5 de abril de 2012
Nuestro segundo día en tierras belgas lo íbamos a dedicar por completo a su capital, Bruselas. En concreto pasearíamos por su agradable centro histórico, lleno de sitios típicos como la Rue des Bouchers o la impactante Grand Place.
Ver Bélgica 2: Bruxelles en un mapa más grande
Empezamos nuestro paseo por el centro desde nuestro barrio de Ste. Catherine, que cuenta con varios puntos de interés. Vimos por afuera las iglesias de St. Jean Baptiste au Beguinage y Ste. Catherine, ambas cerradas (sólo abren en ocasiones especiales). Cerca de esta última y encastada en el muro de un hotel había la Tour Noire, uno de los pocos restos de la antigua muralla que rodeaba la ciudad. Pero el punto más interesante del barrio es el Marché aux Poissons, el antiguo mercado de pescado. En este lugar antes había un canal navegable por el que los pescadores llegaban para vender sus capturas. De todo eso apenas se conserva nada, solo se insinúa el canal en el trazado de la calle y la gran cantidad de restaurantes especializados en marisco (como en el que cenamos la noche anterior).
Marché aux Poissons
Antes de meternos dentro del centro histórico, nos desviamos hacia el norte para dar un vistazo a la Place de Brouckère, uno de las plazas mas concurridas (de coches) de Bruselas. Más que una plaza es el cruce de dos grandes bulevares, similar al Times Square de Nueva York salvando las distancias. Tiene algunos edificios de finales del siglo XIX, como el Hotel Metropole, el café Continental o los cines Eldorado.
Place de Brouckère
Mucho más tranquila es la cercana Place des Martirs, una plaza rodeada de blancos edificios neoclásicos. Un monumento en su centro recuerda las personas que murieron en el alzamiento de 1830 que acabó desembocando en la independencia del país.
Place des Martirs
Muy cerca visitamos Notre-Dame de Finistèrre, una pequeña iglesia del siglo XVIII. En su interior destaca su púlpito de madera, toda una obra maestra que nos sorprendió por el realismo de sus figuras.
Notre-Dame de Finistèrre
Al salir de la iglesia recorrimos la Rue Neuve, una de las calles comerciales más importantes, aunque a aquella hora de la mañana todavía estaba un poco inactiva. Al final de la calle encontramos la Place de la Monnaie, donde se encuentra el Théâtre Royal de la Monnaie. Este teatro tiene gran importancia histórica, ya que allí es donde se produjo el alzamiento de la independencia del país.
Rue Neuve
A continuación nos acercamos a la Cathédrale des Sts. Michel et Gudule, escenario de grandes acontecimientos del país. La catedral, muy parecida a la de Notre-Dame de París, se empezó a construir en el siglo XIII y se acabó 300 años después. La fachada era bastante sobria para ser gótica, y se veía muy restaurada.
Cathédrale des Sts. Michel et Gudule
Cathédrale des Sts. Michel et Gudule
El interior es igualmente sobrio y luminoso, ya que la luz entra por grandes vidrieras de colores. La nave nos pareció inmensa, los altos techos aumentaban la sensación de estar en un lugar realmente imponente. Vale la pena acercarse! Hay una capilla en la que se guarda el tesoro, pero hay que pagar entrada y no entramos.
Cathédrale des Sts. Michel et Gudule, interior
Cathédrale des Sts. Michel et Gudule, interior
Al salir de la catedral nos acercamos a contemplar la Colonne du Congrès, una gran columna que conmemora la creación del estado belga en el siglo XIX. En su cima tiene una estatua de Leopoldo I, primer rey del país, y en su base una llama eterna en recuerdo de las víctimas belgas de las dos guerras mundiales. Justo delante había una zona de obras con edificios abandonados, que parecía más bien un barrio marginal.
Colonne du Congrès
Después caminamos hacia una de las zonas más bonitas del centro de Bruselas, el Ilôt Sacré. Es un barrio de pequeñas casas e intrincadas calles que se salvó del plan urbanístico de la ciudad, creado a raíz de la Exposición Universal de 1958, que contemplaba la demolición de muchos edificios para ensanchar las calles. Un paseo tranquilo por este barrio es algo imprescindible en cualquier visita a la capital belga.
Antes atravesamos las Galeries Royales St. Hubert, las primeras galerías comerciales de Europa, inauguradas en el siglo XIX. El lugar tenía un aire aristocrático y estaba lleno de los más distinguidos cafés y tiendas. Una de ellas era la famosa Chocolaterie Neuhaus, fundada en el siglo XIX, que vendía todo tipo de chocolates con una pinta la mar de apetitosa!
Galeries Royales St. Hubert
Chocolaterie Neuhaus
Pero sin duda el lugar más típico del Ilôt Sacré es la Rue des Bouchers, una estrecha calle rodeada por casas antiguas tan bien conservadas que evocan tiempos pasados. Los orígenes de la "calle de los Carniceros" se remontan al siglo XIII, y actualmente aún se conservan casas del siglo XVII. No obstante, el lugar pierde algo de encanto por la gran cantidad de terrazas de restaurantes, donde los camareros van a la caza del turista.
Rue des Bouchers
Perpendicular a esta calle encontramos la Petite Rue des Bouchers, una reproducción a pequeña escala de su "hermana mayor", con la diferencia que es bastante más tranquila. Cerca de la confluencia de las dos sale un callejón (Impasse de la Fidélité) donde se encuentra la Jeanneke Pis, el equivalente femenino del Manneken Pis.
Petite Rue des Bouchers
Jeanneke Pis
Estuvimos paseando un rato por otras pintorescas calles del Ilôt Sacré. Nos parecieron especialmente bonitas la Marché aux Herbes y la Rue Gétry, la cual está rodeada por majestuosas casas del siglo XIX. En la primera vimos un Panos y aprovechamos para hacer una comida rápida a base de un par de bocadillos de hojaldre salados.
El plato fuerte del día llegaría pronto: la Grand Place, una de las plazas más espectaculares de toda Europa. Al verla se entiende su inclusión en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, es uno de esos sitios que justifican la visita de un país. La plaza se conserva tal y como era hace cientos de años, rodeada por edificios renacentistas del siglo XVII muy bien conservados. No hay ningún edificio moderno que rompa con la estética de la plaza, lo que contribuye a hacer de la visita a la Grand Place un auténtico viaje en el tiempo.
Grand Place
Empezamos por el flanco sur, entre la Rue Chapeliers y Charles Buls, que cuenta con alguna de las casas más bonitas de la Grand Place. Con una fachada de arcadas sobre esta última calle está la Maison de l'Étoile, donde se encuentra el monumento a t'Serclaes, cuyo antebrazo se dice que da suerte. A su lado izquierdo y presidida por un cisne, hay una de las casas más hermosas, Maison au Cygne, construida a finales del siglo XVII y sede del gremio de los carniceros. No le tenía nada que envidiar la siguiente casa, la Maison de l'Arbre d'Or, sede de los cerveceros y que actualmente alberga un museo de la cerveza. Por último había dos casas de menos interés, la Maison de la Rose y la Maison aux Trois Couleurs.
Grand Place, entre la Rue Chapeliers y Charles Buls
La parte sureste de la plaza, entre Rue Chapeliers y Colline, está casi totalmente ocupada por la Maison des Ducs de Bravant. Construida a finales del siglo XVII, su fachada en realidad agrupa 7 edificios. A la izquierda del palacio destaca la Maison de la Balance, con su balcón decorado con cariátides.
Grand Place, Maison des Ducs de Bravant
Nos quedamos con las ganas de ver las casas de la parte este, entre Rue des Harengs y Colline. Sus fachadas estaban tapadas con lonas debido a una restauración. A su lado se alza la imponente Maison du Roi, que pese a su nombre no fue casa de ningún rey. Se construyó en el siglo XV para servir de despacho al duque de Bravante, por eso se llamó la Maison du Duc. Posteriormente el duque fue coronado rey de España, y de ahí el nombre actual.
Grand Place, Maison du Roi
El siguiente grupo de casas que vimos fue el del flanco norte, a la izquierda de la Maison du Roi, entre Rue Chair et Pain y Beurre. Eran casas estrechas y poco espectaculares, de los siglos XVII-XIX. Hay que destacar la Maison du Heaume, una casa barroca construida en el siglo XVII.
Grand Place, entre Rue Chair et Pain y Beurre
Las casas de la parte noroeste, entre Rue Tête d'Or y Beurre, son unas de las más hermosas e interesantes. En el nº1 de la plaza está la Maison des Boulangers, sede de los panaderos y decorada con una estatua del rey de España Carlos II, razón por la que también se la conoce como Le Roi d'Espagne. A su lado estan la Maison de la Brouette y la Maison du Sac, sede la corporación de los jardineros y de los ebanistas respectivamente. A continuación destacan los ricos relieves de la Maison de la Louve, coronada por un ave Fénix. Por último, también eran bonitas la Maison du Cornet y la Maison du Renard, sede de los barqueros y merceros.
Grand Place, entre Rue Tête d'Or et Pain y Beurre
Dejamos para el final el edificio más majestuoso y espectacular de la plaza, el Hôtel de Ville. Fue construido en el siglo XV y está coronado por una torre de casi 100 m. El Hôtel de Ville tiene una curiosa asimetría: el lado izquierdo es más grande que el derecho (este último se construyó antes), de forma que la torre no queda centrada. Aún así, la riqueza de esculturas, gárgolas, pináculos y demás ornamentos lo compensan. Poníamos así punto final a la visita de la Grand Place. Nos encantó, vale mucho la pena dedicarle tiempo!
Grand Place, Hôtel de Ville
Grand Place, Hôtel de Ville
Dejamos la plaza y nos encaminamos hacia el oeste a ver un par de edificios antiguos. El primero que encontramos fue St. Nicolas, una de las iglesias más viejas de la ciudad (siglo XII). Tiene un par de curiosidades: el coro y la nave de la iglesia están construidas de forma oblicua, no en línea recta como la gran mayoría de templos. Y en el exterior, hay una serie de pequeñas casas incrustadas directamente en los muros de la iglesia, buscando la protección que les podía ofrecer.
St. Nicolas
Justo al lado está la Bourse, el edificio neoclásico del siglo XIX que alberga la bolsa belga, en el que no nos entretuvimos. Caminamos más al este hasta las Halles St. Géry, un bonito mercado neorenacentista del siglo XIX. Dentro alberga una sencilla fuente piramidal del siglo XVIII que estaba situada en el centro de la plaza donde se emplazó el mercado.
Halles St. Géry
Al salir de las Halles St. Géry vimos uno de los famosos murales con personajes de cómics repartidos por la ciudad, en este caso "Néron" de Sleen. El comic tiene una gran tradición en Bélgica, y es muy frecuente encontrar tiendas especializadas por todo el país. En Bruselas incluso hay una ruta para ir viendo los diferentes murales de cómics. En algunos mapas turísticos se indica su ubicación, así que es muy recomendable dedicarse a buscar unos cuantos de ellos, son la mar de curioso.
Broussaille, de Frank Pé, en la Rue du Marché au Charbon
Le Petit Jojo, de Geerts, en la Rue Piermans
Ric Hochet, de Tibet & Duchâteau, en la Rue des Bons Secours
Tintin, de Hergé, en la Rue de l’Etuve
Néron, de Sleen, en la Place St. Géry
Volvimos hacia el centro para ver uno de los puntos más visitados y verdadero símbolo de Bruselas, el Manneken Pis. El "Niño que orina" es una pequeña estatua de bronce, de 50 cm, construida en el siglo XVII. La estatua es tan pequeña que podría pasar desapercibida, de no ser por las hordas de turistas que posan a su lado para hacerse fotos. Entorno del Manneken Pis hay varias tiendas que hacen gofres bastante buenos por 1 €, la mitad que en otros puntos de la ciudad, así que aprovechamos!
Manneken Pis
comiendo un gofre al lado del Manneken Pis
Dejamos atrás el casco histórico para ir subiendo hacia la ciudad alta a través de la Place de l'Albertine, puerta de entrada al Mont des Arts. Es una pequeña colina en la que se sitúan los principales museos y otros equipamientos culturales de la ciudad. No entramos en ninguno de ellos, pero vale la pena darle un vistazo a la zona aunque sea para disfrutar de alguno de sus jardines.
Mont des Arts
Mont des Arts, con el casco antiguo al fondo
Después de Mont des Arts subimos a otra pequeña colina, la de Coudenberg, de gran importancia histórica. Aquí se construyó un castillo en el siglo XII como residencia de los Duques de Bravante. En el siglo XVI, el emperador Carlos V lo convirtió en uno de los palacios más suntuosos de Europa. Pero en el siglo XVIII un incendio lo redujo a escombros. Hoy en día se pueden visitar algunos restos subterráneos, aunque nosotros no lo hicimos.
En Coudenberg sí que se conservan algunas de las casas de los aristócratas que se fueron construyendo en los aledaños del palacio. Un buen ejemplo es el Hotel Ravenstein, un edificio de ladrillo rojo construido a finales del siglo XV. Las mansiones que había al lado eran también muy bonitas, en una pequeña zona había concentradas una buena cantidad de mansiones góticas. Cerca de ellas había un gran edificio construido en un estilo totalmente diferente que nos sorprendió, el Old England. Eran unos grandes almacenes de art noveau de finales del siglo XIX, y ahora albergan un museo sobre instrumentos musicales. Es interesante acercarse a contemplar su fachada de hierro y cristal.
Old England
Casi en la cima de Coudenberg encontramos la Place Royale, una de las plazas más importantes de la ciudad. Aunque no tenía la vida de la gente y los cafés de otras, estaba rodeada por edificios neoclásicos que le daban un aire majestuoso. Entre ellos destaca la iglesia de St. Jacques sur Coudenberg, construida en el siglo XVIII tras el gran incendio que destruyó el cercano Palacio de Coudenberg. Desde el centro de la plaza había unas vistas interesantes: hacia el noroeste se intuía la ciudad baja, de donde emergía el Hôtel de Ville. Y hacia el suroeste se insinuaba la silueta del gran Palais de Justice.
Place Royale, con St. Jacques sur Coudenberg al fondo
Antes de proseguir nuestra ruta, nos acercamos a dar un vistazo al Palais Royal, el palacio oficial del rey de Bélgica (aunque no es su residencia). Se construyó a principios del siglo XX sobre algunos de los restos del antiguo Palacio de Coudenberg. Justo enfrente está el Parc de Bruxelles, un gigantesco parque por el que paseamos solo algunos minutos, ya que la ausencia de hojas de los árboles y de flores le quitaba bastante encanto.
Palais Royal
Una de las partes que más nos gustó de esta zona fue Sablon. Aunque era muy pequeña, mereció la pena acercarse a ver la Place du Petite Sablon. Los jardines estaban muy bien cuidados, y la plaza estaba rodeada por casas barrocas que realzaban su belleza. Tiene una verja coronada por 48 estatuillas que representan los diferentes gremios medievales.
Place du Petite Sablon
Al lado de la plaza contemplamos la soberbia Notre Dame du Sablon, una impresionante iglesia gótica de finales del siglo XIV. Si su fachada nos fascinó, no lo hizo menos su interior amplio y luminoso, ya que la luz entraba por las grandes vidrieras de colores laterales. Aunque no había muchos turistas, esta iglesia merece estar entre las cinco mejores visitas de la ciudad!
Notre Dame du Sablon
Notre Dame du Sablon, interior
Al otro lado de la iglesia está la Place du Grand Sablon, una tranquila plaza adoquinada rodeada por edificios del siglo XVIII. Cerca se encuentra una de las iglesias más antiguas de Bruselas, Notre Dame de la Chapelle. Sus orígenes están en una capilla del siglo XII sobre la que se construyó la iglesia, que tuvo una larga historia de incendios, reconstrucciones, bombardeos, etc. Actualmente es la parroquia de la comunidad polaca de la ciudad. Vale la pena acercarse a darle una ojeada y contemplar el interior.
Notre Dame de la Chapelle
A continuación paseamos hacia el sur por Marolles, un típico barrio obrero de Bruselas. Sus dos calles principales son Rue Haute y Blaes, y estaban repletas de comercios montados por magrebíes, la comunidad extranjera dominante en el barrio.
Marolles, Rue Haute
Desde Marolles, usamos un ascensor gratuito que nos dejó justo al lado del Palais de Justice, un edificio gigante que en su día fue el más grande del mundo (siglo XIX). Era bastante espectacular, aunque cuando fuimos la fachada estaba tapada por obras. Al lado del ascensor había un mirador sobre Marolles, pero la vista no era muy bonita.
Palais de Justice
Al final de Marolles encontramos la Porte de Hal, un enorme bastión que constituye uno de los pocos restos de la muralla que en el siglo XIV rodeaba la ciudad.
Porte de Hal
La pateada que habíamos hecho ese día era considerable, así que dimos por concluida la jornada turística. Cogimos el metro en Porte de Hal hacia el centro y nos acercamos a una de sus cervecerías más conocidas de Ilôt Sacré, el Delirium Café. La ambientación del local estaba muy cuidada: carteles de marcas de cervezas, barriles rústicos, mesas de madera… Uno de los principales reclamos es que tienen más de 2.000 cervezas de todo el mundo, principalmente belgas. Y la verdad es que nos lo creemos, ya que pudimos ver el enorme catálogo donde salen todas las que tienen. Suerte que hay una carta con una selección de un centenar, y aun así nos costó escoger! Al final optamos por Abbaye de Forest Blonde y Mort Subite Kriek , una cerveza de abadía y una de cereza respectivamente. Muy buenas!
tomando unas cervezas en el Delirium Café
ambiente del Delirium Café
A la hora de cenar, nuestra idea era hacerlo en la zona de Rue des Bouchers, aunque fuera una turistada. Habíamos leído que había que andarse con cuidado con los restaurantes de esta zona, ya que van a por el turista. Así que decidimos no correr riesgos y optar por el que recomiendan todas las guías, Chez Leon. Estaba alojado en un gran edificio y contaba con varias plantas, aun así se veía bastante lleno. Lo bueno de este sitio es que tienen una gran variedad de platos con mejillones, a parte del clásico moules et frites. Pedimos "moules escargot gratinées" (mejillones gratinados) que estaban especialmente buenos. Salimos muy contentos!
cenando unos "moules" en Chez Leon
0 comentarios:
Publicar un comentario