MARRUECOS 2: Marrakech II

26 de abril de 2009 El día amaneció radiante, y lo íbamos a dedicar a explorar la parte sur de Marrakech, que tiene muchos monumentos históricos, como la mezquita de La Koutoubia o las Tumbas Saudíes. Después de un agradable desayuno en el patio del riad, partimos hacia el barrio de los zocos, ya que el día anterior nos habíamos dejado uno muy interesante. En el camino pasamos al lado de la Fuente Mouassine, una de las pocas fuentes de uso público que quedan de las muchas que se construyeron a principios del siglo XX. Para los cinéfilos, esta fuente sale al principio de la clásica película de Hitchcock "El hombre que sabía demasiado".

26 de abril de 2009

El día amaneció radiante, y lo íbamos a dedicar a explorar la parte sur de Marrakech, que tiene muchos monumentos históricos, como la mezquita de La Koutoubia o las Tumbas Saudíes.

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Después de un agradable desayuno en el patio del riad, partimos hacia el barrio de los zocos, ya que el día anterior nos habíamos dejado uno muy interesante. En el camino pasamos al lado de la Fuente Mouassine, una de las pocas fuentes de uso público que quedan de las muchas que se construyeron a principios del siglo XX. Para los cinéfilos, esta fuente sale al principio de la clásica película de Hitchcock "El hombre que sabía demasiado".

Fuente Mouassine

Un poco más adelante llegamos a nuestro destino, el popular zoco de los tintoreros o Sebbaghine. Por sus calles se vendían todo tipo de prendas hechas de lana teñidas de los más diversos colores. Un vendedor se ofreció a enseñarnos los secretos del tinte de la lana: en su taller tenía frascos con polvos de diferentes colores; cuando los mezclaba con agua, ésta se teñía con un color determinado, a veces muy diferente del color del polvo que había en el frasco. Nos llevó a la terraza de su casa para enseñarnos como la gente tendía la lana teñida en tendederos en las azoteas. Incluso nos mostró como se hacía el turbante típico de los tuaregs. Con tanta amabilidad no podíamos negarnos a comprarle un pañuelo. Como cualquier transacción comercial del mundo árabe, el precio lo determinó el regateo. Es todo un arte! En muy pocas tiendas hay los precios de las mercancías, normalmente tienes que regatear con el vendedor, a veces arduamente. Con el paso de los días, llegamos a ser unos expertos en este arte, pero aquel día el vendedor sacó provecho en la negociación. Tampoco nos importó, era una forma de pagarle por su amabilidad de enseñarnos todo aquel mundo.

zoco de los tintoreros

Así nos disfrazaron de tuaregs en el zoco de los tintoreros

A continuación dejamos los zocos, atravesamos la plaza Jemaa el-Fna y nos acercamos a contemplar la maravillosa mezquita de La Koutoubia. Construida en el siglo XII, su minarete sirvió de modelo del de la Giralda de Sevilla, además de ser el edificio más alto de la ciudad. Era impresionante, el monumento más espectacular junto con la madrasa de Ben Youssef. Como el resto de mezquitas, su entrada está prohibida a los no musulmanes.

mezquita de La Koutoubia

Justo al lado de la mezquita están los Jardines de La Koutoubia. Paseamos un rato por esta delicia de jardines, más cuidados que muchos de los que hay en España. Nos sorprendió el verdor de las plantas y la gran limpieza que imperaba en el lugar, muy diferente a las cercanas callejuelas de la Medina. Desde el jardín había unas bonitas vistas de la mezquita.

Jardines de La Koutoubia

Jardines de La Koutoubia

Después fuimos hacia al sur, paralelos a las murallas de la ciudad. En si, las murallas no tienen ningún interés, excepto por sus puertas de acceso, a menudo unas bonitas obras de arte. Un ejemplo es la Bab Agnaou, del siglo XII, por la cual entramos al barrio de la Kasbah o Alcazaba.

Bab Agnaou

El primer monumento que encontramos en la Kasbah es la propia mezquita, construida en el siglo XII, y conocida con diversos nombres: de la Kasbah, de Moulay Al Yazid o de El Mansour. Justo enfrente se encuentra uno de los puntos fuertes de la ciudad, las Tumbas Saadíes. Tuvimos mala suerte, pues llegamos a las 12:15 h y las tumbas estaban cerradas de 12 a 14:30 h. Para hacer tiempo decidimos comer en el Restaurant Nid'cigogne (60 Place des Tombeaux Saadiens). Tiene una terraza frente a la mezquita de la Kasbah y a un nido de cigüeñas (de ahí su nombre). Para completar la inmersión en la gastronomía marroquí, al lado del restaurante compramos unas pastas típicas en una pastelería.

mezquita de la Kasbah

Seguíamos disponiendo de tiempo antes que abrieran las Tumbas Saadíes, así que decidimos ir a dar un paseo por el Jardin d'Agdal. Parecía que estaba más o menos cerca, justo al sur del Palacio Real. Pero al llegar allí nos encontramos un camino flanqueado por altos muros. Después de recorrerlo todo (más de 1 km), cruzamos una carretera y llegamos a un inmenso olivar, una de las partes más extensas de este jardín. Había muchos autóctonos que lo usaban como zona de picnic, poco tenía que ver con lo que entendíamos como un jardín... Después de dar una vuelta por allí, nos constó mucho encontrar la salida, ya que todo estaba rodeado por una verja.

Jardin d'Agdal

Volvimos sobre nuestros pasos y visitamos las Tumbas Saadíes. Es un mausoleo construido en el siglo XVI donde están enterrados los descendientes de la dinastía saadí. Cuando llegó al poder la dinastía alauí, en vez de destruir este lugar lo rodearon por una muralla, de forma que solo se podía acceder por la mezquita de la Kasbah (a la que solo pueden acceder los musulmanes). A principios del siglo XX se descubrió por casualidad un pasaje que llevaba directamente a las tumbas, con lo que se pudo abrir al público. A través de este estrecho pasaje entramos a las tumbas, organizadas entorno de un verde patio ajardinado. Los diferentes mausoleos se encuentran tras puertas finamente decoradas. El mausoleo principal solo se puede ver detrás de una barrera al final de un estrecho pasillo, por lo que había cola. Cuando nos tocó nuestro turno pudimos ver el espléndido interior, lleno de relieves, madera tallada, azulejos... En el suelo había las tumbas, marcadas con unos austeros bloques de piedra, muy diferentes a las tumbas cristianas. Pese a que era una sala relativamente pequeña y oscura, era toda una joya del arte.

Tumbas Saadíes

Tumbas Saadíes, interior del mausoleo principal

Tumbas Saadíes

Tumbas Saadíes

Abandonamos las tumbas y fuimos al cercano Palacio El-Badii. Este palacio tuvo una historia efímera: fue construido en el siglo XVII por la dinastía saadí como un palacio grandioso y lujoso, con centenares de habitaciones y los mejores materiales. Cien años después, la dinastía alauí lo despojó de todos sus azulejos y mármoles para usarlos en sus palacios. El resultado fue lo que contemplamos al pasar la puerta, un inmenso recinto de adobe desnudo, colonizado por nidos de cigüeña. En el centro había un enorme patio, con un espacio para jardines y un estanque. Los edificios tenían un aire decadente, muchas veces se podían apreciar los destrozos que hicieron para extraer sus azulejos. En uno de ellos se podía subir hasta una terraza con una buena vista del palacio. Otro de los edificios estaba reconstruido y albergaba una exposición. En ella se podía contemplar el fantástico Mimbar de La Koutoubia, una obra de arte hecha en madera en el siglo XII (no se podían hacer fotos).

Palacio El-Badii

Palacio El-Badii

Palacio El-Badii

Por último, visitamos el Palacio de la Bahia, muy cercano al anterior. Es un lujoso palacio construido en el siglo XIX para el visir, sus esposas y concubinas (Bahia era el nombre de su primera esposa). Tras pasar por un patio y unas estancias muy austeras llegamos a un fantástico patio, lleno de plantas y fuentes, y con las paredes decoradas con relieves y madera de cedro labrada. Era impresionante el gran detalle de todas las decoraciones. Más adelante se podían visitar algunas de las dependencias del visir y de su primera esposa, que eran las mejores de todo el palacio. Eran de destacar los techos adornados con madera pintada. Otro de los monumentos imprescindibles de Marrakech!

Palacio de la Bahia

Palacio de la Bahia

Palacio de la Bahia

Palacio de la Bahia

Aquí concluimos nuestra agotadora jornada turística. En el riad habíamos dicho que nos hicieran la cena ese día, ya que ofrecía una interesante oferta de cocina árabe. Después de ducharnos, cenamos en el patio del riad donde nos fueron trayendo cous-cous, tajines... hasta dejar contentos nuestros estómagos!


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