MARRUECOS 1: Marrakech I

25 de abril de 2009

Elegimos Clickair para volar hacia Marrakech, ya que era la compañía con la que el billete nos salía mejor de precio y de fechas. Aterrizamos en el aeropuerto de Menara hacia media mañana. Ya teníamos el alojamiento reservado, y habíamos pagado un suplemento para que nos fueran a buscar al aeropuerto. Como el alojamiento estaba situado en las laberínticas calles de la Medina, teníamos miedo de no encontrarlo... Así que un taciturno taxista nos esperaba en la terminal, con su taxi Mercedes de hace quince años, para llevarnos a él.

En el trayecto del taxi ya nos pudimos hacer una buena idea de la ciudad. Al principio los edificios eran nuevos, de estilo occidental, pero pintados con colores ocres propios del desierto. Al acercarnos a la Medina, la ciudad vieja, la cosa cambió. El tráfico se volvió infernal y caótico, a medida que las casas se iban haciendo más bajas y humildes. El taxi paró al flanquear una de las puertas de la muralla, a partir de allí las calles eran demasiado estrechas para los coches. Nos estaba esperando un mozo con una carretilla para llevar nuestra maleta hacia el alojamiento.

Después de atravesar y girar por múltiples callejones (si nos hubieran dejado allí, no hubiéramos podido salir!) llegamos a nuestro destino, la Riad Jomana (62 Arset Aouzal, Bab Doukkala). Como hemos explicado en la introducción de este viaje, uno de los pocos caprichos que nos dimos fue hospedarnos en un riad. Esta es una especie de casa tradicional organizada entorno de un patio ajardinado. Muchos riads se han transformado en alojamientos con encanto para europeos, por lo que sus precios suelen ser bastante elevados. El Riad Jomana está regentado por una pareja de franceses, Marco y Piero, el último de los cuales fue el que nos recibió. Lo primero que nos sorprendió fue el bonito patio de riad, con unas mesas y sillas en las que desayunamos las mañanas siguientes. Nuestra habitación estaba en la segunda planta, era muy espaciosa y con una decoración muy acorde con el país.

Riad Jomana, patio interior

nuestra habitación en el Riad Jomana

Antes de salir a descubrir Marrakech, pedimos a Piero un mapa más detallado de la Medina, para poder regresar a nuestro riad sin perdernos. Él simplemente nos indicó que dirección teníamos que seguir para llegar a la calle principal. Nos quedaban muchas horas de sol, así que podíamos visitar bastantes cosas. Decidimos ceñirnos a la parte norte de la Medina, que es la más pintoresca al tener el barrio de los zocos.


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La calle principal a la que llegamos fue la route Sidi Abdelaziz. Era bastante ancha para ser una calle de la Medina, y estaba llena de pequeñas tiendas destartaladas de alimentos, telas o repuestos de moto. Al poco de empezar a caminar nos encontramos con las puertas de un imponente palacio, el Dar El-Bacha (también conocido como Dar El Glaoui). Se construyó a inicios del siglo XX como residencia del Pachá de Marrakech, Thami El Glaoui. Al hacer un par de fotos a la puerta del palacio, se nos acercó un soldado con cara de pocos amigos. Nos pidió que le enseñáramos las fotos y que borráramos las que salía una garita donde estaban unos soldados. La primera foto que hicimos en Marrakech nos la hicieron borrar! La cosa empezaba mal...

palacio de Dar El-Bacha

La route Sidi Abdelaziz se fue estrechando hasta desaparecer en un complicado entramado de pequeñas casas llenas de tiendas y ávidos comerciantes. Habíamos llegado a la zona de los zocos (Souks). Los zocos son los mercados presentes en todas las ciudades árabes, y los de Marrakech son los más grandes del Magreb. Dentro de ellos, los distintos artesanos están agrupados dependiendo del sector en el que trabajan. Así existe el zoco de los tintoreros, el de joyeros, el de peleteros, etc. Aunque la frontera de los diferentes zocos es muy difusa, e incluso es difícil situarlos encima de un mapa. Por algo la palabra "souk" quiere decir "gran desorden" en árabe...

zocos (souks)

zocos (souks)

zocos (souks)

En Marrakech, el zoco abarca una amplia zona entre las plazas de Jemaa el Fna y de Ben Youssef. Empezamos a deambular por ellos por el barrio de Mouassine, donde abundaban las tiendas con orfebrería y los fabricantes de babuchas, el típico calzado musulmán. Al principio de la tarde las calles estaban más o menos tranquilas, pero al paso del tiempo se fueron llenando de compradores y grupos de turistas. A la que te parabas un poco para ver alguna mercancía, un atento vendedor salía de la nada para intentar vendértela. Lo peor fue el intenso tráfico de motos que había en esas callejuelas, por su temeridad de ir sorteando gente y por la asfixiante humareda que iban dejando. Al final de la tarde había una neblina en los zocos que ríete tu de Londres!

Cerca de la plaza de Jemaa el-Fna, los zocos se parecían mas a una avenida comercial. Los puestos eran más ordenados y se vendían bolsos y ropa, a simple vista de fabricación china. Lo interesante era que las calles están tapadas por una especie de cubierta que no deja pasar en parte el sol, lo que hacía el ambiente muy agradable.

Cerca de la plaza Ben Youssef salimos de la zona de los zocos y entramos en el Musée du Marrakech. Después de un par de horas en el caos de los zocos, agradecimos la tranquilidad de un sitio turístico. El museo alberga colecciones de objetos históricos y de arte contemporáneo. Pero lo que más nos gustó era el sitio donde estaba ubicado, el palacio M'Nebhi, construido en el siglo XIX y restaurado recientemente. Tenía un gran patio cubierto por un toldo que dejaba pasar una tenue luz, unas pequeñas fuentes y una lámpara de araña que redondeaban un conjunto muy bonito. Alrededor había columnas con azulejos e intrincados bajorrelieves y techos de madera decorados con finas pinturas que nos hicieron sentir como si fuéramos sultanes!

Musée du Marrakech

Musée du Marrakech

Musée du Marrakech

Muy cerca de este museo estaba la Mederssa Ben Youssef, la madrasa o escuela coránica más grande de Marruecos. Fue fundada en el siglo XIV y tenía capacidad para 900 estudiantes. Al cruzar la puerta, llegamos a un patio, con un estanque para las abluciones, entorno del cual se organiza la madrasa. Parecía que todas las superficies estuvieran decoradas de una u otra forma, con relieves o azulejos, con formas geométricas o versos del Corán... La parte superior del edificio estaba hecha de madera de cedro. Todo el conjunto era impresionante, una fantástica inmersión en el arte árabe.

Mederssa Ben Youssef, entrada

Mederssa Ben Youssef

Mederssa Ben Youssef, detalle de la decoración

Mederssa Ben Youssef

En el extremo opuesto de la entrada al patio está el acceso a la sala de oración. Es una estancia dividida en tres partes, bastante oscura y menos decorada, aunque para nada austera. Después de contemplar estas salas fuimos a la zona dedicada a la residencia de los estudiantes. Las celdas de los alumnos estaban organizadas entorno a unos patios interiores. Algunas de las celdas estaban abiertas, y exhibían los objetos cotidianos que utilizaban en su estudio del Corán. Las del piso superior eran más grandes y estaban reservadas para los niños más acaudalados. Desde estas ventanas había una bonita vista del patio de la madrasa.

Mederssa Ben Youssef, sala de oración

Mederssa Ben Youssef, zona de los alumnos

Mederssa Ben Youssef, vista desde el 2º piso

Salimos de la madrasa, atravesamos la pequeña plaza Ben Youssef y vistamos la Koubba Ba'Adiyn. Construido en el siglo XII, era un edifico anejo a la mezquita de Ben Youssef donde se hacían las abluciones antes de la oración. Su cúpula estaba muy decorada por dentro, y encerraba un estanque.

Koubba Ba'Adiyn

Koubba Ba'Adiyn, detalle de la decoración interior

Caminamos hacia el sur para ir a la plaza de Jemaa el-Fna, aunque antes hicimos un alto en la plaza Rahba Kedima. En muchos sitios se explica que en esta plaza se venden especias que utilizan magos y sanadores en sus pociones. La verdad es que allí se vende de todo: cestas, alfombras, comida, gorros, etc. En la misma plaza está el popular Café d'Épices, donde fuimos a tomar un café y un te. Es un sitio muy agradable y tiene una terraza con una gran vista de Rahba Kedima y alrededores.

vista de la Rahba Kedima desde el Café d'Épices

Finalmente llegamos a Jemaa el-Fna, la inmensa plaza declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Empezaba a caer la tarde y la plaza era un hervidero de gente. Aquí y allá habían faquires, videntes, tatuadoras de henna, vendedores, músicos, artesanos, etc. En el centro de la plaza estaban montado mesas y bancos entorno de unos humeantes fogones, donde se podía cenar por poco dinero. Cada puesto tenía su chaval salao que intentaba atraer para si a los turistas. Cuando oían a algún español tenían la frase preparada de "más barato que en el Mercadona!".

Jemaa el-Fna

Para tener una gran perspectiva de la plaza e huir un poco del bullicio nos acercamos al Café de France. Situado en un extremo tiene una terraza con una vista imprescindible de la plaza. Intentamos el truco de ir a la terraza sin consumir, pero para acceder a ella tenías que pasar por la caja donde te obligaban a comprar algo. Pero valió la pena, las vistas son inigualables, y a esta hora de la tarde-noche, la actividad en Jemaa el-Fna era aun más intensa. Los puestos de comida del centro de la plaza estaban a pleno rendimiento, y levantaban unas humaredas de la fritanga que a veces los ocultaban.

panorámica de la plaza de Jemaa el-Fna desde el Café de France

Jemaa el-Fna

puestos de fritanga de Jemaa el-Fna

Abandonamos la plaza por una avenida arbolada, al fondo de la cual se erigía imponente la mezquita de La Koutoubia. Habíamos descartado cenar en los puestos de Jemaa el-Fna, y buscando un poco de tranquilidad, nos metimos en una pizzería en la Avenue Mohammed V. Ya habría más días para degustar la cocina árabe...

La Koutoubia


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