PRAGA 5: Josefov

8 de enero de 2013 Última jornada de nuestro viaje a Praga. Sólo disponíamos de medio día, que dedicamos a visitar Josefov, el barrio judío. Como nos sobró mucho tiempo, después dimos un último paseo por Staré Město para guardar en nuestro recuerdo sus bonitos monumentos. Después de desayunar y dejar nuestras mochilas en el mostrador de recepción del hotel, nos lanzamos a aprovechar nuestro último día en Praga. El primer día no habíamos visto un par de cosas de Staré Město, que en nuestra ruta hacia Josefov nos venían de camino. Una era Svatého Jakuba Většího, o iglesia de Santiago, un templo del siglo XIV. 8 de enero de 2013
Última jornada de nuestro viaje a Praga. Sólo disponíamos de medio día, que dedicamos a visitar Josefov, el barrio judío. Como nos sobró mucho tiempo, después dimos un último paseo por Staré Město para guardar en nuestro recuerdo sus bonitos monumentos.

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Después de desayunar y dejar nuestras mochilas en el mostrador de recepción del hotel, nos lanzamos a aprovechar nuestro último día en Praga. El primer día no habíamos visto un par de cosas de Staré Město, que en nuestra ruta hacia Josefov nos venían de camino. Una era Svatého Jakuba Většího, o iglesia de Santiago, un templo del siglo XIV. Por fuera no parecía gran cosa, pero el interior nos fascinó con su decoración barroca, era mucho más grande de lo que parecía por su modesta fachada. Muy cerca de la iglesia se halla el Týnský dvůr o patio de Týn, un bonito patio medieval con la silueta de la iglesia de N.S. de Týn siempre presente.
Svatého Jakuba Většího, interior 
Týnský dvůr 
Después atravesamos la Staroměstské náměstí, cuyos puestos y árbol de navidad ya se estaban desinstalando. Cerca del norte de la plaza entramos en Josefov, el barrio judío. Realmente no notamos mucho estar entrando en él, ya que los edificios que encontramos eran modernos y parecidos a los de otras partes de la ciudad; eso sí, habían carteles en hebreo y anuncios de comida kosher. Y es que el antiguo gueto judío se fue reduciendo a lo largo de la historia y finalmente fue prácticamente destruido, fruto de la intolerancia humana. Hoy en día solo quedan unos pocos edificios y sinagogas, conservados paradójicamente gracias a los nazis, quienes pretendían hacer en ellos un museo sobre “la raza extinta”.
Los monumentos de Josefov que se pueden visitar son el cementerio judío, la sinagoga vieja-nueva y las demás sinagogas que albergan el Museo del Judaísmo. La entrada a la sinagoga vieja-nueva vale 200 Kč y la del cementerio judío y el museo 300 Kč. No se puede comprar la entrada solo para el cementerio. Si se compran las dos entradas te hacen un pequeño descuento de 20 Kč. Es muy caro (480 Kč para verlo todo) pero vale la pena.
La sinagoga más importante de Josefov es sin duda la Staronová synagoga, la sinagoga vieja-nueva. Construida en el siglo XIII, es una de las más antiguas de Europa y el edificio judío más antiguo de Josefov. De fuera no nos pareció gran cosa, pero el interior vale mucho la pena. Antes de entrar a la sinagoga, a David le hicieron ponerse el típico gorro judío. El interior era muy interesante: pegados a la pared había asientos de madera, de cara a un pequeño recinto cerrado por una verja de hierro, que es donde se lee la Torah. Y es que en aquella sinagoga todavía se hacen cultos religiosos judíos, de forma que el templo ha funcionado casi ininterrumpidamente durante los últimos 700 años. Todo nos pareció muy interesante, nunca habíamos entrado dentro de una sinagoga tan antigua y que además todavía estuviera activa.
Staronová synagoga 
A continuación fuimos a la Klausová synagoga, cuyo edificio (carente de interés) acoge parte del museo del judaísmo. Consistía en una colección de objetos que ilustraban diferentes aspectos de la vida de un judío (el nacimiento, la boda...) y de algunas tradiciones. Al lado, se alzaba la Obřadní síň o Sala de Ceremonias, que pese a su aspecto antiguo, es de principios del siglo XX. Dentro había una exposición sobre la muerte, la enfermedad y los cementerios del mundo judío. Precisamente, antes de entrar a ese museo, se podía ver un poco del interior del famoso Cementerio Judío que veríamos después.
Obřadní síň 
La siguiente sinagoga estaba precisamente dentro del recinto del cementerio judío, pero tuvimos que rodearlo complemente para entrar. Es la Pinkasova synagoga, la segunda en antigüedad en la ciudad, aunque no lo parece ya que su edificio fue profundamente remodelado. En este caso, la sinagoga alberga un museo sobre el Holocausto judío. En las paredes están escritos los nombres de todas las víctimas checas que se han podido identificar de aquella gran catástrofe. Eran muros y muros blancos llenos de nombres de personas que habían muerto cruel e injustamente. Nos dejó la misma sensación que cuando visitamos el memorial a las víctimas de Hiroshima. En el piso de arriba había una exposición no menos sobrecogedora, los dibujos que hacían los niños en los campos de concentración nazis. Sin palabras.
Al lado de la sinagoga Pinkas se halla el punto más visitado de Josefov, el Starý židovský hřbitov o viejo cementerio judío. Aún así no encontramos muchos turistas, ya que había pasado el fin de semana y era un día lluvioso. Se trata de uno de los cementerios judíos más antiguos de Europa, sus orígenes se remontan al siglo XV. Lo que más llama la atención enseguida es la gran cantidad de lápidas que hay, todas dispuestas de forma caótica. Y es que durante muchos años a los judíos se les prohibió abrir nuevos cementerios y ser enterrados fuera de aquí. Muchas lápidas estaban cubiertas de musgos y parecían muy antiguas. Había algunas tumbas más decoradas, que albergaban importantes líderes judíos o rabinos, como la de Judah Loew, el creador del famoso golem de piedra, en cuya tumba la gente depositaba monedas.
Starý židovský hřbitov, el viejo cementerio judío  
Starý židovský hřbitov, el viejo cementerio judío
Starý židovský hřbitov, el viejo cementerio judío
Starý židovský hřbitov, el viejo cementerio judío
Starý židovský hřbitov, el viejo cementerio judío, tumba de Judah Loew
Starý židovský hřbitov, el viejo cementerio judío
Al salir del cementerio fuimos a la Maiselova synagoga, con su característica fachada neogótica. Dentro había una exposición sobre la historia de la comunidad judía checa, centrándose en los eruditos judíos formados en esta sinagoga y que después fueron rabinos en muchas otras comunidades checas.
A continuación quisimos descansar un poco de templos judíos así que fuimos a pasear por la calle Pařížská. Esta calle se urbanizó a principios del siglo XX atravesando sin contemplaciones el gueto judío, en pleno proceso de demolición. Hoy en día, está llena de tiendas de lujo y es un gran contraste con las sinagogas que quedan en pie.
Pařížská 
Un poco más adelante vimos el intrigante monumento al escritor judío Franz Kafka, basado en uno de sus libros. Enfrente se halla la Španělská synagoga o sinagoga española, una de las más diferentes con su estilo neomorisco que recordaba a la Alhambra. Su interior también era interesante, muy decorado con estucos de vivos colores. Alberga una exposición sobre la parte contemporánea de la historia de los judíos checos, incluyendo los periodos más difíciles para la comunidad judía: la destrucción del gueto judío, la ocupación nazi y los campos de concentración. De los diferentes museos judíos, este fue de los más interesantes.
monumento a Kafka
Španělská synagoga 
Con la sinagoga española dimos por acabada nuestra visita al barrio judío. Nos pareció muy interesante, y empleamos unas 3 horas. Como era cerca del mediodía, decidimos ir a comer algo, nuestra última comida en Praga! Fuimos al Staré město y acabamos en U Dvou Sester. El local tiene una bonita decoración rural, ya que está especializado en comida checa. No quisimos hacer una comida muy copiosa, así que pedimos pollo con salsa de gongonzola y vepřo-knedlo-zelo, nombre coloquial de un plato típico a base de cerdo asado y col. Lo acompañamos de Staropramen, la cerveza más típica de Praga que no habíamos tenido la ocasión de probar hasta entonces. Estaba todo riquísimo y nos salió por 505 Kč.
comiendo en U Dvou Sester
Como todavía era pronto, decidimos dar una última vuelta para volver a pasar por los sitios que más nos habían gustado del Staré Město. La Staroměstské náměstí parecía otra plaza sin su árbol de Navidad y sus puestos navideños. Pudimos captar la estampa del reloj astronómico sin apenas turistas. En la Malé náměstí es donde más se notaba la ausencia de puestos, los cuales habían dejado a la vista su bonito pozo medieval.
Staroměstské náměstí 
Staroměstské náměstí 
reloj astronómico
Malé náměstí 
Malé náměstí 
Paseamos un poco por Karlova y nos dirigimos hacia el Karlův most, por el que se podía pasear perfectamente sin preocuparse de ir esquivando turistas. Incluso pudimos ver el sitio donde murió San Juan Nepomuceno, que normalmente está lleno de personas intentando manosear la verja que marca el lugar donde fue arrojado al río.
Karlův most, lugar donde murió San Juan Nepomuceno 
Karlův most 
Karlův most 
Karlův most 
Luego fuimos volviendo hacia el hotel, y dejamos los fantásticos monumentos de la ciudad vieja de Praga. Dejamos atrás la Prašná brána y la Obecní dům y nos internamos en Na Poříčí, donde se encontraba nuestro hotel y donde debíamos recoger nuestras mochilas.
Prašná brána y Obecní dům 
Na Poříčí, "nuestra" calle
Luego nos dirigimos a la Hlavní nádraží para coger el bus Airport Express (AE) hacia al aeropuerto. A diferencia de la ida, en el trayecto de vuelta el bus no paraba en la parada de náměstí Republiky, por eso tuvimos que acercarnos a la estación central de trenes. El bus sale de una plataforma elevada al lado de la antigua estación de Hlavní nádraží, construida en art noveau a finales del siglo XIX, hoy en día muy descuidada.
Llegamos sin problemas a la terminal 2 del aeropuerto de Praga, donde salen los vuelos hacia países del espacio Schengen. El vuelo de regreso era con Wizzair, compañía con la que nunca habíamos volado... y creo que jamás volveremos a volar. Wizzair tiene una curiosa política de equipaje de mano, donde distingue el pequeño (se puede llevar gratis dentro de cabina) y el grande (hay que pagar un suplemento de 10 euros al reservar o de 30 en la puerta de embarque). El problema es que casi todas las maletas que suele llevar la gente como equipaje de mano exceden las dimensiones de uno “pequeño” a ojos de Wizzair. Total, que en la puerta de embarque, un señor de la compañía se iba paseando por la zona donde esperaba la gente para mirar sus equipajes y haciendo pagar los 30 euros extras a casi todos los que llevaban maleta pequeña. Casi todos los que llevaban mochila como nosotros se salvaron del “inquisidor”, pero eso no nos evitó la incertidumbre de ver al de Wizzair danzando por ahí y de pensar que seríamos los siguientes en pagar. Además, una vez metidos en los buses para acceder al avión que esperaba en la pista de aterrizaje, nos dejaron allí enlatados un buen rato sin motivo aparente. En definitiva, los malos modos de Wizzair hacen que un vuelo con Ryanair parezca viajar en business...

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