JAPÓN 12: Nara y Osaka I

29 de julio de 2012 Aquella jornada haríamos la primera excursión fuera de Kyoto a la ciudad de Nara, donde se ubicó la primera capital del antiguo Japón. Sus fabulosos templos están declarados Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. A la tarde iríamos a Osaka, a pasar el resto del día en una de las grandes urbes japonesas. En el siglo VIII, Nara fue la primera capital permanente que tuvo Japón. Anteriormente la ubicación de la capital se cambiaba cuando moría el emperador de turno, cosa poco práctica para un gobierno centralizado. Hacía poco que se había adoptado el budismo como religión oficial, así que Nara se fue llenando de templos budistas.
29 de julio de 2012
Aquella jornada haríamos la primera excursión fuera de Kyoto a la ciudad de Nara, donde se ubicó la primera capital del antiguo Japón. Sus fabulosos templos están declarados Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. A la tarde iríamos a Osaka, a pasar el resto del día en una de las grandes urbes japonesas.

Ver Japón 12a: Nara & Osaka I en un mapa más grande
En el siglo VIII, Nara fue la primera capital permanente que tuvo Japón. Anteriormente la ubicación de la capital se cambiaba cuando moría el emperador de turno, cosa poco práctica para un gobierno centralizado. Hacía poco que se había adoptado el budismo como religión oficial, así que Nara se fue llenando de templos budistas. El clero empezó a acumular poder y a inmiscuirse en asuntos de estado. De forma que el emperador Kammu trasladó la capital a Kyoto a finales del VIII para alejarse de la influencia de los monjes. La capitalidad de Nara solo había durado 70 años, pero quedaron una gran cantidad de templos que son toda una maravilla.
Sobre las 8 de la mañana cogimos el tren local de la JR Nara Line hacia Nara, cuyo viaje duraría una hora. En la misma estación de Nara había la oficina de turismo, donde una chica muy simpática nos dio un plano de Nara y nos informó de los templos que no nos debíamos perder.

Ver Japón 12b: Nara & Osaka I en un mapa más grande
Para llegar a los templos caminamos por una larga avenida en obras durante unos 15 minutos. Al final llegamos a la gran extensión ajardinada del Nara-koen, donde encontramos el primer templo, el Kofuku-ji. Este templo fue fundado en el siglo VII por los Fujiwara, el clan que gobernó Japón durante siglos a la sombra de los emperadores. Lo primero que vimos fue la sala octogonal del sur, una pequeña edificación del siglo IX reconstruida en el XVIII. Cerca había unas casetas donde hacían goshuin. Fue una de las pocas ocasiones donde pudimos ver el monje mientras escribía los kanjis y estampaba los sellos en nuestro goshuin-cho. La mayoría de veces se lo llevaban a otro sitio y no lo veíamos
sala octogonal del sur, Kofukuji 
monje escribiendo el goshuin, Kofukuji 
En este templo se acercó a nosotros una mujer que se ofreció a hacernos una visita guiada gratis del templo para practicar el inglés. Nos enseñó los edificios más representativos explicándonos su historia. Pasamos por al lado del Chukon-do, el edificio principal del templo, que no pudimos ver al estar totalmente en obras (lo estará hasta 2018). El otro edificio importante del Kofuku-ji es la Pagoda de cinco pisos. Fue construida en el siglo VIII y es la segunda pagoda más alta de todo Japón.
Pagoda de cinco pisos, Kofukuji 
A su lado había un pequeño templo, el Tokon-do, donde está el Museo Nacional del Tesoro, que alberga una importante colección de estatuas de Buda. No entramos, pero la guía nos mostró un dossier con las fotos de las esculturas más importantes. La verdad es que nos gustó las explicaciones de la guía, fue toda una suerte encontrarla.
En el recinto del Kofuku-ji empezamos a ver uno de los habitantes más conocidos de Nara: los ciervos. Habían muchísimos y eran inofensivos, si no había comida de por medio... Había algunos puestos donde se podían comprar unas galletas que a los ciervos les encantaban. Los turistas que compraban esas galletas enseguida quedaban rodeados por una marabunta de ciervos que no dudaban en emplear métodos agresivos para hacerse con la comida. Los ciervos se consideran sagrados, y hasta el siglo XVII su muerte estaba castigada con la pena de muerte.
ciervos en Kofukuji 
Tras atravesar un gran trozo del Nara-koen llegamos al templo más importante de Nara, el Todai-ji. Fue construido en el siglo VIII para albergar una gran escultura de Buda que protegiera a la población de los desastres naturales. Entramos al recinto por la Nandai-mon, una gran puerta que encierra dos dioses guardianes de fiero aspecto.
Nandai-mon, Todai-ji
Tras pagar los 500 yens de la entrada, accedimos al Daibutsuden, el edificio de que alberga el gran Buda. Nos pareció enorme, de hecho hasta no hace mucho era el edificio de madera más grande del mundo! Y eso que las reconstrucciones habían reducido su tamaño hasta un tercio del original!
Daibutsuden, Todai-ji
Daibutsuden, Todai-ji
Dentro no era difícil encontrar la estatua del gran buda o Daibutsu, ya que era tan grande que casi ocupaba todo su interior. Con sus 15 m de altura, es la imagen de Buda más grande de todo Japón. Su tamaño y su mirada penetrante eran impresionantes. Al lado del Daibutsu, había otras dos esculturas doradas de Buda más pequeñas.
Daibutsu, Todai-ji
Daibutsu, Todai-ji
Daibutsu, Todai-ji
En uno de los pilares del edificio había un agujero cerca del suelo; la leyenda dice que quien lo atraviese tiene garantizado un lugar en el paraíso, aunque el hueco solo permitía el paso de niños y de adultos muy delgados...
El siguiente templo que visitamos estaba situado en una colina, era el Nigatsu-do, aunque realmente pertenece al templo de Todai-ji. No es de los templos más importantes de Nara, pero vale la pena hacerle una visita. Uno de sus reclamos son las vistas de la terraza que hay en el edificio principal, pero no eran muy bonitas. En una sala anexa había un sitio habilitado para descansar, con mesas, sillas, una maquina para hacer te y otra que echaba agua fría, todo un lujo para aquel día tan caluroso! Al lado del Nigatsu-do está el Sangatsu-do, un pequeño templo que tiene el honor de ser el edificio más antiguo de todo Nara.
Nigatsu-do
Nigatsu-do
Nigatsu-do
Nigatsu-do
El último templo que vimos en Nara fue el Katsuga Taisha, al que llegamos tras un largo paseo por el Nara-koen. Este santuario sintoísta fue fundado en el siglo VIII como templo de la familia Fujiwara. Lo que más nos sorprendió era su gran colorido, las estructuras de madera estaban pintadas de un bermellón muy alegre. Eso lo hacía muy diferente a los otros templos que vimos en Nara y por eso vale la pena acercarse. Otra de las cosas curiosas son los centenares de lámparas de cobre donadas por los devotos, colgadas por todo el templo. Por la noche se encienden, deben producir un efecto muy bonito. En una sala oscura tenían encendido unos cuantos para hacerte una idea de cómo se veían.
Katsuga Taisha
Katsuga Taisha
Katsuga Taisha
Katsuga Taisha
Katsuga Taisha
Estuvimos unas cinco horas visitando los templos y nos gustaron mucho, lo consideramos otro de los destinos imprescindibles. Antes de abandonar Nara nos acercamos a su distrito sur, Nara-machi, su zona más tradicional. Sus casas eran bajas y había algunas tiendas tradicionales, pero no eran gran cosa. Estuvimos buscando el Nara-machi Shiryokan, un museo que parecía interesante, pero, pese a seguir los carteles en inglés, no lo encontramos tras muchas vueltas.
Nara-machi
Mientras caminábamos de vuelta por Nara-machi, empezó a llover con bastante intensidad. Así que nos fuimos a un supermercado a comprar algo para comer a cubierto. Compramos unas bandejas donde había un poco de todo, arroz, salmón, tempura... Habíamos visto muchos japoneses comerlas, y nos parecieron buenas, pero llenaban mucho.
comiendo de supermercado en Nara
Empezaba a hacerse tarde, así que fuimos a la estación para ir hacia Osaka. Cogimos un tren "rapid service" de la linea JR Yamatoji y tardamos unos 50 minutos en llegar a nuestro destino. Osaka es la tercera ciudad de Japón, pero no suele ser visitada por turistas, ya que carece de templos importantes. Pero aprovechando su cercanía con Kyoto vale la pena acercarse para dar una vuelta.
Nuestro tren llegó a la estación de Osaka en Umeda, así que salimos de ella para dar un vistazo al barrio. Las calles eran un caos de gente caminando apresuradamente en todas direcciones, y el barrio estaba lleno de altos edificios modernos. Como en Yokohama, aquí también había una noria, que pertenecía al centro comercial HEP Five. Decidimos acércanos al Umeda Sky Building, uno de los rascacielos más reconocibles de Japón, con sus dos torres de 173 m conectadas en la parte superior con una terraza-mirador, llamada Floating Garden. Para subir a ella tuvimos que coger un ascensor, subir por unas escaleras mecánicas y pagar 700 yens. Las vistas desde arriba eran increíbles y de 360º. Era el atardecer y pudimos ver como la ciudad se iba iluminando para la noche. Se apreciaba todo el entramado urbano de Osaka, el río Yodo-gawa y la misma bahía de Osaka al fondo. Nos gustó mucho, todo un descubrimiento!
Umeda Sky Building
vistas desde el Floating Garden, Umeda Sky Building
panorámica desde el Floating Garden, Umeda Sky Building
Bajamos al sótano del Sky Building para ver el Takimi-koji, la recreación de unas calles japonesas de principios de siglo XX, con diversas tiendas y restaurantes tradicionales. Era bastante curioso de ver!
Al principio pensábamos quedarnos a cenar a Osaka, pero estábamos muy cansados y no teníamos nada de hambre, así que emprendimos el regreso a Kyoto. Volvimos a la estación de Osaka y cogimos un tren local hasta Shin-osaka, donde cambiamos al shinkansen, que en un momento nos llevó a Kyoto. Antes de subir a la habitación pasamos por el supermercado Lawson para comprar algo de cena y el desayuno para la mañana siguiente.

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