13 de Octubre de 2012
Este iba a ser nuestro primer día en serio en ruta por Rumanía, después de la breve toma de contacto del día anterior. Empezaríamos viendo el Castelul Peleş de Sinaia y el Castelul Bran, dos de los castillos más conocidos de la región. La tarde la pasaríamos paseando por Braşov, una de las ciudades más encantadoras de Transilvania.
Ver Rumanía 2a: Sinaia - Bra?ov en un mapa más grande
Aquel día no nos levantamos muy temprano, el nefasto colchón de nuestra habitación no nos había permitido descansar bien. El día amaneció gris y lluvioso, así que nos acercamos al centro en coche a desayunar en una pastelería de la Strada Octavian Goga, donde tomamos un desayuno por 15 lei los dos. Al final se nos hizo un poco tarde, eran las 9, la hora a la que abría el castillo de Peleş, así que desechamos la idea de acercarnos al Mănăstirea Sinaia y fuimos directamente al castillo. Ya habría tiempo de ver otros monasterios a lo largo de nuestro viaje.
Quien espere encontrarse en el Castelul Peleş una gran fortaleza con gruesos muros y almenas, quedará decepcionado. Es mucho más apropiado considerarlo un palacio. Fue construido a finales del siglo XIX como residencia estival del rey Carol I. Como éste era alemán, se edificó según los cánones neorrenacentistas germanos, con recargadas y lujosas estancias.
Castelul Peleş
Para acceder y aparcar el coche en el recinto del castillo tuvimos que pagar unos pocos lei. El sendero que lleva al castillo discurre dentro de un frondoso jardín, con muchos puestos de souvenirs cerrados aquel lluvioso día. Enseguida pudimos ver la impresionante estampa del castillo, que emergía de una colina. La zona más cercana estaba rodeada por unos jardines con varias estatuas, entre ellas la del mismo rey Carol I. Aunque el día no invitaba demasiado al paseo...
Castelul Peleş
Castelul Peleş
Castelul Peleş
Nos encaminamos hacia la taquilla para comprar nuestras entradas para el castillo de Peleş. La visita es guiada y se pueden escoger tres tours: una visita básica a la planta baja (45 min, 20 lei) y otras dos que incluyen además el primer piso (1h 15 min, 50 lei) y el segundo (1h 45 min, 70 lei). Escogimos el tour del primer piso ya que el completo nos parecía carísimo. Además tuvimos que pagar 30 lei para hacer fotos (aquí lo controlan bastante). Total, 130 lei, casi 30 euros!
Tuvimos que esperar 20 minutos a que empezara el tour en inglés. La visita del interior fue muy amena y recomendable, aunque la guía iba a veces un poco rápido. En la planta baja, una de las estancias más espectaculares es el hall, muy recargado con relieves de madera. También eran bonitos el despacho del rey y la biblioteca, donde la guía nos enseñó la ubicación de una puerta secreta, camuflada en una estantería de libros. Más adelante había una habitación que sorprendía a todos los visitantes, estaba decorada en estilo árabe e inspirada en la Alhambra granadina. En muchos pasillos había unos grandes espejos italianos, tan nítidos que no lo parecían. Completamos el recorrido en el tiempo previsto, y la guía continuó la visita para los que habían pagado el tour con la segunda planta.
Castelul Peleş, sala de estilo árabe
Castelul Peleş
Castelul Peleş, despacho del rey
Castelul Peleş, sala de música
Castelul Peleş, uno de los muchos espejos italianos que había
Al salir nos acercamos a dar un vistazo al Castelul Pelişor, copia a menor escala del de Peleş, residencia del rey Ferdinand I (sucesor de Carol I). También se podía visitar por dentro, pero decidimos que con el anterior palacio ya habíamos tenido suficiente.
Castelul Pelişor
Volvimos al coche y condujimos durante una hora y media hasta Bran. Empezamos a darnos cuenta lo engañosas que son las distancias en Rumanía, ya que este trayecto de carretera tiene apenas 50 km. También comprobamos porqué la gente decía que las carreteras rumanas son malas: el tramo entre Râşnov y Bran esta tan lleno de socavones y grietas que el viaje se convirtió en una carrera de obstáculos. Al llegar a Bran dejamos el coche en un parking de pago (unos pocos lei por hora).
La fama del “castillo de Drácula” de Bran hace que sea visitado por miles de turistas. En la entrada del castillo había decenas de puestos de souvenirs, con todo tipo de artículos con la imagen de Drácula, al cual más horrible. Menos mal que había otros puestos con objetos de artesanía y gastronomía popular que hacían el lugar más interesante.
puestos de souvenirs en Bran
venta de quesos y embutidos caseros
De entre ellos había algunos con quesos con una pinta la mar de apetitosa. Decidimos comprar uno de los más extraños, pues estaba encerrado en una especie de corteza de árbol. Es el “Brânză în coajă de brad”, un queso de vaca que se madura dentro de este peculiar envase de corteza de abeto, que le da su sabor. Es propio de la región de Bran, así que no esperéis encontrarlo fuera de aquí. Por 13 lei compramos uno pequeño, que probamos el día siguiente. Estaba de fábula! En esta web podéis ver unas fotos del proceso de su elaboración.
nuestro Brânză în coajă de brad
A continuación fuimos a las taquillas del castillo, donde pagamos 50 lei por las dos entradas. Pese a su fama ligada a Drácula, el Castelul Bran nunca fue residencia para Vlad Țepeș, el príncipe de Valaquia que sirvió de inspiración para el personaje de Bram Stoker. Como mucho hizo alguna estancia tras alguna escaramuza contra los otomanos. El castillo fue construido en el siglo XIV por los sajones de Braşov, para proteger el paso de Bran precisamente de los invasores otomanos.
Castelul Bran, esto es lo máximo que se puede ver de su fachada
Un breve camino nos llevó hacia el castillo, que estaba atestado de visitantes. La construcción estaba emplazada en lo alto de un peñasco rocoso, por lo que era difícil tener una visión de la fachada. Tras superar un inclinado tramo de escaleras, entramos al recinto del castillo. Dentro había un recorrido por el que se visitaban algunas estancias, que no tenían mucho interés (sobre todo comparado con las de Peleş). Al menos, había carteles con explicaciones en inglés. A veces, el recorrido atravesaba estrechos pasillos y angostas escaleras, en los que la gran afluencia de visitantes llegaba a ser agobiante.
Castelul Bran, entrada
Castelul Bran, pasillo que conectaba dos pisos
Lo mejor del recorrido fueron las vistas del patio interior del castillo, donde se podían apreciar sus torres y murallas defensivas. Un pasillo abierto al exterior recorría toda la circunferencia del patio, desde el que había unas impresionantes vistas del castillo. Más tarde, el camino nos llevó al mismo patio, desde el que también se podía contemplar su estructura. Lo mejor de Bran no estaba en sus habitaciones, sino en el castillo en si. La visita nos gustó mucho y empleamos en ella una hora.
Castelul Bran, patio interior
Castelul Bran
Castelul Bran
Al salir del castillo nos pasamos por el Muzeu Satului din Bran o Museo Campesino de Bran, cuya entrada estaba incluida en la del castillo, aunque aquel día era gratuita. Era un pequeño conjunto al aire libre de casas de campesinos, las más antiguas del siglo XVIII. Era interesante, lástima que aquel día las casas no estuvieran abiertas para poderlas ver por dentro.
Muzeu Satului din Bran
Muzeu Satului din Bran
Dimos por acabada nuestra visita a Bran y cogimos el coche hasta Râşnov para comer con un poco de tranquilidad, lejos de las multitudes de Bran. Estuvimos valorando la posibilidad de visitar la fortaleza de Râşnov, pero lo descartamos ya que no nos quedaría después mucho tiempo para visitar Braşov.
Ver Rumanía 2b: Sinaia - Bra?ov en un mapa más grande
Después de comer nos dirigimos a Braşov, una de las mayores ciudades de Transilvania. Llegar al centro nos resultó fácil, y una vez allí nos dirigimos a la zona de nuestro alojamiento. Nos habían indicado un par de calles donde aparcar y tuvimos suerte al encontrar rápidamente un hueco. Lo primero que hicimos fue dirigirnos a nuestro alojamiento para aquella noche, Rinda’s Room. En Râşnov habíamos llamado por teléfono para avisar de nuestra llegada, así que Rinda nos estaba esperando. Era una señora muy simpática y voluntariosa, que hablaba un inglés impecable. Alquila una única habitación de su casa particular, pequeña pero muy acogedora y confortable, por 90 lei por noche. Nos explicó que la calefacción se había estropeado, pero se ofreció a enchufarnos unas mantas térmicas por la noche para que cuando llegáramos tuviéramos al menos las camas calientes!
nuestra habitación en Rinda's Room, Brașov
Tras dejar el equipaje en la habitación nos lanzamos a descubrir Braşov. Empezamos por una de las zonas más bonitas de la ciudad, la Piața Sfatului. Su centro está presidido por la torre del reloj de la Casa Sfatului o ayuntamiento, que alberga además un museo de historia al que no entramos. La gran plaza está rodeada por casas bajas pintadas de colores, muchas de ellas antiguas, como la Casa Negustorilor, la sede de los artesanos y comerciantes del siglo XVI. Era una maravilla de plaza, una de las más hermosas que hemos visto a lo largo de nuestros viajes.
Braşov, Piața Sfatului
Braşov, Piața Sfatului
Braşov, Piața Sfatului
Braşov, Piața Sfatului, con la Biserica Neagră al fondo
Braşov, Piața y Casa Sfatului
De entre los edificios singulares de la plaza también hay dos iglesias. Una es la Catedrala Ortodoxă, de finales del siglo XIX. Tiene la curiosidad de que su fachada no da directamente a la plaza, ya que durante el dominio del imperio Austro-húngaro estaba prohibido para los templos no católicos. Desde la Piața Sfatului se podía ver el ábside de la Biserica Neagră, la iglesia más importante de la ciudad que veríamos después.
Al lado de la Casa Sfatului había un pequeño mercadillo con productos locales, sobre todo de gastronomía. Nos llamaron la atención una especie de palitos circulares de pan. Queríamos comprar algunos, pero por unos pocos lei te tenías que llevar una ristra grandiosa!
mercadillo en la Piața Sfatului
De la Piața Sfatului sale la Strada Republicii, una de las calles peatonales más animadas del centro. Estaba llena de tiendas y cafés, y era muy agradable pasear por allí. Había muchas terrazas en el centro de la calle, pero estaban desiertas por el fresco que empezaba a hacer. Al menos no llovía! En una de las muchas pastelerías que había compramos una pasta de hojaldre rellena de telemea, un queso tradicional rumano hecho con leche de vaca.
Strada Republicii
Strada Republicii
Volvimos hacia al centro por la Strada Mureșenilor, una calle con mucho tráfico pero flanqueada por casas pintadas de alegres colores que la hacían agradable para pasear. Esta calle rodea la Piața Sfatului y pasa a llamarse Strada George Barițiu más al oeste.
Strada Mureșenilor
Strada George Barițiu
A continuación nos acercamos a visitar la Biserica Neagră, la iglesia más grande de Rumanía construida en el siglo XV. Para entrar hay que pagar 6 lei y no se pueden hacer fotos. Lo más interesante era su conjunto de alfombras persas, ofrendas de los comerciantes sajones durante los siglos XV al XVII. En unos interesantes plafones se explicaba el estado en que estaban las alfombras y como las habían restaurado.
Biserica Neagră
Luego nos dirigimos hacia la Turnul Alb o Torre Blanca, un bastión testimonio de las antiguas fortificaciones que rodearon la ciudad hasta el siglo XVII. La Turnul Alb fue construida en el siglo XV y su mantenimiento iba a cargo del gremio de curtidores. Para llegar a ella tuvimos que subir por una empinada escalera, pero una vez arriba el esfuerzo valió la pena. Las vistas eran espectaculares: en el centro teníamos la Casa Sfatului y su plaza; a su derecha se alzaba la Biserica Neagră; al fondo el resto del casco histórico y el monte Tâmpa, cubierto de una densa nubosidad.
subiendo a la Turnul Alb
panorámica desde la Turnul Alb
Por un breve sendero nos acercamos a otro de los bastiones de las antiguas fortificaciones, la Turnul Negru o Torre Negra. Desde allí también había bonitas vistas del casco histórico, aunque no tan buenas como las de la Turnul Alb: se apreciaba sobre todo la Biserica Neagră, que se veía de frente. La verdad es que fue un acierto subir a las dos torres, las vistas nos gustaron tanto que desechamos la idea de subir el día siguiente al monte Tâmpa (es el sitio más famoso para contemplar las vistas de la ciudad).
panorámica desde la Turnul Negru
Ya estaba anocheciendo, pero decidimos seguir caminando un rato más hacia Schei, un barrio situado extramuros donde vivían los rumanos de Braşov (solo los sajones podían vivir dentro de la ciudad amurallada). Tras una larga caminata llegamos a su centro, la Piața Unirii. A su lado se alzaba la magnífica Biserica Sfântul Nicolae, construida en el siglo XV. Ya era de noche, así que nos la encontramos cerrada.
Piața Unirii, con la Biserica Sfântul Nicolae al fondo
Fuimos volviendo hacia el centro por Strada Prundului, prácticamente solitaria a aquellas horas. En el límite del barrio de Schei encontramos la Poarta Ecaterinei, un gran bastión que era una de las puertas de entrada a la ciudad amurallada.
Poarta Ecaterinei
Tras tres horas dimos por acabada nuestra visita a Brașov. La ciudad nos encantó, sobre todo la plaza Sfatului y las agradables calles colindantes, llenas de casas de colores, todo una delicia para pasear. A continuación buscamos un restaurante para cenar. Al contrario de lo que nos pensábamos, no había mucha oferta de restaurantes en Brașov, sobre todo los de cocina rumana, que eran los que nos interesaban. En la plaza Sfatului había un par, pero eran un poco caros. Después de buscar un rato encontramos uno en la calle Republicii que no estaba mal, Pizza Strega. Aunque era una pizzería, también tenía platos rumanos. Pedimos unas costillas de cerdo y pechuga de pollo con tagliatelle, todo muy bueno. De postre compartimos un papanași, un dulce típico rumano servido con mermelada y nata agria o smântâna. Incluyendo una cerveza Timişoreana y agua nos costó 56 lei (unos 12 euros). Un sitio muy recomendable!
cenando en Pizza Strega
y de postre... papanași!
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