PERÚ 8: valle del Colca I

19 de junio de 2013 Aquella jornada iniciamos un tour de dos días desde Arequipa hacia el impresionante valle del Colca. Por el camino pararíamos en la Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blanca para ver vicuñas, guanacos y alpacas, y en el Mirador de los Andes, el punto de mayor altitud de nuestro viaje (más de 4.900 m!). Durante los dos siguientes días haríamos un tour por el valle del Colca, partiendo desde Arequipa, noche en el Colca y punto final en Puno. En general no nos gusta hacer este estilo de viajes donde te llevan a todas partes y te lo dan todo organizado, siempre nos ha gustado mas hacerlo todo por nuestra cuenta. Pero el valle del Colca no es fácil visitar por libre, aunque haya compañías de buses con líneas regulares.
19 de junio de 2013
Aquella jornada iniciamos un tour de dos días desde Arequipa hacia el impresionante valle del Colca. Por el camino pararíamos en la Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blanca para ver vicuñas, guanacos y alpacas, y en el Mirador de los Andes, el punto de mayor altitud de nuestro viaje (más de 4.900 m!).

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Durante los dos siguientes días haríamos un tour por el valle del Colca, partiendo desde Arequipa, noche en el Colca y punto final en Puno. En general no nos gusta hacer este estilo de viajes donde te llevan a todas partes y te lo dan todo organizado, siempre nos ha gustado mas hacerlo todo por nuestra cuenta. Pero el valle del Colca no es fácil visitar por libre, aunque haya compañías de buses con líneas regulares. Algunos de los puntos de interés están en el trayecto de entrada o salida del valle, con lo que no se ven con un bus de línea. Otra alternativa sería contratar tours individuales, el de ida, el del Colca y el de regreso, lo cual seria seguramente más caro. Hay diferentes compañías que hacen tours al Colca desde Arequipa, pero esta es una de las pocas en las que dan la opción de dejarte en Puno tras el tour, cosa que nos interesaba para continuar nuestra ruta por el altiplano andino. El precio del tour era de 107 USD por persona, e incluía el transporte, el guía, el alojamiento y los desayunos y cenas. Al final de los dos días, la valoración del tour fue positiva, aunque nos hubiera gustado algo más de tiempo libre. Lo peor fue la furgoneta en la que viajamos, demasiado incómoda para trayectos largos.
La jornada empezó temprano, ya que los del tour pasarían a recogernos a las 7:40 h. Con bastante puntualidad se presentaron con un mini-bus en el portal de nuestro hostal de Arequipa. Bueno, más que un mini-bus era una furgoneta con tres filas de asientos para pasajeros. Nos saludó efusivamente Jessica, nuestra joven y dicharachera guía del tour. Ella nos presentó al conductor, Mario, un hombre parco en palabras, aunque la verborrea de Jessica no dejaba muchos silencios para su lucimiento dialéctico. Los otros integrantes del tour era una joven pareja holandesa, Ronald y Saskia (seguramente lo hemos escrito mal), y otra más mayor de franceses, Gérard y señora (des de aquí le pedimos disculpas por no acordarnos de su nombre). Ambos nos los iríamos encontrando a lo largo de nuestro viaje, especialmente a los franceses, llegando incluso a coincidir en el aeropuerto de Lima antes de regresar ambos a Europa.
Apenas empezamos a circular por Arequipa, Jessica empezó a hacer algunas interesantes explicaciones, en castellano, inglés y francés. Nos comentó que Arequipa creció mucho en los años 80, debido a que se estableció en su periferia mucha gente desplazada por el conflicto con el grupo terrorista Sendero Luminoso. En principio tenían que ser asentamientos provisionales, pero cuando se acabó el conflicto armado, la mayoría de la gente no regresó a su tierra de origen, con lo que en toda la periferia norte de Arequipa todavía hay enormes barrios chabolistas. Antes de salir de la ciudad, paramos en una tienda para comprar abundante agua, imprescindible para impedir la aparición del mal de altura (soroche), así como caramelos, galletas y hojas de coca. El uso de la coca está muy extendido en el altiplano para ayudar a combatir los efectos del mal de altura. Su consumo y su cultivo son perfectamente legales en Perú.
La carretera que sale de Arequipa hacia el norte sube rápidamente, y discurre entre los volcanes del Misti (al este) y del Chachani (al oeste). La vegetación se va haciendo cada vez menos desértica, apareciendo pequeños arbustos con flores de diversos colores. Empezábamos a dejar el desierto costero que nos había acompañado los anteriores días para entrar en el altiplano andino.
paisaje subiendo desde Arequipa
Tras subir un poco más entramos en la Pampa Cañahuas, que forma parte de la Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blanca, una enorme extensión de altiplano situado a unos 4.000 m de altitud y que alberga fauna típica de los Andes, como algunos camélidos andinos salvajes como guanacos y vicuñas. Conforme nuestra movilidad circulaba por la carretera, Jessica iba atenta a ver si divisaba algún grupo de camélidos para parar a verlos. No tardó mucho en hacerlo, e hizo que Mario parara la furgoneta un tanto bruscamente (no importaba, por aquella carretera apenas había circulación). Al bajar, no vimos nada, pero Jessica nos señaló unos puntos que se movían lejos hacia el horizonte: eran guanacos, el camélido andino más raro. Al girarnos hacia el otro lado de la carretera, vimos un grupo mucho más cerca, pero no eran guanacos sino vicuñas, el otro camélido salvaje que hay en la reserva. Estaban bebiendo de un arroyo y no parecían tener miedo de la gente. Jessica nos explicó que la ley peruana es muy estricta en la protección de esos animales, los que maten a una vicuña se exponen a una pena de cárcel de hasta 5 años.
paisaje del altiplano
vista con el Misti (izq.) y el Chachani (dcha.)
vicuñas
más vicuñas
precaución, vicuñas!
Un poco más adelante hicimos una parada en el camino en una especie de cafetería-supermercado que estaba en medio del altiplano. Nos tomamos un mate de coca con muña, una hierba aromática que contrarrestaba un poco el sabor amargo de la coca y hacía que el mate fuera más bueno. A esa altitud empezaban a notarse los síntomas del mal de altura o soroche, algo de mareo y dificultad al respirar cuando se hacía algún esfuerzo por insignificante que fuera. La coca (ya sea en mate, en hojas mascadas, caramelos, galletas...) va bien para prevenirlo y combatirlo, así como beber mucho agua.
altitud de la cafetería, 4.225 m!
tomando un mate de coca con muña
Reemprendimos nuestro camino por Aguada Blanca y un poco más adelante nos paramos para ver un gran grupo de alpacas. Estos animales no son salvajes, seguramente serían propiedad de algún granjero que los soltaba para que pastaran libremente por el altiplano, como se hace aquí con las vacas. De hecho, el altiplano está salpicado de pequeñas granjas de alpacas aprovechando la gran cantidad de hierba que hay. Las alpacas serían los camélidos que más veríamos en nuestro viaje, la gente del altiplano las crían para aprovechar su lana y su carne. Antes de reemprender nuestro viaje, entre unas rocas vimos una vizcacha, un roedor propio del altiplano parecido a un conejo.
granja en el altiplano
alpacas
alpacas
alpacas atravesando la carretera
vizcacha
Un poco más adelante llegamos al Mirador de los Andes (o de Patapampa), que sería el punto más alto que alcanzaríamos en nuestro viaje, 4.910 m de altitud! Allí estábamos a mayor altitud que en el Mont Blanc, uno de las montañas más altas de Europa! La subida hasta el mirador había sido bastante progresiva, apenas notamos que habíamos subido tan alto. Toda la zona estaba cubierta de nieve, aunque Jessica nos explicó que no era habitual encontrar este sitio nevado tan a comienzos del invierno austral. Incluso en aquel sitio tan extremo había mujeres que vendían artesanía, todas estaban mascando hojas de coca. Y es que allí notamos mucho los efectos del soroche, sobre todo David. Estuvimos el tiempo justo para ir a un WC y ver las vistas, que tampoco eran muy impresionantes: a lo lejos se veían los volcanes Sabancaya y Ampato, cuya cumbre despedía vapores que testimoniaban su actividad volcánica.
Mirador de los Andes
vendedoras en medio de un paisaje nevado
hacia la izquierda, el Ampato y el Sabancaya
panorámica desde el Mirador de los Andes
A partir del mirador iniciamos un rápido descenso por una carretera llena de curvas. Al poco volvimos a parar en otro mirador, esta vez con una vista increíble del valle del Colca. Después de la larga travesía por el altiplano, aquel paisaje con sus terrazas de cultivo nos parecía radicalmente diferente. Al lado del mirador había una larga hilera de mujeres vendiendo artesanía, la mayoría ataviadas con el traje típico y el característico sombrero blanco del Colca. Una tenía un bebé alpaca para que te pudieras hacer la foto de rigor a cambio de unas monedas.
valle del Colca, con Chivay al fondo
panorámica del valle del Colca
vendedoras de artesanía
mujer con una alpaca pequeña
Tras 5 horas de viaje habíamos llegado al valle del Colca. Este valle está rodeado por altos volcanes y está repleto de terrazas que construyeron los incas para cultivar en tan agreste terreno. Dentro de este valle está uno de los cañones más profundos del mundo, con más de 3.000 m de desnivel. Aunque habíamos descendido mucho desde el Mirador de los Andes, el valle se encuentra a una altitud media de 3.800 m, con lo que seguimos sintiendo los efectos del soroche.
valle del Colca
Para continuar nuestra ruta atravesamos Chivay, uno de los pueblos más importantes del valle. En la entrada del pueblo tuvimos que parar para pagar los 70 soles por persona del “boleto turístico”, una tasa totalmente recaudatoria que solo te da derecho a entrar en el valle. Al pasar junto a su iglesia vimos que había una especie de fiesta local, así que paramos para dar un vistazo. Toda la gente estaba vestida con trajes típicos, sobre todo las mujeres. Casi todo el mundo hablaba allí en quechua, un idioma que nosotros pensábamos que era minoritario en el país. La fiesta no la llegamos a entender, pero estaba relacionada con las cosechas y el trigo.
iglesia de Chivay
posando con el cóndor
gente del valle
esta mujer participaba en un concurso que no llegamos a entender...
A pocos kilómetros de Chivay queda Coporaque, donde está el alojamiento incluido en el tour, Casa de Mamayacchi, un establecimiento enorme con unas habitaciones muy nuevas, amplias y bien equipadas. Nuestra habitación era bastante mejor de lo que nos habíamos permitido a lo largo del viaje a Perú, con suelo de parquet y calefacción (indispensable en el Colca, por las noches hiela!). Lo único malo que tenía es que no había wifi en ningún sitio. Después de dejar las mochilas en la habitación fuimos al comedor comunitario, donde nos sirvieron una comida buffet, donde el protagonista fue la carne de alpaca asada en una barbacoa que había fuera. La comida nos costó 28 soles por persona, no estaba incluida en el precio del tour.
nuestra habitación en la Casa de Mamayacchi
Al volver a la habitación nos dimos cuenta que la puerta del lavabo se había quedado trabada y no podíamos abrirla. Fuimos a quejarnos a la recepcionista, la cual dijo que vendrían enseguida a arreglarla. Pasó y pasó el tiempo y nadie vino, de forma que tuvimos que volver e insistir para que vinieran y lo arreglaran. Nos pareció muy poco profesional por su parte, y mas después de lo que pasó con David un poco más tarde...
Después nos dieron la posibilidad (era opcional) de hacer una pequeña excursión en los alrededores de Coporaque (cerro de San Antonio). Aunque David todavía se encontraba mal del soroche, decidió hacerla. Salimos caminando desde el propio hotel, lentamente pues enseguida nos costaba respirar por la altura. Las casas de Coporaque eran sencillas, con uralitas en los tejados; nos sorprendió que usaban cactus como alambrada ecológica para sus muros. El camino subía ligera y progresivamente hasta unas ruinas pre-incas de las que apenas quedaban unos pocos muros. Lo mejor era la impresionante vista que había del valle del Colca con sus típicas terrazas. La caminata en total duró una hora y estuvo muy bien, después de habernos tirado tanto tiempo dentro de la furgoneta.
cactus formando una alambrada natural
paisaje del cerro de San Antonio
vista de Chivay desde el cerro de San Antonio
panorámica del valle del Colca
A la vuelta David se encontró incluso peor y empezó a dolerle la cabeza. Jessica decidió llevarlo a la habitación y administrarle oxígeno, otro de los remedios ante el mal de altura. En ese momento había la opción de ir a unas piscinas termales a las que solo fueron Neus y los holandeses; David se quedó en el hotel enchufado al oxígeno. Se trataba de Umaru Spa, un gran complejo de aguas termales y de wellness ubicado muy cerca de Coporaque. Para ir a las piscinas Neus tuvo que bajar mas de 200 escalones, ya que este sitio está construido en el talud del valle; en aquellos momentos estaban construyendo una nueva piscina arriba del todo que evitaría la caminata. Los servicios estaban bastante bien, había vestidores, duchas, taquillas y bar. El agua de la piscina estaba muy caliente y había gente que se daba duchas de agua fría para descansar del calor. Desde la piscina no había ninguna vista del valle, y al final se hacía un poco aburrido. En total, estuvo poco más de una hora. La subida de vuelta se hizo larga y pesada, había que subir muy poco a poco.
piscinas termales de Umaru Spa
Mientras Neus se daba un chapuzón en el agua caliente, David estaba enchufado al oxígeno en su lecho de muerte. En teoría solo podía estar 10 minutos con el oxígeno, tras lo cual vendría la recepcionista del hotel a quitárselo. Pero por allí no se presentó nadie, la recepcionista volvió a hacer gala de su ineptitud. Después de un tiempo indeterminado (se quedó adormilado), él mismo se tuvo que quitar el oxígeno y llevarlo a recepción. Al cabo de un rato volvió Neus y comprobó que el oxígeno no había hecho mejorar a David. Así que aquella noche David se quedó en la habitación y no fue a cenar. Solo Neus pudo dar cuenta del completo y buenísimo buffet, sobre todo de un soberbio ají de gallina.
Después de la cena, le volvieron a dar oxígeno a David. Jessica llamó a un médico para explicarle sus síntomas (mareo, dolor de cabeza, dificultad para respirar...), el cual recomendó paracetamol y dormir. Pero aquella noche nos costó dormir a los dos: a David, por que le recomendaron hacerlo con las piernas en alto para favorecer la circulación de sangre hacia el cerebro, y Neus por que cada vez que se movía, se mareaba y se despertaba.

6 comentarios:

  1. Que tal pareja?
    Nosotros tuvimos la suerte de no enfermar pero no tuvimos la oportunidad de darnos un baño en las aguas termales.

    Un abrazo
    http://siemprejuntosporelmundo.blogspot.com.es

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    1. Hola, que tal?

      Pues que suerte que tuvisteis! En la mayoría de parejas que conocimos, siempre había uno de los dos que enfermaba por el mal de altura, era casi estadístico!

      Saludos

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  2. vaya, que mala pata :S espero que se recuperara pronto...encontrarse mal viajando es un palo.

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    1. Lo "bueno" del mal de altura es que sabes que se te pasará al cabo de unos días, cuando tu cuerpo se acostumbra a la altura...

      También David ya es un poco especialista en encontrarse mal en los viajes. Después de una semana en Japón empezó a dolerle la cadera tanto que le costaba caminar (el "problema" ya lo llevaba de casa). Con todo lo que tuvimos que caminar alli... pero con ayuda de San Ibunoprofeno consiguió sobrevivir.

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  3. Buenas tardes

    luego de leer varios lelatos , el de tu viaje me parece super completo(además también prefiero los viajes por cuenta propia), me ayudas con la información del oprador de tour por el valle de Colca

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    1. Hola!

      El tour lo hicimos con Giardino Tours. De entre los operadores que ofrecían las típicas excursiones al Colca desde Arequipa, estos tenían la ventaja de que te dejaban al final en Puno, con lo que pudimos continuar con nuestra ruta. A parte de otras empresas, hay la posibilidad de hacer los trayectos mediante tours independientes: uno para el de Arequipa-Colca, otro para el Mirador del Condor, y un ultimo para Colca-Puno. Pero sumándolo todo puede que te salga mas caro...

      Saludos

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