acercamos hasta el Nikolaiviertel, nuestro rincón preferido. Acabamos el día en la Alexanderplatz y cuando ya no hubo luz contemplamos las maravillas del Pergamonmuseum.

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El día anterior habíamos llegado tarde a Berlín, de forma que no conseguimos levantarnos hasta las 7 de la mañana. El desayuno del Winters Hotel Mitte era muy completo y bueno. Como no podía ser de otra manera al estar en un país centroeuropeo, había dominancia de cosas saladas (frankfurts, bacon, albóndigas, alitas de pollo…), no había mucho dulce. Hasta las 8 no nos pusimos en marcha. Empezamos paseando por la Friedrichstraße, una de las calles principales del centro y un importante eje comercial, gracias a las Galerías Lafayette y a los Quartier Q205 y Q206. Son centros comerciales situados uno a continuación del otro con todo tipo de tiendas de moda. A aquella hora de la mañana la zona estaba muy adormecida, así que decidimos volver en otra ocasión más tarde, al quedar tan cerca de nuestro hotel sería fácil aprovechar cualquier momento para ir.
Friedrichstraße
El primer punto importante de aquella jornada era el Denkmal für die ermordeten Juden Europas o Memorial del Holocausto. Es una plaza recubierta con losas irregulares de hormigón en recuerdo a los judíos asesinados en Europa durante el Holocausto. Era pronto por lo que no había ni un alma allí. Eso unido con la lluvia que empezó a caer creó una atmósfera inquietante en el lugar. A parte del propio memorial, en el subsuelo de la plaza hay un interesante museo que estaba cerrado a aquella hora. Pensamos en volver más adelante, después de visitar el Reichstag.
Denkmal für die ermordeten Juden Europas
aquí se observa el curioso suelo ondulado de la plaza
Un poco más adelante llegamos a uno de los monumentos más reconocibles de la ciudad, la Brandenburger Tor o Puerta de Brandenburgo. Esta es la única puerta de entrada a la ciudad que se conserva de las varias que existían antiguamente. Por este lugar pasaba el muro que separó la ciudad tras la segunda guerra mundial, de forma que no inspiraba buenos sentimientos entre los berlineses en aquella época. A aquella hora el monumento estaba completamente desierto, todavía no habían llegado turistas, guías ni estatuas humanas. Pudimos disfrutar a solas de aquel lugar que tanta historia ha visto pasar.
Brandenburger Tor
cuádriga de la Brandenburger Tor
Brandenburger Tor, desde la Pariser Platz
Atravesamos la Puerta de Brandenburgo y nos dirigimos hacia el Reichstag, otro de los platos fuertes del día. Para visitar el parlamento alemán hay que reservar día y hora previamente en esta web. Hay dos formas de hacer la visita: la más completa es mediante un tour guiado, y se visita la sala de sesiones y la cúpula, aunque también hay menor disponibilidad (hay que reservar con mucha antelación). La otra opción es visitar por libre y con audioguía solo la cúpula, y es la que elegimos nosotros. Teníamos la visita a las 9:30 h, y para hacer tiempo estuvimos contemplando la imponente fachada del Reichstag. La cúpula que construyó Norman Foster resulta un poco extraña en aquel conjunto neoclásico. Al igual que la Puerta de Brandenburgo, aquel lugar rebosa historia; entre otros hechos, su incendio en 1933 le dio la excusa perfecta a Hitler para transformarse en un dictador.
Reichstag
A la hora convenida nos dirigimos a la entrada del Reichstag, en la que había un control de seguridad. Un ascensor nos llevó a la cúpula, donde nos dieron gratuitamente una audioguía en castellano. La cúpula de Foster es impresionante! Una estructura con multitud de espejos y forma de embudo monopolizaba el espacio del interior; ésta se encargaba de llevar la luz natural a la sala de sesiones del parlamento, situada a nuestros pies. Una rampa helicoidal subía cúpula arriba. Según caminábamos por ella, la audioguía se activaba y explicaba algo del Reichstag o de las vistas que se veían a través de los cristales de la cúpula. Éstas últimas son uno de los grandes atractivos del Reichstag, pero nosotros no las pudimos disfrutar mucho: la lluvia mojaba los cristales haciendo difícil ver a través de ellos. Después de bajar salimos al exterior para ver mejor las vistas. La verdad es que eran bonitas, ya que el Reichstag es un edificio muy aislado y se podía ver hasta muchos kilómetros de distancia: pudimos ver los bosques del Tiergarten, la cúpula del Sony Center en Potsdamer Platz y la de la Catedral, o la imponente torre de Fernsehturm. Además, en la base de la cúpula había una exposición con interesantes fotos que ilustraban la historia del parlamento alemán. La visita al Reichstag nos encantó, y nos estuvimos una hora bien larga.
interior de la cúpula del Reichstag
rampas peatonales dentro de la cúpula
vista hacia el oeste desde el Reichstag
cúpula del Reichstag
Después de salir del Reichstag exploramos un poco el barrio gubernamental de Band des Bundes, del cual el parlamento es su máximo exponente. La zona nos dio una impresión ambigua, ya que los modernos edificios del gobierno están rodeados por amplias extensiones de césped un poco descuidadas que podían pasar por descampados, como si la zona estuviera a medio construir. Uno de los últimos edificios en alzarse es la Löbe Haus, que alberga los despachos de los diputados y demás personal. Está conectado físicamente al Lüders Haus, situado al otro lado del río Spree, que alberga la biblioteca de los archivos del Reichstag. Esta conexión plasma la reunificación alemana, ya que ambos edificios estaban en lados opuestos del muro de Berlín. El último edificio al que le dimos un vistazo fue la Bundeskanzleramt o Cancillería, cuyo diseño le ha valido algunos motes peyorativos por parte de los alemanes.
Löbe Haus
Lüders Haus
Bundeskanzleramt
Luego volvimos al Memorial del Holocausto para entrar al museo, que a aquella hora ya estaba abierto. Éste explica la política de exterminio de los judíos perpetrado por los nazis por toda Europa. Es un museo duro emocionalmente, sobre todo la sala que muestra ejemplos de familias judías concretas, cuyos miembros fueron asesinados en campos de exterminio. También hay las cartas de despedida a sus seres queridos que escribían los judíos presos que veían inminente su muerte. El museo es interesante y recomendable aunque se conozca la historia del Holocausto judío.
Regresamos nuevamente a la Puerta de Brandenburgo, en cuyos aledaños ya se empezaba a palpar una creciente aglomeración de turistas y de tours organizados. De ella sale una de las arterias principales de Mitte, Under den Linden, centro de la vida cultural y aristocrática del Berlín anterior a la Segunda Guerra Mundial. Después de ésta, todos sus edificios señoriales quedaron destruidos, y toda la zona, al caer en el sector soviético, fue reconstruida siguiendo los cánones funcionales comunistas. Unter den Linden nos defraudó un poco inicialmente, ya que esperábamos encontrar edificios barrocos y cierto esplendor, una especie de Champs Élysées. Pero la gran mayoría de los edificios eran modernos e insulsos. El edificio más ostentoso era precisamente la embajada rusa.
Pariser Platz, donde nace Unter den Linden
Unter den Linden
Unter den Linden
La parte más interesante de Unter den Linden es sin duda la oriental, la que queda al lado de la Isla de los Museos. Allí se conservan algunos palacios barrocos que nos dieron una idea de lo que debió ser este bulevar antes de la guerra. Como la enorme Alte Bibliotek o Biblioteca Antigua, situada en la Bebelplatz, una plaza que debe ser bonita de no ser por todas las obras que la afeaban. Cerca estaba la Neue Wache o Nueva Guardia, un antiguo puesto de guardia del siglo XIX. Los últimos edificios de Unter den Linden nos parecieron los más interesantes: el Deutsches Historisches Museum, el Museo de Historia Alemana, con una bonita fachada, y enfrente el Kronprinzenpalais, el Palacio de los Príncipes Herederos, residencia de los susodichos hasta la abolición de la monarquía tras la Gran Guerra.
Alte Bibliotek
Deutsches Historisches Museum
Kronprinzenpalais
Neue Wache
A continuación nos desviamos un poco de Unter den Linden para ver un par de cosas que había más al sur. Primero visitamos la St. Hedwigs-Kathedrale, la Catedral de Santa Eduvigis, un templo católico con una característica cúpula. El interior de la catedral se veía muy nuevo, y tenía un nivel inferior con capillas. En una de ellas estaba la tumba de Bernhard Lichtenberg, un sacerdote de esta iglesia que criticó las atrocidades de los nazis y que fue asesinado por éstos. Con alguna excepción, Berlín no es una ciudad en la que destaquen sus iglesias, y no llegamos a visitar muchas.
St. Hedwigs-Kathedrale
Un poco más al sur llegamos a Gendarmenmarkt, la plaza más bonita de Berlín. Es un espacio rectangular dominado por tres edificios imponentes. Los dos primeros parecen gemelos, son la Französische Kirche (Catedral Francesa) y la Deutscher Dom (Catedral Alemana). Ambos están separados por el Konzerthaus, la sala de conciertos del siglo XIX. El ambiente de la plaza es único, pocos lugares en la ciudad crean una atmosfera como la de Gendarmenmarkt. Nos encantó!
Gendarmenmarkt, Deutscher Dom
Gendarmenmarkt, Französische Kirche
Gendarmenmarkt, Konzerthaus
En un lado de la plaza dimos por casualidad con una tienda que gira entorno de un característico personaje berlinés, el Ampelmännchen. Este hombrecito es la figura que había en los semáforos para peatones de la RDA. Había gente que les parecía afable, pero muchos otros aseguraban que éste era el único berlinés de la RDA que iba contento a trabajar. Tras la reunificación, los semáforos con esta figura se intentaron eliminar al igual que otros símbolos comunistas. Hasta que un diseñador empezó a crear todo tipo de objetos basándose en el Ampelmännchen, teniendo un éxito rotundo (hoy hay seis tiendas Ampelmann por toda la ciudad). Hoy en día, en todo el sector oriental de Berlín se puede ver al hombrecillo en los semáforos igual que en la época soviética. Suponemos que debe ser un símbolo de identidad y orgullo de los antiguos habitantes de la RDA.
tienda Ampelmann
Ampelmännchen en un semáforo
Volvimos a Unter den Linden y atravesamos el río Spree por el Schloßbrücke, entrando a la Spreeinsel, la isla fluvial en cuyo extremo norte se sitúa la popular Isla de los Museos. Aunque el edificio más impresionante de toda la isla es el Berliner Dom, la Catedral de Berlín. Al igual que el Reichstag, el hecho de estar en un solar aislado la hace imponente. Tras pagar los 7 € de la entrada accedimos al interior, que nos pareció majestuoso. De los pocos templos reconstruidos tras la guerra es sin duda el más interesante. Tras subir una interminable escalera, llegamos a un mirador que hay en la parte exterior de la cúpula. Allí las vistas son fantásticas! Hacia el oeste se extiende Mitte, donde se insinuaban las cúpulas de las iglesias de Gendarmenmarkt, de St. Hedwigs e incluso del Reichstag; y a lo lejos, los rascacielos de Potsdamer Platz. Hacia el este se apreciaban los aledaños de Alexanderplatz, donde destacaba la torre Fernsehturm. En el camino de salida de la catedral se pasa por la cripta, donde están enterrados varios Hohenzollern, la familia que reinó durante cientos de años en Alemania hasta el siglo XX.
Schloßbrücke
Berliner Dom
Berliner Dom, interior
vista oeste desde la cúpula del Berliner Dom
vista norte
vista este
Eran sobre las 3 de la tarde y todavía no habíamos almorzado nada. Pensábamos que encontraríamos puestos para comprar las típicas currywrust, pero solo vimos alguno cerrado en Unter den Linden. Cuando volvíamos a cruzar el Spree y pensábamos qué comer tuvimos un golpe de suerte: vimos a un tío que llevaba a cuestas una especie de barbacoa portátil y que vendía frankfurts! Los ojos nos hacía chiribitas! Pedimos un par de bocadillos de frankfurts (1,50 € cada uno) y los devoramos con avidez. Las cosas siempre están mas buenas si se tiene el estómago vacío!
nuestros frankfurts y al fondo el tío que los vendía
Al este del Spree encontramos un gran descampado enorme ocupado por las obras del metro. Destacaban dos edificios que parecían antagonistas. Por una parte la Marienkirche, una iglesia gótica cuyos orígenes se remontan al siglo XIII. En contraste, detrás de ella se alza la moderna Fernsehturm, torre construida en la época comunista símbolo del (supuesto) progreso tecnológico de la RDA. Se puede subir a lo alto para ver la vista, pero pensamos que era demasiado tarde para hacerlo ya que empezaba a oscurecer. Al lado de éstos, está otro edificio completamente diferente, el Rothes Rathaus o Ayuntamiento Rojo, cuyo nombre no hacer referencia a nada relacionado con el comunismo sino a los ladrillos rojos con los que fue construido.
Marienkirche y Fernsehturm
Rothes Rathaus
Luego entramos en uno de los barrios más peculiares y que más nos gustó de Berlín: el Nikolaiviertel. Es una de las zonas más antiguas de la ciudad, con callejones peatonales rodeados de casas bajas que te transportan a otro tiempo. Fue una gozada pasear por allí, no nos esperábamos encontrar este ambiente casi medieval en el corazón de una ciudad tan moderna. Es una pena que el barrio no fuera más grande para pasarnos más tiempo deambulando por sus auténticas calles. Uno de sus símbolos es la Nikolaikirche o iglesia de San Nicolás, con sus características dos torres picudas es el edificio más antiguo de la ciudad en pie.
tiendas en Nikolaiviertel
Nikolaiviertel
la Nikolaikirche asoma entre las casas
Nikolaiviertel, con Zum Nussbaum al fondo, donde cenamos a la noche
A continuación fuimos a la Alexanderplatz, el corazón de la zona soviética durante la época de la partición de la ciudad. Seguía la estética socialista y no nos pareció muy bonita, se podía resumir en una gran extensión de cemento rodeada de edificios modernos y funcionales. El reloj mundial, punto de encuentro de los berlineses, le daba un toque de originalidad. Empezaba a oscurecer y la plaza era un hervidero de gente que iba y venía, muchos a la cercana estación de tren homónima.
Reloj Mundial en Alexanderplatz
Alexanderplatz
Como era oscuro para pasear volvimos a la Museuminsel o Isla de los Museos para meternos en el Pergamonmuseum. Llegamos un poco tarde, a poco más de una hora para que lo cerraran. Como en muchos otros museos, hay servicio gratuito de guardarropía y audioguía. El Pergamonmuseum contiene una interesante colección de antigüedades, con grandes reconstrucciones de monumentos traídos allí pieza a pieza. Empezamos visitando la zona de Oriente Próximo, donde flipamos con la impresionante puerta de Ishtar, una de las entradas a la antigua ciudad de Babilonia. También se había reconstruido la vía procesional de entrada a Babilonia, decorada con fieros leones en relieve. Nos hizo gracia encontrar antigüedades de la civilización hitita, que habitó en Turquía hace siglos y que durante nuestro viaje al país no pudimos ver.
Pergamonmuseum, puerta de Ishtar
vía procesional de Babilonia
leones babilonios
La otra parte más impresionante es la que contiene antigüedades greco-romanas. Nos quedamos fascinados ante la reconstrucción de la Puerta del Mercado de Mileto, antigua ciudad griega situada en Turquía cuyas ruinas visitamos casualmente meses atrás. Pero el edificio más famoso del museo es el que le da nombre, el magnífico Altar de Pérgamo. Es un monumento religioso de esta antigua ciudad greco-turca cubierta de unos frisos impresionantes, tenían mucho realismo y transmitían una gran vitalidad. Realmente es una buena razón para visitar el museo.
Puerta del Mercado de Mileto
Altar de Pérgamo
Frisos del Altar de Pérgamo
La última parte del Pergamonmuseum es el museo de arte islámico, que apenas pudimos ver. Cuando habíamos recorrido unas pocas salas nos vinieron a avisar del cierre del museo. El Pergamonmuseum nos gustó mucho, todas las antigüedades que hay son muy interesantes y están muy bien conservadas, sobre todo las grandes reconstrucciones. Solo pudimos estar algo más de una hora, tiempo insuficiente ver todo el museo. Además, la audioguía hace te puedas estar un buen rato mirando las piezas y aprendiendo todo lo que se explica.
Salimos de la Isla de los Museos, ya cansados de patear todo el día. Caminamos en dirección a Alexanderplatz con la intención de meternos en el primer bar que encontráramos a tomar algo. Fuimos a parar al Kartoffelhaus 1, un restaurante especializado en platos relacionados con la patata. Pedimos una cerveza Wittinger Pils y una Radler (una especie de clara), por 5,80 €, que nos reconfortaron al momento. Había sido un día en el que no habíamos parado de caminar casi en ningún momento!
Tras estarnos un rato en el bar salimos a buscar un sitio de cenar. Estábamos cerca de Nikolaiviertel, el barrio que tanto nos había gustado y donde habíamos visto varias tabernas con cocina tradicional berlinesa. Al final cenamos en Zum Nußbaum, una de las tabernas más antiguas de la ciudad con varios siglos a sus espaldas. Pedimos dos clásicos de la cocina berlinesa, eisbein (codillo de cerdo cocido) y boulette (albóndiga frita con cebolla y perejil). Y para beber, sendas cervezas Berlinkindl y Sportlermolle (cerveza con faßbrause, una bebida no alcohólica berlinesa). Las albóndigas estaban buenas, pero el eisbein no mataba, los habíamos visto en otros sitios asados y tenían mejor pinta. El eisbein traía una abundante guarnición de sauerkraut, otro clásico alemán, a base de hojas de col fermentadas; lo recordábamos más agrio de otros viajes por Alemania, pero es un acompañamiento que sigue sin convencernos. Aun así cenamos bien y el precio era barato, todo nos costó 26,60 €.
nuestra cena, con el eisbein en primer plano

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