JAPÓN 10: Kyoto I

de julio de 2012 Nuestro primer día en Kyoto lo centraríamos en los templos más cercanos a la estación de tren y los que están en la zona sur de Higashiyama, como el famoso Kiyomizu-dera. Kyoto se convirtió en capital imperial en el siglo VIII, cuando el emperador Kammu la trasladó aquí desde la vecina Nara. Rápidamente la ciudad prosperó y se construyeron cientos de templos. La capitalidad de Kyoto duró más de mil años, hasta que Ieyasu Tokugawa trasladó su gobierno en el siglo XVII a lo que sería más tarde Tokyo. Aún así, Kyoto siguió siendo la residencia del emperador hasta la restauración Meiji, cuando el emperador se marchó definitivamente a Tokyo a finales del XIX.
27 de julio de 2012
Nuestro primer día en Kyoto lo centraríamos en los templos más cercanos a la estación de tren y los que están en la zona sur de Higashiyama, como el famoso Kiyomizu-dera.

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Kyoto se convirtió en capital imperial en el siglo VIII, cuando el emperador Kammu la trasladó aquí desde la vecina Nara. Rápidamente la ciudad prosperó y se construyeron cientos de templos. La capitalidad de Kyoto duró más de mil años, hasta que Ieyasu Tokugawa trasladó su gobierno en el siglo XVII a lo que sería más tarde Tokyo. Aún así, Kyoto siguió siendo la residencia del emperador hasta la restauración Meiji, cuando el emperador se marchó definitivamente a Tokyo a finales del XIX. Al menos la ciudad tuvo suerte durante la segunda guerra mundial, ya que quedó a salvo de los bombardeos americanos y hasta de la misma bomba atómica, aún siendo una de las ciudades candidatas a tal horror. Esto ayudó a conservar los miles de templos antiguos que se pueden ver en la actualidad.
Pensábamos que lo mejor sería empezar a visitar a pie los templos que quedaban cerca de la estación de tren, donde estaba nuestro hotel. Pero en Kyoto las distancias son engañosamente grandes, así que tardamos 15 minutos en llegar al Nishi-Hoganji, el primero de los dos de esta zona. Es un templo del siglo XVI con dos grandes salas de oraciones a las que se podía entrar. Era interesante, pero no se cuenta entre los más bonitos de Kyoto...
Nishi-Hoganji
A otros 15 minutos a pie encontramos el Higashi-Hoganji, similar al anterior pero que tuvo que ser reconstruido en el siglo XIX después de un incendio. En una de las salas se podía entrar y vimos un grupo numeroso de monjes haciendo una ceremonia religiosa. Nos gustó más que el Nishi-Hoganji, pese a que uno de los edificios estaba en obras.
Higashi-Hoganji 
Higashi-Hoganji 
Como habíamos comprobado que las distancias en Kyoto son demasiado grandes para recorrerlas a pie, decidimos coger un bus. Este es uno de los mejores medios de transporte de Kyoto, ya que cuenta con una gran cantidad de líneas que llegan a todos los sitios turísticos (un buen mapa de ellas aquí). Se paga en función de la distancia del trayecto, así que es una buena idea comprar el City Bus All-day Pass (500 yens) ya que se amortiza si se hacen más de 2 viajes.
Cogimos el bus 206 para ir al Kiyomizu-dera, uno de los templos más populares de la ciudad. Se fundó en el siglo VIII, aunque los edificios originales fueron destruidos tras un gran incendio y los actuales datan del siglo XVII. Como otros templos de Kyoto, se declaró patrimonio de la humanidad de la Unesco. Para llegar hasta la entrada tuvimos que subir por una empinada cuesta bajo un sol de justicia y un calor infernal. Al final de ella había una gran puerta de entrada pintada de alegres colores, como la gran pagoda que había tras ella.
Kiyomizu-dera
Kiyomizu-dera
Cerca de la pagoda está el Tainai-meguri, un templo con una sorpresa muy especial. Quien tenga previsto visitar Kyoto, que no se lea el resto de este párrafo (spoiler!). Tras pagar 100 yens, bajamos unas escaleras hasta un estrecho pasillo. Éste está completamente a oscuras, y solo podíamos avanzar siguiendo una cuerda que había enganchada a la pared. No veíamos absolutamente nada, y el pasillo a veces describía curvas. Al final llegamos a una roca redondeada débilmente iluminada, que había que girar para formular un deseo. Una experiencia la mar de curiosa!
Tainai-meguri, Kiyomizu-dera
Dentro del recinto del Kiyomizu-dera hay un templo sintoísta, el Jishu-jinja. Es muy popular en Kyoto, ya que está dedicado a la deidad del amor y los matrimonios. Aquí se encuentran las "piedras del amor", dos piedras grandes separadas por 18 m que ponen a prueba el amor entre dos personas: hay que ir caminando con los ojos cerrados de una piedra a la otra, diciendo el nombre de nuestro amado/a; si se llega a la otra piedra, es que el amor es fuerte y la relación durará. Aunque por la gran cantidad de gente que había, lo más posible era toparse con otras personas que estuvieran haciendo la prueba...
Jishu-jinja, Kiyomizu-dera
piedra del amor, Jishu-jinja, Kiyomizu-dera
Continuamos la visita por el Kiyomizu-dera hacia el Hon-do o sala principal, donde se encontraban varias estatuas budistas. Allí había un incensario donde colocamos nuestra barrita de incienso en honor a nuestro ahijado Guim. Lo más importante de esta zona es la terraza exterior, que sobresale de la colina y está aguantada por pilares de madera. Al fondo se veía la ciudad de Kyoto, tan lejana que solo se insinuaba la enorme Kyoto Tower.
Hon-do, Kiyomizu-dera
Hon-do, Kiyomizu-dera
Hon-do, Kiyomizu-dera
Desde la terraza del Kiyomizu-dera también vimos la Otowa-no-taki, una fuente abarrotada de gente a la que nos dirigimos. Tiene propiedades terapéuticas, de ahí la cola que había para beberla. El manantial cae formando tres chorros, cada uno confiere una cosa distinta: salud, longevidad o éxito en los estudios. Para beber hay que recoger el agua con unos cazos con el mango larguísimo. No sabemos si nos curó alguna enfermedad, pero estaba muy fresca y nos fue genial para aquel día tan caluroso.
Otowa-no-taki 
Otowa-no-taki 
En total empleamos una hora y media en la visita, y el templo nos gustó, aunque hay otros más espectaculares en Kyoto. Al salir del Kiyomizu-dera nos compramos un par de "soft ice cream", muy populares allí, por 250 yens cada uno. Los fuimos saboreando mientras paseamos por las calles peatonales Sannen-zaka y Ninnen-zaka. Aquí se conserva el ambiente del antiguo Kyoto, con sus casas bajas de madera. Eran unas calles muy auténticas, de las que hay pocas en Kyoto. También tenía cierto encanto Ishibei-koji, un callejón estrecho que sale de Ninen-zaka con ryokans y restaurantes tradicionales.
Sannen-zaka
Sannen-zaka
Ninen-zaka
Ishibei-koji
Luego nos acercamos al Kodai-ji, uno de los templos que más nos gustó aquel día. Fue fundado en el siglo XVII por la esposa del difunto shogun Hidetoshi Toyotomi para honrar su memoria. Aunque su aspecto actual se debe a Ieyasu Tokugawa, quien financió la construcción de la mayoría de edificios y jardines. La entrada valía 600 yens, y daba derecho a visitar el museo Kodai-ji Sho, que estaba fuera del templo.
El recorrido por el templo fue encantador, estaba compuesto por varias edificaciones pequeñas de madera, separadas por un jardín de increíble belleza. En algunos edificios se podía entrar, para ver diferentes objetos del templo o las mismas tumbas de Toyotomi y su mujer.
Kodai-ji
Kodai-ji
Kodai-ji
El recorrido del templo ascendía por una colina donde había una antigua casa de te. También se internaba por un pequeño bosque de bambús muy bonito. Nos sorprendió que todo el templo estuviera decorado con unos farolillos con dibujos de fantasmas, no sabemos que significado tenía.
casa de te, Kodai-ji
bosque de bambú, Kodai-ji
farolillos en el Kodai-ji
Estuvimos casi una hora en este templo, uno de los imprescindibles de Kyoto. Casi enfrente se encontraba el museo Kodai-ji Sho, aunque nos costó de encontrar. Era una sola sala donde se exhibían los objetos más valiosos del templo, entre ellos algunos con "kodaiji makie", una técnica de lacado con oro y plata propia del siglo XVI.
Continuamos nuestra ruta por Higashiyama hasta llegar al parque de Maruyama-koen, un hermoso jardín donde nos sentamos un rato a recuperar fuerzas. Allí nos desviamos un poco del camino para asomarnos al Yasaka-jinja, un templo sintoísta sin el habitual torii. En uno de los edificios se podían ver unas carrozas muy decoradas empleadas en los matsuris, una de las celebraciones más importantes en Japón.
Maruyama-koen
Yasaka-jinja
Yasaka-jinja
Abandonamos el Maruyama-koen rumbo al próximo templo, el Chion-in. Prometía mucho cuando atravesamos su enorme puerta de entrada, la San-mon, donde se encuentra la mayor campana de Japón. Desgraciadamente, cuando llegamos al recinto principal vimos que dos de los edificios más importantes estaban en obras (éstas acabaran en el 2020!). Una gran carcasa de metal los rodeaba de forma que ni siquiera se veía el exterior. Había un par de jardines que se podían visitar por 500 yens, pero nosotros no lo hicimos.
San-mon, Chion-in
El último templo del día fue el cercano Shoren-in, muy pequeño comparado con los anteriores. Tras quitarnos los zapatos, visitamos el interior del templo, en el que destacaban los biombos pintados. Desde el porche del templo se podía disfrutar de su fantástico jardín. Aunque no fue de los templos que más nos gustaron, tenía su encanto.
Shoren-in
Shoren-in
Shoren-in
Aquí dimos por acabada la jornada turística del día, aunque no era muy tarde. Cogimos el autobús 5, que iba lleno hasta la bandera, para ir al hotel. Allí nos dimos una buena ducha para quitarnos los litros de sudor que llevábamos, y descansamos un poco. Nuestra intención era ir por la noche al barrio de Gion y cenar por allí. Cogimos el bus 206 y una vez allí estuvimos dando un paseo por sus calles. La verdad es que no nos gustó demasiado, no tenían nada de especial. Más tarde supimos que no habíamos dado con las zonas de más encanto de Gion, como la zona de Hanamikoji-dori al sur de Shijo-dori y Shirakawa-minami-dori. Así que sin saber las cosas nos estábamos perdiendo de Gion, nos fuimos a cenar.
Elegimos el Gion Gyuzen, un restaurante que vimos en un folleto de Kyoto especializado en shabu-shabu, una comida japonesa que todavía no habíamos probado. Era muy grande, estaba organizado en salones privados, cerrados con los típicos plafones de papel. A nosotros nos condujeron a una sala pequeña, con una mesa en la que parecía que había que sentarse en el suelo, pero bajo la mesa había un hueco para poner las piernas y sentarte en condiciones. Obviamente, ninguna persona de su abundante personal sabía una palabra de inglés. Suerte que tenían una hoja con el menú en inglés que nos enseñaron como si fuera la biblia. Por 1.960 yens cada uno pedimos yaki-shabu. Nos trajeron una pequeña olla que se calentaba como una fondue y un plato con filetes crudos de ternera (americana, la japonesa era mucho más cara) y verduras variadas. En la olla hervía un caldo, donde echábamos la carne de ternera y las verduras para cocerlas. Como no era un shabu-shabu típico si no un yaki-shabu, bajo la olla también había una plancha para hacer la comida a la brasa. Lo mejor de todo es que podíamos repetir cuanto quisiéramos de las verduras y de la carne durante 2 horas. Tanto el sitio como la comida nos gustaron mucho.
Gion Gyuzen
En el autobús 206 de vuelta nos pasó algo curioso: mientras estábamos sentados oímos a dos japonesas y un chico latino hablar castellano tras nosotros. En un momento de su conversación, las chicas le dijeron que tenían muchas ganas de ir a España, a lo que el chico les respondió "España? Si no hay nada que ver allí!". Nosotros no pudimos permanecer impasibles ante tal afrenta, así que nos giramos y les dijimos (de buen rollo) que en España había mucho que ver! Nos reímos mucho todos! Resultó que el chico era portorriqueño y era el profesor de castellano de las dos chicas.

4 comentarios:

  1. Jajajaja que bueno lo del Portorriqueño!! lo siento por él pero tenemos la batalla ganada xD a los japos les encanta Barcelona ^_^

    El shabu-shabu me quedó pendiente U.U aisn tengo que volver...también quiero probar el sukiyaki, que es parecido pero con un caldo que lleva salsa de soja.

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  2. Si, es verdad, los japoneses se vuelven locos por Barcelona y Gaudí!

    El sukiyaki tb nos queda pendiente... :P

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  3. En caso de estar unos días en Kyoto y conocer todos sus rincones, no hay nada mejor y más barato que alquilarse una bici! Pensad que esta ciudad es como Amsterdam, casi sin cuestas.

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    1. Si, Kyoto se presta bastante a la bici al ser tan plana y a tener relativamente poco tráfico. Pero en verano, con el calor abrasador que hace, no se si es muy buena idea... :P
      Saludos

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